29 julio 2006

Mi barbero desconfía de la Iglesia

El otro día fui a la barbería de cos­tumbre. Pero nada más sentarme en el sillón percibí una sen­sación electrizante de mi barbero. Estaba que trinaba y em­pezó incluso a asustarme. Culto y ponderado, es­taba gra­ve­mente sorpren­dido por ese afán de la Iglesia Cató­lica en hacerse notar tanto en este país. Como si fuera el suyo -dice- el único pensamiento ético posible; cuando es una réplica del otro pensamiento único, ése que reina en todas partes en materia social, económica y polí­tica. Pensé que, de mo­mento, lo mejor sería dejarle ir y no llevarle la contraria. No fuese que su mano, aunque muy hábil con la navaja, sufriese un extraño...

Mientras empezaba a acicalarme, me decía que no com­prende cómo la Iglesia en lugar de apabullar con sus ana­te­mas, no es más pru­dente. Se haría más respetable. Y no sólo eso. Po­dría hasta recobrar a muchos prosélitos que en estos treinta años de democracia le ha ido dando la espalda justa­mente por haberse cebado en los pasajes más con­troverti­dos, más confusos, más beligerantes y menos conso­ladores del Evan­gelio. De ahí debe venir lo de oponerse ahora a la investigación con células madre...

Yo, tímidamente, le digo que, con soflamas no sólo los cau­dillos sino tam­bién los arzobispos hacen sentir más su pode­río. Que a Dios hay que adorarle a gritos y que la doctrina so­cial de la Iglesia, que no es más que socialismo democrático, hay que propa­garla a voces. Yo, ni quito ni pongo. Lo dicen ellos.

El me contesta que eso era antes. Precisamente cuando no era necesario. Cuando las homilías -más bien arengas- se impartían desde los púlpitos pero protegidas por las ba­yone­tas, la gente terminó creyendo que los curas tenían ra­zón. Pero hoy han cambiado las cosas. Y la religión en cualquier parte se ve como un asunto privado, de fuero in­terno. Por­que los principios apologéticos de la cató­lica, esos que "prue­ban" que por ser "universal" la religión católica es la única verda­dera, ya se han venido abajo. Pues ellos siguen, erre que erre, empeñados en que sea universal sin serlo...

Yo insisto y le replico, ya un poco más entonado: España es diferente. A esta socie­dad, si no le dicen las cosas vocife­rando, bien sea por una radio de banda anchísima a cuyo frente esté un locutor fre­nopático, o poniéndolas en primera plana de los periódicos, no se en­tera de nada, se comunisti­za y se desentiende de Dios. Por eso los arzobispos es­tuvieron callados cuando Aznar metió al país en una guerra que no tenían por que condenar, pues se trataba de una nueva evangeliza­ción con ejércitos nada menos que de Bush. Como en los viejos tiempos. Pero ahora los arzobispos no pueden callar. Eso no haría más que en­valentonar al go­bierno actual, que se haría más comunista todavía. Además, si la Confe­rencia Episcopal afirma ahora que la UE "atenta contra la vida" al permitir la investi­gación con células madre, es porque la Conferencia tiene mucho más aprecio por el proyecto de vida que por la vida misma. Como Dios manda. Por eso aprobó con su silencio la cru­zada contra los infieles. Pero ahora no puede consentir este atrevimiento de corre­gir a la Natura­leza investigando células madre para curar o prevenir enferme­dades. Sólo son lícitas las intervenciones quirúrgi­cas de todo tipo, inclui­das las peligro­sas de estética, porque eso, aunque ponga en peligro una vida y enmiende la vo­luntad de Dios, no atenta contra los proyectos de vida, que es lo que importa. El proyecto de vida está muy por encima de la vida lograda, que incluso ya puede sacrificarse si es para Dios...

Mi barbero que, como ya digo, es muy culto, redobla sus ra­zonamientos y añade indignado (hasta el punto de que es­tuvo a punto de darme un tajo): prefiero dejar a un lado lo de la vida y el proyecto de vida, porque no me­rece el más mí­nimo esfuerzo de refutación... Lo que quiero desta­car es que la Iglesia Católica se hace a sí misma un flaco servicio con esta constante beligerancia co­ntra un gobierno que es mucho más evangélico que el ante­rior. La gente, tras cuarenta años de nacional­catolicismo está harta y tiende a rechazar todo pronunciamiento categó­rico aceptando en cambio con gusto cualquier sugerencia. La grey huye del tremendismo y de la intolerancia arzobis­pal. Si ésta tuviera potros de tortura los usaría de nuevo. ¿No saben los purpurados que si hicieran proposiciones dignas, sosteni­bles y razonables; si difundie­sen pautas sabias a los ciuda­danos en lugar de em­pecinarse en hacer vidriosas cuestio­nes que luego, con el paso del tiempo terminan por aceptar, muchos volverían al redil del Señor?

Yo le respondo que los arzobispos son personas muy prepa­radas, y aunque a veces parecen unos patanes en las cosas de Dios, se las saben todas. Ellos, lo que quieren es que todo el mundo sea muy macho, que se coma los santos aunque no vaya a misa, que ponga el aspa en la de­clara­ción de la renta, que no piense y que se haga del PP. Por­que para eso están ellos, para pensar por los demás. Ade­más cuentan con un ex gobernante ilustre, el mesías Aznar, que gobernó de cine como lo prueba que ganase las elec­ciones por dos ve­ces. Ellos esperan su regreso. Para los ar­zobis­pos la Paru­sía, es decir el retorno, es doble. Por un lado espe­ran al Hijo del Hombre y por otro la vuelta de Az­nar, el hombre.

Pero mi barbero, culto pero tozudo no da su brazo a tor­cer y me dice que como ha terminado de rasurarme y la hora se ha echado encima, si me parece, al día siguiente y mien­tras me corta el pelo, me puede completar su pensamiento en este, a su juicio importante asunto. Y en ello quedamos..//..

ooOoo

Al día siguiente, como acordamos, me siento de nuevo en el sillón de la barbería y mi barbero, que no había hecho más que empezar a igualarme las patillas para hacerme un corte de pelo, me suelta el siguiente discurso demoledor al que ya no tuve valor ni tiempo para responder o refutar:

"El diccionario de la lengua denomina necio al “ignorante que no sabe pudiendo y debiendo saber”. Yo, además, em­pleo el término refiriéndome a aquél que, sobre todo si tiene alguna re­presentatividad, se comporta de manera que de sus actos no se deriva beneficio alguno; ni para quienes re­presenta, ni para quienes no representa; ni siquiera para sí mismo; es decir, para nadie. Sus actos y disposiciones no sólo son estériles, son contraproducentes pues causan un efecto contrario al que se supone persigue. Es un propósito lícito atraer ovejas al rebaño del Señor, por ejemplo, pero como quieren llamar la atención disparatando, los necios las ahu­yentan. Este tipo de necio es una modalidad del co­rrupto: ése al que se refiere Nietzsche en El Anticristo.-VI: "Digo que un animal, una especie o un individuo están co­rrompi­dos, cuando eligen y prefieren lo que es desfavorable para ellos"

Si los arzobispos no fueran imprudentes además de ne­cios, en lugar de dirigir urbi et orbe sus absolutismos mora­les se limitarían a comunicárselos discretamente sólo a sus fieles en los tem­plos y en las hojas parroquiales. Y así se iría expandiendo de nuevo su doctrina celestial que, por culpa de ellos, sus traficantes, hace aguas por todas partes en cuanto se salen de las enseñanzas de Cristo que no son muy diferentes de las de Buda, de Confucio, de Mahoma o de cualquier otro humano de bien... Pero no tienen pacien­cia, y creen que catequizando a voz en grito, oponiéndose a diestro y sinies­tro sobre cualquier materia cuya racionalidad está probada, van a adelantar más.

Ellos dicen que sus encíclicas y pastorales son palabra de Dios. No les haga vd. caso. Son suyas. La Iglesia se ha pa­sado su historia confundiendo maliciosamente al mundo entero con su parroquia. Lo mismo que el actual Estado de Israel, cuando dice que el mundo le "autoriza a arrasar al Líbano", confunde al “mundo” con Estados Unidos.

Yo creo que la Iglesia Vaticana debe abandonar el método de la propagación tradicional del Evangelio: a lanzazos, a arcabuzazos y a cañonazos. Y sin embargo no sólo no lo abandona, sino que vuelve a la carga ahora con arzobispos energúmenos, antediluvianos y patanes, y con un speaker desquiciado al frente de su emisora que se vuelve loco con su logorrea, vuelve locos a los cuitados que por descuido van a ella a escucharle y pone a la altura del descere­brado a los arzobispos.

Yo, al decir estas cosas, no me meto nada en el bolsilo. Lo digo por ella, por la propia Iglesia y sus objetivos presuntos. Lo que sobran en este país son listos. Por eso ya no hay quien esté dispuesto a hacer trabajos penosos por un sala­rio de hambre. Para eso están los inmigrantes... En tiempos en que, aunque muchos están dormidos, la mayoría está cada vez más desarrollada en perspicacia, es cuando los po­deres y especialmente el de la Iglesia más toma a la po­bla­ción civil por deficiente.

Si queremos saber qué opina cada religión, no hay más que ir a su templo o a su web y en paz. Déjense, pues, ar­zobispos y obispos de adoctrinar a la fuerza. No harán más que hundir a su Iglesia porque, salvo los ya convencidos, nadie les hará caso. Métanse en la cabeza que la sugeren­cia es infinitamente más eficaz a la hora de ganarse adeptos que los continuos ataques a los gobiernos que no son de su agrado. Si comulgan con ese partido de la oposición que, soliviantado e impaciente, permanece a la espera de adue­ñarse otra vez del poder político para que ellos, los arzobis­pos, regresen a sus cuarteles de invierno porque ya no les necesitarán, correrán la misma suerte que esa facción. Como en España han caído muy bajos los niveles de su solvencia moral, los arzobispos están empeñados en re­flotar a la Iglesia. Pero, como antes decía, no es la paciencia del santo Job precisamente la virtud que les caracteriza...

Pues no se hace más grande a la Iglesia, ni se la extiende mejor dirigiéndose al mundo como si todo él fuese católico. Por ejemplo, eso de que los obispos van a presentar un nuevo plan para una "nueva evangelización", pone los pelos de punta. Suena a tambores de Inquisición. En suma, a este paso y puesto que para ado­rar a Dios, quien crea en él, no es necesario tener a nadie y menos a una Iglesia por medio, sólo van a escucharles y acudir a los templos los cretinos.

La prueba del nueve de que arzobispos, obispos y papas son unos necios es que, con la que está cayendo: por un lado, un cambio climático desastroso del que son culpables los excesos promovidos por los directores del capitalismo, y una infame expansión territorial, con ya centenares de miles de muertes aunque ellos no comuniquen las cifras, de Esta­dos Unidos e Israel, por otro, los arzobispos, en lugar de di­rigir sus diatribas y condenas al infierno contra los reyes a que se refieren las Biblias, lo único que les preocupa es ne­gar el amor a los homosexuales, acordarse de las células madre y regresarnos a los catecismos cuando ya nadie quiere ni oirlos”.

Con este dicterio contra la Iglesia católica española, ter­minó mi barbero de darme el último toque a mi ya escaso cabello. Le pagué según tarifa, y nos despedimos hasta el próximo encuentro de racionalidad...

Me fui de la barbería convencido de que, además de haberme puesto al corriente mi barbero sobre asuntos ecle­siales y arzobispales de actualidad que yo desconocía, al menos en profundidad, el afeitado de ayer y el corte de pelo de hoy, con el calor que hace, no me han venido nada mal...






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