Hay que cambiar las claves del lenguaje diplomático e internacional. No valen ya las usuales. La diplomacia se convierte en hipocresía pura cuando quienes la emplean rebajan el nivel de su fuerza persuasoria. No hay más diferencia entre diplomacia e hipocresía que esa de grado. En el siglo XXI ya no existe diplomacia. Y de ello hay que culpar a la administración actual norteamericana. Ha tratado a la diplomacia como a una de sus infinitas víctimas torturadas, porque se ha servido de la diplomacia para potenciar aún más su poder. Y ahora el mundo verdaderamente libre, el espiritualmente libre, les pide cuenta...
En efecto, Estados Unidos es el responsable de la mutación. Puso patas arriba el Derecho de gentes, el Derecho Internacional, los Derechos Humanos, las Convenciones Internacionales, etc. Estados Unidos maltrató gravemente (y maltrata aunque parezca que intenta ahora dar marcha atrás en algún asunto) conceptos jurídicos que habían sido incorporados al diálogo internacional con enorme esfuerzo después de la segunda gran guerra. Tras los grandes desastres armados emergió siempre un propósito noble: ya que no es posible extirpar la guerra inevitable porque va grabada en los genes del ser humano, sí al menos elevar el humanismo posible antes, durante y tras una guerra. Por ejemplo, la Cruz Roja ya había entrado en escena en 1859 fundada por Henri Dunant testigo de los más de 40.000 muertos que dejó la batalla de Solferino (Italia) ese mismo año entre Napoleón III y Francisco José I de Austria. El Convenio de Ginebra sobre prisioneros en 1949 fue otro paso decisivo. La Declaración de los Derechos Humanos, otro.
Pues bien, tras esos dramáticos esfuerzos Estados Unidos dio un salto de gigante atrás en 2001 con sus “novedosas” teorías que les regresan a la brutalidad medieval. Teorías que han pasado a la praxis: guerra preventiva, inmunidad para sus tropas, oficinas de desinformación, torturas “legales”, reclusión de prisioneros sin derechos, paseo de éstos por cárceles secretas... A qué seguir. Y todo con argumentos que no se tienen en pie más que por la razón, como no puede ser de otro modo, de la fuerza. Con argumentos que se convierten de ese modo en el mayor cinismo en estado puro a nivel internacional que quepa imaginar, después de, como dije, de haber rebajado a la diplomacia a la más miserable hipocresía.
Ahora no "puede" venir Estados Unidos con el cuento de que volvamos al lenguaje y conceptos del Derecho clásico. El "conflicto" con Irán es tan artificial como artificiales son las excusas que se sacaron de la chistera con la invasión de Afganistán e Irak Bush, el Pentágono y el general Myers. Ahora ya no puede pretender que cualquier otro país, para colmo incluido en el Eje del Mal, se pliegue, se amedrante, entre en razón. Eso es imposible. Sabiendo que tiene el petróleo que “necesita” Estados Unidos para sí, es de todo punto imposible que irán ceda ante la pretensión del desarme para facilitarle, encima, la invasión y ocupación ya decididas.
Intentar justificar lo injustificable es lo que tiene. Que ya nadie puede entenderles a todos ellos más que como como verdugos y como bestias; como ejecutores, instigadores y propulsores de actos de fuerza pura y bruta. Ahora ya no pueden dar marcha atrás pretendiendo que el mundo entienda que los países deben desarmarse cuando, precisamente, por estar desarmados absolutamente Afganistán e Irak han sido laminados. Ahora no pueden pretender que alguien que esté en sus cabales comprenda que él, Bush, y los suyos, pueden tener armamento nuclear por la gracia del Dios de aquél, y los países (que tienen petróleo) que a él y a los ciudadanos que le votaron por segunda vez no les gusta deben desarmarse sin excusa ni pretexto como los que ellos emplearon y emplean.
Si quieren que les entiendan las porciones del planeta que no han perdido el juicio, déjense de eufemismos, de dobleces y de diplomacia barata que estomagan, y digan directamente, sin ambages, que en el mundo, en Oriente Medio y especialmente ahora en Palestina e Irán mandan y deciden Estados Unidos, Inglaterra e Israel. Alcénse directamente como dictadores universales. Ya los anuncia Spengler en 1921 para hoy día, y ahí se acabarán los desencuentros de todas clases. Todo lo que no sea eso hiere a la sensibilidad intelectiva de cualquier observador que no tenga intereses petrolíferos ni ambición diábolica de poder.
El mundo está harto de la prepotencia del imperio, de Israel, del Sionismo y de la Gran Bretaña. Si quieren todos ellos otra cosa, bájense del pedestal y escribirán una página inédita de la historia. Pues inédita sería la inédita rendición del terriblemente fuerte frente al débil. Ríndanse por ser los fuertes. Repliéguese Israel a las fronteras de 1967, apliquen todos las soluciones energéticas alternativas que ya están disponibles, salgan de Afganistán e Irak como trágicos errores que fueron y, en el nombre del Dios de Bush, depongan las armas. Harán grande a su Dios. Pero sobre todo harán grande de una vez al Hombre y a la humanidad, a quienes, después del episodio que escribió Hitler, Bush, Israel, Inglaterra (con la colaboración especial ahora de Merkel) llevan camino de volver a reducir a piltrafas y de hacer saltar al planeta por los aires...
En efecto, Estados Unidos es el responsable de la mutación. Puso patas arriba el Derecho de gentes, el Derecho Internacional, los Derechos Humanos, las Convenciones Internacionales, etc. Estados Unidos maltrató gravemente (y maltrata aunque parezca que intenta ahora dar marcha atrás en algún asunto) conceptos jurídicos que habían sido incorporados al diálogo internacional con enorme esfuerzo después de la segunda gran guerra. Tras los grandes desastres armados emergió siempre un propósito noble: ya que no es posible extirpar la guerra inevitable porque va grabada en los genes del ser humano, sí al menos elevar el humanismo posible antes, durante y tras una guerra. Por ejemplo, la Cruz Roja ya había entrado en escena en 1859 fundada por Henri Dunant testigo de los más de 40.000 muertos que dejó la batalla de Solferino (Italia) ese mismo año entre Napoleón III y Francisco José I de Austria. El Convenio de Ginebra sobre prisioneros en 1949 fue otro paso decisivo. La Declaración de los Derechos Humanos, otro.
Pues bien, tras esos dramáticos esfuerzos Estados Unidos dio un salto de gigante atrás en 2001 con sus “novedosas” teorías que les regresan a la brutalidad medieval. Teorías que han pasado a la praxis: guerra preventiva, inmunidad para sus tropas, oficinas de desinformación, torturas “legales”, reclusión de prisioneros sin derechos, paseo de éstos por cárceles secretas... A qué seguir. Y todo con argumentos que no se tienen en pie más que por la razón, como no puede ser de otro modo, de la fuerza. Con argumentos que se convierten de ese modo en el mayor cinismo en estado puro a nivel internacional que quepa imaginar, después de, como dije, de haber rebajado a la diplomacia a la más miserable hipocresía.
Ahora no "puede" venir Estados Unidos con el cuento de que volvamos al lenguaje y conceptos del Derecho clásico. El "conflicto" con Irán es tan artificial como artificiales son las excusas que se sacaron de la chistera con la invasión de Afganistán e Irak Bush, el Pentágono y el general Myers. Ahora ya no puede pretender que cualquier otro país, para colmo incluido en el Eje del Mal, se pliegue, se amedrante, entre en razón. Eso es imposible. Sabiendo que tiene el petróleo que “necesita” Estados Unidos para sí, es de todo punto imposible que irán ceda ante la pretensión del desarme para facilitarle, encima, la invasión y ocupación ya decididas.
Intentar justificar lo injustificable es lo que tiene. Que ya nadie puede entenderles a todos ellos más que como como verdugos y como bestias; como ejecutores, instigadores y propulsores de actos de fuerza pura y bruta. Ahora ya no pueden dar marcha atrás pretendiendo que el mundo entienda que los países deben desarmarse cuando, precisamente, por estar desarmados absolutamente Afganistán e Irak han sido laminados. Ahora no pueden pretender que alguien que esté en sus cabales comprenda que él, Bush, y los suyos, pueden tener armamento nuclear por la gracia del Dios de aquél, y los países (que tienen petróleo) que a él y a los ciudadanos que le votaron por segunda vez no les gusta deben desarmarse sin excusa ni pretexto como los que ellos emplearon y emplean.
Si quieren que les entiendan las porciones del planeta que no han perdido el juicio, déjense de eufemismos, de dobleces y de diplomacia barata que estomagan, y digan directamente, sin ambages, que en el mundo, en Oriente Medio y especialmente ahora en Palestina e Irán mandan y deciden Estados Unidos, Inglaterra e Israel. Alcénse directamente como dictadores universales. Ya los anuncia Spengler en 1921 para hoy día, y ahí se acabarán los desencuentros de todas clases. Todo lo que no sea eso hiere a la sensibilidad intelectiva de cualquier observador que no tenga intereses petrolíferos ni ambición diábolica de poder.
El mundo está harto de la prepotencia del imperio, de Israel, del Sionismo y de la Gran Bretaña. Si quieren todos ellos otra cosa, bájense del pedestal y escribirán una página inédita de la historia. Pues inédita sería la inédita rendición del terriblemente fuerte frente al débil. Ríndanse por ser los fuertes. Repliéguese Israel a las fronteras de 1967, apliquen todos las soluciones energéticas alternativas que ya están disponibles, salgan de Afganistán e Irak como trágicos errores que fueron y, en el nombre del Dios de Bush, depongan las armas. Harán grande a su Dios. Pero sobre todo harán grande de una vez al Hombre y a la humanidad, a quienes, después del episodio que escribió Hitler, Bush, Israel, Inglaterra (con la colaboración especial ahora de Merkel) llevan camino de volver a reducir a piltrafas y de hacer saltar al planeta por los aires...
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