En estos tiempos estridentes y de ruido ensordecedor, es una tarea de titanes pensar por propia cuenta. Y cuando digo ruido -se adivina- no me estoy refiriendo al acústico, que también, sino al que quedamente se introduce en el cerebro desde los centros mediáticos y publicitarios principalmente, para bloquear al ciudadano la tentación de pensar por propia cuenta e introducirle las ideas, tendencias, modas y preferencias... de otros. Y cuando digo de titanes, no me refiero a inteligencias extraordinarias o a férreas voluntades, sino a personas corrientes dispuestas a no dejarse arrastrar por la molicie intelectiva sabedoras de que no pensar por propia cuenta equivale sencillamente a no pensar.
Lo que pretenden los que nos dirigen desde aquellos centros es justamente eso: que no nos “preocupemos”; que, teniendo a nuestro alcance un móvil pegado a nuestras vidas fuera de casa y un televisor dentro de ella; que integrando nuestro cuerpo con un coche o haciéndonos devotos del fútbol o los videojuegos, seremos sus esclavos sin tener ellos que esforzarse. Y así, los que forman parte de los poderes, especialmente los poderes anónimos, es como pueden gozar ellos de plena libertad y de trajines a los que no tenemos acceso los demás pues no cabe la misma cuota de libertad para todos en el mismo saco...
Es sabido que en cada sociedad siempre hubo, y hay, represión y represores. Unas veces la represión se descarga más o menos brutalmente (la historia de la represión en forma religioso-liberal de buena parte de los países occidentales); otras se enalbarda en una sola religión, como en las naciones teocráticas; otras se introduce de raíz, institucionalmente, en la constitución formal del país (Estados Unidos, que extirpó la opción colectivista); y otras, en fin, se inocula a través de mecanismos conductistas. Ésta es la que vivimos en la actualidad, y de manera muy especial en España cuando en el resto de la vieja Europa ya están muy de vuelta de las fases en que nosotros nos hallamos.
De la represión se ocupan siempre unos pocos a través de unas cuantas cosas: leyes, reforzadas por policías y jueces; normas morales, impresas en el inconsciente colectivo que cada día acepta más sumisamente la opresión; pautas mentales, puestas en circulación principal pero no exclusivamente por aquellos círculos mediáticos y publicitarios. En unas cuestiones serán pautas asociadas a criterios socio-organizativos de los partidos principales; en otras, pautas asociadas a criterios de la religión mayoritaria; y en otras, pautas ligadas a modas comerciales propulsadas por ciclópeos intereses mercantiles y financieros. Gustos, estética, ética y tendencias, son todo preparados a la carta confeccionada y servida por aquellos focos de pensamiento, obsequioso para que el ciudadano no tenga que “preocuparse” de pensar ni de opinar por cuenta propia. En cada plano de la realidad y social están diciendo al oído al ciudadano: no pienses, ya lo hacen otros por ti. Tú, lo único que debes hacer es redundar, regurgitar lo escuchado precipitadamente en la radio o en telediarios y lo leído en las portadas...
De aquí viene también que lo que importa, aparte de atender a tambores de guerra, es el diagnóstico y los pronunciamientos oficiales del médico, del abogado, del partido, del grupo mediático y del funcionario. Todos ellos encargados, unos de interpretar las leyes inextricables para sustraerlas al común sentido de las gentes, otros de decir si nuestra salud es buena o mala y no según la percibimos, otros de si es o no “políticamente correcto” nuestro sentido común, otros de meternos en la cabeza subliminalmente que es al periodismo y a los periodistas de turno a quienes, al final, debemos principalmente escuchar y no a nuestro seso, otros, que lo que ellos dictaminan es ley y no nuestro parecer...
Y el caso es que si nos atrevemos a pensar por cuenta propia, todo son ventajas. Aun sin especiales estudios, podremos ser abogado, médico, maestro y sacerdote de nosotros mismos. Pensar por cuenta propia significa que quizá tengamos coartada o incluso anulada la libertad formal y material, pero siempre seremos independientes; podrán engañarnos los demás, pero nunca estaremos equivocados.
Hoy circula una frase que unos atribuyen a Orwell y otros a Lasalle: "decir la verdad es un acto revolucionario". Aparte de que no hay nada nuevo y las ideas-madre fueron alumbradas desde que el pensamiento se abrió camino en Grecia al separarse el sujeto pensante del objeto pensado, y aparte de que en cada época alguien se encarga de darles forma al espíritu de ésta, hay otra "verdad" que reluce como un sol. Y es que "en tiempos de injusticia es grave tener razón". Porque resulta que cuando una persona piensa por su cuenta, es difícil que no tenga "razón" y que no haya verdad en lo que dice al desvelar lo oculto o lo solapado; es difícil que no diga verdad aunque vaya contra la corriente o precisamente por eso, porque se ajustan al sentido común: ése escaso sentido que está presente cuando lo hemos despojado de cosméticos culturales e ideológicos y ahormado a base de naturalidad.
Y al no ir en la dirección de las corrientes de opinión confeccionadas por los depredadores mayores que tiene toda colectividad, esto es, sólo por decir “verdad”, al decir de Orwell o Lasalle o de cualquier clásico realizamos un acto revolucionario. Por eso los que administran las corrientes temen a quienes pensamos por cuenta propia, pues sólo con una módica inteligencia y un poco de audacia podemos hacerles frente...
Rebelarse es la consigna. Esforzarnos en pensar desde nuestros adentros apartando la ilusión de que somos capaces de pensar sólo porque nos abrimos de par en par a ideas ajenas generalmente incompletas y a menudo miserables cuando no falsedades y verdades a medias, forja una personalidad robusta. Cuando el despertar sea generalizado, desde ese momento es cuando el tinglado de estas sociedades injustas, depravadas y corruptas se vendrá abajo como un azucarillo se diluye en agua tibia. El milagro se habrá hecho, y no habrá sido necesaria la revolución cruenta. La gran revolución pendiente está primero en pensar, y luego en pensar por cuenta propia. Al final del recorrido se producirá el gran encuentro de todos con la misma Idea: “todos” somos Uno en la Naturaleza.
Y como la masa humana de este cuarto de humanidad en que nos ha tocado vivir está cimentado sobre una generalizada estolidez, los astutos manipuladores no podrán contra ejércitos de pensantes por cuenta propia que confluyen en la idea común del común sentido. Ahí, en ese terreno, no son nadie y serán derrotados. Pues hay algo más fuerte que la piedra, y es el agua persistente...
Lo que pretenden los que nos dirigen desde aquellos centros es justamente eso: que no nos “preocupemos”; que, teniendo a nuestro alcance un móvil pegado a nuestras vidas fuera de casa y un televisor dentro de ella; que integrando nuestro cuerpo con un coche o haciéndonos devotos del fútbol o los videojuegos, seremos sus esclavos sin tener ellos que esforzarse. Y así, los que forman parte de los poderes, especialmente los poderes anónimos, es como pueden gozar ellos de plena libertad y de trajines a los que no tenemos acceso los demás pues no cabe la misma cuota de libertad para todos en el mismo saco...
Es sabido que en cada sociedad siempre hubo, y hay, represión y represores. Unas veces la represión se descarga más o menos brutalmente (la historia de la represión en forma religioso-liberal de buena parte de los países occidentales); otras se enalbarda en una sola religión, como en las naciones teocráticas; otras se introduce de raíz, institucionalmente, en la constitución formal del país (Estados Unidos, que extirpó la opción colectivista); y otras, en fin, se inocula a través de mecanismos conductistas. Ésta es la que vivimos en la actualidad, y de manera muy especial en España cuando en el resto de la vieja Europa ya están muy de vuelta de las fases en que nosotros nos hallamos.
De la represión se ocupan siempre unos pocos a través de unas cuantas cosas: leyes, reforzadas por policías y jueces; normas morales, impresas en el inconsciente colectivo que cada día acepta más sumisamente la opresión; pautas mentales, puestas en circulación principal pero no exclusivamente por aquellos círculos mediáticos y publicitarios. En unas cuestiones serán pautas asociadas a criterios socio-organizativos de los partidos principales; en otras, pautas asociadas a criterios de la religión mayoritaria; y en otras, pautas ligadas a modas comerciales propulsadas por ciclópeos intereses mercantiles y financieros. Gustos, estética, ética y tendencias, son todo preparados a la carta confeccionada y servida por aquellos focos de pensamiento, obsequioso para que el ciudadano no tenga que “preocuparse” de pensar ni de opinar por cuenta propia. En cada plano de la realidad y social están diciendo al oído al ciudadano: no pienses, ya lo hacen otros por ti. Tú, lo único que debes hacer es redundar, regurgitar lo escuchado precipitadamente en la radio o en telediarios y lo leído en las portadas...
De aquí viene también que lo que importa, aparte de atender a tambores de guerra, es el diagnóstico y los pronunciamientos oficiales del médico, del abogado, del partido, del grupo mediático y del funcionario. Todos ellos encargados, unos de interpretar las leyes inextricables para sustraerlas al común sentido de las gentes, otros de decir si nuestra salud es buena o mala y no según la percibimos, otros de si es o no “políticamente correcto” nuestro sentido común, otros de meternos en la cabeza subliminalmente que es al periodismo y a los periodistas de turno a quienes, al final, debemos principalmente escuchar y no a nuestro seso, otros, que lo que ellos dictaminan es ley y no nuestro parecer...
Y el caso es que si nos atrevemos a pensar por cuenta propia, todo son ventajas. Aun sin especiales estudios, podremos ser abogado, médico, maestro y sacerdote de nosotros mismos. Pensar por cuenta propia significa que quizá tengamos coartada o incluso anulada la libertad formal y material, pero siempre seremos independientes; podrán engañarnos los demás, pero nunca estaremos equivocados.
Hoy circula una frase que unos atribuyen a Orwell y otros a Lasalle: "decir la verdad es un acto revolucionario". Aparte de que no hay nada nuevo y las ideas-madre fueron alumbradas desde que el pensamiento se abrió camino en Grecia al separarse el sujeto pensante del objeto pensado, y aparte de que en cada época alguien se encarga de darles forma al espíritu de ésta, hay otra "verdad" que reluce como un sol. Y es que "en tiempos de injusticia es grave tener razón". Porque resulta que cuando una persona piensa por su cuenta, es difícil que no tenga "razón" y que no haya verdad en lo que dice al desvelar lo oculto o lo solapado; es difícil que no diga verdad aunque vaya contra la corriente o precisamente por eso, porque se ajustan al sentido común: ése escaso sentido que está presente cuando lo hemos despojado de cosméticos culturales e ideológicos y ahormado a base de naturalidad.
Y al no ir en la dirección de las corrientes de opinión confeccionadas por los depredadores mayores que tiene toda colectividad, esto es, sólo por decir “verdad”, al decir de Orwell o Lasalle o de cualquier clásico realizamos un acto revolucionario. Por eso los que administran las corrientes temen a quienes pensamos por cuenta propia, pues sólo con una módica inteligencia y un poco de audacia podemos hacerles frente...
Rebelarse es la consigna. Esforzarnos en pensar desde nuestros adentros apartando la ilusión de que somos capaces de pensar sólo porque nos abrimos de par en par a ideas ajenas generalmente incompletas y a menudo miserables cuando no falsedades y verdades a medias, forja una personalidad robusta. Cuando el despertar sea generalizado, desde ese momento es cuando el tinglado de estas sociedades injustas, depravadas y corruptas se vendrá abajo como un azucarillo se diluye en agua tibia. El milagro se habrá hecho, y no habrá sido necesaria la revolución cruenta. La gran revolución pendiente está primero en pensar, y luego en pensar por cuenta propia. Al final del recorrido se producirá el gran encuentro de todos con la misma Idea: “todos” somos Uno en la Naturaleza.
Y como la masa humana de este cuarto de humanidad en que nos ha tocado vivir está cimentado sobre una generalizada estolidez, los astutos manipuladores no podrán contra ejércitos de pensantes por cuenta propia que confluyen en la idea común del común sentido. Ahí, en ese terreno, no son nadie y serán derrotados. Pues hay algo más fuerte que la piedra, y es el agua persistente...
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