22 julio 2006

Estados Unidos, la Gran Patraña

Con la sucesión de hechos promovidos y las mentiras sin fin fa­bricadas por la administración americana durante un lustro, no hay quien siga creyendo ya en la democracia. Mejor dicho, no hay quien crea en el modelo democrático que Estados Unidos viene expor­tando al mundo desde que comenzó a contaminarlo con su cine.

Creemos en Dios durante milenios más por razones utilita­rias que por verdadera fe. Creemos más por interés que por convicción. Pues ya se sabe que Dios no existe más que en el "ello" profundo colectivo que quiere explicar lo que no tiene explicación y porque creer en él contri­buye al control so­cial y al apaciguamiento. Hasta ayer -y aún buena parte de ellos- el ser humano se resistía a ad­mitir que la inmensa mayoría de rea­lidades visibles e invisi­bles no pueden expli­carse más que rebus sic stanti­bus, mientras permanezcan así las cosas, provisio­nalmente...

Siempre fue perentorio dar respuesta el poder a todo al pre­cio que fuera y como fuera. Durante siglos y siglos se ponía a Dios por medio para dar el último toque. El Deus ex machina era una triquiñuela teatral. Sacar a Dios de la má­quina era un recurso para resolver en la obra literaria o en el escenario las si­tua­cio­nes críti­cas que de otro modo no te­nían salida lógica sal­ví­fica. Pero a partir de principios del pasado siglo, a Dios le reemplazó la Ciencia. De manera que donde antes decía Dios, empezó a de­cirse Cien­cia. La Ciencia respondía a todo. Pero no mucho des­pués y casi a partir de entonces, donde decía Ciencia empezó a decirse “Universida­d ameri­cana”. Dios eran las universidades ame­ricanas y su modelo político Dios...

Quizá sólo masivamente los directamente perjudicados por ese espejuelo se dan cuenta lúcidamente de que la de­mocracia americana es una bravata, un bluff, y no mucho más son sus avances entendidos con claves que no sean las que ellos mismos han vendigo y divulgado.

Pero poco a poco, el mundo inteligente va despertando de la hipnosis. El mundo inteligente se percata de que Estados Unidos, sus constituciones, sus enmiendas, su periodismo, su política, sus mecanismos ins­titu­cionales y su libertad son un camelo de pro­por­ciones inabarcables. Su posición geo­gráfica y demográfica, así como su coyuntura en la histo­ria, propiciaron el mito. Pero hoy, cada vez que Estados Uni­dos abren sus fauces a través de sus gansteriles dirigentes, no hace más que cavar más honda la tumba del imperio. Una fosa repleta de mentiras, de exa­gera­ciones, de sobrevalora­ciones, de tópicos y de culto a la fuerza bruta con Rifle en mano. La libertad ya ni está al fondo del tapiz. Está secues­trada para todo aquel que en la metrópoli no perte­nezca a la clase de los patricios...

Despierte el mundo de una vez y arroje el mundo a ese país al infierno de una vez. Al menos al infierno metafórico. Ha estado engañando al mundo casi desde el principio por­que sus coordenadas históricas y su geopolítica nada tenían que ver con las de la mayoría de los países del resto del planeta. Nos engañaron en­tonces o quizá quisimos enga­ñarnos, pero... ¿nos es lícito seguir en­gañándonos sin ser unos cretinos? Los Es­tados Unidos no deben seguir sir­viendo en absoluto de refe­rencia a Occidente, como nunca lo han sido para Oriente, Todo lo contrario. El mundo debe huir de sus plan­teamientos. Todo en aquel país es para fa­cilitar el autoengaño y el fraude a quienes quieran imitarles. Imitarles, incluso ya escuharles, equivale a caer en la tela que la araña pone en un rincón para atrapar a la mosca. Los controles entre los poderes políticos e institucionales son ficticios. Estados Unidos es la Gran Patraña.

Todo ha quedado al descubierto por fin, al menos desde hace un lustro. La prueba es que, con un puñado de mise­rables a su frente que está condu­ciendo no sólo a su pro­pio país a la ruina sino también al planeta entero, "ni si­quiera el Par­tido Demócrata esta­douni­dense, despla­zado del poder por artimañas del goberna­dor de Flo­rida, se ha plan­teado la ne­cesidad de un proceso de inca­pacitación presi­dencial como el que condujo, por faltar asi­mismo a la verdad y obs­truir la acción de la justicia, a la di­mi­sión de Nixon" (J.Goytisolo).

Y esto es, porque en realidad to­dos: republi­canos, de­mó­cratas, listos y tontos están en el ajo de la mentira, de la tra­pisonda y del dominio armado de su país so­bre el re­sto del mundo. Más aún; sabiendo todos ellos del embeleco que han pro­yectado después de la Segunda Guerra Mundial so­bre tantas socieda­des seducidas (principalmente a través de su cine que ahora se manifiesta infecto por el mensaje su­bliminal o directo correspondiente), les apoyan. Ni si­quiera lo salido de su Cien­cia tiene ya verdadero inte­rés al lado de un futuro tenebroso plagado de tribulaciones bíblicas y del agotamiento de los recursos naturales del planeta a cuyo empeño están todos entregados. Contribuyamos, cada uno a su manera, al desplome del monstruo de cien cabezas.

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