Esta es una democracia de golfos para golfos. En todos los estamentos, en todas las actividades, en todas las profesiones hay corrupción abundante aunque no se denuncie o los colegios profesionales la solapen; y aunque en otros sectores la fiscalía, quizá por disponer de recursos escasos, no intervenga. Es la corrupción de nunca acabar... A los numerosos casos que vienen de atrás en los que están incriminados políticos empresarios y empresarios políticos, se unen los recientes y descomunales casos de corrupción de Marbella y de la Costa Mediterránea, y hace unos días la de directivos y facultativos de ciclistas españoles que ha dado lugar a una nueva y drástica purga en el Tour de Francia...
Claro que hay profesionales honestos, sufridos y entregados que por poco se dejan la piel en su oficio, faltaría más. Pero cuando digo que la española es una democracia para golfos, es porque empezamos a temernos que son cada vez más los corrompidos que los sanos. Decía días atrás que las cosas que imprimen carácter a una sociedad son debidas sólo a unos cuantos. Pero la corrupción en España ya es casi un modo de ser, un estilo, una filosofía, una idiosincrasia. Después de cuarenta años de inhibiciones y de represión, parece que con la entrada del país en la democracia, uno tras otro, fueron diciéndose en voz baja entre sí: “ésta es la nuestra”. Y dieron el pistoletazo de salida para una frenética carrera de corrupción de la que lentamente va saliendo el pus.
El caso es que cuando predominan las prácticas fraudulentas y el fraude fiscal puede ser hasta un modo de vida de asesores titulados; cuando la perversión prevalece sobre la nobleza de espíritu y el aprecio por los talantes respetuosos y saludables; sobre todo, cuando lo peor de la basura humana no está en las cárceles sino en libertad -bajo o sin fianza- mezclado con la honorabilidad, la colectividad entera termina salpicada, infectada y gravemente enferma. Los efectos no se harán esperar...
Ya la cuestión no está tanto, que también, en la alternativa justicia/injusticia. Está en que una sociedad como la nuestra lleva camino, si no está ya en él, de ser como una de esas carreras ciclistas donde sospechamos que ningún corredor ha conseguido un triunfo con limpieza, sin miserable ventaja respecto a otros corredores cuitados que no se dopan. Y si en las carreras reales fueran todos actores y víctimas a un tiempo del dopaje pero sólo han aflorado algunos "culpables", peor. Entrecomillo lo de culpables porque los que verdaderamente lo son, son los doctores que asisten y se "preocupan" por la salud y el rendimiento del deportista. Nadie puede encararse con un médico en materia de su competencia. El médico, en nuestro país al menos, es un dios menor aunque sea un patán. ¡Cómo va a pedir cuentas un ciclista al matasanos encargado, nada menos, de cuidar de su salud!
Lo que más consterna es eso, que no son los gañanes, los primarios, los marginales, el lumpen... los corruptos. Son los letrados, los doctores, los notarios, los arzobispos, los locutores, los forenses, los políticos, los empresarios, los periodistas... los universitarios los que apestan. Véase a esos galenos decidiendo las posiciones en la tabla de clasificación de tours, giros y vueltas. Véase a todos esos pájaros de cuenta de Marbella, de la “clase” relacionada, convirtiendo a la costa mediterránea -luego a la cantábrica- en un montón amorfo de cemento. Este tipo de gente es la que, éstos sí, entra en prisión por una puerta y, por un puñado de billetes, sale por otra mientras a un desgraciado sin empleo le destrozan la vida por haber sustraído una radio de coche que vale 100 euros...
Ya el tristemente famoso “crimen de Alcàsser”, hace muchos años pero ya en democracia, atufaba a que fueron "honorables" los autores del crimen espantoso de dos adolescentes sometidas a una orgía de sexo y sangre, y el padre de las criaturas vilmente asesinadas lo "sabía" aunque no pudo o quizá, amenazado, no se atrevió a demostrarlo.
Lo que sabemos por el peso y naturaleza de las cosas es que, siendo refrescante que salga a la luz la podredumbre gracias al celo y a la honestidad de unos cuantos periodistas, de algún juez perdido y de honrados policías, la que permanece oculta es de temer que sea cien veces más que la que emerge. Esto pasa siempre.
Pero si a una competición deportiva cualquier audaz, aun sudando sangre, la puede sanear, ¿quién corrije, quién enmienda, quién cura a un país entero? Si los países de la vieja Europa no llegan a estos extremos no es porque haya policías y jueces indomables. Es porque allí no late “ya” el espíritu de la depredación salvaje. Y un país como el nuestro cuyas generaciones dirigentes próximas son virtualmente las del botellón y del “éxtasis” está destinado, si Dios no lo remedia, a ser una escombrera, a ser un país social y generalizadamente pervertido y muerto culturalmente en vida. Algo de esto atisbamos en la sociedad norteamericana con alcohólicos ex alcohólicos al frente, que escinden a su propia sociedad y acribillan al mundo. Algo de eso nos espera aquí, pero sin base de riqueza y sin poder. El vecino, las barbas y el remojo, de la descomposición: tres nociones clave para ese futuro que está ahí...
Las democracias golfas son por definición hispanas. Son sociedades que se caracterizan porque a la prudencia, a la laboriosidad, a la valía, a la honestidad y a la creatividad las persiguen con tanta saña los necios, los holgazanes y los envidiosos que suelen estar apltronados en el vértice de la pirámide social, que la gente honrada apenas cuenta y permanece siempre al fondo del saco. Siempre Nietzsche: moral de (falsos) señores y moral de esclavos...
A este paso -ya lo he dicho otras veces- media España acabará en el manicomio y la otra media -un poco hacinada eso sí- en el Penal del Dueso.
Claro que hay profesionales honestos, sufridos y entregados que por poco se dejan la piel en su oficio, faltaría más. Pero cuando digo que la española es una democracia para golfos, es porque empezamos a temernos que son cada vez más los corrompidos que los sanos. Decía días atrás que las cosas que imprimen carácter a una sociedad son debidas sólo a unos cuantos. Pero la corrupción en España ya es casi un modo de ser, un estilo, una filosofía, una idiosincrasia. Después de cuarenta años de inhibiciones y de represión, parece que con la entrada del país en la democracia, uno tras otro, fueron diciéndose en voz baja entre sí: “ésta es la nuestra”. Y dieron el pistoletazo de salida para una frenética carrera de corrupción de la que lentamente va saliendo el pus.
El caso es que cuando predominan las prácticas fraudulentas y el fraude fiscal puede ser hasta un modo de vida de asesores titulados; cuando la perversión prevalece sobre la nobleza de espíritu y el aprecio por los talantes respetuosos y saludables; sobre todo, cuando lo peor de la basura humana no está en las cárceles sino en libertad -bajo o sin fianza- mezclado con la honorabilidad, la colectividad entera termina salpicada, infectada y gravemente enferma. Los efectos no se harán esperar...
Ya la cuestión no está tanto, que también, en la alternativa justicia/injusticia. Está en que una sociedad como la nuestra lleva camino, si no está ya en él, de ser como una de esas carreras ciclistas donde sospechamos que ningún corredor ha conseguido un triunfo con limpieza, sin miserable ventaja respecto a otros corredores cuitados que no se dopan. Y si en las carreras reales fueran todos actores y víctimas a un tiempo del dopaje pero sólo han aflorado algunos "culpables", peor. Entrecomillo lo de culpables porque los que verdaderamente lo son, son los doctores que asisten y se "preocupan" por la salud y el rendimiento del deportista. Nadie puede encararse con un médico en materia de su competencia. El médico, en nuestro país al menos, es un dios menor aunque sea un patán. ¡Cómo va a pedir cuentas un ciclista al matasanos encargado, nada menos, de cuidar de su salud!
Lo que más consterna es eso, que no son los gañanes, los primarios, los marginales, el lumpen... los corruptos. Son los letrados, los doctores, los notarios, los arzobispos, los locutores, los forenses, los políticos, los empresarios, los periodistas... los universitarios los que apestan. Véase a esos galenos decidiendo las posiciones en la tabla de clasificación de tours, giros y vueltas. Véase a todos esos pájaros de cuenta de Marbella, de la “clase” relacionada, convirtiendo a la costa mediterránea -luego a la cantábrica- en un montón amorfo de cemento. Este tipo de gente es la que, éstos sí, entra en prisión por una puerta y, por un puñado de billetes, sale por otra mientras a un desgraciado sin empleo le destrozan la vida por haber sustraído una radio de coche que vale 100 euros...
Ya el tristemente famoso “crimen de Alcàsser”, hace muchos años pero ya en democracia, atufaba a que fueron "honorables" los autores del crimen espantoso de dos adolescentes sometidas a una orgía de sexo y sangre, y el padre de las criaturas vilmente asesinadas lo "sabía" aunque no pudo o quizá, amenazado, no se atrevió a demostrarlo.
Lo que sabemos por el peso y naturaleza de las cosas es que, siendo refrescante que salga a la luz la podredumbre gracias al celo y a la honestidad de unos cuantos periodistas, de algún juez perdido y de honrados policías, la que permanece oculta es de temer que sea cien veces más que la que emerge. Esto pasa siempre.
Pero si a una competición deportiva cualquier audaz, aun sudando sangre, la puede sanear, ¿quién corrije, quién enmienda, quién cura a un país entero? Si los países de la vieja Europa no llegan a estos extremos no es porque haya policías y jueces indomables. Es porque allí no late “ya” el espíritu de la depredación salvaje. Y un país como el nuestro cuyas generaciones dirigentes próximas son virtualmente las del botellón y del “éxtasis” está destinado, si Dios no lo remedia, a ser una escombrera, a ser un país social y generalizadamente pervertido y muerto culturalmente en vida. Algo de esto atisbamos en la sociedad norteamericana con alcohólicos ex alcohólicos al frente, que escinden a su propia sociedad y acribillan al mundo. Algo de eso nos espera aquí, pero sin base de riqueza y sin poder. El vecino, las barbas y el remojo, de la descomposición: tres nociones clave para ese futuro que está ahí...
Las democracias golfas son por definición hispanas. Son sociedades que se caracterizan porque a la prudencia, a la laboriosidad, a la valía, a la honestidad y a la creatividad las persiguen con tanta saña los necios, los holgazanes y los envidiosos que suelen estar apltronados en el vértice de la pirámide social, que la gente honrada apenas cuenta y permanece siempre al fondo del saco. Siempre Nietzsche: moral de (falsos) señores y moral de esclavos...
A este paso -ya lo he dicho otras veces- media España acabará en el manicomio y la otra media -un poco hacinada eso sí- en el Penal del Dueso.
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