12 julio 2006

Un mundo de armas tomar...


“Son pequeñas pero causan una destrucción masiva. Cada día mueren en conflictos y crímenes 1.000 personas por armas ligeras, de las que hay una por cada 10 habitan­tes en el mundo. Después de dos semanas, la ONU ha ce­rrado sin acuerdo una difícil conferencia con Estados, orga­nizaciones internacionales y ONG, que pretendía revisar el plan aprobado en 2001 "para prevenir, combatir, y erradicar el comercio ilícito en armas pequeñas y ligeras en todos sus aspectos". Lo rimbombante del título contrasta con la nuli­dad de los resultados.

Los países europeos (que son grandes exportadores de armamento), España incluida, defendían la idea de estable­cer unos principios universales para regular el comercio le­gal de estas armas, frenar el ilícito y limpiar y destruir las armas que quedan abandonadas tras los conflictos pero de las que muchos señores de la guerra se aprovechan. No ha sido posible debido a múltiples intereses, algunos tan cho­cantes y coincidentes como los de Estados Unidos con Irán, Venezuela, Rusia y China. La ONU, pese a los 2.000 parti­cipantes en esta conferencia, ha vuelto a dar un espectá­culo, no por esperado menos lamentable”.

Esto dice el edi­torial de El País de hoy con título ligero “Li­geras pero morta­les”. Abandono el resto del editorial por­que, aunque el edito­rialista parece proponerse dar un alto al dislate, los periódi­cos ofi­ciales del mundo entero, como ya dije días atrás en mi artí­culo “La responsabilidad es del pe­riodismo”, son cómplices del poder aunque también hagan piruetas para fingirse honestos, para simular que están co­ntra el poder y que tratan de evitar sus demasías...

Y así, al final, hay que enmendar la plana a El País, al Washington Post, al New York Times ante su em­peño en comparecer como moderados, clásicos y civilizados...

Esas concesiones en el lenguaje ordinario de los rotativos del mundo a través de lindas argumentaciones próximas a la diplomacia de alto nivel -disciplina rematada­mente peri­clitada y fracasada- contribuyen a la mascarada general. Lo que hay que decir a los humanoides que van a la ONU como el chupatintas que cada mañana se sienta en el es­critorio de su em­presa es: ¿de qué va ese ser humano or­ganizado de manera rimbombante en la ONU con repre­sentantes de todos los países que proclaman princi­pios que luego los países que representan no sólo no respetan sino que hacen todo lo contrario de lo que aparentan acordar y proclamar los en­viados?

Ahora 2.000 participantes pretenden revisar el plan apro­bado en 2001 "para prevenir, combatir, y erradicar el comer­cio ilícito en armas pequeñas y ligeras en todos sus aspec­tos" Pero es que la ONU, sus representantes, sus emisarios, sus mentores ¿creen que los seres humanos de a pie se­guimos siendo tan tontos y tan desinformados como en el siglo XVI o XIX?

En la ONU, o donde sea, “prevenir, combatir, erradicar...” Pero ¿por quién han tomado esos necios a sus propios congéneres? ¡Ya está bien de fantochadas! Lo que tiene que hacer la humanidad representada por esos empingoro­tados representantes que no representan nada es pasar de una vez a otros estadios del “ser”: ¡pura ontología!, ¡pura metafísica! En roman paladino, ¡pura honradez! Es lo que necesitan todos ellos y lo que necesitamos todos y lo que necesita el mundo: luz y taquígrafos, verdad, sinceridad, transparencia... y no mamarrachadas oficializadas y so­lem­nes. Mamarrachadas recogidas una y otra vez en proto­colos que ya no sirven ni para transmitir al mundo que las nacio­nes han elevado su nivel de civilización sino al contra­rio. Unos bufones, unos títeres, unos idiotas que creen re­pre­sentar algo y no representan nada más que a la estulticia de la que el mundo verdaderamente elevado está ya harto.

Si los países no fabrican armas, no exportarán armas, y no habrá nada que acordar. Y si las siguen fabricando, segui­rán exportándolas. Pero entonces ¿a qué juegan? ¿a qué juega la humanidad representada por esos muñecos envia­dos por sus emisarios, muchos de ellos criminales?

¡Ya está bien de hipocresías que no engañan a nadie salvo a sí mismos quienes siguen empeñados en explo­tar­las a nuestra costa! El mundo entero, gracias a la celeridad con que la in­teligencia elemental humana se expande como la masa crí­tica de la noticia, oye como el que oye llover tanta nece­dad, tantas y tan ampulosas invocaciones de De­rechos Huma­nos, de Acuerdos Sobre No Proliferación Nu­clear y sobre tantas y tantas cosas que ni un colegio de ni­ños se atrevería ya a escenificar como algo real y convi­cente para el espec­tador invitado más ingenuo que fuese a verlos actuar.

Todo, absolutamente todo lo que se finge decidir entre los 200 -más o menos- países que constituyen la ONU, ex­puesto a bombo y platillo cada día, se hace en el manantial de la mentira y de la tea­tralidad aberrante: en Nueva York, sede de la ONU.

Pero lo que necesita el mundo ya no es un escudo, una excusa permanente. Lo que necesita el mundo es valentía, resolución, “humanidad” de altura: apresar, juzgar y conde­nar a los responsables de cada país que hacen del mundo un in­fierno, un lugar invivible, inhabi­table, detestable; un mundo diseñado –digámoslo ya de una vez- por la etnia an­glosajona que ha tomado el testigo de Hitler, paradójica­mente ayudada por la etnia judía, el sionismo o como quiera que llamemos a quienes “se deben” a otra raza. Lo que tie­nen que acordar las naciones y sus repre­sen­tantes es la fórmula viable para que todos vi­vamos en él de ma­nera que deseásemos vivir eterna­mente: nosotros y todos los seres vivos.

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