“Son pequeñas pero causan una destrucción masiva. Cada día mueren en conflictos y crímenes 1.000 personas por armas ligeras, de las que hay una por cada 10 habitantes en el mundo. Después de dos semanas, la ONU ha cerrado sin acuerdo una difícil conferencia con Estados, organizaciones internacionales y ONG, que pretendía revisar el plan aprobado en 2001 "para prevenir, combatir, y erradicar el comercio ilícito en armas pequeñas y ligeras en todos sus aspectos". Lo rimbombante del título contrasta con la nulidad de los resultados.
Los países europeos (que son grandes exportadores de armamento), España incluida, defendían la idea de establecer unos principios universales para regular el comercio legal de estas armas, frenar el ilícito y limpiar y destruir las armas que quedan abandonadas tras los conflictos pero de las que muchos señores de la guerra se aprovechan. No ha sido posible debido a múltiples intereses, algunos tan chocantes y coincidentes como los de Estados Unidos con Irán, Venezuela, Rusia y China. La ONU, pese a los 2.000 participantes en esta conferencia, ha vuelto a dar un espectáculo, no por esperado menos lamentable”.
Esto dice el editorial de El País de hoy con título ligero “Ligeras pero mortales”. Abandono el resto del editorial porque, aunque el editorialista parece proponerse dar un alto al dislate, los periódicos oficiales del mundo entero, como ya dije días atrás en mi artículo “La responsabilidad es del periodismo”, son cómplices del poder aunque también hagan piruetas para fingirse honestos, para simular que están contra el poder y que tratan de evitar sus demasías...
Y así, al final, hay que enmendar la plana a El País, al Washington Post, al New York Times ante su empeño en comparecer como moderados, clásicos y civilizados...
Esas concesiones en el lenguaje ordinario de los rotativos del mundo a través de lindas argumentaciones próximas a la diplomacia de alto nivel -disciplina rematadamente periclitada y fracasada- contribuyen a la mascarada general. Lo que hay que decir a los humanoides que van a la ONU como el chupatintas que cada mañana se sienta en el escritorio de su empresa es: ¿de qué va ese ser humano organizado de manera rimbombante en la ONU con representantes de todos los países que proclaman principios que luego los países que representan no sólo no respetan sino que hacen todo lo contrario de lo que aparentan acordar y proclamar los enviados?
Ahora 2.000 participantes pretenden revisar el plan aprobado en 2001 "para prevenir, combatir, y erradicar el comercio ilícito en armas pequeñas y ligeras en todos sus aspectos" Pero es que la ONU, sus representantes, sus emisarios, sus mentores ¿creen que los seres humanos de a pie seguimos siendo tan tontos y tan desinformados como en el siglo XVI o XIX?
En la ONU, o donde sea, “prevenir, combatir, erradicar...” Pero ¿por quién han tomado esos necios a sus propios congéneres? ¡Ya está bien de fantochadas! Lo que tiene que hacer la humanidad representada por esos empingorotados representantes que no representan nada es pasar de una vez a otros estadios del “ser”: ¡pura ontología!, ¡pura metafísica! En roman paladino, ¡pura honradez! Es lo que necesitan todos ellos y lo que necesitamos todos y lo que necesita el mundo: luz y taquígrafos, verdad, sinceridad, transparencia... y no mamarrachadas oficializadas y solemnes. Mamarrachadas recogidas una y otra vez en protocolos que ya no sirven ni para transmitir al mundo que las naciones han elevado su nivel de civilización sino al contrario. Unos bufones, unos títeres, unos idiotas que creen representar algo y no representan nada más que a la estulticia de la que el mundo verdaderamente elevado está ya harto.
Si los países no fabrican armas, no exportarán armas, y no habrá nada que acordar. Y si las siguen fabricando, seguirán exportándolas. Pero entonces ¿a qué juegan? ¿a qué juega la humanidad representada por esos muñecos enviados por sus emisarios, muchos de ellos criminales?
¡Ya está bien de hipocresías que no engañan a nadie salvo a sí mismos quienes siguen empeñados en explotarlas a nuestra costa! El mundo entero, gracias a la celeridad con que la inteligencia elemental humana se expande como la masa crítica de la noticia, oye como el que oye llover tanta necedad, tantas y tan ampulosas invocaciones de Derechos Humanos, de Acuerdos Sobre No Proliferación Nuclear y sobre tantas y tantas cosas que ni un colegio de niños se atrevería ya a escenificar como algo real y convicente para el espectador invitado más ingenuo que fuese a verlos actuar.
Todo, absolutamente todo lo que se finge decidir entre los 200 -más o menos- países que constituyen la ONU, expuesto a bombo y platillo cada día, se hace en el manantial de la mentira y de la teatralidad aberrante: en Nueva York, sede de la ONU.
Pero lo que necesita el mundo ya no es un escudo, una excusa permanente. Lo que necesita el mundo es valentía, resolución, “humanidad” de altura: apresar, juzgar y condenar a los responsables de cada país que hacen del mundo un infierno, un lugar invivible, inhabitable, detestable; un mundo diseñado –digámoslo ya de una vez- por la etnia anglosajona que ha tomado el testigo de Hitler, paradójicamente ayudada por la etnia judía, el sionismo o como quiera que llamemos a quienes “se deben” a otra raza. Lo que tienen que acordar las naciones y sus representantes es la fórmula viable para que todos vivamos en él de manera que deseásemos vivir eternamente: nosotros y todos los seres vivos.
Los países europeos (que son grandes exportadores de armamento), España incluida, defendían la idea de establecer unos principios universales para regular el comercio legal de estas armas, frenar el ilícito y limpiar y destruir las armas que quedan abandonadas tras los conflictos pero de las que muchos señores de la guerra se aprovechan. No ha sido posible debido a múltiples intereses, algunos tan chocantes y coincidentes como los de Estados Unidos con Irán, Venezuela, Rusia y China. La ONU, pese a los 2.000 participantes en esta conferencia, ha vuelto a dar un espectáculo, no por esperado menos lamentable”.
Esto dice el editorial de El País de hoy con título ligero “Ligeras pero mortales”. Abandono el resto del editorial porque, aunque el editorialista parece proponerse dar un alto al dislate, los periódicos oficiales del mundo entero, como ya dije días atrás en mi artículo “La responsabilidad es del periodismo”, son cómplices del poder aunque también hagan piruetas para fingirse honestos, para simular que están contra el poder y que tratan de evitar sus demasías...
Y así, al final, hay que enmendar la plana a El País, al Washington Post, al New York Times ante su empeño en comparecer como moderados, clásicos y civilizados...
Esas concesiones en el lenguaje ordinario de los rotativos del mundo a través de lindas argumentaciones próximas a la diplomacia de alto nivel -disciplina rematadamente periclitada y fracasada- contribuyen a la mascarada general. Lo que hay que decir a los humanoides que van a la ONU como el chupatintas que cada mañana se sienta en el escritorio de su empresa es: ¿de qué va ese ser humano organizado de manera rimbombante en la ONU con representantes de todos los países que proclaman principios que luego los países que representan no sólo no respetan sino que hacen todo lo contrario de lo que aparentan acordar y proclamar los enviados?
Ahora 2.000 participantes pretenden revisar el plan aprobado en 2001 "para prevenir, combatir, y erradicar el comercio ilícito en armas pequeñas y ligeras en todos sus aspectos" Pero es que la ONU, sus representantes, sus emisarios, sus mentores ¿creen que los seres humanos de a pie seguimos siendo tan tontos y tan desinformados como en el siglo XVI o XIX?
En la ONU, o donde sea, “prevenir, combatir, erradicar...” Pero ¿por quién han tomado esos necios a sus propios congéneres? ¡Ya está bien de fantochadas! Lo que tiene que hacer la humanidad representada por esos empingorotados representantes que no representan nada es pasar de una vez a otros estadios del “ser”: ¡pura ontología!, ¡pura metafísica! En roman paladino, ¡pura honradez! Es lo que necesitan todos ellos y lo que necesitamos todos y lo que necesita el mundo: luz y taquígrafos, verdad, sinceridad, transparencia... y no mamarrachadas oficializadas y solemnes. Mamarrachadas recogidas una y otra vez en protocolos que ya no sirven ni para transmitir al mundo que las naciones han elevado su nivel de civilización sino al contrario. Unos bufones, unos títeres, unos idiotas que creen representar algo y no representan nada más que a la estulticia de la que el mundo verdaderamente elevado está ya harto.
Si los países no fabrican armas, no exportarán armas, y no habrá nada que acordar. Y si las siguen fabricando, seguirán exportándolas. Pero entonces ¿a qué juegan? ¿a qué juega la humanidad representada por esos muñecos enviados por sus emisarios, muchos de ellos criminales?
¡Ya está bien de hipocresías que no engañan a nadie salvo a sí mismos quienes siguen empeñados en explotarlas a nuestra costa! El mundo entero, gracias a la celeridad con que la inteligencia elemental humana se expande como la masa crítica de la noticia, oye como el que oye llover tanta necedad, tantas y tan ampulosas invocaciones de Derechos Humanos, de Acuerdos Sobre No Proliferación Nuclear y sobre tantas y tantas cosas que ni un colegio de niños se atrevería ya a escenificar como algo real y convicente para el espectador invitado más ingenuo que fuese a verlos actuar.
Todo, absolutamente todo lo que se finge decidir entre los 200 -más o menos- países que constituyen la ONU, expuesto a bombo y platillo cada día, se hace en el manantial de la mentira y de la teatralidad aberrante: en Nueva York, sede de la ONU.
Pero lo que necesita el mundo ya no es un escudo, una excusa permanente. Lo que necesita el mundo es valentía, resolución, “humanidad” de altura: apresar, juzgar y condenar a los responsables de cada país que hacen del mundo un infierno, un lugar invivible, inhabitable, detestable; un mundo diseñado –digámoslo ya de una vez- por la etnia anglosajona que ha tomado el testigo de Hitler, paradójicamente ayudada por la etnia judía, el sionismo o como quiera que llamemos a quienes “se deben” a otra raza. Lo que tienen que acordar las naciones y sus representantes es la fórmula viable para que todos vivamos en él de manera que deseásemos vivir eternamente: nosotros y todos los seres vivos.
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