26 agosto 2006

Virilidad y feminidad

Este es un asunto -como quizá todos- que lo mismo se puede tratar con toda la complejidad del análisis en profundi­dad, que con absoluta simplicidad. Por eso mismo, al lado de despropósitos y procacidad a espuertas hay tratados, volúme­nes, bibliotecas enteras para desme­nuzar la psicolo­gía, el com­portamiento y la entidad u ontolo­gía de hombres y muje­res en los aspectos que impli­can a toda la personali­dad, in­cluido, claro está, el sexual. Por eso no voy a me­terme a intér­prete ante ese muro que repre­senta el magma del super­en­ten­dido. Me aniquila­ría si me atre­viera a debatir el tema con él. Pensa­ría inme­diatamente que yo pretendía llevarle la contra­ria o que mis ideas esta­ban trasnochadas. Mejor di­cho, supera­das, como se dice ahora al hablar de un medi­camento aunque la natura­leza humana no ha cam­biado; pues sigue siendo cierto que el más pacífico puede con­ver­tirse al pronto en pre­dador...

Me limito aquí a dar una exi­gua pin­ce­lada, que para más de una o de uno podrá ser even­tual­mente un mal brochazo, so­bre qué es en mi consi­deración virilidad y feminidad, cua­lida­des que resultan de la escisión andrógina...

Pero no se me negará que, en España al menos, hay una tendencia muy mar­cada a considerar la índole sexual solo desde el punto de vista funcional. No se negará que “todo” co­mentario, explícito o de pasada, tiende a suprimir los ras­gos específicos biológicos de los sexos ori­llando el efecto in­elucta­ble que causan la tes­tosterona y los estrógenos en el macho y en la hembra. El axioma es claro: “sólo hay per­so­nas”. Según esta tesis, el efecto que causen en la psi­co­logía individual am­bas hormonas es mucho menor que el flujo y re­flujo cultural heredados y ampliamente con­testa­dos por la li­bertad política y moral “ganadas” por las de­mocra­cias en las que hay tanto ex­plotador de la una y de la otra. Sea como fuere en esto, la an­drogi­nia es la “te­sis” ofi­cial. Y la tesis es: unos es­tán para con­cebir, otros para inse­minar y otros, en ese sen­tido, para simple­mente existir y dis­frutar. Todo fun­cio­nalidad pura. No hay matices indi­viduales más que en lo for­mal, en el ma­yor o menor ta­maño del pene y en la mayor o menor recep­tivi­dad de la va­gina. En todo lo de­más hay un afán irresistible en suprimir la diferencia de tacto y sensibili­dad entre la mujer y el hom­bre. ¡Qué lástima...!

No interesan mucho los matices, ni el estilo, reducido éste a un estereotipo más de los varios asociados a la “mo­da mental” y a la presión del feminismo en este país. Y ello pese a que los mati­ces son in­dis­pensables para reco­nocerse cada cual a sí mismo y para no perder la no­ción de la identi­dad propia y de paso no per­der el sentido de la reali­dad en su máxima ampli­tud. Y los mati­ces tienen mu­cho que ver con vi­ri­lidad y femini­dad: no es­toy dis­puesto a tran­sigir.

Sin embargo, siendo “real” e incontestable que las dosis en la combi­nación de estróge­nos y testoste­rona en cada cual deter­mina­ría el grado de mayor o menor potencia re­produc­tora del macho y de mayor o menor fer­tilidad de la hembra, por un lado; siendo iguales en de­re­chos hombre y mujer, y estando, por otro, establecidas las diferen­cias so­ciales sólo por la capa­cidad para servir en y a la socie­dad... capitalista (so­ciedad, por cierto, tan ávida en España de se­mejante equi­paración hasta el punto de arrollar toda ori­ginali­dad, toda ex­celencia), todo lo demás está supedi­tado al axioma y al inte­rés de ese “sólo hay perso­nas”...

Sí, hay sólo personas, pero invito a superar entre todos las diferencias y distancias ima­ginarias o reales, a limar aspere­zas y a iniciar una tre­gua en la gue­rra de los sexos conclu­yendo que tanto la mujer -la hembra- como el hom­bre -el ma­cho- no alcanzan su ab­soluta pleni­tud hasta que, ante lo su­blime, no han sido capaces de llorar. Aquí, en ese punto y mo­mento emocional es cuando sólo co­bra rea­lismo y auten­ti­ci­dad la an­droginia por la que esta sociedad tanto trabaja...

No hay comentarios: