Desde luego no soy de esos que buscan el unamuniano: "que hablen de mí aunque sea bien". Pero tampoco busco seguidores, ni provoco desencuentros por placer. Cuando cada cual habla, piensa y se manifiesta ni qué decir tiene que es desde su pensamiento, su experiencia, sus anhelos, sus debilidades y sus malos recuerdos. Aunque he de reconocer que a menudo me cuestiono toda corriente de opinión sólo por el mero hecho de serlo. Desde el feminismo a ultranza pasando por la democracia hasta terminar en la devoción hacia cualquier icono humano, me pregunto la razón de cada “corriente de opinión”, moda, tendencia y preferencia. Todo me lo pregunto, porque nadie puede responderme. Como el niño que no se cansa de indagar el por qué de cada cosa, pero en mi caso sabiendo que jamás encontraré la respuesta... que en el fondo ya ni la deseo.
Por otro lado estos sitios, estas webs, estos foros, cuando se frecuentan para escribir sobre ellos como si fueran tablillas de cera o papel de oficio, acaban siendo una prolongación del dormitorio. Se vive en ellos. Y yo escribo prácticamente a diario. Aunque entre los calores veraniegos, la dolce farniente, la reiteración trágica unas veces, dramática otras, de los acontecimientos, y el agotamiento neuronal que se produce inevitablemente a lo largo de la vida tratando de pensarlo todo desde el principio y por sus raíces, noto una creciente desgana.
Además la edad no perdona, y a veces se sorprende uno a sí mismo con un pie en esta vida y con el otro en la otra pese a tener una salud de hierro. La muerte espiritual -es un parecer personal- se produce mucho antes que la física. Uno acaba siendo un espíritu que tira del cuerpo, cuando hasta un momento dado, sin poder precisar cuándo, había sido un cuerpo tirando de su espíritu.
Por eso y porque aun el pensamiento de los grandes pensadores, filósofos y profetas se puede reducir a un par de cosas, no pretendo nunca ni coleccionar epígonos ni aplausos. Ni contabilizar el número de los que están de acuerdo con mis planteamientos y conclusiones para luego compararlos con los que discrepan. Esos son los libreros, los escritores de novelas y de piezas para la galería. Empezamos por que, como digo por ahí, hay dos cosas sustanciales en esto de exhibir ideas. Una es plantearse antes de ponerse a escribir si va a ser para pocos, para muchos o para todos. Otra, que siempre hay lectores que no van a colaborar en descifrar lo obvio, unas veces, y lo recóndito que subyace al texto o a la tesis otras, que es lo que a uno le gustaria, y no presumir de original o inteligente. Pues no hay reflexión “seria” que no contenga una tesis. Aunque reconozco que hay infinidad de artículos y de escritos de pensamiento en cierto modo vano, que no contienen ninguna. Se limitan a ser un juego de combinaciones de conceptos o de palabras. Que no está mal, y es de agradecer. Pero que, en cuanto se detectan hay que abandonar (los abandonamos los que estamos hartos de florilegios que tanto prodigan los artículos periodísticos y los que van a favor de las corrientes de opinión que yo cuestiono), por muy bien escritos que estén. Enseguida se da uno cuenta de que precisamente el envoltorio prima sobre lo envuelto.
Antes decía que hasta las grandes obras de los ciclópeos pensadores se pueden reducir a un par de ideas. Todas dependen de tres cosas. De que afirmen desde el principio, implícita o explícitamente, que hay un principio generador o que no lo hay; que el ser humano tiene libertad total, libertad extraordinariamente reducida (pues si decimos que la tenemos es porque no conocemos las causas que nos impelen a obrar: determinismo); o que no tenemos en absoluto libertad más que para apartarnos de la cara, como la vaca con el rabo un tábano, una mosca.
Esto por un lado. Y por otro, que la sociedad y cada individuo deben guiarse por los principios de depredación que rige a la Naturaleza; o que el ser humano está por encima de eso y sólo la inteligencia creativa debe gobernarnos y gobernar. O bien, por último, que el ser humano es un gran egoísta que se redime, generoso, arrojando las migajas que le sobran, o bien, que el ser humano debe comportarse con el prójimo como si fuera él mismo en una sociedad donde este principio rija igual para todos: una sociedad sin príncipes ni privilegiados ni privilegios. Todo, a mi juicio, se reduce a esto. Que no es poco ciertamente. Pues sobre eso se han levantado miriadas de bibliotecas y tratados enteros, y sobre eso ha germinado la vida espiritual y la muerte tanto moral y material de millones de generaciones.
En política no hay mas que dos extremos: o libertad corregida con religiones (cada vez más débiles) y la cárcel, o libertad restringida al máximo dejándola sólo para el ámbito privado. En ciencia, otros dos: o investigar sin trabas, o investigar con trabas. En economía, mercado libre o intervencionismo a tope.
Lo único que me queda por decir es que no coincidimos, porque el córcel de mala raza no lo controla el cochero del mito platoniano del auriga.
La modulación de todas estas alternativas es lo que nos trae de cabeza cada día. Pero convenzámonos: si queremos libertad, el mundo se irá a pique. Y si queremos seguridad para que todo el mundo tenga una vida digna, deberemos atarnos los machos y renunciar a la que no se refugie en nuestro corazón. Ahí siempre la tenemos plena...
En todo caso y para dar sentido al título de este escrito veraniego, discrepemos, por favor, pero con ideas propias y no prestadas o de partido. Sobre todo con ideas que no puedan encontrarse en googles o en wikipedias, pues de ambos ya disponemos todos...
Por otro lado estos sitios, estas webs, estos foros, cuando se frecuentan para escribir sobre ellos como si fueran tablillas de cera o papel de oficio, acaban siendo una prolongación del dormitorio. Se vive en ellos. Y yo escribo prácticamente a diario. Aunque entre los calores veraniegos, la dolce farniente, la reiteración trágica unas veces, dramática otras, de los acontecimientos, y el agotamiento neuronal que se produce inevitablemente a lo largo de la vida tratando de pensarlo todo desde el principio y por sus raíces, noto una creciente desgana.
Además la edad no perdona, y a veces se sorprende uno a sí mismo con un pie en esta vida y con el otro en la otra pese a tener una salud de hierro. La muerte espiritual -es un parecer personal- se produce mucho antes que la física. Uno acaba siendo un espíritu que tira del cuerpo, cuando hasta un momento dado, sin poder precisar cuándo, había sido un cuerpo tirando de su espíritu.
Por eso y porque aun el pensamiento de los grandes pensadores, filósofos y profetas se puede reducir a un par de cosas, no pretendo nunca ni coleccionar epígonos ni aplausos. Ni contabilizar el número de los que están de acuerdo con mis planteamientos y conclusiones para luego compararlos con los que discrepan. Esos son los libreros, los escritores de novelas y de piezas para la galería. Empezamos por que, como digo por ahí, hay dos cosas sustanciales en esto de exhibir ideas. Una es plantearse antes de ponerse a escribir si va a ser para pocos, para muchos o para todos. Otra, que siempre hay lectores que no van a colaborar en descifrar lo obvio, unas veces, y lo recóndito que subyace al texto o a la tesis otras, que es lo que a uno le gustaria, y no presumir de original o inteligente. Pues no hay reflexión “seria” que no contenga una tesis. Aunque reconozco que hay infinidad de artículos y de escritos de pensamiento en cierto modo vano, que no contienen ninguna. Se limitan a ser un juego de combinaciones de conceptos o de palabras. Que no está mal, y es de agradecer. Pero que, en cuanto se detectan hay que abandonar (los abandonamos los que estamos hartos de florilegios que tanto prodigan los artículos periodísticos y los que van a favor de las corrientes de opinión que yo cuestiono), por muy bien escritos que estén. Enseguida se da uno cuenta de que precisamente el envoltorio prima sobre lo envuelto.
Antes decía que hasta las grandes obras de los ciclópeos pensadores se pueden reducir a un par de ideas. Todas dependen de tres cosas. De que afirmen desde el principio, implícita o explícitamente, que hay un principio generador o que no lo hay; que el ser humano tiene libertad total, libertad extraordinariamente reducida (pues si decimos que la tenemos es porque no conocemos las causas que nos impelen a obrar: determinismo); o que no tenemos en absoluto libertad más que para apartarnos de la cara, como la vaca con el rabo un tábano, una mosca.
Esto por un lado. Y por otro, que la sociedad y cada individuo deben guiarse por los principios de depredación que rige a la Naturaleza; o que el ser humano está por encima de eso y sólo la inteligencia creativa debe gobernarnos y gobernar. O bien, por último, que el ser humano es un gran egoísta que se redime, generoso, arrojando las migajas que le sobran, o bien, que el ser humano debe comportarse con el prójimo como si fuera él mismo en una sociedad donde este principio rija igual para todos: una sociedad sin príncipes ni privilegiados ni privilegios. Todo, a mi juicio, se reduce a esto. Que no es poco ciertamente. Pues sobre eso se han levantado miriadas de bibliotecas y tratados enteros, y sobre eso ha germinado la vida espiritual y la muerte tanto moral y material de millones de generaciones.
En política no hay mas que dos extremos: o libertad corregida con religiones (cada vez más débiles) y la cárcel, o libertad restringida al máximo dejándola sólo para el ámbito privado. En ciencia, otros dos: o investigar sin trabas, o investigar con trabas. En economía, mercado libre o intervencionismo a tope.
Lo único que me queda por decir es que no coincidimos, porque el córcel de mala raza no lo controla el cochero del mito platoniano del auriga.
La modulación de todas estas alternativas es lo que nos trae de cabeza cada día. Pero convenzámonos: si queremos libertad, el mundo se irá a pique. Y si queremos seguridad para que todo el mundo tenga una vida digna, deberemos atarnos los machos y renunciar a la que no se refugie en nuestro corazón. Ahí siempre la tenemos plena...
En todo caso y para dar sentido al título de este escrito veraniego, discrepemos, por favor, pero con ideas propias y no prestadas o de partido. Sobre todo con ideas que no puedan encontrarse en googles o en wikipedias, pues de ambos ya disponemos todos...
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