07 marzo 2006

España al desnudo

LA ESPAÑA SIN FUNDAMENTO

Primera cuestión. Pedantería y poder.

A esos que acostumbran a adjetivarlo todo y a poner eti­que­tas advierto que no me importa que me acusen de pe­dantería y grandilocuencia. Las asumo. Ya bastante reba­jado, por unos u otros motivos, está el recto pensar -el de fondo, no el cons­truído sobre palabrería- de la inmensa ma­yoría de los sobresa­lientes de este país que contemporizan o transigen con el po­der y lo refuerzan. Recto pensar, que desde luego ha de em­pezar enfrentándose al poder paradó­jicamente desde una filo­sofía de máxima tolerancia, aunque sus colabo­racionistas ni siquiera saben qué es ni en qué consiste salvo la que dispen­san al poder; tan arro­pados se sienten. Y cuando hablo de po­der no pienso tanto en el polí­tico -que también- como en el po­der armado, el po­liciaco, el corpora­tivo, el financiero, el reli­gioso, el mediático; y el sombrío ins­titucional, el de los grupos difusos de pre­sión y el que, en suma, sostiene al sistema todo. Contra ninguno de ellos es­criben o lo hacen con la punta de la es­pada em­bolada esos sobresalientes que escriben a bombo y platillo, no sea que se revuelvan oscuramente contra ellos...

Bueno, pues esto, con la estupidez colectiva de fondo que hoy abordo aquí, es lo que ordinariamente cons­tituyen las prin­ci­pales causas de to­das mis quejas contra el concierto na­cional de tantísimas di­sonancias. Si lo hago con pedante­ría o no, de­cid que es irre­levante. Al menos irrelevante es para mí el es­tilo cuando al­guien, más o menos a mi gusto, ataca frontal­mente y se arriesga, pues ahí, en ese ataque contra lo ci­clópeo suele estribar casi siempre lo grandilo­cuente... Ojalá se enseño­rease la grandilocuencia si con ello los poderes se debilitasen en fa­vor del robustecimiento de las causas ciudadanas. Pero no. Todos esos poderes, frag­mentos del Poder con mayús­culas, por vía de una suerte de "privatiza­ción asociativa" son cada vez más forni­dos en la medida que es más débil el indi­viduo. Tanto, que casi está ridiculi­zando y dejando en manti­llas a la filosofía de la divi­sión de poderes que formula Mon­tesquieu en su L'esprit des lois para la república...

Segunda cuestión. Psicología colectiva de “lo español”.

Lo anterior ha sido introductorio. Mi intención era sólo referirme a lo siguiente, que es a mi juicio muy complementario.

Si mañana viniera un ser de otro mundo o de otra época y desease saber de una manera resumida cómo es la socie­dad española, cuál su psicología dominante, cuáles sus de­seos y sus mitos pero también, por omisión, lo que detesta, no ten­dría más que asomarse a una pantalla de televisión y presen­ciar unas horas de programación y otras tandas de publicidad a lo largo de una jornada.

En cuanto a la programación, mejor no hablar; ese ser no saldría de su asombro por la escuálida imaginación en un país que siempre tuvo buena fama creativa. Y sobre la "guía co­mercial" o "consejos publicitarios", le resultaría increíble la es­tupidez que el marketing emplea como señuelo para atra­par la atención del apoltronado espécimen ibérico, ya do­mado, re­blandecido y estupidizado ahora no por el cauterio de dictadu­ras y dogmas, sino por una deficiente formación integral y so­bre todo por las manipulaciones mengelianas a que le somete el mercado.

Han pasado ya demasiados siglos como para no distinguir fácilmente que, al igual que no han sido mejoradas ni de le­jos las calzadas romanas en solidez y duración, no sólo no ha sido superada la inventiva y habilidad de los charlatanes de feria que vendían crecepelos; es que, juzgándole en tanto que des­tinatario de los mensajes de esa publicidad y por la publicidad misma, pensaría que el pueblo español cada día es más tonto que una mata de habas.

Y es que una cosa es la inteligencia individual, desarro­llada por el esfuerzo o atrofiada por la dolce far niente, y otra la in­te­ligencia colectiva. Colectivamente, la mente y mentalidad del español en términos generales es dema­siado simplona y de­primente. El igualitarismo social -que no el económico-, el afán del dinero, en unos casos para so­brevivir y en la mayo­ría para despilfarrar, la propensión a fri­volizar y a huir de toda trascen­dencia después de siglos de opresión anímica, espi­ritual y psi­cológica grabada ya en los genes, ha proyectado al español medio de la postmoderni­dad a la más absoluta des­personali­zación, a la vacilante androginia, a la mayor vulgari­dad, uni­formismo y vaciedad, al mayor desprecio de sí mismo y de la cultura, y a la más descarada renuncia al desarrollo personal basado en la ori­ginalidad conceptual, de toda su historia.

Además de aquellos infames rastros que día a día deja en el carácter globalmente ibérico la televisión de consumo, no hay más que echar un vistazo a los presupuestos del Es­tado en to­das las legislaturas y comparar lo destinado a los minis­terios armados y lo destinado a enseñanza, cultura y medio am­biente. Esto no es indicio, es una prueba en toda regla que marca la tónica general en la población española, sólo re­equili­brada esa tónica por los esfuerzos autonómicos de al­gunas Comunidades y el casi exclusivamente individual de minorías cada vez más reducidas que se protegen a sí mis­mas de las inclemencias de una gravísima crisis de valo­res en todos los órdenes de la vida que nos envuelve.

Parece que la sociedad española viva una orgía de insen­sa­tez después de sesenta años de represión sufrida por la mayo­ría, del regreso de los que pudieron huir de la quema, y de la lenta pero segura invasión, durante ya casi un siglo, de la hir­suta mentalidad norteamericana a través de su ca­ballo de Troya: el cine...

Yo no arremeto contra el pueblo español, como Nietzs­che arremetía contra el alemán por su zafiedad. Aun­que en buena parte la culpa la tiene mi generación, le acuso de dos rasgos que si van ligados son doblemente insoporta­bles: ser tan ig­no­rante como soberbio. Y ambos los tiene cada día más acen­tuados. No otra cosa es la estupidez que se va extendiendo sin fin, a pasos agigantados, como una hidra, por toda la geografía humana de una España cada día con menos funda­mento.

9 Setiembre 2005


LA ESPAÑA INQUIETA

Pero inquietud no es laboriosidad: son incompatibles. Se puede uno mover mucho en el espa­cio de un ladrillo y no progresar nada en el baile, como ocurre con el schotis, un baile típico del inmovilismo que lo ha abarcado todo hasta no hace mucho en este país. Ahora Es­paña se mueve, se mueve dema­siado, está inquieta. Pero sigue siendo el scho­tis el baile de moda. Es­paña cambia y cambia pero no pro­gresa, salvo que por pro­greso se en­tienda sólo la in­cesante construcción de viviendas destinadas por lo de­más al vacío. En Madrid, el 33% de las ya construídas no se vende.

Sí señor, España es el país más inquieto y agitado del mundo. No hay aspecto, sea el político, el urbanístico, el comercial o el cos­tumbrista que aquí no sufra ata­ques de convulsión, de vértigo y de precipitación; que no experi­mente cambios sin pausa, sin reposo y demasiado a me­nudo sin sentido ni pro­vecho para nadie salvo para el sem­piterno especulado­r.

En términos generales el telón de fondo desde luego es la inestabilidad. Pero tampoco inestabilidad es progreso. En un siglo, y a diferencia de otros países europeos, ha habido monarquía, república, dic­tadura y otra vez monarquía. Con la excusa del dicho po­pular inventado por los avispados, ése de: “renovarse o mo­rir”, una calle, una plaza, un chirim­bolo, una casa, un banco de sen­tarse o de los otros, una pa­rada de autobús o una tienda desapa­recen por arte de en­salmo de la noche a la mañana, sustituídos por otra calle, otra casa, otra plaza, pero ningún chirimbolo, ningún banco ni ninguna parada de autobús...

Tan pronto el orden y el rigor es lo más valorado, como es el desorden lo que da dinero; tan pronto brota la chispa de enfervorizada españolidad y se desprecia al francés, al in­glés en favor del alemán, como se emboba el personal con las chinflainadas y camisetas del yan­qui. La moda está muy bien, pero no al ritmo que nos impo­nen: tan pronto está de moda la boca pequeña, los labios fi­nos o la delgadez, como es la boca gruesa y lo orondo, para regocijo de endocrinos, estéticos y pócimas de marca. Tan pronto es lo bello como lo feo, lo planchado cono lo arru­gado, lo alegre como lo triste, el desparpajo como la timidez, la sobriedad como la exultancia... Y todo en cuestión de un año, de unos meses o de unas semanas. Esto no es reno­varse o morir, esto es, o morir en reposo o morir en carrusel contemplando un calei­doscopio

Se comprende hoy día la inestabilidad psicológica en buena medida por la ansiedad por el cambio des­pués de un periodo de estancamiento general con la dictadura fran­quista que abarcó la friolera de 60 años, pero me temo que más que inestabilidad debida a un ritmo acelerado y hasta cierto punto lógico vital de libertad responsable indivi­dual y colectiva, lo que impera es una enfermiza y frené­tica avidez de dinero y de planes renove que pueden con todo; lo que a su vez está dejando ingentes cantidades de dese­chos de todas clases que na­die sabe dónde se meten ni dónde se van a meter.

11 Setiembre 2005


LA ESPAÑA ASPERA

12 Setiembre 2005

Me ceñiré en esta ocasión sólo a tres ámbitos que llenan gran parte de la vida pública y de la privada.

En la Política

Hablando de la oposición, que marca el pulso de la vida política, la oposición parece tener muy resuelto a animarla, más bien a agitarla. Pero una cosa es hacer amena la atmósfera pública, informativa y cotididiana, y otra buscar en la política un pretexto para el insulto, la persecución y la bronca a todas horas y por cualquier motivo o sin motivo: un factor de desánimo para el electorado joven que suele estar muy despierto en estas cosas.

Porque sea porque no encuentra solidez en los motivos o porque se los inventa, el nivel de discusión politica que la oposición propone es ordinariamente bajísimo. Y sin duda es, porque cuando se ansía el poder demasiado pero no existe argumento original para el debate sencillamente porque no existe suficiente fundamento, el tratar a todo trance de no dejar escapar ocasión de orquestar el pataleo imitando el razonar, rebaja a la política y al político a niveles de ridículo. Desde que el partido de la oposición fue desbancado del poder, no sabe cómo hincarle el diente a su gestión ni tiene paciencia, como esos tenistas que quieren ganarlo todo ya en el primer set. Cada vez lo hace peor; es decir, sin persuadir.

En la televisión

Esto era en la esfera solemne de la "alta" Política. Pero en la cuarta dimensión de la televisión en la que se hace la vida como antes se hacía al lado del brasero, cuando se supone que con arreglo a las leyes más elementales el individuo tiene libertad absoluta para obrar a su antojo en materia de cos­tumbres -fumar, consumir droga o flirtear con tres hom­bres o tres mujeres a la vez, por ejemplo- los periodistas del ramo se convierten en acosadores repulsivos de todo/a el que tuvo la debilidad un día de pasar con cierto éxito por la televisión ¿Pretexto? que al público es lo que le interesa. Como si el periodismo no tuviese la corresponsabilidad, con las demás instituciones, de formar aparte de informar. Ade­más, todo también ahí es áspero, acusatorio, infamatorio, persecutorio, policiaco. En ello se basa el supuesto interés de las audien­cias. Al final, ruido ensordecedor que chirría tanto o más que la orquesta que toca en la Política.

En la pareja

La relación entre sexos tiene frecuentemente que ver más con la estrategia de la guerra, que con el cortejo y el deseo natural de procurarse ambos estabilidad y compañía. Parece que ya generalmente toda comunión empieza con el sexo esperando que luego venga el sentimiento, pero no da la impresión de que la vida sexual por sí sola sea suficiente para enlazar a una pareja en el sosiego, y mucho menos para dar cuidados a la prole. La relación es también pronto áspera, belicosa, ruidosa y casi planeada desde un principio para la ruptura...

Este es, en fin, el país de la desmesura y los extremos. Ha pasado en poco tiempo de hacer un santuario a la virginidad, a levantárselo a la promiscuidad en perjuicio de la prole. Y lo mismo se mete públicamente a Dios en el alma aunque no crea en él en el dormitorio, como reduce todo a profanidad y a un dejarse ir sin idear pautas saludables que dirijan sus costumbres.

No es probable que exista otro país que profese y refleje mentalidad tan veleidosa y superficial. La psicología colec­tiva e individual del español es bien expresiva del capricho, del antojo. No todas las masas orteguianas son iguales, y menos cuando han sido desbastadas, afinadas, por el paso del tiempo. Como les ocurre en general a los demás pue­blos eu­ropeos, incluída la serena Portugal. Aquí prepondera a todas luces lo frenético, el síndrome del gusto del cambio por el cambio y el de la refriega por la refriega. En suma, parece que la placidez, la serenidad, la tranquilidad y la calma son nociones que en España sólo un griego antiguo podría com­prender.

12 Setiembre 2005



LA ESPAÑA DIVERTIDA

13 Setiembre 2005

Al lado de la España sin fundamento, la España inquieta y la España áspera está la España divertida.

Un país donde el sentido del ridículo personal es tan acu­sado, y donde la religión, la política, la judicatura y la Medi­cina lo solemnizan todo tanto y lo reducen a exagerado ri­tual, no pude sustraerse a la chanza y al jolgorio, las dos únicas maneras de encajar su sino el pueblo y los sempiter­nos perdedores, relativos ganadores sólo a cortas ráfagas hoy día.

Porque, ojo, la broma, el chiste, la misma risa son cosa del pueblo y de la izquierda. Las clases económicamente altas y los que se abren paso a codazos para meterse en ellas, es decir, la derecha, aunque no lo parezca sigue haciendo os­tentación ética de su falsa represión de la risa. Y digo falsa, porque aparece reprimida en público para, en privado, ser más con­cupiscente. Sobre todo, carece de talento para reír y de ingenio para provocarla de propósito. La derecha sólo bromea y hace chiste de la carica­tura y gusta del sarcasmo, los dos niveles inferiores de la broma. La risa, en ella, se hace mueca. Véase cómo se limitan a imi­tar la risa los Aznar y los Rajoy, los Zaplana y las Agui­rre... Hacen reír a su pesar pero son incapaces de reír des­inhibidamente ja­más.

Y es que en esta materia difusa del chiste y de la risa pre­cisamente en parte por el hieratismo que proviene de "la otra España", quien se lleva el gato al agua es la creativi­dad, la espontaneidad y la inventiva de quienes sólo las tie­nen: las izquierdas. España ríe, bromea y se divierte gracias a la izquierda. La risa franca, no reprimida, para la derecha sigue siendo pecado aunque, como decía, nadie peca más y más gravemente que los que se arrellenan por interés en ella. ¿Ha visto vd. reír a carca­jadas a algún votante del PP?

Por todo esto España es divertida. Siempre batiéndose los que ríen contra los que nunca ríen ni saben sonreír con atractivo. Desde luego yo, si no he emigrado hace mucho de este país bellísimo habitado por humanos y mutantes (mu­tantes desde que se institucionalizó la Iglesia y desde cuando, por su mandato, la risa sólo era posible a hurtadi­llas), es por dos motivos: porque no he podido, y sólo por reír a mandíbula batiente; algo que no hubiera podido hacer en ninguna otra parte del mundo, quizá porque ni siquiera se me hubiera permitido... Y es que nada me provoca tanta risa como una España tan sin fun­damento, tan inquieta y tan áspera, y todo al mismo tiempo.

13 Setiembre 2005

No hay comentarios: