Primera cuestión. Pedantería y poder.
A esos que acostumbran a adjetivarlo todo y a poner etiquetas advierto que no me importa que me acusen de pedantería y grandilocuencia. Las asumo. Ya bastante rebajado, por unos u otros motivos, está el recto pensar -el de fondo, no el construído sobre palabrería- de la inmensa mayoría de los sobresalientes de este país que contemporizan o transigen con el poder y lo refuerzan. Recto pensar, que desde luego ha de empezar enfrentándose al poder paradójicamente desde una filosofía de máxima tolerancia, aunque sus colaboracionistas ni siquiera saben qué es ni en qué consiste salvo la que dispensan al poder; tan arropados se sienten. Y cuando hablo de poder no pienso tanto en el político -que también- como en el poder armado, el policiaco, el corporativo, el financiero, el religioso, el mediático; y el sombrío institucional, el de los grupos difusos de presión y el que, en suma, sostiene al sistema todo. Contra ninguno de ellos escriben o lo hacen con la punta de la espada embolada esos sobresalientes que escriben a bombo y platillo, no sea que se revuelvan oscuramente contra ellos...
Bueno, pues esto, con la estupidez colectiva de fondo que hoy abordo aquí, es lo que ordinariamente constituyen las principales causas de todas mis quejas contra el concierto nacional de tantísimas disonancias. Si lo hago con pedantería o no, decid que es irrelevante. Al menos irrelevante es para mí el estilo cuando alguien, más o menos a mi gusto, ataca frontalmente y se arriesga, pues ahí, en ese ataque contra lo ciclópeo suele estribar casi siempre lo grandilocuente... Ojalá se enseñorease la grandilocuencia si con ello los poderes se debilitasen en favor del robustecimiento de las causas ciudadanas. Pero no. Todos esos poderes, fragmentos del Poder con mayúsculas, por vía de una suerte de "privatización asociativa" son cada vez más fornidos en la medida que es más débil el individuo. Tanto, que casi está ridiculizando y dejando en mantillas a la filosofía de la división de poderes que formula Montesquieu en su L'esprit des lois para la república...
Segunda cuestión. Psicología colectiva de “lo español”.
Lo anterior ha sido introductorio. Mi intención era sólo referirme a lo siguiente, que es a mi juicio muy complementario.
Si mañana viniera un ser de otro mundo o de otra época y desease saber de una manera resumida cómo es la sociedad española, cuál su psicología dominante, cuáles sus deseos y sus mitos pero también, por omisión, lo que detesta, no tendría más que asomarse a una pantalla de televisión y presenciar unas horas de programación y otras tandas de publicidad a lo largo de una jornada.
En cuanto a la programación, mejor no hablar; ese ser no saldría de su asombro por la escuálida imaginación en un país que siempre tuvo buena fama creativa. Y sobre la "guía comercial" o "consejos publicitarios", le resultaría increíble la estupidez que el marketing emplea como señuelo para atrapar la atención del apoltronado espécimen ibérico, ya domado, reblandecido y estupidizado ahora no por el cauterio de dictaduras y dogmas, sino por una deficiente formación integral y sobre todo por las manipulaciones mengelianas a que le somete el mercado.
Han pasado ya demasiados siglos como para no distinguir fácilmente que, al igual que no han sido mejoradas ni de lejos las calzadas romanas en solidez y duración, no sólo no ha sido superada la inventiva y habilidad de los charlatanes de feria que vendían crecepelos; es que, juzgándole en tanto que destinatario de los mensajes de esa publicidad y por la publicidad misma, pensaría que el pueblo español cada día es más tonto que una mata de habas.
Y es que una cosa es la inteligencia individual, desarrollada por el esfuerzo o atrofiada por la dolce far niente, y otra la inteligencia colectiva. Colectivamente, la mente y mentalidad del español en términos generales es demasiado simplona y deprimente. El igualitarismo social -que no el económico-, el afán del dinero, en unos casos para sobrevivir y en la mayoría para despilfarrar, la propensión a frivolizar y a huir de toda trascendencia después de siglos de opresión anímica, espiritual y psicológica grabada ya en los genes, ha proyectado al español medio de la postmodernidad a la más absoluta despersonalización, a la vacilante androginia, a la mayor vulgaridad, uniformismo y vaciedad, al mayor desprecio de sí mismo y de la cultura, y a la más descarada renuncia al desarrollo personal basado en la originalidad conceptual, de toda su historia.
Además de aquellos infames rastros que día a día deja en el carácter globalmente ibérico la televisión de consumo, no hay más que echar un vistazo a los presupuestos del Estado en todas las legislaturas y comparar lo destinado a los ministerios armados y lo destinado a enseñanza, cultura y medio ambiente. Esto no es indicio, es una prueba en toda regla que marca la tónica general en la población española, sólo reequilibrada esa tónica por los esfuerzos autonómicos de algunas Comunidades y el casi exclusivamente individual de minorías cada vez más reducidas que se protegen a sí mismas de las inclemencias de una gravísima crisis de valores en todos los órdenes de la vida que nos envuelve.
Parece que la sociedad española viva una orgía de insensatez después de sesenta años de represión sufrida por la mayoría, del regreso de los que pudieron huir de la quema, y de la lenta pero segura invasión, durante ya casi un siglo, de la hirsuta mentalidad norteamericana a través de su caballo de Troya: el cine...
Yo no arremeto contra el pueblo español, como Nietzsche arremetía contra el alemán por su zafiedad. Aunque en buena parte la culpa la tiene mi generación, le acuso de dos rasgos que si van ligados son doblemente insoportables: ser tan ignorante como soberbio. Y ambos los tiene cada día más acentuados. No otra cosa es la estupidez que se va extendiendo sin fin, a pasos agigantados, como una hidra, por toda la geografía humana de una España cada día con menos fundamento.
9 Setiembre 2005
LA ESPAÑA INQUIETA
Pero inquietud no es laboriosidad: son incompatibles. Se puede uno mover mucho en el espacio de un ladrillo y no progresar nada en el baile, como ocurre con el schotis, un baile típico del inmovilismo que lo ha abarcado todo hasta no hace mucho en este país. Ahora España se mueve, se mueve demasiado, está inquieta. Pero sigue siendo el schotis el baile de moda. España cambia y cambia pero no progresa, salvo que por progreso se entienda sólo la incesante construcción de viviendas destinadas por lo demás al vacío. En Madrid, el 33% de las ya construídas no se vende.
Sí señor, España es el país más inquieto y agitado del mundo. No hay aspecto, sea el político, el urbanístico, el comercial o el costumbrista que aquí no sufra ataques de convulsión, de vértigo y de precipitación; que no experimente cambios sin pausa, sin reposo y demasiado a menudo sin sentido ni provecho para nadie salvo para el sempiterno especulador.
En términos generales el telón de fondo desde luego es la inestabilidad. Pero tampoco inestabilidad es progreso. En un siglo, y a diferencia de otros países europeos, ha habido monarquía, república, dictadura y otra vez monarquía. Con la excusa del dicho popular inventado por los avispados, ése de: “renovarse o morir”, una calle, una plaza, un chirimbolo, una casa, un banco de sentarse o de los otros, una parada de autobús o una tienda desaparecen por arte de ensalmo de la noche a la mañana, sustituídos por otra calle, otra casa, otra plaza, pero ningún chirimbolo, ningún banco ni ninguna parada de autobús...
Tan pronto el orden y el rigor es lo más valorado, como es el desorden lo que da dinero; tan pronto brota la chispa de enfervorizada españolidad y se desprecia al francés, al inglés en favor del alemán, como se emboba el personal con las chinflainadas y camisetas del yanqui. La moda está muy bien, pero no al ritmo que nos imponen: tan pronto está de moda la boca pequeña, los labios finos o la delgadez, como es la boca gruesa y lo orondo, para regocijo de endocrinos, estéticos y pócimas de marca. Tan pronto es lo bello como lo feo, lo planchado cono lo arrugado, lo alegre como lo triste, el desparpajo como la timidez, la sobriedad como la exultancia... Y todo en cuestión de un año, de unos meses o de unas semanas. Esto no es renovarse o morir, esto es, o morir en reposo o morir en carrusel contemplando un caleidoscopio
Se comprende hoy día la inestabilidad psicológica en buena medida por la ansiedad por el cambio después de un periodo de estancamiento general con la dictadura franquista que abarcó la friolera de 60 años, pero me temo que más que inestabilidad debida a un ritmo acelerado y hasta cierto punto lógico vital de libertad responsable individual y colectiva, lo que impera es una enfermiza y frenética avidez de dinero y de planes renove que pueden con todo; lo que a su vez está dejando ingentes cantidades de desechos de todas clases que nadie sabe dónde se meten ni dónde se van a meter.
11 Setiembre 2005
LA ESPAÑA ASPERA
12 Setiembre 2005
Me ceñiré en esta ocasión sólo a tres ámbitos que llenan gran parte de la vida pública y de la privada.
En la Política
Hablando de la oposición, que marca el pulso de la vida política, la oposición parece tener muy resuelto a animarla, más bien a agitarla. Pero una cosa es hacer amena la atmósfera pública, informativa y cotididiana, y otra buscar en la política un pretexto para el insulto, la persecución y la bronca a todas horas y por cualquier motivo o sin motivo: un factor de desánimo para el electorado joven que suele estar muy despierto en estas cosas.
Porque sea porque no encuentra solidez en los motivos o porque se los inventa, el nivel de discusión politica que la oposición propone es ordinariamente bajísimo. Y sin duda es, porque cuando se ansía el poder demasiado pero no existe argumento original para el debate sencillamente porque no existe suficiente fundamento, el tratar a todo trance de no dejar escapar ocasión de orquestar el pataleo imitando el razonar, rebaja a la política y al político a niveles de ridículo. Desde que el partido de la oposición fue desbancado del poder, no sabe cómo hincarle el diente a su gestión ni tiene paciencia, como esos tenistas que quieren ganarlo todo ya en el primer set. Cada vez lo hace peor; es decir, sin persuadir.
En la televisión
Esto era en la esfera solemne de la "alta" Política. Pero en la cuarta dimensión de la televisión en la que se hace la vida como antes se hacía al lado del brasero, cuando se supone que con arreglo a las leyes más elementales el individuo tiene libertad absoluta para obrar a su antojo en materia de costumbres -fumar, consumir droga o flirtear con tres hombres o tres mujeres a la vez, por ejemplo- los periodistas del ramo se convierten en acosadores repulsivos de todo/a el que tuvo la debilidad un día de pasar con cierto éxito por la televisión ¿Pretexto? que al público es lo que le interesa. Como si el periodismo no tuviese la corresponsabilidad, con las demás instituciones, de formar aparte de informar. Además, todo también ahí es áspero, acusatorio, infamatorio, persecutorio, policiaco. En ello se basa el supuesto interés de las audiencias. Al final, ruido ensordecedor que chirría tanto o más que la orquesta que toca en la Política.
En la pareja
La relación entre sexos tiene frecuentemente que ver más con la estrategia de la guerra, que con el cortejo y el deseo natural de procurarse ambos estabilidad y compañía. Parece que ya generalmente toda comunión empieza con el sexo esperando que luego venga el sentimiento, pero no da la impresión de que la vida sexual por sí sola sea suficiente para enlazar a una pareja en el sosiego, y mucho menos para dar cuidados a la prole. La relación es también pronto áspera, belicosa, ruidosa y casi planeada desde un principio para la ruptura...
Este es, en fin, el país de la desmesura y los extremos. Ha pasado en poco tiempo de hacer un santuario a la virginidad, a levantárselo a la promiscuidad en perjuicio de la prole. Y lo mismo se mete públicamente a Dios en el alma aunque no crea en él en el dormitorio, como reduce todo a profanidad y a un dejarse ir sin idear pautas saludables que dirijan sus costumbres.
No es probable que exista otro país que profese y refleje mentalidad tan veleidosa y superficial. La psicología colectiva e individual del español es bien expresiva del capricho, del antojo. No todas las masas orteguianas son iguales, y menos cuando han sido desbastadas, afinadas, por el paso del tiempo. Como les ocurre en general a los demás pueblos europeos, incluída la serena Portugal. Aquí prepondera a todas luces lo frenético, el síndrome del gusto del cambio por el cambio y el de la refriega por la refriega. En suma, parece que la placidez, la serenidad, la tranquilidad y la calma son nociones que en España sólo un griego antiguo podría comprender.
12 Setiembre 2005
LA ESPAÑA DIVERTIDA
13 Setiembre 2005
Al lado de la España sin fundamento, la España inquieta y la España áspera está la España divertida.
Un país donde el sentido del ridículo personal es tan acusado, y donde la religión, la política, la judicatura y la Medicina lo solemnizan todo tanto y lo reducen a exagerado ritual, no pude sustraerse a la chanza y al jolgorio, las dos únicas maneras de encajar su sino el pueblo y los sempiternos perdedores, relativos ganadores sólo a cortas ráfagas hoy día.
Porque, ojo, la broma, el chiste, la misma risa son cosa del pueblo y de la izquierda. Las clases económicamente altas y los que se abren paso a codazos para meterse en ellas, es decir, la derecha, aunque no lo parezca sigue haciendo ostentación ética de su falsa represión de la risa. Y digo falsa, porque aparece reprimida en público para, en privado, ser más concupiscente. Sobre todo, carece de talento para reír y de ingenio para provocarla de propósito. La derecha sólo bromea y hace chiste de la caricatura y gusta del sarcasmo, los dos niveles inferiores de la broma. La risa, en ella, se hace mueca. Véase cómo se limitan a imitar la risa los Aznar y los Rajoy, los Zaplana y las Aguirre... Hacen reír a su pesar pero son incapaces de reír desinhibidamente jamás.
Y es que en esta materia difusa del chiste y de la risa precisamente en parte por el hieratismo que proviene de "la otra España", quien se lleva el gato al agua es la creatividad, la espontaneidad y la inventiva de quienes sólo las tienen: las izquierdas. España ríe, bromea y se divierte gracias a la izquierda. La risa franca, no reprimida, para la derecha sigue siendo pecado aunque, como decía, nadie peca más y más gravemente que los que se arrellenan por interés en ella. ¿Ha visto vd. reír a carcajadas a algún votante del PP?
Por todo esto España es divertida. Siempre batiéndose los que ríen contra los que nunca ríen ni saben sonreír con atractivo. Desde luego yo, si no he emigrado hace mucho de este país bellísimo habitado por humanos y mutantes (mutantes desde que se institucionalizó la Iglesia y desde cuando, por su mandato, la risa sólo era posible a hurtadillas), es por dos motivos: porque no he podido, y sólo por reír a mandíbula batiente; algo que no hubiera podido hacer en ninguna otra parte del mundo, quizá porque ni siquiera se me hubiera permitido... Y es que nada me provoca tanta risa como una España tan sin fundamento, tan inquieta y tan áspera, y todo al mismo tiempo.
13 Setiembre 2005
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