07 marzo 2006

Breve estudio de la sensibilidad

BREVE ESTUDIO DE LA SENSIBILIDAD


DEFINICION DEL DICCIONARIO DE LA REAL ACA­DEMIA DE LA LEN­GUA ESPAÑOLA.- Sensibilidad.
Del lat. sensibilitas, -atis.
2. [f.]Propensión natural del hombre a dejarse lle­var de los afectos de compasión, humanidad y ter­nura.

Los conceptos o ideas son imágenes o representa­cio­nes de las cosas en la mente. La mayoría de los concep­tos abs­tractos parecen agotar su definición en sí mismos, cuando lo cierto es que el mero enun­ciado precisa ya de una interpreta­ción o explicación que de por sí es com­pleja. Los adjetivos, los claros­curos y los matices les per­tene­cen; con ellos se fa­bricó la idea. Luego hay que des­menuzarla. Pero, aun­que conservan el núcleo, con el paso del tiempo se va asociando a ella un de­terminado signifi­cado, siempre aproximado, ambi­guo e impreciso, quizá equívoco... se­gún la circunstancia, el momento, el tipo de cultura y la sensibilidad de cada cual. Este es el caso de la idea “sensibilidad”. La entiendo como sigue:

"Sensibilidad" se re­fiere a muchas cosas, y por eso mismo es casi inasible. De la definición del dic­ciona­rio, de ese de­jarse llevar, se desprende que se trata de una "debilidad" del ser humano. En la sociedad, además de esa propensión a la compasión, humani­dad y ternura, más bien tiene que ver con actitu­des de cautela en el trato interpersonal. De que la cau­tela se dirija en una dirección o en otra depende que exista verda­dera sensibilidad o su apa­riencia. Pues puede pasar por ella envuelta en refi­namiento a se­cas, lo que justa­mente es su contrario. Detrás de la destreza para fingir sensibilidad donde no hay nin­guna suelen es­tar los gran­des defrauda­do­res, los grandes crimi­nales y los canallas...

Si hay algo en las relaciones humanas que por más que uno se empeñe no puede aprender, ni en el mejor manual de educación ni de la vida, es preci­samente la sen­sibili­dad. Una deter­minada educación puede contri­buir al de­sarrollo de la de­licadeza, de la elegancia, de la suti­leza, de la exquisi­tez, de la gra­cia, del es­crúpulo, del mira­miento, de la circuns­pec­ción... pero si se ca­rece natural o genéticamente de sensibili­dad, ya que estamos ante una propensión natu­ral, y no se ha cultivado de una manera signifi­cativa, todo quedará reducido a mero ins­trumento destinado a disimular mejor su falta. Pero la sensibi­lidad tiene que ver no tanto con esa serie de cuali­dades apren­didas y cultivadas, ni con el tono mo­du­lado de voz con el que a menudo se con­forman los que a sí mismos se tie­nen por muy bien educa­dos, como con el sentido de lo oportuno y con el tacto: una es­condida y per­manente ten­sión para no me­nospreciar la inteligen­cia ajena sin renun­ciar a la nuestra, y una suerte de conti­nencia para evitar que, acen­tuada y subrayada, la sen­si­bilidad se convierta en sensiblería o petulan­cia.

La sensi­bi­lidad está más en lo que ca­llamos que en lo que deci­mos, en el mo­hín más que en la rotun­di­dad, en la natu­ra­lidad más que en la erudi­ción... En definitiva, ella trata de re­frenar nuestra instin­tiva tendencia a abusar de modos muy di­versos de la ge­nero­sidad de los demás. Como mejor se ex­presa la sensibili­dad es en el trato sosegado, aunque es en situa­ciones críticas cuando ad­quiere su au­téntico valor. Forma parte de la sensibi­lidad no hablar de la nuestra, pues son los demás, en función de la suya, quienes han de distin­guirla, valorarla o desde­ñarla. In­compatible, por úl­timo, con la preci­pitación, el vértigo, el nulo valor dado al pu­dor y con el espíritu com­pulsiva­mente uti­litario que dominan esta época, es una cualidad humana, en fin, que, por es­tar lla­mada a con­vertirse en un punto vulnerable de nues­tra personalidad, en grave debilidad habiendo sido virtud, está des­acon­se­jada en la educación de nues­tro tiempo para habitar en esta terrible jungla civili­zada.
23 Agosto 2001

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