La cultura es la vida, decía Jack Lang, ex ministro de Educación francés. Y luego el estilo, me permito decir yo.
Pero ocurre que la cultura y el estilo, en cuestiones sociales, con los patanes no hacen efecto. Es como echar margaritas a los puercos. Los cínicos, los sinvergüenzas, los ególatras y los prepotentes no entienden de lindezas, de estilo ni de cultura. Envolver las ideas en estilo y cultura con ellos es como intentar razonar en un callejón sin salida con una pandilla de navajeros. Y España, en proporción al resto que no lo es, está plagada de navajeros "honorables"... españoles. Por eso, aunque seamos capaces de demostrar que los tenemos para otras cuestiones, en el universo de la Red evitamos ese estilo y cultura relamidos cuando hablamos de desmadres. Puesto que en el lenguaje pretendidamente fino de periodistas y de intelectuales se huye de hacer "daño" a la cultura y al estilo tradicionales, a ver si, con letra y palabras gruesas, se entera la gentuza que debiera escuchar pero no escucha por el "conducto reglamentario" suave de los medios, de los púlpitos, de los parlamentos y de las tribunas intelectuales... Todos tan educados, pero no influyendo más que en contribuir a perpetuar las lacras.
Sabemos que efectivamente no es tan comprometido señalar con el dedo acusador rasgos de carácter correspondientes a una modo de ser y de estar en un país o en el mundo, que decir eso mismo empleando la primera persona del plural. Decir "somos" así o asao no encierra la misma responsabilidad para el sujeto que habla o escribe que apuntar a "esa parte de la sociedad", señalándola, que se comporta asi o asao. Esto del "somos" es válido en último término sólo en el aspecto antropológico, o en ese otro aspecto ético y axiológico en el que se distinguen pasiones y vicios de virtudes del ser humano tanto como individuo como miembro de la sociedad. Pero cuando se trata de crímenes, de abusos, de violaciones sociales de todo tipo, y también de omisiones y pasividades, de nada valen los eufemismos, la relativización, la suavización y el "somos". No "somos". Esa expresión apunta a lo irrefragable, a lo inevitable, a lo incorregible, cuando no lo es pues basta en la mayoría de los casos con ser racionales y escuchar al instinto de la especie. Así es que no "somos": "son..."
Pues aunque en esos asuntos a que me refiero parece que todos "estamos" metidos en el mismo saco de defectos y virtudes, no es así. Sigue habiendo conductas. Conductas de buenos y malos, de sinvergüenzas de cuello blanco, de ladrones de postín, de auténticos criminales que no se manchan ellos mismos las manos... como también conductas de gente que ha de sobrevivir, que roba radios de coche como antes las gallinas, etc. Ya Anatole France, ante el sistema penal común en Occidente, decía que es terrible que el mismo delito sea para un rico y para un pobre robar un panecillo.
Yo estoy personalmente cansado de ese lenguaje cultiparlante y "estiloso" que emplea esa primera persona del plural que termina siendo mayestático. De ese "somos" dulzón que en el fondo está justificando lo primitivo y los atavismos relacionados con la depredación virtual.
"Si algún día fuéramos capaces..." que alguien escribe hoy, ¡no!. "Si algún día los que gobiernen, los que tengan poder, los empresarios, los jueces, los estamentos, las instituciones, el establishment... fueran capaces..." Parece lo mismo porque lo primero abrevia y lo segundo no, pero no es igual. En ese "somos" que emplean y escriben periodistas y gentes que tienen un protagonismo extraordinario en relación al resto estriba una buena parte de lo crónico, de lo epidemológico, de lo incurable. Como si una sociedad en su conjunto estuviese condenada a tener que padecer eternamente a los cabrones...
Si "arremetiésemos" directamente desde donde se debiera, sin tanto eufemismo, sin tanta condescendencia en el lenguaje emulando al inservible diplomático -como no lo empleamos en Internet-, es posible que la caricatura unas veces y el obligar a no mirar a otra parte a los que no se sienten aludidos (como les ocurre a todos esos sectores de la sociedad que he relacionado), produjesen los efectos que nunca acaban de modificar un ápice la lamentable idiosincrasia nacional en cuya virtud unos pocos imprimen carácter al resto al que someten a su servicio y lo manejan a su antojo con el pretexto de la urnas.
En este país el verdadero poder no está ya en clérigos que fueron fundamentalistas. En buena parte sigue en manos de unos cuantos contra los que políticos y hombres y mujeres de buena voluntad a los que Cristo deseaba paz, tienen que hacer esfuerzos extraordinarios -y a menudo inútiles- para impedir transgresiones funestamente colectivas de los poderosos y prepotentes.
Un caso de idiosincrasia perversa de ese "somos" es el de Marbella. Otro, ese que pone en marcha una obra de incalculables proporciones en la Sierra de Madrid con un impacto medioambiental desastroso, pese a que hay indicios racionales de que el lince ibérico se encuentra en la zona sometida a obras. Ese "poner en duda" los dictámenes de investigadores, biólogos, etc para proseguir el plan de la M-501 no es de un "somos" escépticos, ni precisamente un rasgo de sabiduría como lo es la enseñanza de Confucio: "en la duda, abstente". Es el rasgo del frenesí de la ambición de poder y de riqueza y el de no querer creer lo que no interesa que se convierte en otra enseñanza para este milenio: "en la duda, arrásalo todo".
No "somos". Es así la presidenta de la Comunidad, el voraz partido de la oposición, sus cómplices y el contubernio de todos ellos con siderales intereses... El contraste entre la Junta de Andalucía socialista abortando lo de Marbella y la Asamblea de Madrid destrozando la Sierra por un puñado de comisiones no es del "somos". Son rasgos, uno de la prudencia y de la justicia, y el otro, del "vamos a por todo".
No estoy dispuesto a aceptar ese "somos". La sociedad está dividida siempre con una terrible desproporción por medio en la índole de los ciudadanos: hay millones de justos evangélicos, que conviven con unos cuantos miles de canallas cercanos al poder de hecho. Y gracias a la honradez, a la bondad y también a la estupidez de esos millones, aquellos otros cuantos medran en todo. Esta es la verdad y en la injusta proporción.
"Acabemos" de una vez, pues, con ese tópico del "somos". Cambien sus comportamientos los reales dueños del poder, de todos los poderes, y "empezaremos" de una puñetera vez a ser un pueblo ligeramente más respetable y menos bananero.
31 Marzo 2006
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