29 enero 2007

Planificación o muerte

Los parámetros economicistas, como tantos otros con­cep­tos, módulos y referencias de la disciplina económica, habida cuenta las transformaciones que en el mundo está produ­ciendo, y va a ir a más, el cambio climático de con­suno con el agotamiento de los recursos naturales, exigen una cirugía total conceptual, psicológica, filosófica y mental. Nociones como productividad, beneficios, producto interior bruto, inver­sión, renta y una serie de significantes pertene­cientes a la jerga económica no pueden ya ser tomados en su sentido global preciso, pues todos ellos parten de la idea del creci­miento ilimitado, del desarrollo sin fin y de materias primas in­agotables, incluida el agua y el oxí­geno. Cuando todos sa­bemos ya que eso no es así.

Los tiempos o el ciclo o la era actuales empiezan a exigir con urgencia la aplicación a escala planetaria de la econo­mía de guerra con independencia de las aspiraciones al igualita­rismo que, unos con la boca pequeña y otros espu­meante, expresan los dignatarios políticos, económicos, in­dustriales y ecologistas de todo el mundo. Lo que se impone ya es prepa­rarse para una economía de guerra o de desas­tre.

El socialismo, y en concreto el marxista es, o viene a ser, grosso modo, un proceso expropiatorio por el Estado que im­plica la "expropiación de los expropiadores". Chavez se apresta a ello y en base a ello su régimen se llamará Repú­blica Socialista de Venezuela, que de algún modo significará la prolongación del comunismo cubano pero contando con una riqueza energética que facilitará un desenvolvimiento con el que no ha contado Cuba por su mayor dependencia del exterior. A mi juicio él es quien pone la primera piedra en esta Era.

En cualquier caso el futuro del mundo, al menos en fun­ción de las expectativas o requerimientos de más de media pobla­ción planetaria deberán ir por ahí. Los griegos decían que los dioses ayudan a los que aceptan y arrastran a los que se re­sisten. Si la parte de humanidad actualmente opu­lenta se empeña en mantener su nivel de bienestar, o aún más, si se empeña en seguir creciendo y no retorna a la adaptabilidad que los azares climáticos exigen es porque quienes dominan económicamente sobre el planeta se han propuesto mante­nerse en la abundancia exclusiva­mente ellos, a costa de la inmensa mayoría de la población total.

Es imposible crecer ya. Es imposible pretender inversiones rentables, eficacia, desarrollo -ni sostenible ni insostenible-. Es imposible extraer sin dosificación lo que se está ago­tando, y es imposible, considerado el planeta como un hábitat finito que es, que los pueblos, las naciones y los in­dividuos que manejan los hilos de los que pende la vida so­bre la tierra, si­gan una trayectoria economicista como la que hasta ahora les ha propulsado. Sencillamente porque los dioses nos termina­rán arrastrando al desastre a todos.

El único camino de salvación de la humanidad es el que no se va a seguir: adecuar producción y consumo en todas par­tes del mundo, con una planificación de corte comunista, como los náufragos que en un cascarón en medio del océano se reparten las provisiones que les quedan con un esperanza remota de salvación.

El ser humano, en cuanto es­pe­cie, podrá quererlo todo sin renunciar a nada. Pero deberá renunciar al lastre para no hundirse en la ciénaga bajo el peso del oro, antes de descu­brir que el dinero no se come.

No es posible, ya, sino sencillamente cosa de locos más producción, más consumo, más desechos, más rapidez, más crecimiento. Sobra el más y se impone el atemperarse como nunca la especie precisó...

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