
Los tiempos o el ciclo o la era actuales empiezan a exigir con urgencia la aplicación a escala planetaria de la economía de guerra con independencia de las aspiraciones al igualitarismo que, unos con la boca pequeña y otros espumeante, expresan los dignatarios políticos, económicos, industriales y ecologistas de todo el mundo. Lo que se impone ya es prepararse para una economía de guerra o de desastre.
El socialismo, y en concreto el marxista es, o viene a ser, grosso modo, un proceso expropiatorio por el Estado que implica la "expropiación de los expropiadores". Chavez se apresta a ello y en base a ello su régimen se llamará República Socialista de Venezuela, que de algún modo significará la prolongación del comunismo cubano pero contando con una riqueza energética que facilitará un desenvolvimiento con el que no ha contado Cuba por su mayor dependencia del exterior. A mi juicio él es quien pone la primera piedra en esta Era.
En cualquier caso el futuro del mundo, al menos en función de las expectativas o requerimientos de más de media población planetaria deberán ir por ahí. Los griegos decían que los dioses ayudan a los que aceptan y arrastran a los que se resisten. Si la parte de humanidad actualmente opulenta se empeña en mantener su nivel de bienestar, o aún más, si se empeña en seguir creciendo y no retorna a la adaptabilidad que los azares climáticos exigen es porque quienes dominan económicamente sobre el planeta se han propuesto mantenerse en la abundancia exclusivamente ellos, a costa de la inmensa mayoría de la población total.
Es imposible crecer ya. Es imposible pretender inversiones rentables, eficacia, desarrollo -ni sostenible ni insostenible-. Es imposible extraer sin dosificación lo que se está agotando, y es imposible, considerado el planeta como un hábitat finito que es, que los pueblos, las naciones y los individuos que manejan los hilos de los que pende la vida sobre la tierra, sigan una trayectoria economicista como la que hasta ahora les ha propulsado. Sencillamente porque los dioses nos terminarán arrastrando al desastre a todos.
El único camino de salvación de la humanidad es el que no se va a seguir: adecuar producción y consumo en todas partes del mundo, con una planificación de corte comunista, como los náufragos que en un cascarón en medio del océano se reparten las provisiones que les quedan con un esperanza remota de salvación.
El ser humano, en cuanto especie, podrá quererlo todo sin renunciar a nada. Pero deberá renunciar al lastre para no hundirse en la ciénaga bajo el peso del oro, antes de descubrir que el dinero no se come.
No es posible, ya, sino sencillamente cosa de locos más producción, más consumo, más desechos, más rapidez, más crecimiento. Sobra el más y se impone el atemperarse como nunca la especie precisó...
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