01 septiembre 2006

Presunción de corrupción

El mundo entero está al cabo de la calle de que en Es­paña, como otrora se presumía la “mordida” en México, la corrupción urbanística es una presunción, se presume generalizada....

Vamos a ver. Si como bien dice El País, "el urbanismo se ha convertido en una fuente de criminalidad en España en los últimos años", y los ciudadanos no viven en el espacio sideral sino en ciudades y pueblos, los ciudadanos están sufriendo la cri­minalidad asociada a la corrupción urbanís­tica de varias maneras. Pero la viven especialmente en dos planos: uno, defraudados eco­nómicamente en las arcas pú­blicas por los corruptos, y otra, por la se­cuela de aspectos que tie­nen que ver con la sensibilidad cotidianamente afec­tada por los abusos urbanísticos y por el despojo del patri­monio pú­blico. En suma, por el crimen de alcaldes y conce­jales co­rruptos que encima simulan estar ahí para servir a los vecinos.

Porque los delitos públicos afectan a todos, pero éstos, como es natural, primordialmente a los munícipes de cada localidad donde se cometen.

Si esta clase de crímenes fuese tan aislada o infrecuente como la profanación de un cementerio, por ejemplo, po­dríamos pasar página enseguida y esperar que no volviesen a repetirse en mucho tiempo. Pero resulta que es raro el mu­nicipio no sometido al vilipendio y al expolio que llevan aparejadas las "reclasificaciones", que se han convertido en la llave maestra del enriquecimiento especta­cular, rápido e impune de unos cuantos. (De unos cuantos y con la compli­cidad a veces incluso del PSOE y del PP y el beneplácito del regidor comunista, como es el caso de Se­seña -Toledo).

Es tan común este delito y tan fácil de cometer, que todos vivimos manejados por Ayuntamientos corruptos a menos que se demuestre lo contrario. La presunción es ésa, la de que vivimos inmersos en la corrupción, y no al revés.

El vecindario, impotente, se siente manipulado. Las zonas verdes, de esparcimiento y de solaz que pisan los vecinos a veces a lo largo de toda su vida, las ven evaporadas ante sus ojos cada día. Y la consternación se agudiza cuando los vecinos saben bien que todas esas construcciones, muchas veces mastodónticas y siempre contra el medioambiente, ince­santes, innumerables y sofocantes no responden si­quiera a la necesidad de espacio vital para dar residencia a los que carecen de ella, sino para ponerlas al alcance de los espe­culadores. Saben que hay millones de viviendas vacías en este país, y que muchos millones más de ciudadanos vi­ven de mala manera en la casa de sus pa­dres, hacinados en una habitación o debajo de los puentes. Todo eso, con in­dependencia de que en esos municipios, que son ya casi todos los de la geografía española, los pre­supuestos para mantenimiento y reposición que no tengan que ver con otras corrupciones sobre nuevos servicios y obras nuevas, son en la práctica inexistentes.

A este paso y con motivo de la corrupción urbanística que ya es un genocidio medioambiental que abarca a toda Es­paña, los regidores y concejales de toda ella, sólo por el asunto de las recalificaciones debieran ir a la cárcel inme­diatamente. Porque a este paso, quienes van a terminar en un manico­mio son los veci­nos.

Lo malo de este asunto es que no tiene remedio, y en la medida que lo tenga ya es tarde porque queda poco por re­calificar. Pero lo peor de todo es que estos delitos urba­nísti­cos tienen mucho que ver con la per­misividad del propio sistema capitalista hacia el delito de corrupción urbanística, que encima nos incitan perver­ti­damente a que, al menos por cierto tiempo, nos suene a prosperidad, a laboriosidad, a mano de obra abundante y a servicio a la Comunidad. ¡Cómo, si no, se despiertan ahora fiscalías, jue­ces, políticos, “seprona” y toda la basca, treinta años des­pués de abierta la veda de la corrupción que vino de la mano del sistema de­moliberal!

Hay que arbitrar urgentemente una solución, pero no creo que consista en incorporar a una policía especializada. No creo que la solución vaya por ahí. ¿Quién puede creer ahora que esa unidad especializada en delitos urbanísticos propuesta por el director de la Benemérita no vaya a contri­buir a enmarañar más la burocracia nefasta y el panorama de la corrupción con más corrup­ción?

En la democracia hay un ingrediente que la España del español medio no ha digerido. Y es, que la democracia no se implanta por Decreto, sino por el compromiso general o generalizado de la ciudadanía más allá de una Constitución tramitada por el procedimiento de urgencia como la espa­ñola y un ordenamiento jurídico al servicio prioritario de la plutocracia.

Y mal pueden cumplir los pode­res legislativo, ejecutivo y judicial, si los ciudadanos no están convencidos de que la democracia sólo funciona estando todos relativamente insa­tisfechos, respetando las reglas del juego y exigiendo los propios ciu­dadanos -y no siempre las policías que a menudo están también bajo sospecha- el cum­plimiento de las nor­mas de carácter general y de sentido común. Y mucho me­nos, cuando sus principales representantes en los munici­pios donde los ciudadanos han de sentir o no que participan de la democracia son, por desgra­ciada definición, corruptos.

No hay comentarios: