Mentía Pangloss. Vivimos en el peor de los mundos posibles y en el peor de los sistemas posibles. Vivimos orientados por las peores religiones y por la peor de las morales posibles. Sólo un mundo, una vida, una religión y una moral naturales, con poliginia (poligamia y poliandria) incluida, podrían hacer felices a los seres humanos.
No es que no haya otros mundos, sistemas o religiones mejores. Es que los mundos, los sistemas y las religiones que nos harían felices están en los sueños o tras la muerte, pues las religiones dominantes se han empeñado en contradecir a la Naturaleza.
De la profundidad de la religión no podemos salir, ni de sus garras zafarnos. Estamos atrapados por la que nos circunda, aunque no la practiquemos y la desconozcamos. Está en la educación en sumisión de toda la sociedad. También estamos sojuzgados por la época que nos ha tocado vivir. Ya podemos orillar a la religión, pero no desprendernos del pensamiento de la época. Quien es capaz de salirse de él, suele pagarlo muy caro de varias maneras.
Vivimos de la peor manera posible, porque quienes invocan a Dios para cometer en su nombre las mayores infamias, quienes no esperan nada después de la muerte y viven a nuestra costa, y quienes porfían en la visión optimista (mientras todo les va bien)... nos hacen la vida imposible.
La vida ilusionante y plena en este sistema y mundo real, sólo está al alcance de quienes los desprecian y nada esperan. No desear, no hacer daño a ningún ser vivo y esperar con paciencia la muerte y en su caso la enfermedad son los mejores regalos que podemos hacernos.
Mientras tanto, conformémonos con respirar, con comer, con dormir y con hacer el amor. O, si es nuestra preferencia, renunciemos a los placeres naturales pero no necesarios.Y no caigamos en la trampa de los placeres no naturales ni necesarios, por el dolor y el horror posteriores que acarrean.
No busquemos otro remedio para la ansiedad y la desesperanza. Cuando más lejos lleguemos o más alto subamos en la artificiosa escala social, más doloroso será el regreso al principio y más estrepitosa la caída.
Los necios y los débiles y los vanidosos nos gobiernan y se empeñan en guiar nuestra moral. No lo precisamos. Pero es que, además, ni ellos mismos saben qué dicen ni a dónde se dirigen y a dónde quieren conducirnos. No les escuchemos. Son quienes nos hacen penar y en muchos casos quienes nos hacen desgraciados.
No es que no haya otros mundos, sistemas o religiones mejores. Es que los mundos, los sistemas y las religiones que nos harían felices están en los sueños o tras la muerte, pues las religiones dominantes se han empeñado en contradecir a la Naturaleza.
De la profundidad de la religión no podemos salir, ni de sus garras zafarnos. Estamos atrapados por la que nos circunda, aunque no la practiquemos y la desconozcamos. Está en la educación en sumisión de toda la sociedad. También estamos sojuzgados por la época que nos ha tocado vivir. Ya podemos orillar a la religión, pero no desprendernos del pensamiento de la época. Quien es capaz de salirse de él, suele pagarlo muy caro de varias maneras.
Vivimos de la peor manera posible, porque quienes invocan a Dios para cometer en su nombre las mayores infamias, quienes no esperan nada después de la muerte y viven a nuestra costa, y quienes porfían en la visión optimista (mientras todo les va bien)... nos hacen la vida imposible.
La vida ilusionante y plena en este sistema y mundo real, sólo está al alcance de quienes los desprecian y nada esperan. No desear, no hacer daño a ningún ser vivo y esperar con paciencia la muerte y en su caso la enfermedad son los mejores regalos que podemos hacernos.
Mientras tanto, conformémonos con respirar, con comer, con dormir y con hacer el amor. O, si es nuestra preferencia, renunciemos a los placeres naturales pero no necesarios.Y no caigamos en la trampa de los placeres no naturales ni necesarios, por el dolor y el horror posteriores que acarrean.
No busquemos otro remedio para la ansiedad y la desesperanza. Cuando más lejos lleguemos o más alto subamos en la artificiosa escala social, más doloroso será el regreso al principio y más estrepitosa la caída.
Los necios y los débiles y los vanidosos nos gobiernan y se empeñan en guiar nuestra moral. No lo precisamos. Pero es que, además, ni ellos mismos saben qué dicen ni a dónde se dirigen y a dónde quieren conducirnos. No les escuchemos. Son quienes nos hacen penar y en muchos casos quienes nos hacen desgraciados.
Pero sean cuales fueren los sucesos que sobre nosotros caigan, sean de los que llamamos prósperos o de los que llamamos adversos o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantengámonos de tal manera firmes y erguidos que al menos podamos decirnos que somos seres humanos por debajo en nobleza de la que honra a las bestias.
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