Sí, porque ésta es una cuestión no de teología ni de gran erudición, sino de puro eclecticismo que se le supone a todo intelecto bienpensante. Y mal empieza el asunto si se tiene en cuenta que cuando se habla de conflicto o choque entre dos civilizaciones, no hay tal conflicto ni tal choque. Como tampoco lo hay -salvo en un sentido lato, hondo, filosófico- entre el criminal y la sociedad. Cuando estamos ante el transguesor penal no decimos, ni dice la justicia: hay un choque entre el delincuente y la sociedad, sino: he aquí a un delincuente al que vamos a juzgar. Pues ésta es la misma situación actual entre el orbe islámico y el cristiano. El transguesor es el cristiano que se ha inventado excusas y con mentiras sin cuento delinque sin cesar en tierras del Islam...
Lo que hay entre la cultura árabe -mayoritariamente islámica- y la cristiandad –mayoritariamente vaticanista y evangelista- es, por un lado una cultura asediada y todavía parcialmente dominada, y una civilización que aspira a dominarla totalmente, por otro. Esto es lo que hay. Cualquier otro razonamiento es retorcer las cosas, juego retórico, logomaquia pura; alegatos en defensa a ultranza de una causa, aun a sabiendas de que es insostenible con el logos, con la sensibilidad, con el humanismo y con el Evangelio cristiano.
Pero se ve que el exceso de academicismo autista causa estragos no sólo en figuras de la política, de la cátedra o en falsos intelectuales; también en preclaros del pensamiento, de la religión y del espíritu, como es el caso del Papa. En todos ellos se atisba la preocupación de no ir contra la susceptibilidad del “pensamiento” dominante occidental, prefabricado, y de quienes lo controlan desde los círculos de poder político, financiero y mediático. Eso, o todas las fieras en todas las esferas, son de la misma camada...
La dificultad o imposibilidad de examinar antropológicamente la cultura y religión ajenas; ésas que están justamente al otro lado de los falsos conflictos -en principio generados por motivos mercantilistas y políticos pero luego transmutados en hegemónicos, luego en asuntos de dominación, y por fin bélicos-, llevan a quienes prestan atención minuciosa a éstos, a cometer los mismos errores de análisis una y otra vez. Todos razonan en círculo. Yihad, conflicto, radicalismo islamista... son términos usuales para justificar al final las maniobras de dominación anglosajonas. Sea el Papa, sea el catedrático o el articulista de turno, todas las argumentaciones, basta o finamente hiladas, pasan por cargar la "culpa" de los desaguisados al extremismo islámico o yihad; concepto éste tan teológico como tantos que preñan la teología cristiana con similar significado y que puede valer tanto para un roto como para un descosido. Todos razonan del mismo modo. Su objetivo es legitimar las arremetidas armadas de Occidente contra Oriente Medio, y el discurso se dedica a remover cielos y tierra a tal fin.
Esto es lo que hacen varios intelectuales, empezando por el Papa y terminando en catedráticos metidos a escritores que muy eruditamente y con el auxilio de google, se han tomado la molestia de estudiar el discurso de Ratisbona y porciones del Corán de los que siguen llamando radicales. No ven, pese a su aceptable prosa, más que el radicalismo y embrutecimiento de uno de los dos bandos, pero precisamente en que no se encuentran ellos.
La capacidad de desdoblamiento, la objetividad, la imparcialidad precisas para un recto pensamiento no son el fuerte precisamente del intelectual occidental; sea papa, español o anglosajón; todos incapaces de situarse, mental e intelectivamente, en la propia arena donde se baten toro y torero, porque, no faltaba más, prefieren verlos cómodamente desde su barrera y fijarse además siempre sólo en las evoluciones del torero y no en el pobre toro torturado primero y luego sacrificado.
No extraña. Cuando un supersabio como Ratzinger cae en el garlito de la autocomplacencia hacia su propia cultura, y luego la exhibe y arremete doctamente contra la cultura acribillada por la avaricia de “la cristiandad”, no extraña que otros de segunda, tercera o cuarta fila hagan lo propio.
Hablan todos ellos de la yihad incomprendiéndola, aunque tenga el mismo significado polivalente que el "ideal de perfección" cristiano. Resaltan el lado miliciano que les interesa, sin tener en cuenta las invasiones ni lo justificada que pueda estar objetivamente la lucha contra el extranjero ocupante por parte de los que invocan la yihad. En un país y cultura occidental a la yihad le llamarían simplemente a rebato en las mismas circunstancias. Y no es muy diferente el lenguaje repulsivamente partidista que los periodistas emplean al llamar terroristas a quienes luchan para expulsar al invasor. Todos a una contra el enemigo inventado común islamista. Lo mismo da. La mayoría no se va a dar cuenta aunque unos cuantos no nos dejemos engañar. Y si además el papa se une a la cruzada...
El caso es que cuando existe un conflicto entre dos personas, dos colectividades, dos países, dos religiones o dos culturas, lo primero que ha de hacer el juzgador es determinar cuál de las dos partes tiró la primera piedra. Si no lo hace así y se queda en los avatares intermedios de la contienda aplicando luego por si fuera poco la vara de medir de su cultura, es imposible que haga justicia.
Pues esto es lo que hacen todos a los que vengo escuchando o leyendo, sobre el drama para nosotros pero tragedia para ellos, desde que la Gran Bretaña puso sus reales en Oriente Medio hace más de un siglo. Hasta hoy, en que dos países, son desmantelados como Estados lentamente a manos precisamente de cristianos, que amenazan además con un invierno nuclear en la zona medio-oriental de Asia repleta de petróleo. Pues cristianos formalmente, y no otra cosa, son los gobernantes estadounidenses y todos cuanto están asociados a ellos. Y cristianos son los que están matando a mansalva desde el noviembre del año 2001. ¿Yihad? ¿radicalismo? ¿terrorismo?... ¿Quién? ¿Por qué? Estas son las preguntas que deberían hacerse los supersabios, el Papa y los razonadores de la cristiandad a los gobernantes mundiales y a sí mismos...
En antropología, pero también en cualquier mente, caben dos opciones a la hora de estudiar una cultura que no es la del estudioso: examinarla desde la suya, con sus propias claves, o estudiarla, haciendo un gran esfuerzo, desde las claves de la cultura estudiada. Pues bien, no hay quien sea capaz de esto último, salvo algunos sesudos arabistas. Pues eso ayudaría a entender mejor qué está pasando y qué clase de razón pueda asistir a los infieles no cristianos.
¿Es tan difícil comprender, tan difícil esforzase en hacer comprender a la sociedad, a la española y a la americana, que son ellos, somos nosotros los que hemos tirado esa primera piedra; que seguimos tirándolas mientras permanezcan las tropas occidentales allí, en territorios islámicos; que no hace falta ser terrorista de profesión, ni radical, ni yihadista para desear fervientemente que se levante la bota que aprisiona a aquellas gentes mientras la mano codiciosa se apodera de su petróleo, como en otro tiempo los portugueses actuaban de igual modo buscando el control de las especias? ¿Es tan dificil al razonador, sea catedrático, escritor, intelectual o papa evitar análisis parciales de la realidad vivida, no insistir en trocearla deliberadamente para dificultar o impedir ver el bosque por un lado y los árboles por separado por otro, y todo para al final tener razón a cualquier precio y porque sencillamente todos se han convertido en leguleyos defensores de la causa cristiano-occidental? ¿Cómo podrá, cada vez que leamos o escuchemos al sesudo de turno, desde el catedrático hasta el papa, no asaltarnos la sospecha de que su falta de eclecticismo, de prudencia y de ponderación les desautoriza de por vida para enjuiciar al ser humano y a la sociedad?
Los que más dicen trabajar por la paz y por la alianza -esto sí es un tópico- de civilizaciones, se muestran incapaces para la imparcialidad. Y con más o menos arte arremeten más o menos finamente contra los que están del otro lado, en lugar de centrar todos sus esfuerzos -no sólo los políticos que considero ya marginales- gritar a los invasores: “¡Mentirosos, salid de esas tierras para aquellas gentes sagradas; mientras permanezcáis en ellas vosotros sóis los únicos culpables de que la sociedad mundial esté a punto de estallar! Ya veréis cómo, en cuanto desalojéis aquellos territorios, eso que llamáis conflicto y al que aplicáis conceptos rastreros, como guerra preventiva, dejará de serlo”...
Lo que hay entre la cultura árabe -mayoritariamente islámica- y la cristiandad –mayoritariamente vaticanista y evangelista- es, por un lado una cultura asediada y todavía parcialmente dominada, y una civilización que aspira a dominarla totalmente, por otro. Esto es lo que hay. Cualquier otro razonamiento es retorcer las cosas, juego retórico, logomaquia pura; alegatos en defensa a ultranza de una causa, aun a sabiendas de que es insostenible con el logos, con la sensibilidad, con el humanismo y con el Evangelio cristiano.
Pero se ve que el exceso de academicismo autista causa estragos no sólo en figuras de la política, de la cátedra o en falsos intelectuales; también en preclaros del pensamiento, de la religión y del espíritu, como es el caso del Papa. En todos ellos se atisba la preocupación de no ir contra la susceptibilidad del “pensamiento” dominante occidental, prefabricado, y de quienes lo controlan desde los círculos de poder político, financiero y mediático. Eso, o todas las fieras en todas las esferas, son de la misma camada...
La dificultad o imposibilidad de examinar antropológicamente la cultura y religión ajenas; ésas que están justamente al otro lado de los falsos conflictos -en principio generados por motivos mercantilistas y políticos pero luego transmutados en hegemónicos, luego en asuntos de dominación, y por fin bélicos-, llevan a quienes prestan atención minuciosa a éstos, a cometer los mismos errores de análisis una y otra vez. Todos razonan en círculo. Yihad, conflicto, radicalismo islamista... son términos usuales para justificar al final las maniobras de dominación anglosajonas. Sea el Papa, sea el catedrático o el articulista de turno, todas las argumentaciones, basta o finamente hiladas, pasan por cargar la "culpa" de los desaguisados al extremismo islámico o yihad; concepto éste tan teológico como tantos que preñan la teología cristiana con similar significado y que puede valer tanto para un roto como para un descosido. Todos razonan del mismo modo. Su objetivo es legitimar las arremetidas armadas de Occidente contra Oriente Medio, y el discurso se dedica a remover cielos y tierra a tal fin.
Esto es lo que hacen varios intelectuales, empezando por el Papa y terminando en catedráticos metidos a escritores que muy eruditamente y con el auxilio de google, se han tomado la molestia de estudiar el discurso de Ratisbona y porciones del Corán de los que siguen llamando radicales. No ven, pese a su aceptable prosa, más que el radicalismo y embrutecimiento de uno de los dos bandos, pero precisamente en que no se encuentran ellos.
La capacidad de desdoblamiento, la objetividad, la imparcialidad precisas para un recto pensamiento no son el fuerte precisamente del intelectual occidental; sea papa, español o anglosajón; todos incapaces de situarse, mental e intelectivamente, en la propia arena donde se baten toro y torero, porque, no faltaba más, prefieren verlos cómodamente desde su barrera y fijarse además siempre sólo en las evoluciones del torero y no en el pobre toro torturado primero y luego sacrificado.
No extraña. Cuando un supersabio como Ratzinger cae en el garlito de la autocomplacencia hacia su propia cultura, y luego la exhibe y arremete doctamente contra la cultura acribillada por la avaricia de “la cristiandad”, no extraña que otros de segunda, tercera o cuarta fila hagan lo propio.
Hablan todos ellos de la yihad incomprendiéndola, aunque tenga el mismo significado polivalente que el "ideal de perfección" cristiano. Resaltan el lado miliciano que les interesa, sin tener en cuenta las invasiones ni lo justificada que pueda estar objetivamente la lucha contra el extranjero ocupante por parte de los que invocan la yihad. En un país y cultura occidental a la yihad le llamarían simplemente a rebato en las mismas circunstancias. Y no es muy diferente el lenguaje repulsivamente partidista que los periodistas emplean al llamar terroristas a quienes luchan para expulsar al invasor. Todos a una contra el enemigo inventado común islamista. Lo mismo da. La mayoría no se va a dar cuenta aunque unos cuantos no nos dejemos engañar. Y si además el papa se une a la cruzada...
El caso es que cuando existe un conflicto entre dos personas, dos colectividades, dos países, dos religiones o dos culturas, lo primero que ha de hacer el juzgador es determinar cuál de las dos partes tiró la primera piedra. Si no lo hace así y se queda en los avatares intermedios de la contienda aplicando luego por si fuera poco la vara de medir de su cultura, es imposible que haga justicia.
Pues esto es lo que hacen todos a los que vengo escuchando o leyendo, sobre el drama para nosotros pero tragedia para ellos, desde que la Gran Bretaña puso sus reales en Oriente Medio hace más de un siglo. Hasta hoy, en que dos países, son desmantelados como Estados lentamente a manos precisamente de cristianos, que amenazan además con un invierno nuclear en la zona medio-oriental de Asia repleta de petróleo. Pues cristianos formalmente, y no otra cosa, son los gobernantes estadounidenses y todos cuanto están asociados a ellos. Y cristianos son los que están matando a mansalva desde el noviembre del año 2001. ¿Yihad? ¿radicalismo? ¿terrorismo?... ¿Quién? ¿Por qué? Estas son las preguntas que deberían hacerse los supersabios, el Papa y los razonadores de la cristiandad a los gobernantes mundiales y a sí mismos...
En antropología, pero también en cualquier mente, caben dos opciones a la hora de estudiar una cultura que no es la del estudioso: examinarla desde la suya, con sus propias claves, o estudiarla, haciendo un gran esfuerzo, desde las claves de la cultura estudiada. Pues bien, no hay quien sea capaz de esto último, salvo algunos sesudos arabistas. Pues eso ayudaría a entender mejor qué está pasando y qué clase de razón pueda asistir a los infieles no cristianos.
¿Es tan difícil comprender, tan difícil esforzase en hacer comprender a la sociedad, a la española y a la americana, que son ellos, somos nosotros los que hemos tirado esa primera piedra; que seguimos tirándolas mientras permanezcan las tropas occidentales allí, en territorios islámicos; que no hace falta ser terrorista de profesión, ni radical, ni yihadista para desear fervientemente que se levante la bota que aprisiona a aquellas gentes mientras la mano codiciosa se apodera de su petróleo, como en otro tiempo los portugueses actuaban de igual modo buscando el control de las especias? ¿Es tan dificil al razonador, sea catedrático, escritor, intelectual o papa evitar análisis parciales de la realidad vivida, no insistir en trocearla deliberadamente para dificultar o impedir ver el bosque por un lado y los árboles por separado por otro, y todo para al final tener razón a cualquier precio y porque sencillamente todos se han convertido en leguleyos defensores de la causa cristiano-occidental? ¿Cómo podrá, cada vez que leamos o escuchemos al sesudo de turno, desde el catedrático hasta el papa, no asaltarnos la sospecha de que su falta de eclecticismo, de prudencia y de ponderación les desautoriza de por vida para enjuiciar al ser humano y a la sociedad?
Los que más dicen trabajar por la paz y por la alianza -esto sí es un tópico- de civilizaciones, se muestran incapaces para la imparcialidad. Y con más o menos arte arremeten más o menos finamente contra los que están del otro lado, en lugar de centrar todos sus esfuerzos -no sólo los políticos que considero ya marginales- gritar a los invasores: “¡Mentirosos, salid de esas tierras para aquellas gentes sagradas; mientras permanezcáis en ellas vosotros sóis los únicos culpables de que la sociedad mundial esté a punto de estallar! Ya veréis cómo, en cuanto desalojéis aquellos territorios, eso que llamáis conflicto y al que aplicáis conceptos rastreros, como guerra preventiva, dejará de serlo”...
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