21 mayo 2006

La sociedad occidental como letrina

Dentro de una letrina no hay más que heces. El sistema oc­cidental rebozado actualmente en neoliberalismo es una le­trina. Nada se libra del frenesí por el dinero y por la ga­nancia fácil e inmediata que el individualismo atroz, que avanza como la lava de un volcán, se propulsa en la socie­dad total despojándolo todo del esfuerzo y de otras razones morales que secularmente justificaron el beneficio.

El principio, el punto de partida es que todo lo que toque­mos, salvo esas excepciones que perduran, heróicas, so­me­tidas a una presión insoportable, está putrefacto.

¿Quien, con esta filosofía de la vida social que nos aplasta puede responder, sin hacerlo acompañar de amenazas y re­jas, a un ladrón que "no es justo" desposeer a otros, cuando la inmensa mayoría lo hace; más: cuando la in­mensa mayo­ría no se dedica a otra cosa? ¿Quién, inmersos todos en un sistema que ha sacralizado la riqueza, la opu­lencia, los jets privados y las mansiones ostentosas puede persuadir a otros de que el "bien común" es un concepto excelso que excluye, que re­pele los excesos, en el interés de "todos"? ¿Quién, con la exaltación incesante en todos los ámbitos de la vida pú­blica del placer inmediato, de la huida del más mí­nimo dolor, de la esquiva del contratiempo a cualquier pre­cio... puede en­señar a un niño o a un adoles­cente o a un jo­ven lo que es el "bien común" y el porqué del “bien común” que impregna toda la filosofía individual y so­cial desde la noche del tiempo?

No ya empresarios, que para "eso" están ahí, para enri­que­cerse; no ya regidores, concejales, abogados, médicos, ban­queros, notarios... que para eso están ahí, para hacer de su objetivo principal de vida el ganar dinero sin el menor mi­ra­miento a deontolo­gías que ya no existen... Es que curas, maestros, periodis­tas, editorialistas, intelectuales de guarda­rropía y tantos profesionales cuyo eje de su vida fue la so­brie­dad, se han incorporado al festival y al festín de acapa­rar ga­nancias haciendo ascos a la ética que ha desapare­cido como tantas especies están desapareciendo de la bio­diversi­dad.

Y la religión, que tanto daño moral ha hecho a tantos al lado del consuelo que ha proporcionado a otros, que no ha dejado hasta hace poco, con sus amenazas del infierno y otras re­presa­lias el sistema, de fortalecer y de refor­zar la fuerza de los podero­sos es, para unos una sensibili­dad y para otros una sensi­blería asimismo a extinguir. Y si ya his­tórica­mente fue delez­nable por culpa de buena parte de su jerar­quía, da la impre­sión de que empieza a ser también otra olla podrida hasta en las bases. En todo caso ha per­dido demasiada fuerza frente al vendaval del egoísmo gene­ralizado, como para tenerla por muro de contención.

La sociedad, para la mínima estabilidad que le aleja de la horda, está a punto de tener que conformarse con los Códi­gos Penales. Aunque esto tampoco es exactamente así, pues los códigos penales siguen pensados para los desgra­ciados. A los la­drones de postín se les despacha con los consabi­dos embargos de sus rapiñas, siempre ilocalizables por definición o a nombre de terceros.

El caso es que dentro de poco no habrá gobierno que lo re­sista, y tendrá que destinar a misiones policiacas y judi­ciales a media sociedad para mantener a raya a la otra me­dia. (Algo así está haciendo Bush en Norteamérica. Lo que ocurre es que él y sus filósofos mediáticos y toda la basca son quienes han propiciado este caos que parece abocado a resolverse en el otro caos de la guerra total).

Pese a todo, dentro de otro poco, repito, esa media socie­dad represiva y fiscalizadora de naturaleza funcional o fun­cionarial acabará engullida, como ya lo está buena parte de ella, en la misma letrina en que se encuentra el resto.

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