19 mayo 2006

El "rey de la Creación". Zoología pura

Por estas fechas están de moda los grandes simios. Hay un Proyecto Gran Simio que, según se nos dice, no es cien­cia, sino filosofía. Por fin parece que el ser humano va en­trando "en razón" en cuestiones cruciales como ésta. Las modas las disparan concienzudamente los medios no para informar sino para dar que hablar, que escribir y que discu­tir. El periodismo hace mu­cho que dejó de cumplir con el estricto cometido de infor­mar. Se dedica mucho más a opi­nar y a crear estados de opinión que a relatarnos aséptica­mente lo que sucede... Pero el Proyecto Gran Simio, aun­que quizá demasiado tarde por los negros nubarrones que se perfilan en el horizonte para la especie humana, prueba que por fin se acaricia el núcleo de la "ver­dadera verdad": la superioridad moral del simio so­bre el hombre...

El caso es que creacionistas o evolucionistas, los centros neurálgicos del ser humano que son las religiones, el hile­morfismo aristotélico y tantas otras filosofías sean raciona­listas o irracionalistas parten de la certidumbre de que el ser humano es el "rey de la Creación". Un rey en cualquier caso miserable, pues si puede hacer cosas que el simio -su pro­bable inmediato antecesor- no hace (todavía), comete bar­baridades que avergonzarían a los primates y a cualquiera de los demás seres que pueblan el reino animal. Es decir, al lado de innúmeras comodidades (porque al final su ingenio sólo se dirige a obtener "comodidad" a cualquier precio) que el rey va ideando para sí (pero de las que únicamente dis­frutan unos pocos en comparación con la población total del mundo) son tales los estragos que su ingenio causa a los humanos, los seres vivientes y a su propio hábitat, que al hacer balance en­tre ventajas e inconvenientes de sus habi­lidades no se compensan los frutos de éstas con los efectos devastado­res. Y digo habilidades, porque decir que el rey de la crea­ción es inteligente es mucho decir...

Más le valdría al "rey de la Creación" poseer menos capa­cidades técnicas, y más humanidad; menos conocimientos inútiles, y más omnicomprensión; más creatividad, y menos impulsos de destrucción; menos astucia contra sus propios congé­neres, y más aprecio por ellos; menos ingenio para cosas en el fondo irrelevantes, y más sentido de la econo­mía energética; menos capacidades deslavazadas, y más apti­tud para extender por el globo el verdadero progreso no evanescente, esto es, el progreso moral, la solidaridad entre los humanos y la sinergia entre todos los seres vivos sin ex­cepción... Eso sí sería “inteligencia” de la que felicitarse.

Dos pruebas casi al azar de que la irracionalidad del rey de la Creación puede más que la racionalidad; esto es, que su índole zoológica está muy por encima de la espiritual, (nous de los antiguos griegos), están en su atracción por la guerra, en su gusto por matar y torturar, y en la alevosía (medios desproporcionados para la consecución del mal propuesto). Zoología por cierto muy especial, pues aunque el "rey" se mueve en la ficción de que su racionalidad honra al género humano, es la irracionalidad -impropiamente lla­mada animalidad- lo que al final decide. Tanto, que sería mil veces preferible renunciar al progreso material, desigual, ti­tubeante y cambiante, si con ello enterrase definitivamente la necedad, las guerras, sus incesantes contradicciones y su­piese conservar el globo terráqueo en las mejores condi­cio­nes de habitabilidad tanto para los que lo pueblan actual­mente como para las siguientes generaciones. Pero descui­demos, no habrá permuta...

Prescindamos de la "inevitabilidad" de la guerra grabada a fuego en la irracionalidad humana. Obviemos esa fatalidad a que la cultura judeo cristiana encadena al rey de la Creación por su pecado original. Es igual. Prescindiendo, digo, de eso, sigue existiendo en el ánimo del rey brutalidad, nece­dad, ceguera y nocividad para su casa, para la biosfera, hasta extremos de pesadilla. Su irracionalidad, para su ver­güenza, no es más que perversión de su lado racional. En cambio la irracionalidad del animal no conoce la crueldad, ni la des­mesura ni la tortura. Un rey que se ufana de fabricar toda clase de artefactos, pero se pasa la vida cometiendo atroci­dades y torpezas sin cuento, haciendo horripilante la exis­tencia de gran parte del género humano ¿qué clase de rey es ése puesto -para los creacionistas- por el Creador en su Creación?

¡Qué mísero rey que provoca el efecto invernadero, que nos sume poco a poco en el desierto; que tiene actualmente al cuerno de Africa -Somalia, Etiopía, Eritrea, Yibuti y Kenia- al borde de la aniquilación por la sequía; que proyecta la desaparición de las selvas. Gran parte de los grandes ríos y lagos de agua dulce se forman desde los glaciares. Cuando los glaciares desaparezcan -y están des­apareciendo por el cambio climático-, no habrá ríos de los que viven miles de millones de humanos; la contaminación irreversible de ma­res y ríos; la destrucción imparable de todo cuanto existe bajo el sol!... ¡Qué rey fantoche, ridículo, trastornado, dege­nerado, siempre tra­tando de sustituir por sus manufacturas lo que es de la Na­turaleza; a la deriva, en busca del naufra­gio de sí mismo, de sus vasallos y de todo cuanto se cobija bajo el sol! ¿A eso seguiremos llamando "rey de la Crea­ción"? ¿a un hombreci­llo petulante e infantiloide que va de acá para allá sin saber a qué, que cree saberlo todo y nada sabe, que lo poco que sabe sólo lo aplica a un placer semi­letárgico momentáneo que desemboca en destrucción y autodestrucción, desprecio por sí mismo y por los demás?

Al lado de rascacielos, coches a velocidad de vértigo, constituciones políticas ampulosas, leyes sobre derechos humanos que no podía soñar este país, España, hace me­dio siglo ¿cómo, dónde hemos de clasificar las mentiras so­bre el asunto y la muerte en Irak y Afganistán? ¡Qué digo!, sin ir tan lejos, ¿cómo explicar la evolución del simio hasta la de­tención brutal y trato vejatorio de dos jóvenes sólo por ser republicanos? En donde las palabras libertad y democra­cia son capaces de sofocar cualquier otra ¿sólo hasta ahí hemos avanzado?...

Si lo que entendemos por mal es eso, la destrucción en todas sus vertientes, no cabe duda de que el rey de la crea­ción alcanza paradójicamente su máximo de plenitud en la de-cadencia al abandonar la cadencia a que estaría sujeto según las leyes naturales. Pues sólo en el animal no humano (aunque tampoco exactamente, pues también entre animales iguales se dan comportamientos desiguales o convencionalmente "anómalos") en principio la conducta está sujeta a "cadencia". El rey de la creación se realiza, al­canza su climax en la de-cadencia. Por eso parece haber venido a este mundo, para destruirlo... He aquí el drama. Es por eso que ya se anuncia la tercera gue­rra mundial, que a buen seguro será la última...

En cambio el animal no humano, no siendo éste rey de creación alguna, no se pervierte ni pervierte, no conoce la crueldad, no mata por matar ni por poseer más de lo que necesita, ni trata de gozar más de lo que es capaz de gozar: se limita a satisfacer su necesidad alimenticia para sobrevi­vir y la sexual para procrear: lo, paradójicamente. más razo­nable, aunque digamos que el animal y el simio carecen de "razón". Al final del examen, lo que hace la razón humana es infectar, infectar a su entorno e infectar al mundo entero. El ani­mal no humano es el verdadero rey. Y como todo rey bueno, está siendo destruído por su vasallo más infame: el hombrecillo, el más ínfimo ser de la Creación de creacio­nistas y evolucionis­tas...

En último término cabe otra posibilidad... ¿No será que existen dos clases de reyes de la creación con apariencia similar? ¿No pudo ser éste un planeta paraíso hollado por seres de otros mundos que lo colonizaron quién sabe cuándo con fines aún no manifiestos? Sólo esto podría ex­plicar que una parte de los humanos sigan obsesos por la destrucción y la guerra pese a la cacareada evolución, y la otra parte, como el armiño rodeado de basura, prefiera morir de inani­ción dentro del cerco antes que traspasarlo.

¿No hay clarísimas señales de que proceden de galaxias diferentes pueblos como el escandinavo, el lapón y tantos otros cuyos ancestros guerreros se pierden en la noche de los tiempos, y pueblos cuyo origen prefiero ahora omitir, que por razones forzadas o inexistentes se pasan su historia sólo pensando en dominar y matar a los que no son de su raza?

Me sospecho que la respuesta a este interrogante y otros más por el estilo, están en la otra vida. Mientras, seguire­mos conformándonos con hacer apuestas y con la pura conjetura.

Sea como fuere y mientras no despejemos la duda, "el rey de la Creación", sea­mos creacionistas o evolucionistas, es el ser más nefasto de la Creación y que parió madre.

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