11 mayo 2006

A la dignidad le llaman populismo

El despertar, el proceso sociológico que está experimen­tando América Latina, está conectado a una pulsión freu­diana que tiene mucho que ver con el sentimiento de digni­dad colectiva.

Me produce una inmensa repugnancia la actitud de los medios en relación a muchas cosas muy graves que hacen historia aunque se correspondan con eternas redundan­cias. Y una de ellas es esta manera de tratar el asunto...

Ellos, los medios, son los que propalan tendencias y pul­san intenciones de masas y de personajes, políticos o no. Y ellos, también, se ocupan de hacer, a base del perfumado detergente que hay en la erística, el lavado de la ropa sucia a los poderes. Fingen que miran por el pueblo. Pero pese a lo que viene sucediendo desde tiempo inmemorial en países ricos con población mayoritariamente pobre que son litera­les despensas de energía para europeos y yanquis (de las que no han rendido cuentas a nadie -lo que sabemos de Repsol de Bolivia es una pálida prueba), intentan desacre­ditar o debilitar todo pro­pósito noble orientado a dignificar un poco la exis­tencia de los pueblos latinoameri­canos.

"América Latina es la región con mayor desigualdad y la mayoría culpa a Estados Unidos del fracaso de su modelo", dicen hoy esos mismos medios. Lenguaje de cal, pero sin perder a continuación la ocasión de echar constantemente arena al tabique enjabelgado calificando de populistas a movimientos y a líderes para deningrarlos. En lugar de ver en esas reac­ciones conatos o rebeliones en toda regla co­ntra la depre­dación literal que las potencias occidentales y principal­mente Estados Unidos ejercen sobre el continente sudame­ricano, explican el legítimo fenómeno a través de una destartalada motivación. Eso, cuando no acusan de propósi­tos expoliadores en beneficio personal a ciudadanos emer­gentes decididos a cortar por lo sano lo que es evi­dente no ha tenido cura en 500 años.

Los medios occidentales ven con buenos ojos el desvali­jamiento cuando lo ejecutan grupos humanos representan­tes de grupos ciclópeos financieros, principalmente si éstos son estadounidenses. Pero cuando quienes intentan resta­ñar en sus respectivos países el saqueo a que vienen inve­teradamente sometidos por Estados Unidos son líderes au­tóctonos, arremeten directa o subliminalmente contra ellos. No hay más que echar un vistazo a la prensa mundial. Los medios bastardos, de cuya bastardía se libran muy po­cos -y perdón a los bastardos que ahora afortunadamente ya no existen-, llaman a esa natural y noble reac­ción "aventura populista".

El lenguaje mediático sabemos que es clave para generar estados de opinión, para propulsar cualquier cosa, cualquier tendencia. No tanto el que se encierra en los medios impre­sos, como ese mismo lenguaje trasplantado a los audiovi­suales.

No perderé ocasión de arremeter contra los medios, como ellos no la pierden para frenar procesos "populistas" y con­tener la causa de personas concretas cuya intentona, siem­pre problemática, consiste en enfrentarse a pecho descu­bierto a los poderes fácticos, fi­nancieros principalmente, para recuperar un montón de dig­nidades.

La actitud de los medios en realidad es la que cabe espe­rar de quienes están acoplados a otros poderes. Quienes trabajan para ellos, legiones de periodistas bienintenciona­dos que van saliendo de las Escuelas, no pueden tampoco sus­traerse a la fuerza gravitatoria de los intereses incon­mensu­rables de todos sus dueños que al final son sólo unos cuantos. En comparación con el tempo en que se mueve un dios mediático, equivalente a escala al que mide el despla­zamiento de una galaxia, los políticos tienen perio­dos cortos para solazarse en el ejercicio del poder y de la erótica con­siguiente; para situarse y para favorecer a los suyos. Es de­cir, mientras los políticos desaparecen o se os­curecen como una estrella gigante roja, los medios son una enana blanca con una masa muy pequeña en relación a su densidad in­imaginable, y perduran como un sol. Aquí, en su perdurabi­lidad, está su fuerza...

"La ola populista ha sorprendido a Estados Unidos" es otro de los titulares que he podido leer hoy. Ni populista ni gai­tas... "América Latina está harta de los abusos de Estados Unidos", "América Latina despierta", "Los Estados Unidos tratan a América Latina como a una ramera". Este último es el titular que hubiera debido rezar hace mucho tiempo en todos los medios del mundo que se postulan independien­tes, intermediarios entre el pueblo y los poderes; el que cuadra a la prístina realidad. Los dos primeros, como un anillo a su dedo, son los que encajan en el momento en que se encuentra Amé­rica Latina.

No nos hagan los medios cada vez más odiosa su fuerza y su existencia. Despierten también. Rescátense de una vez la dignidad perdida que justificó en su origen su irrupción en la vida de cada sociedad, y abandonen el apego a los pode­rosos. Si ellos quieren, el mundo se transformaría. La única esperanza que nos cabe está en ellos. Decídanse. Descu­brirían que es infinitamente más gratificante en todos los aspectos doblegar a la prepotencia y a las potencias con la pluma, que reforzarlas miserablemente cada día por mu­chos platos de lentejas que los dueños de los medios se coman a cambio de los favores que los poderes les dispen­sen...

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