El despertar, el proceso sociológico que está experimentando América Latina, está conectado a una pulsión freudiana que tiene mucho que ver con el sentimiento de dignidad colectiva.
Me produce una inmensa repugnancia la actitud de los medios en relación a muchas cosas muy graves que hacen historia aunque se correspondan con eternas redundancias. Y una de ellas es esta manera de tratar el asunto...
Ellos, los medios, son los que propalan tendencias y pulsan intenciones de masas y de personajes, políticos o no. Y ellos, también, se ocupan de hacer, a base del perfumado detergente que hay en la erística, el lavado de la ropa sucia a los poderes. Fingen que miran por el pueblo. Pero pese a lo que viene sucediendo desde tiempo inmemorial en países ricos con población mayoritariamente pobre que son literales despensas de energía para europeos y yanquis (de las que no han rendido cuentas a nadie -lo que sabemos de Repsol de Bolivia es una pálida prueba), intentan desacreditar o debilitar todo propósito noble orientado a dignificar un poco la existencia de los pueblos latinoamericanos.
"América Latina es la región con mayor desigualdad y la mayoría culpa a Estados Unidos del fracaso de su modelo", dicen hoy esos mismos medios. Lenguaje de cal, pero sin perder a continuación la ocasión de echar constantemente arena al tabique enjabelgado calificando de populistas a movimientos y a líderes para deningrarlos. En lugar de ver en esas reacciones conatos o rebeliones en toda regla contra la depredación literal que las potencias occidentales y principalmente Estados Unidos ejercen sobre el continente sudamericano, explican el legítimo fenómeno a través de una destartalada motivación. Eso, cuando no acusan de propósitos expoliadores en beneficio personal a ciudadanos emergentes decididos a cortar por lo sano lo que es evidente no ha tenido cura en 500 años.
Los medios occidentales ven con buenos ojos el desvalijamiento cuando lo ejecutan grupos humanos representantes de grupos ciclópeos financieros, principalmente si éstos son estadounidenses. Pero cuando quienes intentan restañar en sus respectivos países el saqueo a que vienen inveteradamente sometidos por Estados Unidos son líderes autóctonos, arremeten directa o subliminalmente contra ellos. No hay más que echar un vistazo a la prensa mundial. Los medios bastardos, de cuya bastardía se libran muy pocos -y perdón a los bastardos que ahora afortunadamente ya no existen-, llaman a esa natural y noble reacción "aventura populista".
El lenguaje mediático sabemos que es clave para generar estados de opinión, para propulsar cualquier cosa, cualquier tendencia. No tanto el que se encierra en los medios impresos, como ese mismo lenguaje trasplantado a los audiovisuales.
No perderé ocasión de arremeter contra los medios, como ellos no la pierden para frenar procesos "populistas" y contener la causa de personas concretas cuya intentona, siempre problemática, consiste en enfrentarse a pecho descubierto a los poderes fácticos, financieros principalmente, para recuperar un montón de dignidades.
La actitud de los medios en realidad es la que cabe esperar de quienes están acoplados a otros poderes. Quienes trabajan para ellos, legiones de periodistas bienintencionados que van saliendo de las Escuelas, no pueden tampoco sustraerse a la fuerza gravitatoria de los intereses inconmensurables de todos sus dueños que al final son sólo unos cuantos. En comparación con el tempo en que se mueve un dios mediático, equivalente a escala al que mide el desplazamiento de una galaxia, los políticos tienen periodos cortos para solazarse en el ejercicio del poder y de la erótica consiguiente; para situarse y para favorecer a los suyos. Es decir, mientras los políticos desaparecen o se oscurecen como una estrella gigante roja, los medios son una enana blanca con una masa muy pequeña en relación a su densidad inimaginable, y perduran como un sol. Aquí, en su perdurabilidad, está su fuerza...
"La ola populista ha sorprendido a Estados Unidos" es otro de los titulares que he podido leer hoy. Ni populista ni gaitas... "América Latina está harta de los abusos de Estados Unidos", "América Latina despierta", "Los Estados Unidos tratan a América Latina como a una ramera". Este último es el titular que hubiera debido rezar hace mucho tiempo en todos los medios del mundo que se postulan independientes, intermediarios entre el pueblo y los poderes; el que cuadra a la prístina realidad. Los dos primeros, como un anillo a su dedo, son los que encajan en el momento en que se encuentra América Latina.
No nos hagan los medios cada vez más odiosa su fuerza y su existencia. Despierten también. Rescátense de una vez la dignidad perdida que justificó en su origen su irrupción en la vida de cada sociedad, y abandonen el apego a los poderosos. Si ellos quieren, el mundo se transformaría. La única esperanza que nos cabe está en ellos. Decídanse. Descubrirían que es infinitamente más gratificante en todos los aspectos doblegar a la prepotencia y a las potencias con la pluma, que reforzarlas miserablemente cada día por muchos platos de lentejas que los dueños de los medios se coman a cambio de los favores que los poderes les dispensen...
Me produce una inmensa repugnancia la actitud de los medios en relación a muchas cosas muy graves que hacen historia aunque se correspondan con eternas redundancias. Y una de ellas es esta manera de tratar el asunto...
Ellos, los medios, son los que propalan tendencias y pulsan intenciones de masas y de personajes, políticos o no. Y ellos, también, se ocupan de hacer, a base del perfumado detergente que hay en la erística, el lavado de la ropa sucia a los poderes. Fingen que miran por el pueblo. Pero pese a lo que viene sucediendo desde tiempo inmemorial en países ricos con población mayoritariamente pobre que son literales despensas de energía para europeos y yanquis (de las que no han rendido cuentas a nadie -lo que sabemos de Repsol de Bolivia es una pálida prueba), intentan desacreditar o debilitar todo propósito noble orientado a dignificar un poco la existencia de los pueblos latinoamericanos.
"América Latina es la región con mayor desigualdad y la mayoría culpa a Estados Unidos del fracaso de su modelo", dicen hoy esos mismos medios. Lenguaje de cal, pero sin perder a continuación la ocasión de echar constantemente arena al tabique enjabelgado calificando de populistas a movimientos y a líderes para deningrarlos. En lugar de ver en esas reacciones conatos o rebeliones en toda regla contra la depredación literal que las potencias occidentales y principalmente Estados Unidos ejercen sobre el continente sudamericano, explican el legítimo fenómeno a través de una destartalada motivación. Eso, cuando no acusan de propósitos expoliadores en beneficio personal a ciudadanos emergentes decididos a cortar por lo sano lo que es evidente no ha tenido cura en 500 años.
Los medios occidentales ven con buenos ojos el desvalijamiento cuando lo ejecutan grupos humanos representantes de grupos ciclópeos financieros, principalmente si éstos son estadounidenses. Pero cuando quienes intentan restañar en sus respectivos países el saqueo a que vienen inveteradamente sometidos por Estados Unidos son líderes autóctonos, arremeten directa o subliminalmente contra ellos. No hay más que echar un vistazo a la prensa mundial. Los medios bastardos, de cuya bastardía se libran muy pocos -y perdón a los bastardos que ahora afortunadamente ya no existen-, llaman a esa natural y noble reacción "aventura populista".
El lenguaje mediático sabemos que es clave para generar estados de opinión, para propulsar cualquier cosa, cualquier tendencia. No tanto el que se encierra en los medios impresos, como ese mismo lenguaje trasplantado a los audiovisuales.
No perderé ocasión de arremeter contra los medios, como ellos no la pierden para frenar procesos "populistas" y contener la causa de personas concretas cuya intentona, siempre problemática, consiste en enfrentarse a pecho descubierto a los poderes fácticos, financieros principalmente, para recuperar un montón de dignidades.
La actitud de los medios en realidad es la que cabe esperar de quienes están acoplados a otros poderes. Quienes trabajan para ellos, legiones de periodistas bienintencionados que van saliendo de las Escuelas, no pueden tampoco sustraerse a la fuerza gravitatoria de los intereses inconmensurables de todos sus dueños que al final son sólo unos cuantos. En comparación con el tempo en que se mueve un dios mediático, equivalente a escala al que mide el desplazamiento de una galaxia, los políticos tienen periodos cortos para solazarse en el ejercicio del poder y de la erótica consiguiente; para situarse y para favorecer a los suyos. Es decir, mientras los políticos desaparecen o se oscurecen como una estrella gigante roja, los medios son una enana blanca con una masa muy pequeña en relación a su densidad inimaginable, y perduran como un sol. Aquí, en su perdurabilidad, está su fuerza...
"La ola populista ha sorprendido a Estados Unidos" es otro de los titulares que he podido leer hoy. Ni populista ni gaitas... "América Latina está harta de los abusos de Estados Unidos", "América Latina despierta", "Los Estados Unidos tratan a América Latina como a una ramera". Este último es el titular que hubiera debido rezar hace mucho tiempo en todos los medios del mundo que se postulan independientes, intermediarios entre el pueblo y los poderes; el que cuadra a la prístina realidad. Los dos primeros, como un anillo a su dedo, son los que encajan en el momento en que se encuentra América Latina.
No nos hagan los medios cada vez más odiosa su fuerza y su existencia. Despierten también. Rescátense de una vez la dignidad perdida que justificó en su origen su irrupción en la vida de cada sociedad, y abandonen el apego a los poderosos. Si ellos quieren, el mundo se transformaría. La única esperanza que nos cabe está en ellos. Decídanse. Descubrirían que es infinitamente más gratificante en todos los aspectos doblegar a la prepotencia y a las potencias con la pluma, que reforzarlas miserablemente cada día por muchos platos de lentejas que los dueños de los medios se coman a cambio de los favores que los poderes les dispensen...
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