28 junio 2006

Sólo unos cuantos...

Es repulsivo tener, entre tanta gentuza como la que vive en este país, la vitola de español. Que son unos cuan­tos ya lo sabemos. Pero basta un solo dictador para conver­tir a una sociedad en una prisión, y media do­cena de ener­gúme­nos para hacer de ella una porqueriza. Por­que no queda ya país del mundo con tan nula sensibili­dad que se atreva a silbar la inter­pretación de la Marsellesa o de cual­quier otro himno nacio­nal en un campo de fútbol. Pues eso es lo que hicieron anoche "sólo" unos cuantos... espa­ñoles en Hanno­ver en el encuentro de fútbol entre Francia y Es­paña.

Siempre la misma cantinela... Para defender la causa gene­ral de "lo español" se dice que son “sólo unos cuan­tos...". Unos cuantos en las gradas de un estadio, unos cuantos en la política, unos cuantos en los escaños de un Congreso, unos cuantos en los cuartelillos policiales... Cierto. Unos cuantos representan siempre a un país a lo largo de toda su historia, unos cuantos la escriben, unos cuantos la hacen y el resto la sufrimos y les sufrimos.

Es una vergüenza, por muy niñatos que sean los que se comportan en este caso futbolero de este modo. Pero por muy ni­ñatos que sean los que silban a un himno y alteran el orden, y por muy necio que sea un seleccionador, el es­pa­ñol, que, para excusarse de no racista después de haber dado claras pruebas de que lo es, dice en público que tiene un amigo japonés que es sexador de pollos... la quintaesen­cia de la españolidad sigue estando asociada a un asno me­dieval después de treinta años de un su­cedáneo de demo­cracia.

Esto de silbar al himno y alterar el orden por haber perdido un partido puede ser una simple anécdota. Pero es que los hechos graves, las tergiversaciones indecentes, los gritos de ¡asesino! antes de juzgar a una persona, el desencajar las cosas del centro de su sitio, el tratarlas con absoluta desmesura, el despreciar a las comunidades periféricas, ese grito de guerra "¡a por ellos!" de niñatos pero también de pe­riodistas de pos­tín encarnadas en las "prego" etc., siempre son cosa de “unos cuantos”. Son cosa de unos cuantos se­ñori­tos, políticos o no, que desencadenan tal es­cándalo en la atmósfera social, que impiden al re­sto del mundo escu­char sosegadamente la balada o la sinfonía que inter­pretan los demás españoles inteli­gentes, creativos y “seño­res”.

Todos asociamos a un país con un tópico por culpa de... “unos cuantos”. Y en este caso, el caso es­pañol, la que llega al exterior unas veces y otras se expande por todos los rincones interiores que no son capita­linos es tan odiosa, que la gente reflexiva no puede estar a toda hora pensando que son "sólo unos cuantos” los que aullan desde la caverna cada día ante la más mínima discrepancia y el más irrele­vante contratiempo.

Pues lo que llega siempre y en general desde la capital hasta los hogares de la gente de bien, hasta los confines de las co­munidades autónomas y al re­sto de las naciones-pro­vincias de Europa, es la intolerancia inquisito­rial, la tergiver­sación, la agresividad, la cerrazón y la epilep­sia so­cial, to­das eleva­das al cubo, de “sólo unos cuantos”.

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