19 junio 2006

Amnistía Internacional

Hacía tiempo que Amnistía Internacional (AI) venía infun­dién­dome ciertas sospechas. Como me las infunden las no­ticias sobre "investigaciones". Por ejemplo hoy: "Bush or­dena investigar en Guantánamo", "La Audiencia Nacional abre investigación sobre 27 vuelos de la CIA en España"... y así todos los días nos anuncian que se inves­tigan eviden­cias. Este tipo de investigaciones son tan curiosas, que no difieren mucho de las que pudieran abrirse para saber a ciencia cierta si el sol nos ilumina o no... En esto hay una ley no sancionada todavía: cuanto mayor es la evi­dencia, más se investiga. Y a menudo la ordenan inves­tigar pre­cisa­mente los mismos culpables de lo que se investiga. Sirva esta di­gre­sión introductoria sobre el propósito de lo que principal­mente deseo resaltar hoy...

Lo que quiero decir es que todas esas organizaciones no gubernamentales como AI que trabajan aparentemente por su cuenta alardeando de una sensibilidad exquisita hacia los derechos humanos y otras yerbas pero pertenecientes al engranaje general del sistema, tarde o temprano acaban mostrando su verdadera cara. Tarde o temprano asoma su voluntaria o in­voluntaria, consciente o inconsciente adhesión al modo arrogante de interpretar el mundo típico de occi­dente.

Para que el sistema cuadre contable, ideológica y metafí­sicamente son necesarias unas cuantas cosas: caridad la primera, miramientos por los de­rechos humanos la segunda, religión institucionalizada la tercera, y filantropía barata la cuarta. De ésta se encargan las organizaciones no guber­namentales.

Veamos. Las po­tencias hacen añicos libertades formales y libertad a secas, países y vida en territorios siempre a miles de distancia de ellas. Esto es un hecho constatable e inexo­rable desde la segunda guerra mundial... Y luego vienen los misioneros y misioneras, las cruces rojas, las aministías y una legión de agrupaciones que viven para y de la pre­ocu­pación por restañar, reparar, aliviar lo que no sería ne­cesa­rio si aquellas potencias no fueran depredadoras y dejaran que las culturas se desenvolvieran sin su injerencia casi siempre cruenta. Y no sólo eso. Porque resulta que esas or­ga­nizaciones, que se deben a su propia cultura, se alinean “sólo” con el cuadro de valores sobre el Bien y el Mal con que funciona Occidente; con lo que distorsionan el sentido del bien y del mal en función de la óptica que Occidente aplica a todas sus perversiones.

Por ejemplo, hoy AI acusa a China de exportar armas de forma "irresponsable" porque "pueden utilizarlas en violacio­nes de los derechos humanos, como Sudán, Myanmar (la antigua Birmania) y Nepal”. Hasta aquí la noticia.

El sentido de la "responsabilidad" y de la violación de los derechos humanos que tiene AI es muy de alabar. Pero puesto que la exportación de armas es una práctica comer­cial de todos los países que las fabrican ¿cómo puede atre­verse AI a distin­guir qué países "pueden" violarlos y denun­ciar que tres paí­ses inmundos por su irrelevancia "pueden" violar los dere­chos humanos cuando ahí tiene a la hiperpo­tencia violán­dolos sistemáticamente desde que sale el sol hasta que vuelve a salir un día tras otro? ¿No sería más efi­caz atronar al mundo sobre las violaciones no potenciales sino reales cometidas a la luz del mundo? China no ha sa­lido nunca del marco de su espacio geográfico, nunca ha in­vadido ni atacado a ningún país, y menos occidental, como tampoco Cuba ni in­numerables países del continente asiá­tico salvo Japón. Los avatares de China y sus comporta­mientos en las relaciones internacionales merecen mucho más respeto que los países invasores aunque sólo sea por ese pequeño y grandísimo detalle al mismo tiempo.

Para que AI tuviera credi­bilidad debiera consagrarse a una cacelorada diaria contra Estados Unidos, el principal expor­tador de armas y el primer violador de los derechos huma­nos del globo; el culpable sin perdón de que no exista paz y amnistía interna­cional en el planeta. ¿Por qué no centra AI todos sus es­fuerzos sin reposo ni tregua en acusar a la po­tencia princi­pal de violarlos sin que el verbo "poder" figure porque es un hecho cegador? ¿Que también lo hace AI? Pues entonces resulta que AI es una organización com­parsa a la que no haciéndole ningún caso el principal trans­guesor de los derechos humanos (como la propia Iglesia católica se alía con ellos con el cometido de adornar con su conciencia las peores perversidades), no hace más que apuntalar y reforzar el mecanismo general de funciona­miento del sistema todo, esto es, el de la fuerza sin control.

Mientras que un país emplee toda su fuerza a matar per­sonas y a violar derechos, ninguna organización ni Estado tienen derecho a quejarse ni a protestar de ninguna otra tranguesión moral, y menos si sólo media mera "po­sibili­dad", como sucede cuando AI dice que Sudán, etc "pueden" violar derechos humanos con las armas que China exporta.

Déjese AI de hacer de otro más de los muchos Pepito Gri­llo que tiene ya Pinocchio, porque acabo de confirmar con esta noticia que AI en el fondo, como Gedeón y el honrado Juan, es un aliado fiel del em­presario Strómboli del cuento de Collodi.

En definitiva, no encuentro gran diferencia entre el papel y la influencia en el mundo que tiene Amnistía Internacional sobre la materia de su preocupación, y el que tiene El De­fensor del Pueblo del Estado español a escala local en la sociedad española o la que tuvo la madre Teresa de Cal­cuta en medio de tan disparatada injusticia en el mundo. En ambos casos el Defensor y la monja sirven a no pocos para justificar todo el aberrante “sistema”.
13.06.06

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