En las sociedades de libre mercado la podredumbre que siempre hubo en toda sociedad desde que la memoria se pierde en la Historia, avanza con tal celeridad que difícilmente esa cuarta parte del mundo sumida en el mortífero “modelo” podrá resistirla sin declarar a un enemigo prefabricado una guerra total. Pues no hay cura específica para todo proceso agangrenado. El único tratamiento posible es la amputación...
¿Me quieren decir los defensores del libre mercado qué ventajas, salvo para unos cuantos, reporta a la humanidad el libre mercado? Empezamos por que el libre mercado, entendido como la libre concurrencia entre la oferta y la demanda no existe. En los países occidentales, más que una economía mixta o dirigida, lo que existe es una economía absolutamente controlado por la oferta. Mejor dicho, por quienes la manejan. “Detrás de cualquier argumento contra el libre mercado yace la falta de fe hacia la libertad misma”, nos dice el listo Milton Friedman.
Y efectivamente, no tenemos fe en la libertad misma porque la libertad no existe, es una pura ficción, una ilusión. Pero si hemos de tener fe ciega en algo sería preferible volver sobre nuestros pasos y tenerla contra la fe contra la que desde hace mucho luchamos: en Dios. Creamos de nuevo en Dios, pero, por Dios, no nos inste Friedman a creer en la libertad del hombre, menos en la libertad política y aún menos en la de mercado.
Friedman, sin proponérselo porque cree que nos vamos a acomplejar no teniendo fe en la libertad, pone el dedo en la llaga. Gracias a la fe que él dice tener en la libertad y por ende en el mercado, él y todos los que le corean viven como Dios precisamente. Mientras que tres cuartas partes de la humanidad vive engañada por ellos y malvive o perece sin creer en absoluto ni en el uno ni en la otra o dando estúpidamente vivas a la libertad. Sin ir más lejos ¿acaso tenía Friedman o yo libertad en Estados Unidos para predicar o difundir el comunismo sin dar con mis huesos en una prisión secreta u oficial o con un tiro en la nuca? En cuanto una idea o movimiento incruento es abortado, siendo ilusoria la libertad por definición, en ese país domina el totalitarismo bajo disfraz. El concepto de libre mercado es una falacia en sí mismo. Y la existencia del totalitarismo no depende sólo de que a un país se le haya puesto o no una etiqueta.
Lo que se dice libre mercado, es decir hoy día “neoliberalismo”, lo vive un tercio de la humanidad. El resto es planificación pura o intervencionismo más o menos dirigido y eficaz.
Por eso y hablando de economía de mercado, ¿me quieren decir sus abogados qué instituciones, profesiones, sectores, estamentos, estructuras no están podridas y cada día que pasa más putrefactas? ¿Me quieren decir que no habiendo espacio ni rincón de las sociedades de mercado que no sea un lupanar en el peor sentido, un foco infeccioso de engaño y de manipulación, semejante “modelo” de la falsamente llamada “libre concurrencia”, pueda hacer feliz a los más y no sólo a los que lo manejan y a los débiles de carácter que se dejan engañar?
Ahora, un estudio de Consumers International señala “las malas prácticas comerciales”: “información errónea intencionada, propiedades del medicamento no probadas, propiedades “exageradas” del medicamento, falsas comparaciones con otros", etc.? ¿Es posible, por ejemplo –y éste, se sobreentiende, es sólo un ejemplo pues luego está la justicia, el ámbito religioso, la comercialidad, etc-.vivir confiando en la Medicina, en los médicos y en la farmacopea en semejantes condiciones? Es sólo una muestra. Pero elijamos cualquier estamento social al azar: no existe uno “sano”. Hasta hace poco si acaso la enseñanza. Hoy, ni la noble pedagogía se libra de la tendenciosidad indecente, camuflada, como todo, entre cantos de alabanza a la imaginaria libertad.
¿Que la corrupción va cosida a la condición humana, es inevitable y sólo se puede rebajar? De acuerdo. Pero una cosa es que existiese (que no existe) en los centros de poder la voluntad de rebajarla, y otra que ellos mismos sean los que la fomentan para luego rentabilizar su persecución. Como sucede con todas las guerras y ahora también con el asunto artificial de la lucha artificiosa, sanguinaria y depredadora contra el terrorismo practicada por Norteamérica, a toda costa empeñada en contaminar a los países del modelo de su propia infección...
La sociedad puede evitar la corrupción o convertirla en excepción si se convence a sí misma, -empezando por los dueños del poder de facto- de que la libertad, que sólo la disfrutan realmente unos pocos a manos llenas- debe restringirse enérgicamente, radicalmente, drásticamente en lugar de venderla como producto de consumo viciado y engañoso para luego recortarla, zarandearla y extraer provecho de ella, otra vez, unos pocos.
Sólo un modelo de economía intervenida y planificada puede acabar no sólo con la corrupción que se expande como una plaga bíblica por el globo, sino con la miseria. Y sólo ese modelo es capaz de contener eficazmente el vertiginoso proceso de agotamiento o extinción de las especies y de los recursos esenciales para la humanidad, empezando por el agua y el propio latir de la vida en el planeta.
¿Me quieren decir los defensores del libre mercado qué ventajas, salvo para unos cuantos, reporta a la humanidad el libre mercado? Empezamos por que el libre mercado, entendido como la libre concurrencia entre la oferta y la demanda no existe. En los países occidentales, más que una economía mixta o dirigida, lo que existe es una economía absolutamente controlado por la oferta. Mejor dicho, por quienes la manejan. “Detrás de cualquier argumento contra el libre mercado yace la falta de fe hacia la libertad misma”, nos dice el listo Milton Friedman.
Y efectivamente, no tenemos fe en la libertad misma porque la libertad no existe, es una pura ficción, una ilusión. Pero si hemos de tener fe ciega en algo sería preferible volver sobre nuestros pasos y tenerla contra la fe contra la que desde hace mucho luchamos: en Dios. Creamos de nuevo en Dios, pero, por Dios, no nos inste Friedman a creer en la libertad del hombre, menos en la libertad política y aún menos en la de mercado.
Friedman, sin proponérselo porque cree que nos vamos a acomplejar no teniendo fe en la libertad, pone el dedo en la llaga. Gracias a la fe que él dice tener en la libertad y por ende en el mercado, él y todos los que le corean viven como Dios precisamente. Mientras que tres cuartas partes de la humanidad vive engañada por ellos y malvive o perece sin creer en absoluto ni en el uno ni en la otra o dando estúpidamente vivas a la libertad. Sin ir más lejos ¿acaso tenía Friedman o yo libertad en Estados Unidos para predicar o difundir el comunismo sin dar con mis huesos en una prisión secreta u oficial o con un tiro en la nuca? En cuanto una idea o movimiento incruento es abortado, siendo ilusoria la libertad por definición, en ese país domina el totalitarismo bajo disfraz. El concepto de libre mercado es una falacia en sí mismo. Y la existencia del totalitarismo no depende sólo de que a un país se le haya puesto o no una etiqueta.
Lo que se dice libre mercado, es decir hoy día “neoliberalismo”, lo vive un tercio de la humanidad. El resto es planificación pura o intervencionismo más o menos dirigido y eficaz.
Por eso y hablando de economía de mercado, ¿me quieren decir sus abogados qué instituciones, profesiones, sectores, estamentos, estructuras no están podridas y cada día que pasa más putrefactas? ¿Me quieren decir que no habiendo espacio ni rincón de las sociedades de mercado que no sea un lupanar en el peor sentido, un foco infeccioso de engaño y de manipulación, semejante “modelo” de la falsamente llamada “libre concurrencia”, pueda hacer feliz a los más y no sólo a los que lo manejan y a los débiles de carácter que se dejan engañar?
Ahora, un estudio de Consumers International señala “las malas prácticas comerciales”: “información errónea intencionada, propiedades del medicamento no probadas, propiedades “exageradas” del medicamento, falsas comparaciones con otros", etc.? ¿Es posible, por ejemplo –y éste, se sobreentiende, es sólo un ejemplo pues luego está la justicia, el ámbito religioso, la comercialidad, etc-.vivir confiando en la Medicina, en los médicos y en la farmacopea en semejantes condiciones? Es sólo una muestra. Pero elijamos cualquier estamento social al azar: no existe uno “sano”. Hasta hace poco si acaso la enseñanza. Hoy, ni la noble pedagogía se libra de la tendenciosidad indecente, camuflada, como todo, entre cantos de alabanza a la imaginaria libertad.
¿Que la corrupción va cosida a la condición humana, es inevitable y sólo se puede rebajar? De acuerdo. Pero una cosa es que existiese (que no existe) en los centros de poder la voluntad de rebajarla, y otra que ellos mismos sean los que la fomentan para luego rentabilizar su persecución. Como sucede con todas las guerras y ahora también con el asunto artificial de la lucha artificiosa, sanguinaria y depredadora contra el terrorismo practicada por Norteamérica, a toda costa empeñada en contaminar a los países del modelo de su propia infección...
La sociedad puede evitar la corrupción o convertirla en excepción si se convence a sí misma, -empezando por los dueños del poder de facto- de que la libertad, que sólo la disfrutan realmente unos pocos a manos llenas- debe restringirse enérgicamente, radicalmente, drásticamente en lugar de venderla como producto de consumo viciado y engañoso para luego recortarla, zarandearla y extraer provecho de ella, otra vez, unos pocos.
Sólo un modelo de economía intervenida y planificada puede acabar no sólo con la corrupción que se expande como una plaga bíblica por el globo, sino con la miseria. Y sólo ese modelo es capaz de contener eficazmente el vertiginoso proceso de agotamiento o extinción de las especies y de los recursos esenciales para la humanidad, empezando por el agua y el propio latir de la vida en el planeta.
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