28 junio 2006

¿Hay algo que no hieda?

En las sociedades de libre mercado la podredumbre que siempre hubo en toda sociedad desde que la memoria se pierde en la Historia, avanza con tal celeridad que difícil­mente esa cuarta parte del mundo sumida en el mor­tífero “mo­delo” podrá resistirla sin declarar a un enemigo prefabri­cado una guerra total. Pues no hay cura específica para todo proceso agangrenado. El único tratamiento posible es la amputación...

¿Me quieren decir los defensores del libre mercado qué ventajas, salvo para unos cuantos, reporta a la humanidad el libre mercado? Empezamos por que el libre mercado, entendido como la libre concurrencia entre la oferta y la de­manda no existe. En los países occidentales, más que una economía mixta o dirigida, lo que existe es una economía absolutamente controlado por la oferta. Mejor dicho, por quienes la manejan. “Detrás de cualquier argumento contra el libre mercado yace la falta de fe hacia la libertad misma”, nos dice el listo Milton Friedman.

Y efectivamente, no tene­mos fe en la li­bertad misma por­que la libertad no existe, es una pura fic­ción, una ilusión. Pero si hemos de tener fe ciega en algo sería prefe­rible vol­ver sobre nuestros pasos y tenerla contra la fe contra la que desde hace mucho lucha­mos: en Dios. Creamos de nuevo en Dios, pero, por Dios, no nos inste Friedman a creer en la libertad del hombre, menos en la libertad política y aún me­nos en la de mercado.

Friedman, sin proponérselo porque cree que nos va­mos a acomplejar no te­niendo fe en la li­bertad, pone el dedo en la llaga. Gracias a la fe que él dice tener en la libertad y por ende en el mer­cado, él y todos los que le corean viven como Dios precisa­mente. Mientras que tres cuartas partes de la humanidad vive engañada por ellos y malvive o perece sin creer en ab­soluto ni en el uno ni en la otra o dando estú­pi­damente vivas a la libertad. Sin ir más lejos ¿acaso tenía Friedman o yo li­bertad en Estados Uni­dos para predicar o difundir el comu­nismo sin dar con mis huesos en una prisión secreta u ofi­cial o con un tiro en la nuca? En cuanto una idea o movi­miento incruento es abor­tado, siendo ilusoria la libertad por definición, en ese país domina el totalitarismo bajo disfraz. El concepto de libre mercado es una falacia en sí mismo. Y la existencia del to­talitarismo no depende sólo de que a un país se le haya puesto o no una etiqueta.

Lo que se dice libre mercado, es decir hoy día “neolibera­lismo”, lo vive un tercio de la humanidad. El resto es planifi­cación pura o intervencionismo más o menos dirigido y efi­caz.

Por eso y hablando de economía de mercado, ¿me quie­ren decir sus abogados qué instituciones, profesiones, sec­tores, estamentos, estructuras no están podridas y cada día que pasa más putrefactas? ¿Me quieren decir que no habiendo espacio ni rincón de las sociedades de mercado que no sea un lupanar en el peor sentido, un foco infeccioso de engaño y de manipulación, semejante “modelo” de la fal­samente llamada “libre concurrencia”, pueda hacer fe­liz a los más y no sólo a los que lo manejan y a los débiles de ca­rácter que se dejan engañar?

Ahora, un estudio de Consumers International señala “las malas prácticas comerciales”: “información errónea intencio­nada, propiedades del medicamento no probadas, propie­dades “exageradas” del medicamento, falsas comparacio­nes con otros", etc.? ¿Es posible, por ejemplo –y éste, se sobre­entiende, es sólo un ejemplo pues luego está la justi­cia, el ámbito religioso, la comercialidad, etc-.vivir confiando en la Medicina, en los médicos y en la farmacopea en se­mejantes condiciones? Es sólo una muestra. Pero elijamos cualquier estamento social al azar: no existe uno “sano”. Hasta hace poco si acaso la enseñanza. Hoy, ni la noble pedagogía se libra de la tendenciosidad indecente, camu­flada, como todo, entre cantos de alabanza a la imaginaria libertad.

¿Que la corrupción va cosida a la condición humana, es inevitable y sólo se puede rebajar? De acuerdo. Pero una cosa es que existiese (que no existe) en los centros de po­der la voluntad de rebajarla, y otra que ellos mismos sean los que la fomentan para luego rentabilizar su persecución. Como sucede con todas las guerras y ahora también con el asunto artificial de la lucha artificiosa, sanguinaria y depre­dadora contra el terrorismo practicada por Nor­teamérica, a toda costa empeñada en contaminar a los paí­ses del mo­delo de su propia infección...

La sociedad puede evitar la corrupción o convertirla en ex­cepción si se convence a sí misma, -empezando por los dueños del poder de facto- de que la libertad, que sólo la disfrutan realmente unos pocos a manos llenas- debe res­tringirse enérgicamente, radicalmente, drástica­mente en lu­gar de venderla como producto de consumo vi­ciado y enga­ñoso para luego recortarla, zarandearla y ex­traer provecho de ella, otra vez, unos pocos.

Sólo un mo­delo de economía intervenida y planificada puede acabar no sólo con la corrupción que se expande como una plaga bíblica por el globo, sino con la miseria. Y sólo ese modelo es capaz de contener eficazmente el verti­ginoso proceso de agotamiento o extinción de las especies y de los re­cursos esenciales para la humanidad, empezando por el agua y el propio latir de la vida en el planeta.

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