Me decía un sabio amigo mío tan añoso como yo, que el "ser humano" siempre sabe salir del trance. Lo que ocurre es –añadía- que espera a encontrarse al límite...
A pesar de la indudable sabiduría de mi amigo, me parece una confianza y un optimismo infundados. Sencillamente porque no existen precedentes a esta escala. Pues nunca, fuera de la protohistoria y la fantasía, se ha visto en una situación en la que a escala planetaria se esté jugando la suerte de la vida toda sobre el planeta a menos que pensemos en mutantes. Por otro lado, no podemos considerar en este asunto al “ser humano” como un todo unitario a la hora de pedirle cuentas.
Pues no es el "género humano" quien tiene la culpa del vertiginoso proceso de desecación del planeta en el que se alterna la sequía globalizada que parece no va a dar marcha atrás, con lluvias torrenciales que no pueden aprovecharse ni almacenarse. Cuando dice mi amigo que el "ser humano" se adapta y sabe acomodarse a las transformaciones de su hábitat cuando lo precisa, etc., ha de reconocer que hoy día, en tiempos de Matrix, la suerte de todo él, de todo el género humano, depende sólo de unos pocos que dan órdenes directas o consignas por todo el globo.
Por mucho que nos quieran vender la pedagogía de la igualación -para lo que les conviene- no hay duda de que las diferencias entre seres humanos vienen de su diferente condición y del papel que representan en la sociedad que hace que su comportamiento sea dual y a menudo contradictorio. Pues si el individuo tiene responsabilidades públicas por un periodo de tiempo, su psicología está dividida. Tiene una privada y otra pública puesta al servicio del compromiso de grupo. Y es aquí donde falla y lleva las cosas al límite en gravísimo perjuicio de todos los demás. Es aquí donde o no intentará nada porque cuenta ya con recursos para salvarse del naufragio, o intentará en último término el remedio cuando no quepa ya el retorno.
Que hay dos “seres humanos” lo vemos cuando nos fijamos por un lado en ese representado por el yanqui que no firma Protocolos sobre el clima, ese que apura tanto la situación que cuando quiere decidirse ya es tarde, y, por otro, el que intenta tomar medidas en diversos Foros para frenar los contaminantes de la atmósfera. En último término ¿es el mismo "ser humano" el que ante el peligro retrocede, que el capaz de hundirse en el pantano por el peso de una cuenta bancaria en Suiza antes que renunciar a ella?
Nadie tiene derecho a legar a sus nietos y a los nuestros una existencia desesperada al agotar lo que no le pertenece. Ese es su nefando pecado. Pecado, por cierto, que no sólo el papa católico no condena, sino que lo conjuga promoviendo más natalidad para traer al mundo más adoradores de su dios y para el sufrimiento...
Por otra parte no es justo confundir al "ser humano" inteligente con el necio. Esto conviene tenerlo presente al abordar esta cuestión de adaptación, reacción y posible solución a los problemas de supervivencia. De la misma manera que, prescindiendo de la imprecisa y confusa clasificación entre "buenos" y "malos", hay cigarras y hormigas, aventureros y precavidos, temerarios y discretos, guerreros y pacíficos, ladrones y honestos, canallas y nobles de espíritu, también hay dirigentes prudentes y dirigentes criminales que forman con otros bandas asimimo criminales. Hasta el mismo San Agustín hablaba así de ellos, nada menos que en el siglo IV, cuando los gobernantes no son justos.
De modo que no nos metan a todos en el mismo saco; no metan en él a unos y a otros para camuflar la culpabilidad de los que vienen provocando la presente catástrofe del clima global que empezamos a vivir como tribulación bíblica.
Porque la culpa de lo que viene sucediendo y sucederá, la tienen no sólo los líderes políticos –también porque se lo consienten-, sino sobre todo los dueños y gestores de la industria automovilística, la maderera, la química, la papelera, la construcción a escala industrial, los dueños y gestores, en fin, del dinero vil. Quienes desde luego no tenemos culpa del desastre somos los demás que sólo nos representamos a nosotros mismos.
No nos vengan ahora involucrando en la responsabilidad de los próceres del mundo. No nos vengan pidiendo que aportemos cada uno nuestro grano de arena y nos preocupemos de evitar lo que no se puede ya evitar ni "ellos" han querido evitar. Que no intenten provocar en nosotros "mala conciencia" por no reciclar basura y miseria que generan febril, torpe e incesantemente, o por no hacer economía de energía y de agua. Ya es tarde. Lo que ya sólo esperamos es que todo reviente. Puesto que "ellos" vienen maliciosamente ciegos a lo largo de todo el desarrollo industrial haciendo caso omiso del peligro que cualquier individuo tosco o primitivo venía viendo, que corran "ellos" con las consecuencias y las paguen conjuntamente con nosotros. A fin de cuentas, quien tiene más es el que más pierde. Miles de millones de "seres humanos" prefieren morir a vivir sin dignidad porque poco o nada tienen que perder. Estos “seres humanos” ¿qué tienen que ver con los “otros”?
El hidrógeno, por ejemplo, es el sustituto perfecto del petróleo, fuente de energía que es la responsable del 90% del CO2 . Y esto se sabe desde hace por lo menos una década. Pues nadie de entre los que corresponde decidir renuncia al petróleo para pasar al hidrógeno como energía de recambio. Los intereses del crudo le han cerrado el paso. Ese "ser humano" ¿es el mismo que nosotros? ¿Nos queda otro remedio que la resignación frente a la necedad de no haberlo reemplazado a tiempo?
El "ser humano" es un compuesto de inteligencia creativa y destructiva, de egoísmo y renunciación, de individualismo y socialidad. Pues bien, los "responsables" han elegido la monstruosidad. Y no estamos dispuestos a colaborar, de ninguna manera, con monstruos. No sólo no remite la promoción del coche movido por el crudo: arredra. No hay más que fijarse en la publicidad de mil marcas en todo el mundo.
A ese "ser humano" genocida de este planeta, que es de todos, le esperamos en el infierno.
Todo esto no es dramatizar sin sentido o por el gusto de hacer literatura o periodismo de denuncia. Esto es una visión, una percepción más bien, procedente del examen detenido de la naturaleza humana. Y la naturaleza humana, especialmente en quienes la dirigen siempre, tiene mucho más de zoología e irracionalidad que de racionalidad, de idealidad y de metafísica. Sobre todo llegado ese momento en que unos cuantos, los dominadores del planeta, dan prioridad a su yo personal y extraordinariamente a los intereses del grupo económico a que pertenecen, hasta el extremo de arrancarse de cuajo el instinto de supervivencia que venía grabado en los genes de nuestra especie.
A pesar de la indudable sabiduría de mi amigo, me parece una confianza y un optimismo infundados. Sencillamente porque no existen precedentes a esta escala. Pues nunca, fuera de la protohistoria y la fantasía, se ha visto en una situación en la que a escala planetaria se esté jugando la suerte de la vida toda sobre el planeta a menos que pensemos en mutantes. Por otro lado, no podemos considerar en este asunto al “ser humano” como un todo unitario a la hora de pedirle cuentas.
Pues no es el "género humano" quien tiene la culpa del vertiginoso proceso de desecación del planeta en el que se alterna la sequía globalizada que parece no va a dar marcha atrás, con lluvias torrenciales que no pueden aprovecharse ni almacenarse. Cuando dice mi amigo que el "ser humano" se adapta y sabe acomodarse a las transformaciones de su hábitat cuando lo precisa, etc., ha de reconocer que hoy día, en tiempos de Matrix, la suerte de todo él, de todo el género humano, depende sólo de unos pocos que dan órdenes directas o consignas por todo el globo.
Por mucho que nos quieran vender la pedagogía de la igualación -para lo que les conviene- no hay duda de que las diferencias entre seres humanos vienen de su diferente condición y del papel que representan en la sociedad que hace que su comportamiento sea dual y a menudo contradictorio. Pues si el individuo tiene responsabilidades públicas por un periodo de tiempo, su psicología está dividida. Tiene una privada y otra pública puesta al servicio del compromiso de grupo. Y es aquí donde falla y lleva las cosas al límite en gravísimo perjuicio de todos los demás. Es aquí donde o no intentará nada porque cuenta ya con recursos para salvarse del naufragio, o intentará en último término el remedio cuando no quepa ya el retorno.
Que hay dos “seres humanos” lo vemos cuando nos fijamos por un lado en ese representado por el yanqui que no firma Protocolos sobre el clima, ese que apura tanto la situación que cuando quiere decidirse ya es tarde, y, por otro, el que intenta tomar medidas en diversos Foros para frenar los contaminantes de la atmósfera. En último término ¿es el mismo "ser humano" el que ante el peligro retrocede, que el capaz de hundirse en el pantano por el peso de una cuenta bancaria en Suiza antes que renunciar a ella?
Nadie tiene derecho a legar a sus nietos y a los nuestros una existencia desesperada al agotar lo que no le pertenece. Ese es su nefando pecado. Pecado, por cierto, que no sólo el papa católico no condena, sino que lo conjuga promoviendo más natalidad para traer al mundo más adoradores de su dios y para el sufrimiento...
Por otra parte no es justo confundir al "ser humano" inteligente con el necio. Esto conviene tenerlo presente al abordar esta cuestión de adaptación, reacción y posible solución a los problemas de supervivencia. De la misma manera que, prescindiendo de la imprecisa y confusa clasificación entre "buenos" y "malos", hay cigarras y hormigas, aventureros y precavidos, temerarios y discretos, guerreros y pacíficos, ladrones y honestos, canallas y nobles de espíritu, también hay dirigentes prudentes y dirigentes criminales que forman con otros bandas asimimo criminales. Hasta el mismo San Agustín hablaba así de ellos, nada menos que en el siglo IV, cuando los gobernantes no son justos.
De modo que no nos metan a todos en el mismo saco; no metan en él a unos y a otros para camuflar la culpabilidad de los que vienen provocando la presente catástrofe del clima global que empezamos a vivir como tribulación bíblica.
Porque la culpa de lo que viene sucediendo y sucederá, la tienen no sólo los líderes políticos –también porque se lo consienten-, sino sobre todo los dueños y gestores de la industria automovilística, la maderera, la química, la papelera, la construcción a escala industrial, los dueños y gestores, en fin, del dinero vil. Quienes desde luego no tenemos culpa del desastre somos los demás que sólo nos representamos a nosotros mismos.
No nos vengan ahora involucrando en la responsabilidad de los próceres del mundo. No nos vengan pidiendo que aportemos cada uno nuestro grano de arena y nos preocupemos de evitar lo que no se puede ya evitar ni "ellos" han querido evitar. Que no intenten provocar en nosotros "mala conciencia" por no reciclar basura y miseria que generan febril, torpe e incesantemente, o por no hacer economía de energía y de agua. Ya es tarde. Lo que ya sólo esperamos es que todo reviente. Puesto que "ellos" vienen maliciosamente ciegos a lo largo de todo el desarrollo industrial haciendo caso omiso del peligro que cualquier individuo tosco o primitivo venía viendo, que corran "ellos" con las consecuencias y las paguen conjuntamente con nosotros. A fin de cuentas, quien tiene más es el que más pierde. Miles de millones de "seres humanos" prefieren morir a vivir sin dignidad porque poco o nada tienen que perder. Estos “seres humanos” ¿qué tienen que ver con los “otros”?
El hidrógeno, por ejemplo, es el sustituto perfecto del petróleo, fuente de energía que es la responsable del 90% del CO2 . Y esto se sabe desde hace por lo menos una década. Pues nadie de entre los que corresponde decidir renuncia al petróleo para pasar al hidrógeno como energía de recambio. Los intereses del crudo le han cerrado el paso. Ese "ser humano" ¿es el mismo que nosotros? ¿Nos queda otro remedio que la resignación frente a la necedad de no haberlo reemplazado a tiempo?
El "ser humano" es un compuesto de inteligencia creativa y destructiva, de egoísmo y renunciación, de individualismo y socialidad. Pues bien, los "responsables" han elegido la monstruosidad. Y no estamos dispuestos a colaborar, de ninguna manera, con monstruos. No sólo no remite la promoción del coche movido por el crudo: arredra. No hay más que fijarse en la publicidad de mil marcas en todo el mundo.
A ese "ser humano" genocida de este planeta, que es de todos, le esperamos en el infierno.
Todo esto no es dramatizar sin sentido o por el gusto de hacer literatura o periodismo de denuncia. Esto es una visión, una percepción más bien, procedente del examen detenido de la naturaleza humana. Y la naturaleza humana, especialmente en quienes la dirigen siempre, tiene mucho más de zoología e irracionalidad que de racionalidad, de idealidad y de metafísica. Sobre todo llegado ese momento en que unos cuantos, los dominadores del planeta, dan prioridad a su yo personal y extraordinariamente a los intereses del grupo económico a que pertenecen, hasta el extremo de arrancarse de cuajo el instinto de supervivencia que venía grabado en los genes de nuestra especie.
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