El gobierno central veta al catalán regular la prostitución.
Sin embargo, que de la prostitución son mucho más suceptibles otros puntos del cuerpo y la dignidad humana no se aloja en el sexo, son dos principios que ya va siendo hora de ser comprendidos como tales...
Si no lo leo, con estupor, no me lo puedo creer: que ahora, cuando nada se libra de la corrosión y trituración del mercado descubramos que el núcleo de la dignidad humana se sigue poniendo en el sexo; que el gobierno central de una socialdemocracia (diluída en el social-liberalismo, una democracia de mercado en definitiva) se descuelgue con esta aprensión de ursulinas de los años 60 negando al gobierno catalán su iniciativa de regular la prostitución callejera y de salón; que lo haga frente a otro gobierno tan socialdemócrata como él, desautorizando su propósito y con argumentos relamidos que no se tienen en pie; que pretenda dar lecciones de moral antediluviana frente al deseo de ordenar precisamente una práctica eterna y que ya han regulado otros países del entorno sociopolítico, es para dejar de creer en su programa social. ¡Quién lo hubiera dicho después del valiente paso de regular el matrimonio entre homosexuales!
Está claro que el informe del Instituto de la Mujer sobre la prostitución sigue las consignas nacionalcatolicistas, y el gobierno central ha caído en su trampa. El Instituto considera que "la causa del contrato de prestación de servicios sexuales es ilícita al vulnerar el derecho a la dignidad de la persona..." El informe pone la dignidad donde siempre o donde le parece, en el sexo. Le da igual que la verdadera dignidad del individuo está en reconocerle su derecho a ponerla él libremente donde tenga por conveniente siempre que no afecte su decisión a terceros. Ese tutela no pedida, dispensada por un Instituto de la Mujer compuesto por miembros acomodados que no son prostitutas, hace un flaco servicio a la mujer. La toma por tonta.
El informe sigue poniendo terca y obscenamente la dignidad en la pudibundez del sexo. Poco le importa que las partes de la identidad de la persona verdaderamente nobles, la conciencia y la voluntad, estén en cambio por definición del sistema automáticamente sujetas a comercio.
¿Le parece que no es degradante vender la conciencia a una Iglesia, o la voluntad aparejada a la mano de obra a un empresario sólo por el hecho de que el pago y el cobro por los servicios prestados no suelen ser instantáneos? ¿Es menos prostitución degradante unirse a otra persona en matrimonio por cualquier motivo menos por amor? ¿Es menos corrupto y degradante ceder el pensamiento político a los chantajes y presiones del partido a que se pertenece, como acaba de hacer un político catalán de la derecha y hacen tantos por razones oscuras o diamantinas? ¿Es menos corrupto un científico silenciando sus dictámenes contrarios a los intereses del poder financiero? ¿Es menos degradante vender el país propio a los intereses de otro país por protagonismo personal del “presidente de la república”, como llamó Jeb Bush, el hermano del emperadorísimo, a Aznar a quien prometió cuantiosos "beneficios" por su participación en el crimen de Irak?
Si esto les parece a algunos hilar muy o demasiado fino es porque sigue anclada la conciencia, la voluntad y el sexo en los sitios que han estado siempre entre la parte de población dominante, simiesca, de este país. Es porque la voluntad y la conciencia siguen estando precisamente en los genitales, y el sexo, en el seso y en los nervios.
Que el Instituto de la Mujer despliegue el mismo discurso para preservar la dignidad de la mujer que no necesita o no gusta prostituirse, es consecuencia de un atraso mental y espiritual en una sociedad que sólo avanza, además muy desigualmente, en lo material. En una sociedad que, por otros indicios coronados ahora por esta prueba, retrocede a pasos agigantados en libertades formales y hasta en libertad a secas.
Que no se confundan ni el Instituto de la Mujer ni el gobierno: lo degradante no es el comercio del coito, sino el sistema sociopolítico mismo en el que sobrenadan ambos, Instituto y gobierno, además tan satisfechos con las entendederas y los valores falsos de siempre. El gobierno catalán está a la altura de la historia. Por eso no extraña que el pueblo catalán mayoritariamente desee zafarse de la fuerza centrípeta que ejercen sobre él los gobiernos centrales.
Sin embargo, que de la prostitución son mucho más suceptibles otros puntos del cuerpo y la dignidad humana no se aloja en el sexo, son dos principios que ya va siendo hora de ser comprendidos como tales...
Si no lo leo, con estupor, no me lo puedo creer: que ahora, cuando nada se libra de la corrosión y trituración del mercado descubramos que el núcleo de la dignidad humana se sigue poniendo en el sexo; que el gobierno central de una socialdemocracia (diluída en el social-liberalismo, una democracia de mercado en definitiva) se descuelgue con esta aprensión de ursulinas de los años 60 negando al gobierno catalán su iniciativa de regular la prostitución callejera y de salón; que lo haga frente a otro gobierno tan socialdemócrata como él, desautorizando su propósito y con argumentos relamidos que no se tienen en pie; que pretenda dar lecciones de moral antediluviana frente al deseo de ordenar precisamente una práctica eterna y que ya han regulado otros países del entorno sociopolítico, es para dejar de creer en su programa social. ¡Quién lo hubiera dicho después del valiente paso de regular el matrimonio entre homosexuales!
Está claro que el informe del Instituto de la Mujer sobre la prostitución sigue las consignas nacionalcatolicistas, y el gobierno central ha caído en su trampa. El Instituto considera que "la causa del contrato de prestación de servicios sexuales es ilícita al vulnerar el derecho a la dignidad de la persona..." El informe pone la dignidad donde siempre o donde le parece, en el sexo. Le da igual que la verdadera dignidad del individuo está en reconocerle su derecho a ponerla él libremente donde tenga por conveniente siempre que no afecte su decisión a terceros. Ese tutela no pedida, dispensada por un Instituto de la Mujer compuesto por miembros acomodados que no son prostitutas, hace un flaco servicio a la mujer. La toma por tonta.
El informe sigue poniendo terca y obscenamente la dignidad en la pudibundez del sexo. Poco le importa que las partes de la identidad de la persona verdaderamente nobles, la conciencia y la voluntad, estén en cambio por definición del sistema automáticamente sujetas a comercio.
¿Le parece que no es degradante vender la conciencia a una Iglesia, o la voluntad aparejada a la mano de obra a un empresario sólo por el hecho de que el pago y el cobro por los servicios prestados no suelen ser instantáneos? ¿Es menos prostitución degradante unirse a otra persona en matrimonio por cualquier motivo menos por amor? ¿Es menos corrupto y degradante ceder el pensamiento político a los chantajes y presiones del partido a que se pertenece, como acaba de hacer un político catalán de la derecha y hacen tantos por razones oscuras o diamantinas? ¿Es menos corrupto un científico silenciando sus dictámenes contrarios a los intereses del poder financiero? ¿Es menos degradante vender el país propio a los intereses de otro país por protagonismo personal del “presidente de la república”, como llamó Jeb Bush, el hermano del emperadorísimo, a Aznar a quien prometió cuantiosos "beneficios" por su participación en el crimen de Irak?
Si esto les parece a algunos hilar muy o demasiado fino es porque sigue anclada la conciencia, la voluntad y el sexo en los sitios que han estado siempre entre la parte de población dominante, simiesca, de este país. Es porque la voluntad y la conciencia siguen estando precisamente en los genitales, y el sexo, en el seso y en los nervios.
Que el Instituto de la Mujer despliegue el mismo discurso para preservar la dignidad de la mujer que no necesita o no gusta prostituirse, es consecuencia de un atraso mental y espiritual en una sociedad que sólo avanza, además muy desigualmente, en lo material. En una sociedad que, por otros indicios coronados ahora por esta prueba, retrocede a pasos agigantados en libertades formales y hasta en libertad a secas.
Que no se confundan ni el Instituto de la Mujer ni el gobierno: lo degradante no es el comercio del coito, sino el sistema sociopolítico mismo en el que sobrenadan ambos, Instituto y gobierno, además tan satisfechos con las entendederas y los valores falsos de siempre. El gobierno catalán está a la altura de la historia. Por eso no extraña que el pueblo catalán mayoritariamente desee zafarse de la fuerza centrípeta que ejercen sobre él los gobiernos centrales.
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