06 febrero 2006

Una Cultura extenuada

Cuando un yacimiento de lo que sea se agota, se aban­dona. Cuando al occidental "libre" se le agota el ingenio re­curre a la lubricidad, luego a la coprofagia, luego a lo esca­tológico y por fin, derrengado, a la risión de lo sagrado. Es ley. Esto es –si no hubo premeditación- lo que les ha suce­dido a esos periodistas gráfi­cos daneses. Estaban secos. Sabiendo lo que se nos venía en­cima, descreídos e impo­tentes han acabado como el profa­nador de tumbas que re­busca las joyas hasta en los cadá­veres escudado en el permiso que le concede su propio nihilismo. Llaman laicismo al despojo del alma de toda pru­dencia y toda virtud, y liber­tad de expresión a la ne­cesidad de vomitar. ¿El emético en esta cuestión?, lo sacro de una cultura ya herida por las mentiras incontables de canallas capaces de todo para apropiarse del petróleo que aún abunda en los países del ámbito de esa misma cultura. Además, ¿es que acaso la li­bertad de expresión que se alega para justificar la sátira profanadora no tiene límites cuando los Tribunales de todos los países occidentales y especialmente españoles, están asfixiados de querellas por el allanamiento de la dignidad ajena?

Un poco más de decencia en los medios, que son los que crean opinión, hacen guerras y firman la paz; que son los Sumos Hacedores de prácticamente todo lo que sucede y de lo que no sucede en los países donde son dueños y se­ñores de la realidad y de la inteligencia, ¡por Dios!

“Choque de ignorancias”... un titular de hoy, lo define bien. Pero añadamos que si ignorancia es desconocer otra u otras culturas, más ignorancia hay en despreciarlas. Hay todo un síntoma en el siguiente detalle: mientras entre cris­tianos, aparte el cura profesional, el depositario de la fe es la mujer y el hombre por definición no es hoy, tiempos laicos donde los haya, practicante, entre musulmanes es al revés. Es el hombre mayoritaria y visiblemente el practicante del islam. Digno de estudio este fortísimo contraste de culturas religiosas...

De acuerdo en que sólo amamos lo que conocemos y te­memos a lo desconocido, y más cuando nos han lavado el cerebro e imbuído la perversidad de esa otra cultura que desconocemos y consideramos inveteradamente enemiga. Pero no amar ni comprender otra cultura, a menos que seamos todavía más ignorantes, no significa que debamos perseguirla y destruirla. Y se la ataca de muy diversas ma­neras. Eso, tratar de destruirla, es consecuencia de la glo­balización que se dedica a denigrar y a anular la diversidad. De hecho lo está consiguiendo. La diversidad natural está desapareciendo en la Naturaleza a pasos agigantados por efectos de esa presión que incluye la intensificación de los excesos.

El artículo a que me refiero titulado "Choque de ignoran­cias" recuerda que "algunos islamistas han cometido críme­nes culturales, como la destrucción de los grandes Budas en Afganistán por los talibanes". Pero lo que no dice y me­nos resalta -quizá porque no ha habido espectacularidad que es lo que hoy día hace a todo "valable" o "unvalable"- es que por el sentimiento de desprecio y persecución de otras culturas -unas veces mínimas y lejanas, y otras mayo­ritarias y cercanas como la árabomusulmana-, museos como los de Bagdag han sido desmantelados y saqueados ignominiosamente por los cristianos invasores aunque nos hicieran hecho ver que los saqueadores eran los propios iraquíes.

En la Babilonia de Irak, una de las cunas de la civilización occidental, no queda de su patrimonio cultural piedra sobre piedra. Todo lo valioso, y era mucho, ha ido a parar a ma­nos privadas yanquis y británicas. En la pomposa cultura neoliberal del Señor justiciero prima el filibusterismo y sólo importa la rapiña amparada o no por la legalidad...

Pero es que quienes no aman ni admiran ni sienten interés por las culturas ajenas y lejanas, y odian la musulmana por motivos varios que van desde hacerla culpable del terro­rismo según las consignas impartidas por los predadores yanquis hasta ver en ella al mismísimo demonio según otras consignas que durante siglos han formado parte de la peda­gogía religiosa cristiana en España hasta prácticamente ayer, son los mismos que tampoco aman, admiran ni sien­ten interés no ya por otras culturas europeas, nórdicas, es­lavas, amerindias u orientales; sino tan siquiera otras entre nosotros muy cercanas, como la gallega, la cántabra, la vasca o la catalana.

La globalización tiene estas cosas. La cultura árabe no admite iconografía de Mahoma ni de animales. Y la cultura cristiana, a través de tantísimos patanes de que está pla­gada ha apuntado a donde más podía dolerle a la islam contribuyendo como el que no quiere la cosa a tensar más el choque entre la "civilización" occidental cristiana que ha entrado en barrena como cultura, y la musulmana oriental que sigue siendo cultura por mucho que Occidente quiera dividirla para vencer.

El cristianismo, sus interpretaciones pervertidas, sesgadas y prostituídas no tiene remedio. Pero las creencias judaicas desprovistas de trascendencia y las creencias interesadas del Dios del Antiguo Testamento; todo enlazado a las ense­ñanzas de Max Weber asociadas a su vez al calvinismo y al protestantismo, no causan menos estragos.

Total, el homínido monoteísta no tiene remedio y sigue siendo tan ignorante y tan necio como en los tiempos de Moisés y de la caverna.

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