El principio de la democracia de mercado es un sarcasmo: sólo tiene libertad quien puede pagarla. Y los que la tienen porque la han comprado se asocian entre ellos para ejercerla y administrarla, por las buenas o por las malas. De ellos emana el verdadero poder... Ahí empieza todo lo nefasto de cada democracia llamada con toda prosopopeya “liberal”.
Y lo nefasto a escala global hoy día, no puede ser otra cosa que la escalada bélica que hay detrás de una determinación encaminada al expolio total. Como en tierras occidentales se está agotando el petróleo, el Poder mundial alojado en el Pentágono, en la Casa Blanca y en Down Street hace tiempo que decidió tomar por la fuerza los países donde todavía queda. Para nada hay, por tanto, un “choque de civilizaciones”. Hay un encontronazo provocado por el atracador que quiere pasar de ejercer la hegemonía en la zona durante más de un siglo, a la dominación directa. Por lo tanto, hablemos con propiedad. La confrontación no es la del Islam contra Occidente, ni siquiera del Islam contra la Cristiandad. Es, Occidente camuflado en Cristiandad, contra Oriente y la religión islámica...
Dicho esto, quería redundar en lo que el otro día decía al hablar de la inutilidad de razonar. Y lo decía sobre todo porque el razonar, por muy primorosamente que se haga, no hace más que acrecentar el barullo sin producir efecto balsámico apreciable alguno al menos inmediato; salvo para uno mismo.
Y no lo es, porque hoy los deslices en política y en el periodismo son atosigantes. No son, ni esporádicos ni coyunturales. Hoy no se da abasto saliendo al paso del despropósito. Hoy, la excepción está en la normalidad. Las personas juiciosas y sus vidas corrientes, los profesionales de todo tipo, sensatos, que siguen cánones de comportamiento que han sido razonables y comunes hasta ahora, no gozarán del aprecio general ni de la valoración social. Ser del montón no da crédito ni vende. Hay que ser extravagante, conducirse y pensar de manera estrambótica pero no original, y preferentemente ofensivos contra contra alguien: para sobresalir, para vender ejemplares y hasta para trabajar honradamente. Sobre todo hay que rezumar agresividad. En España lo dicta la filosofía, la doble moral y la psicología de uno de los dos “partidos políticos” mayoritarios; por lo tanto la filosofía y la psicología de una importante mayoría.
Ser agresivo es una cualidad que está muy por encima de la inteligencia a secas o se confunde con ella. En todo sucede lo mismo. El disparate, no la ecuanimidad, se vende como fruta del tiempo. El gusto por la excentricidad, aunque cada vez se extiende más entre la población o precisamente por eso, es mil veces más cotizado por los medios y por las empresas que el de la persona clásica "ejemplar". Este no interesa a nadie. Pero esa clase de libertades hay que reconocer que son absolutamente irrelevantes.
El lema periodístico tan conocido de que la noticia no es que un perro muerda a una persona sino que una persona muerda a un perro, ha caído en desuso. Hoy la noticia está en que el perro muerda a una persona, pues lo que se ve a todas horas por la calle, los despachos y los estrados es a personas mordiendo a perros...
Lo que decía al principio, la libertad es una trampa. No me extraña que Lenin se preguntase “libertad ¿para qué?” Lo que no comprendo es por qué no se preguntó también ¿para quién? Esa libertad que, manejada de manera inmisericorde por unos cuantos, ha cambiado el clima sobre el planeta y está acabando con la forma de vida tal como la conocemos. Sólo los que tienen dinero y alguna clase de poder la poseen. Los demás somos comparsería pura. Espectadores televisivos que sólo pueden aspirar a poner mensajes a destajo para engordar las arcas de los que ya no saben qué hacer con el dinero. Pero atrévase vd. a responder sin sumisiones que no vienen a cuento a un guardia de Marbella, de Roquetas, de la Barceloneta o del Brooklyn neoyorquino... Lo más probable es que acabe como Galdeano o ese inglés muerto ayer a palos policiacos en Marbella.
08 febrero 2006
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