LA MISERIA DE LA FILOSOFÍA
PREÁMBULO
Los espíritus vulgares nunca pensaron. Se limitan a guiarse por el instinto. Es más, se niegan a pensar más allá de su estricta inmediatez. Pero hoy día creen que piensan porque siguen, más o menos, los vaivenes de las ideas que el espíritu de los media pone en circulación en el éter a velocidad de vértigo. Lo que resulta de ello es que el llamado “sentido común” se problematiza considerablemente, y a menudo la lógica más elemental, estragada por aluviones de logorrea, lo pierde.
En vista de ello un espíritu superior, por independiente, llegado el otoño de su vida, no tiene más que estas dos posibilidades para mantener la cabeza despejada: o seguir las directrices del pensamiento a fin de cuentas de otro, o pensar todo desde el principio prescindiendo del argumento teológico y científico de autoridad. Este es el principal significado de este trabajo; no que pueda haber en él desaciertos, sea por sí mismo un error o incluso represente para alguien un desvarío. Pues, a mi juicio, poco importa vivir o morir equivocados; tampoco creo que sea más digno vivir al abrigo de errores no molestándonos en reflexionar sobre si los afanes de nuestra vida tuvieron en su fragor y ahora ya en la calma del retiro, mucho o poco fundamento. Es más, puestos a apurar la argumentación doctores siempre ha tenido la Iglesia, y si hacemos caso a los miles o millones de pontífices que hay en todas las áreas del conocimiento dejando de pensar por nuestra cuenta y abandonando nuestra inspiración a la suya, en el fondo será porque preferimos seguir cultivando la ignorancia.
PERPLEJIDAD COMO PUNTO DE PARTIDA
Llegada cierta edad, un buen día, aliviados de los estímulos habituales y saturada la consciencia por una luz intensa que la ha alumbrado largo tiempo, la primera impresión, honda, que se experimenta es de perplejidad; ha desaparecido en nosotros la capacidad de asombro.
Varios asuntos que a lo largo de nuestra vida el juicio sobre ellos permaneció en suspenso, anclado por la cultura heredada y el diario trajín, de repente nos indignan de manera especial. Asuntos que, tratados como sabemos y resueltos por la sociedad, pueden ofender a cualquier inteligencia medianamente despierta e incluso al Derecho Natural.
Por ejemplo, los temas de la eutanasia, del dolor, del suicidio... En un momento dado, comprendemos de pronto que son asuntos capitales. Prohibir la eutanasia, dificultar el alivio del dolor, condenar al menos moralmente el suicidio decidido con serenidad y penalmente a quien lo auxilia, pertenece a toda una cultura primaria y milenaria. Los criterios legislativos aplicados no son sólo los sustentados o influidos por la Iglesia católica y otras confesiones represoras. Son también los de hombres y mujeres laicos pero inconscientemente confesionales que, cuando piensan y deciden, se encuentran en momentos de la vida en la que uno cree va a vivir eternamente. También los de profesionales de la Medicina que, llegado el caso y con sus propios recursos y voluntad harán para sí y para los suyos lo que mejor les convenga con independencia de cualquier otra consideración... Otros ejemplos: ¿por qué a un condenado a muerte por leyes bárbaras se le prolonga deliberadamente el momento de su ejecución haciéndole más insoportable todavía el tiempo que le queda de vida? ¿por qué, en lugar de arrogarse un protagonismo desmesurado el macho en su papel legislador sobre el aborto y dada su comodísima contribución a la gravidez, no deja a la hembra que sea ella sola la que decida sobre el alumbramiento conformándose él con un papel meramente consultivo?... Y tantas y tantas cosas de la vida y de las aproximaciones a la muerte que en el fondo tarde o temprano a todo el que no haya perdido la cabeza inquietan. El caso es que para todo hay respuesta, y a todo se le encontrará desde luego una justificación que viene de atrás y pocos, probablemente casi exclusivamente los irrelevantes, discutimos. Por eso, estas y otras muchas cuestiones por el estilo es lo que me ha punzado a pensar hace mucho tiempo más en las arbitrariedades, contradicciones, caprichos y necedad del antropocentrismo occidental que en las maravillas del “progreso” que éste nos vende. Y cuando hablo a lo largo de estas meditaciones de Filosofía para someterla a la evidencia, mi evidencia, me refiero, claro es, fundamentalmente también a la occidental, a la socrática y la mayéutica que la cimentan. Tanto hay que constituye un atentado frontal contra la Lógica y nadie con peso intelectual se queja desde el púlpito de la Razón, que me sugiere que todo apunta a que el sentido común sigue un camino, el sentido de los dirigentes sociales otro, y el individual de cada uno otro bien distinto y a menudo divergente de los otros dos; y que lo que la doctrina del pensamiento único se propone al deslizar las supuestas ventajas de su democratización y socialización, lo que hace es condicionar seriamente, para domeñarlo, el pensamiento a secas.
Será preciso recordar, de vez en cuando, que estas cavilaciones pertenecen a un pensamiento crepuscular. Pero no vamos a esperar a esos días u horas postreros en los que ya poco se puede discernir con coherencia y, si ha lugar, con mayor motivo menos escribir...
Pero aún debo hacer otra advertencia. Y es que, basándome en el propio principio de contradicción —otro pilar de la Lógica formal— no se sabe en qué, sin constituir una insufrible pretenciosidad, se funda cada sistema filosófico para atreverse a reclamar mejor derecho al monopolio de la verdad. Sea el racionalismo —que afirma que a la verdad sólo se llega por la razón—, sea el irracionalismo —que afirma que no sólo a través de la razón puede llegarse a la verdad—, sea el escepticismo —que afirma que nunca puede llegarse a la certeza... Así es que, en relación a todo lo que se pueda considerar en estas meditaciones como impreciso, inexacto, falto de rigor o incluso desatino, reclamo mi derecho a errar también, pues no vendiendo mi pensamiento ni estando mi pensamiento al servicio de puntuales, confesadas u ocultas conveniencias bien puede contener tanto sentido y fundamento como cada uno, por convencimiento o por cortesía, quiera conceder o negar al pensar ajeno.
Ahora bien ¡cuántos, atrapados por la Lógica, esclavos de la Lógica, se niegan a sí mismos la libertad de sembrar en voz alta semillas nuevas sólo para poder seguir ufanándose ante la mayoría de mentalidades mediocres, de la mediocridad que comparte con ellas! Si a pesar de tan pregonada libertad vemos cuánto miedo al ridículo y cuánto temor al qué dirán los custodios de la ortodoxia en materia de elucubración, ya se me dirá si no es un lujo encontrar un interlocutor interesante que no te repita lo que hemos oído y leído hasta la hartura a lo largo de la vida...
Pero vamos al grano,
INTRODUCCION
Para empezar, por filosofar entiendo, una tensión psíquica dirigida a pensar de manera "diferente" y desde “cero”, sobre uno mismo, sobre el ser humano, su origen y destino, y sobre todo lo que le envuelve, le influye y determina. Pensar de manera diferente tratando de leer los misterios de la vida, de la Naturaleza y del universo sabiendo de antemano que es una tarea infructuosa (y en ese saber apriorístico estriba en buena parte la tensión); esforzándonos en encontrar verdades definitivas después de desistir de la vía religiosa, y porque desconfiamos de tantas respuestas como dieron o propusieron otros seres humanos en su búsqueda de la felicidad, la serenidad, la plenitud o la placidez que todos, de una u otra forma, rebuscamos en la hojarasca de percepciones activadas y estimuladas sin reposo.
El filosofar es, a mi juicio, una tarea inquisitiva que persigue tenaz e instintivamente hallar un sentido a la vida y a la muerte, y, entre tanto, serenidad en el espíritu y estabilidad emocional en el cerebro. Al final la conclusión suele ser que vida y muerte carecen de sentido y que quizá la vida sea simplemente un trámite sin finalidad que cada cual debe diligenciar para dotarle del sentido que no tiene. Pero siempre, todo, partiendo de un “quizá”... Un “quizá” que la distingue en principio de toda otra disciplina de conocimiento, ciencia o estructura, como, por ejemplo, la Psicología.
La existencia, transida por la cotidianidad, está iluminada por la luz intensa que unas veces proyecta la cultura con su lastre de especialización que la desvirtúa un poco más, otras la ignorancia —supina o ingenua—, y otras el saber a medias. Esos tres focos enturbian la visión de lo que está también ahí pero no vemos todavía porque está en la sombra, detrás de lo que nos llega directamente a nuestra percepción directa. La cultura integral pero también el extremo opuesto, es decir la ignorancia supina o ingenua, se alojan hoy día en pocos entendimientos; así es que son el saber a medias y el saber especialista, que administran positivamente el “saber poco”, los que conducen en general a toda la sociedad. El filósofo, o como queramos llamar al amante de la introspección y al que sin más interés que ella en sí misma escruta los planos imperceptibles de la realidad que le circunda, penetra las sombras y examina a su trasluz los aspectos de la realidad que la mayoría de mortales no ve, no quiere ver o se resiste a ver... Y no ve, no quiere ver o se resiste a ver, más por propia voluntad, una voluntad generalmente refrenada por toda clase de adormideras, que por carecer de inteligencia suficiente. ¡Ah! la comodidad, ¡Ah! el ¿para qué?...
1. FILOSOFAR DESPUÉS DE VIVIR
La tarea filosófica, en tanto que episteme —conocimiento intelectualmente fundado—, y aun como doxa -opinión-, exige naturalmente precisión y rigor. Sin embargo no es la precisión aritmética de la ciencia, sino el rigor fluido, elástico y aproximado del Arte; porque hasta el Arte más sublime ha de contener una cierta dosis de divina imperfección. En este sentido debemos felicitarnos de que el ser humano haya recreado tanto Arte discursivo a través del lenguaje poético y el retórico. Pero el efecto estético que proviene de la Filosofía como "Arte" se va difuminando con el paso del tiempo. Y poco a poco empezamos a prestar atención también a otros aspectos, ya menos atractivos. Y uno de ellos es que una cosa es que la Filosofía —en el sentido de "pensamiento ajeno prestado"— haya tenido la virtud de distraernos, de ocuparnos, de preocuparnos y de apasionarnos, y otra muy distinta que debamos esperar también de ella efectos redentores...
Por de pronto la misma Filosofía y su propio entramado estructural descubren, a pesar de que como Ciencia que fue hasta el siglo XVIII se empeñe en lo contrario, lo difuso del lenguaje y la propensión de cada ser humano a manejarlo a su conveniencia en función de, probablemente, su organización endocrina. Esto es, primero la conveniencia y luego el discurso para adaptarlo a ella. Ponerlo en orden, reglar el lenguaje, fue función de la lógica formal, al menos en Occidente. Pero si, como viene sucediendo, la sociedad va renunciando paulatinamente a las reglas de la lógica a la que se acogió para comunicarse y entenderse, menosprecia el silogismo y toma gusto por el sofisma, el paralogismo y la falacia, la lógica terminará sucumbiendo bajo el peso de la praxis y el logos justificando la depredación y quién sabe si hasta la misma antropofagia. Y entonces el pensamiento filosófico acabará subvertido, envilecido, y los intelectuales que lo trabajan contribuirán a su vez al caos general. Tres mil años de Cultura se habrán venido abajo. Más adelante volveré sobre este asunto...
Por eso aquel consuelo que por medio de ella se nos ofrecía sobre todo para los últimos tramos de la vida, se ha ido debilitando poco a poco a medida que hemos ido abrochando la precedente observación acerca de lo mucho que la Filosofía, entendida ahora como ámbito cerrado de pensamiento completo, depende de la filigrana del lenguaje. Es decir, al final, sufrimos el mismo desencanto que nos llevó un día a renunciar a fundar nuestro pensamiento básico en la o una religión. Fue, al percatarnos de la certeza de que fijar, definir, afirmar... una idea-madre supone renunciar a otras incompatibles que la contradicen. Del mismo modo que abrazar dogmáticamente una teología o aferrarse a ella, implica tener que rechazar o ignorar al tiempo otras teologías... Entiendo por idea-madre un principio o enunciado que, por razones apriorísticas o de otra índole, el pensador "clásico" considera para sí de irrenunciable interés e importancia: libertad, dios, espíritu, alma, deber, muerte, vida después de la vida, la nada... con todas sus variantes conceptuales y significados asociados. Y también sus opuestos; es decir, cualquier idea categórica o medular que, tratada como corolario, vertebra nuestro pensar profundo. Todo eso que precisamente para el reino del positivismo actual está de más...
2. LOS SISTEMAS FILOSÓFICOS I
La tarea de la Filosofía consiste más en suscitar problemas que en resolverlos, en ser más crítica que dogmática. Sin embargo demasiado a menudo acaba siendo dogmática... o pareciéndolo a través de un lenguaje categórico y carente de humildad. Y sin humildad, se podrá manufacturar una doctrina o fundar una religión pero no “hacer” Filosofía, como yo la estoy haciendo aquí... a menos que se trate de una Filosofía del egocentrismo.
Vista así la cuestión, parece que no debiera haber inconveniente en admitir que cada "sistema" filosófico está levantado sobre aguas pantanosas, pues fue el propio metalenguaje de la Filosofía escolástica el que se encargó de fabricar la noción de principia petitio. -Se dice que hay "petición de principio" cuando el que afirma considera demostrado sin más algo intermedio, alguna premisa en el recorrido de su razonamiento que está sujeta aún a demostración-. Pero el caso es que la Filosofía emplea esa locución como arma arrojadiza, sólo desde y dentro de la lógica formal, para invalidar un razonamiento. Y es que la Filosofía occidental tiene a la lógica formal, aristotélica y socrática como una estructura incontestable e inconmovible. Es natural... hasta cierto punto. Yo no voy a negar la importancia, pragmática, de esta actitud mental de conferir a la lógica el papel rector del pensamiento recto, pues se extiende a nada menos que al pensamiento helénico y abarca a todo el pensamiento judeocristiano. Estaría loco...
Lo que quiero decir es que me parece de una petulancia ciega (lo mismo que el monoteísmo, el antropocentrismo, el geocentrismo, etc.) que también en la esfera del pensamiento abstracto, el macropensamiento, se afirme con agresividad fundamentalista que es el pensamiento occidental el que tiene las claves de "todo" el pensamiento a escala planetaria; pues, dentro de su propia urdimbre está bien claro que, con independencia de otras gravísimas refutaciones en el concierto de los diferentes modos y escalas del pensar, esa premisa, como punto de partida, cae de bruces en la principia petitio. Cuando decía en la primera parte que todos los sistemas son por definición un error, quería decir que, con la escolástica en la mano, es decir, con sus propias armas y dentro de las normas del juego silogístico de los principios de identidad, de contradicción y tertio excluso son cada uno un error sencillamente porque también todos pueden ser verdaderos por separado. Una paradoja. Una paradoja, puesto que si afirmamos uno, estaremos negando el resto. La inferencia o corolario dentro del contexto epistemológico podría pues ser:
Cada sistema filosófico es un error en la medida que otro lo contradice. (De igual modo, una religión es falsa en cuanto otra se postule verdadera... o es verdadera en cuanto a que todas, en potencia, son verdaderas)
3. LOS SISTEMAS FILOSÓFICOS II
Los sistemas filosóficos no tienen que ser necesariamente incompatibles entre sí, a menudo cohabitan independientes en el mundo de la idealidad y a veces se complementan, pero en muchos casos son absolutamente contradictorios según las reglas de la lógica formal. Conciliar los opuestos sería en tal caso el desafío. Pero para conseguir la integración se precisa de una actitud extraordinaria, quizá mística, que exige a su vez una transformación radical del pensamiento que llamamos coherente. Y en nuestras sociedades pocos estarán dispuestos a aceptar el reto. Entre otras cosas, porque un esfuerzo se acomete sólo cuando se siente “necesidad” o se espera de él compensación.
Por ello suele ser otra vez la religión, con sus simplificadoras fantasías, la que sigue el camino postrero que la Filosofía no puede continuar. Nuestra generación al menos, educada en sumisión, empezó, pues, con el fundamento religioso; luego, la tesis motriz que subyace a toda religión se fue debilitando hasta agotarse. Pasado el tiempo unos seguimos rebuscando quizá fundamentos para contestarla con argumentos que en su día no pudimos emplear, o para vengarnos de ella; y otros posiblemente regresaron a la religión de origen o buscaron refugio en otra. Pero los últimos compases de la andadura existencial acaban en la mayoría de los casos en agnosticismo, ateísmo, nihilismo o misticismo. Sólo un espíritu suficientemente crítico y madurado por la reflexión desinteresada se decidirá por una actitud conciliada, sincrética e ilusionadamente escéptica. Como puede ser, por ejemplo, que la única verdad reside en el silencio; que la verdad, si existe, se resiste a la definición y parece alojarse en vibraciones, pulsiones o sensaciones aisladas y fugaces que nuestro sistema nervioso registra esporádicamente como suaves descargas eléctricas en formas de una inefable intuición; intuición, entendida como instinto más conocimiento. A eso, a ese fenómeno difuso, unos lo llaman fe, otros presentimiento y otros lo llamamos necesidad psicosomática de “lo absoluto”...
4. RAZÓN PURA Y RAZÓN PRÁCTICA. GÖDEL
Hasta 1931 se creyó que era posible llevar a cabo el programa de completa axiomatización de la matemática propugnado por David Hilbert y otros autores. Se suponía que podía hallarse un sistema logístico en el cual se alojara la matemática (clásica), y que podía probarse que tal sistema era completo y consistente.
Kurt Gödel, sin pensar ni en la Filosofía ni en el Arte, demuestra en 1931 con su teorema de la aritmetización de la sintaxis —del lenguaje al fin y al cabo—, que si un sistema es completo no es consistente y si es consistente no es completo...
Aunque él no tuvo para nada en cuenta este aspecto, yo diría que la razón práctica es en sí misma un sistema de pensamiento consistente pero incompleto, y la razón pura un sistema completo pero inconsistente; razón pura y razón práctica entendidas en su sentido cartesiano, kantiano o hegeliano.
La razón práctica se rige por unas leyes muy sencillas, dictadas en general por las exigencias, más bien la tiranía, de los genes. Su máximo exponente es lo que el lenguaje usual llama egoísmo, que se comparte por extensión aunque debilitándose, hasta la segunda o tercera generación. Ese egoísmo natural que tiene que ver con la obediencia ciega a los propios genes. Ese en cuya virtud llamamos “desnaturalizado” a quien no se atiene a ellos...
La razón pura, por su parte, es compleja y exige adiestramiento. Pero tanto la razón pura como la razón práctica tienen la función casi fisiológica de evitar que el entendimiento se desboque y el yo se desintegre... Si bien los efectos sólo se producen en parte. Pues es sólo el inconsciente de las grandes mayorías lo que se rige por las normas que rigen la razón pura. Porque las minorías dirigentes, la clase política, las aristocracias de ayer y de hoy y la plutocracia siempre, esto es, las que manejan las superestructuras sociales, no se rigen por la razón pura en absoluto. La moral sigue siendo también hoy día sólo cosa de siervos (Nietzsche). Gracias al miedo pero también a la honradez de los más, se enriquecen y disfrutan de plena libertad moral sin moral los menos...
Esas minorías se rigen exclusivamente por la razón práctica. Son pragmáticas en grado extremo y explotan en su “provecho”, material, anímico e ideológico las trabas que, en forma de ética constrictora, le impone la razón pura al individuo ordinario. Apelan a la excelsitud de lo concebido por otras minorías pensantes e invocan a menudo valores a todas luces ya debilitados, y, reforzada por la religión en su caso y desde luego también por los códigos penales, introyectan los retazos de razón desnuda que gobierna el inconsciente de las masas y así las mantienen “contenidas”. Así se cuece el control social. Ser veraz y respetuoso de las leyes fue y sigue siendo una virtud... entre ciudadanos honrados. Pero ser veraz en política, por ejemplo, es una debilidad. Cuando salen de su rol y regresan a ocupar el sitio de su yo común, los individuos que pertenecen a las minorías dirigentes pueden convertirse en víctimas de sí como verdugos... Su yo, en todo caso, está escindido. Esto explica la casi imposible comunicación real entre dirigentes y ciudadanía en países cuya demografía está tan alejada de la ideal de una ciudad-estado griega donde la participación ciudadana directa daba sentido hasta hacerla posible, la verdadera democracia.
De aquí viene la fractura frecuente entre lo que “piensan” esas minorías y lo que en general las mayorías entienden por sensato. Así, el sentido común termina a menudo siendo sorprendentemente pulverizado. El caso más ilustrativo y flagrante es, la guerra. Las mayorías, sólo en circunstancias muy especiales la aceptan; generalmente cuando precisamente sus tierras son invadidas, pero las minorías dirigentes la declaran sin motivo, por motivos aparentemente triviales o para el mayor enriquecimiento de sí mismas... La razón práctica, en cambio, enervado el pensamiento abstracto por el debilitamiento que a su vez ocasionan religiones y filosofías, se extiende paulatinamente, prendiendo cada día en mayores porciones de Humanidad sobre todo occidental. Llegará un momento en que no habrá razón suficiente para atenerse a argumentos éticos basados en la razón pura o abstracta y será una exigencia generalizada que todo sea dispuesto y orientado, exclusiva y directamente, a una finalidad utilitaria de carácter exclusivamente material. Pero ¿qué es lo pragmático?: la atracción por lo que va directamente a los sentidos y no a alimentar o avivar el sentimiento y el orden de lo moral. El proceso que sigue la humanidad occidental apunta a una desaparición del sentimiento y del orden moral que, unidos al resquebrajamiento del control social y la escasez de recursos naturales más elementales, provocará un deterioro gradual de los soportes que toda sociedad precisa para vivir en una paz aunque siempre relativa, controlada. No es improbable que la Humanidad, con el tiempo, estalle en una revolución mundial en cascada que la regrese a un singular estadio de barbarie sin precedentes conocidos.
5. DELIBERAR Y ACTUAR
Pero no es ni mucho menos ésta y sólo ésta la prueba de la devaluación de la Filosofía. Veremos otras...
El asunto sociopolítico no pertenece cierta y propiamente al pensamiento filosófico puro, pero lo cierto es que el que medita, una vez ha resuelto a su manera y para sí los grandes interrogantes de la vida, lo convierte en uno de los puntos de atención. En cualquier orden del pensamiento no utilitario tanto Gödel como Einstein debieran haber disuadido a todo humano de buena voluntad de recurrir a la polémica... tan inútil es. Pero ha sucedido todo lo contrario. Porque está visto que “civilizar” equivale a polemizar, y que la polémica, por sí misma, supliendo a otras habilidades más naturales y saludables, ha terminado siendo un producto más de mercado, y además muy atractivo. Quien sabe discutir mucho y bien, casi tiene asegurado un empleo. Sabemos que, en el fondo, el hombre hace la guerra por diversión —hubo un tiempo en que era llamada "deporte de reyes".
Pues bien, sustituir la guerra por la controversia en paz poniendo en lugar de cada guerrero homicida a un cínico discutidor, es un paso adelante en civilización; pero cuando la polémica se fuerza, se violenta artificialmente sabiendo que la tesis del contrario es, o puede ser, tan certera como la propia, la polémica acaba siendo una reyerta, un disparate, una aberración del entendimiento. Esto es una constante en las diferentes esferas y niveles de la vida social; desde el “no estoy de acuerdo” o el unamuniano “de qué habláis para oponerme” en la charla de café, pasando por los diálogos de sordos parlamentarios, hasta las refriegas indecentes televisivas. No se trata ya de contribuir a la construcción de la razón, sino en conseguir que el otro dude de la suya... No esperemos más Diálogos platónicos...
Por otro lado y por si fuera poco, en la práctica y en los países meridionales dominados por religiones dogmáticas (en el fondo todas lo son —las que no lo son, justamente son Filosofía) es preciso profesar una idea rotunda, inexorable y pétrea. En general, ni se comprende ni se aprueba ni se comparte la ambigüedad, el claroscuro, ni tampoco el escepticismo como modos de concebir y estar en la vida. Sólo se valora el “saber estar”, pero en la vida social, no en el existir. Aquel viejo adagio de “pensar despacio y obrar deprisa”, no rige ya. Sucede lo contrario: o no se piensa o se piensa precipitadamente, y se actúa atropelladamente al mismo tiempo. En cambio, lo que exigiría pronta resolución se trata con premiosidad o no se trata, y lo que no la exige o es abstracción pura —y por lo tanto no trasciende de nosotros pues pertenece a la idealidad— se contesta urgentemente desde argumentaciones pragmáticas. Es decir, frente a lo teórico se invoca pragmatismo, y lo práctico, lo que exigiría reflejos rápidos en aras a la eficacia se ve complicado, y con frecuencia de propósito, por una deliberación exagerada. De aquí viene el llamar despectivamente “utopía” a todo lo que hoy y ahora no “está”. No vale que lo que ayer fueron utopías hoy son realidades. A tal efecto, relacionando esta crítica con el desastre que está teniendo lugar en la biosfera, la previsión sería la aptitud más valiosa de un político. Sin embargo los políticos, casi todos, carecen de tan valiosa capacidad, y aun teniéndola no pueden ejercitarla ni traducirla a decisiones prácticas, pues es sabido hasta qué punto son juguete de los poderes fácticos. (Eludo aquí, para no hacer más prolijas estas meditaciones, señalar los graves indicadores preludio de mayores catástrofes más o menos silenciosas en el futuro que tienen que ver con esto).
6. DOGMA Y COLECTIVISMO. ENSEÑAR A DUDAR
Por otra parte, a pesar de que éste, nuestro sistema sociopolítico dominante, no es más que un concepto, modelo o sentido de la realidad más entre distintas opciones teóricas y prácticas, la intelligentsia oficial u oficializada ataca o persigue todo razonamiento que no se avenga a él. Así se cocinan las democracias convencionales, las democracias liberales de Occidente. Se tiene al “sistema” como el menos malo de los posibles y se le protege a capa y espada incluso de sí mismo. El colectivismo y el marxismo por ejemplo, están de hecho perseguidos y sofocados de muchas maneras por el talante neoliberal. Esto es en parte consecuencia directa del cristianismo y del judaísmo no obstante ser el Evangelio cristiano fuente de argumentos para la defensa y fomento del igualitarismo. También, consecuencia del dogma, "lo que queda de una idea después de aplastada por un martillo pilón", Ortega. Y lo que queda del dogma sigue siendo todavía lo que imprime carácter casi nacional, a costa del menosprecio y del desasosiego del espíritu librepensante. Pues siguen teniendo infinitamente más fuerza en nuestra idiosincrasia el espíritu tomista y los evangelios sesgadamente interpretados, que el pensamiento de los Padres de la Iglesia cuya filosofía tiene mucho más que ver con el cooperativismo y con el pensamiento de Marx que con el sistema capitalista y con el neocapitalismo. Más fuerza también que el pensamiento orteguiano, que apenas ha trascendido los circuitos más intelectuales; resultando un intruso incómodo, un cuerpo extraño ajeno a la conciencia colectiva de nuestra sociedad. Un síntoma: el nulo caso hecho a Ortega cuando aconseja al que enseña que enseñe también a dudar de su enseñanza... Lo más opuesto al dogma y al tono sentenciador del magisterio al uso en cualquier orden de cosas y a los sucesivos sistemas de enseñanza. En el otro extremo está Spinoza, que informa y talla buena parte de la mentalidad determinista y quizá por eso mismo radicalmente tolerante, del sajón holandés...
En tales condiciones el dogma teológico preparó, allanó, facilitó, al menos en España, la entronización de otro dogma: el pensamiento único, que, en el ámbito socioeconómico, no es sino "pensamiento unidireccional" aplicado a todo el pensamiento en bloque de Occidente. Un pensamiento al que se puede añadir el lamentable y definido rasgo de carecer de propósito de enmienda; de carecer del propósito de corregir paulatinamente gravísimos defectos en aquello que la economía neoliberal tendrá que modificar... si quiere sobrevivirse a sí misma sin desencadenar una hecatombe. El “desarrollo sostenible”, tan celebrado por los sectores más considerados con la naturaleza y progresistas, es otra licencia destinada al autoengaño e ideada para facilitarse entre todos la farsa de que nos encontramos en el camino recto...
7. EL LOGOS Y LA FUERZA
De todos modos, después de largo tiempo prestando atención al asunto del raciocinio y de la racionalidad de los que tanto se jacta el ser humano, se termina viendo hasta qué punto el logos se agrieta, casi se viene abajo, en cuanto lo confrontamos o lo sometemos al juicio de la macro-realidad. Y cómo pierde su sentido en la praxis política, es decir, en la acción ejercida tras las resonancias solemnes del discurso político...
La humanidad se concita en torno a ellas y se cobija bajo las Naciones Unidas. Bien. Pero ¿quién decide lo recto y lo incorrecto, el bien y el mal, tanto en general como para cada caso, si no el poderío militar? En el espacio social, al ras del suelo, sucede lo mismo en cualquier orden de cosas. ¿Pues qué sentido pues tiene el logos en la vida práctica frente a la voluntad o al capricho del empresario, del juez, del poderoso, de la iglesia, del banquero, de la policía o del ejército? ¿Qué significa el logos tratado por leyes ideadas y aplicadas a su medida por las clases dominantes? Dice un clásico que “cuando impera la injusticia es grave tener razón”. En cuestiones de justicia habría que ir directamente al Derecho natural... pero no quieren... Al final el logos lo emplean exclusivamente los débiles, y su marco natural encuadra sólo a los débiles. Los fuertes, socialmente, no precisan de él, pero rentabilizan el ajeno. En éstos es su voluntad nietzscheana lo que se impone a todo lo demás. El logos cede constantemente ante la fuerza y, en lugar de predominar sobre ella y doblegarla, como correspondería a la especie zoológica de la escala superior, tiene un papel semidecorativo en la sociedad humana y una utilidad cada vez más inconsistente y limitada.
Si, como viene sucediendo, los valores más o menos compartidos que sustentan a toda sociedad se derrumban, y con ellos la razón que los da vida, la filosofía que no nace de uno mismo, que no se alimenta de uno mismo, puede ser uno más de los delirios, otro instrumento al servicio del más fuerte. Por eso si quien filosofa se sale de los espacios de la elucubración profunda dirigida al aseo intelectivo personal para hacer filosofía de la Política, debe tener la probidad intelectual al menos de hacer crítica del sistema a fondo y sin concesiones, sea cual fuere el sistema en que se encuentre inmerso el filósofo e independientemente de quien sea el grupo político dominante. Debe hacer crítica, no fingir que la hace señalando por ejemplo aspectos irrelevantes para ocultar los relevantes, y mucho menos para reforzar la “causa compacta” del poder instituido. Pues fingirlo debilita aún más al individuo y la causa de las minorías... que es lo que hacen algunos que se hacen pasar por intelectuales tanto en el Estado español, como en el francés o en el norteamericano que son los que mejor conocemos. La conciencia colectiva, ya que desafortunada y radicalmente desconfiamos de la clase política, no debe abandonarse de ningún modo al periodismo, que es lo que éste intenta. La conciencia colectiva debe alojarse en los intelectuales honrados no comprometidos o sólo comprometidos con su propia conciencia; no en los comprometidos con causas externas, o que dan la impresión de estarlo...
Otro ejemplo de anfibología, de ambigüedad: la palabra "democracia" parece significarlo todo y significarse a sí misma si la basamos principalmente en el pueril y volátil protagonismo de una persona que mediante su voto elige cosas muy imprecisas y cree que “decide”. Nada más irreal, o más confuso. El sistema del voto se practica en todos los países salvo en los de cultura islámica; también en los del Tercer Mundo, en los expoliados por las potencias de Occidente de África y Sudamérica, en Cuba y en China. ¿Y qué diferencia a unos y otros cuando se acusan entre sí y con fundamento de fraude, de dominio de las clases dirigentes, políticas en unos casos y económicas, empresariales, institucionales y eclesiales otras, en descarada burla y manipulación de los verdaderos intereses de todos los ciudadanos?
El conductismo y la mentalización aplicados a la política desde los laboratorios de sociobiología, forman parte de los mecanismos de manipulación radical del propio sistema y del ciudadano en Occidente. Cosificar y convertir al ciudadano en otro producto más del mercado, es el objetivo. Las urnas, otro de los estúpidos señuelos. En el acudir a ellas descansa nuestra libertad —nos dicen—... salvo que se trate de asuntos fundamentales, como por ejemplo alianzas para guerras. Pues entonces los dirigentes nos responden con el más abyecto silencio: ¿para qué consultar? Y nosotros, con más silencio puesto que no podemos responder a preguntas que no se nos han hecho y aunque hayamos clamado al cielo, técnicamente hemos otorgado... Tal es nuestra irrelevancia y la de nuestro inútil, en esto, contraproducente logos.
8. MERCADO, LENGUAJE, MATHEMATICA
Pero reconozco que deberíamos ejercitarnos en recordar a todas horas que nada tiene de extraño que de la polémica se haya hecho un producto intangible del mercado, pues en general el pensamiento está construido por el lenguaje, el cual, además de ocultar el pensamiento, sin duda debió ser inventado para confundir. Si hemos de “vérnoslas” con otro -sea interlocutor sea lector-; si en ese trance deseamos la paz; si nos exigimos precisión conceptual... cada vez que empleamos una noción abstracta tendríamos antes que definirla y ofertar sus varias acepciones y significados para negociarla con el interlocutor o lector; y cuantas veces definimos un concepto, deberíamos consultar todas las interpretaciones posibles e imaginables, y aun tendríamos que dejar éstas abiertas a la eventual complementación de las que en ese momento no están, no imaginamos, ni podemos, aún, imaginar. Si del lenguaje no se hubiera hecho un producto más del mercado, de la discusión un estúpido entretenimiento o un espectáculo, y del afán de apropiarnos de la “verdad” un asunto de vida o muerte, deberíamos emplear con el lenguaje el rigor de la matemática, y si no... callarnos.
El metalenguaje, por su parte, simplifica y acorta el proceso de comprensión entre los “especialistas”, pero, lejos de resolver los enigmas e ideas complejas que encierra, el metalenguaje puede generar en el entendimiento aún más desconfianza y desasosiego en el hombre medio dado su sentido primigenio y directo de las cosas. Todos los sistemas filosóficos tienen que partir de un postulado in-probable o de un corolario que, por convención, no es preciso demostrar... “Apodíctico” es una proposición necesariamente verdadera, bien porque es evidente, bien porque es demostrada. Pero en esa convención, en considerar algo evidente o algo demostrado sin apelación, está el peligro, además de haberlo en las trampas de la principia petitio...
Por último, dice Jesús Mosterín que si es cierto que de la Ciencia no puede uno fiarse, los Fundamenta Mathematica son invariables y eternos. Con todos mis respetos a Mosterín y a su genio, no lo creo. Tampoco puede uno fiarse de ellos. Empezamos porque hay diversas Mathematica, no sólo la pitagórica, y varias geometrías: la euclídea y las no-euclídeas... Y por otro lado, de la misma manera que se ha "revelado" científicamente que la velocidad de la luz en ciertas condiciones que no sean el vacío supera con creces a la que se suponía insuperable, algún día se dirá también que "en determinadas condiciones" se puede trazar más de una paralela respecto a un punto dado —posibilidad, como es sabido, que niega la geometría euclídea...
9. LA RAZÓN NO ES PROLIJA
Deberíamos estar preparados para aceptar de buen grado el absurdo, la contradicción y el ser y no ser al mismo tiempo. A fin de cuentas, por más empeño que pongamos en sortearlos siguen entreverados, más o menos solapados, en nuestro discurso general, sea cual fuere éste y verse sobre lo que verse. Yo, en estas meditaciones, estoy haciendo en cierto modo Filosofía. Pues bien, cada idea que pretendo completa y sin fisuras va unida a una o varias objeciones, reparos o refutaciones que me callo. Presentar, uno mismo, una tesis y al mismo tiempo su refutación contestando seguidamente a la refutación con otras objeciones posibles, conduciría al absurdo o a la desesperación. Hemos de ser escuetos, concisos, claros, sobre todo si aspiramos a comunicarnos con el otro. La razón nunca es prolija. De acuerdo, evitemos el absurdo, la contradicción y la proposición que contenga asertos que, concatenados, impliquen sostener que algo “es” y “no es" al mismo tiempo. Pero la concisión y el razonar ordenado que buscamos no bastan. Pues no dejan de estar ahí otras alternativas, otras posibilidades discursivas ínsitas en la realidad y consustanciales a la verdad que afirmamos. Siguen existiendo aunque la ignoremos o sea en potencia. Einstein comentó a un ocasional compañero de paseo: "¿dejará de existir la luna en cuanto dejemos de mirarla?". Más recientemente Schördinger vuelve a insistir en la dualidad, con su propuesta empírica sobre la vaguedad de lo real...
Otra cosa es, la utilidad que, en otros órdenes (siempre la dualidad praxis/thesis, práctico/teórico), las afirmaciones respaldadas por la Ciencia o las Academias puedan eventualmente aportar al entramado global de ésta o aquella cultura. Pero una cosa es que un aserto sea "útil" y otra que sea "verdadero"; que es lo que a través de esta exposición trato de cuestionar en relación al "consuelo", alivio o aquietamiento que la Filosofía pueda en su caso proporcionarnos. En todo caso distinguir con precisión la certidumbre útil de la absoluta me parece un avance notable en el desarrollo del logos. Porque recurrir —como se hace a menudo— a una teoría previa recién ideada (por ejemplo la maligna teoría preventiva) para justificar una costumbre o un comportamiento vil (la guerra neocolonial), o a la inversa, recurrir a un modus operandi nefando (la guerra al infiel) para reforzar esa misma teoría, me parece un error tajante desde el punto de vista de la satisfacción que busca instintivamente el intelecto. Un error sobre el que, sin embargo, se está intentando fundamentar un nuevo orden espantoso en el planeta...
Es curioso, sin embargo, hasta qué punto lo apodíctico (lo necesariamente verdadero) y la discusión han merecido monumentos a la estupidez humana a lo largo de los siglos. Por esto mismo, de esa ingente experiencia vital acumulada se esperaba más para nuestro tiempo. Se esperaba de la humanidad en su conjunto un salto cualitativo del que saldría beneficiada toda ella. Sin embargo, en el siglo XXI, poco o nada ha cambiado la condición, la ralea del humán como especie viviente hipotéticamente superior: la crueldad, el egoísmo feroz, la envidia implacable, la destrucción metafórica o real del adversario como motor de progreso, por ejemplo, que no se han atenuado sino que se han potenciado y redoblado. Pero es que ni en la Filosofía ni en la vida pública se aprecia interés alguno en hallar entre todos la Razón. En la vida pública se trata principalmente de hacer dudar al otro de la suya, y mejor si se logra que la razón ajena se tambalee... Negar evidencias desde una posición de fuerza puede ser una tortura más en tiempo de torturas, pues probar lo obvio es lo más difícil de explicar. Sin embargo es moneda de uso corriente vernos obligados a demostrar que el crimen legal, que el uso de la fuerza, que la prepotencia, que el abuso, que la crueldad pueden ser comportamientos legitimados por los Estados depredadores que los ponen descaradamente en juego disfrazados de pretextos a todas luces insoportables e indignos de seres pretendidamente superiores de la escala del Reino Animal... Es cierto que al lado del egoísmo extremo de esos grupos acaparadores de poder, de riqueza y de perversidad la generosidad, la solidaridad y la fraternidad siguen vivas o vigentes; pero se ha tensado de tal forma la relación "egoísmo"-"generosidad" que si los gobiernos armados hasta los dientes se guían por la filosofía social del egoísmo a favor del grupo -rasgo principal del neoliberalismo-, las expectativas de la mayor parte de la población mundial, sobre todo de otras culturas, son para echarse a temblar.
En suma, en la cultura occidental resulta cada vez más problemático encontrar a los diez justos bíblicos...
10. EL FILÓSOFO EN SU TIEMPO
Por otra parte el filósofo, tanto como ser vivo como pensador es hijo de su tiempo y está atrapado intelectiva y psicológicamente en su tiempo. Y, por más que se esfuerce en captar la prenoción, la presciencia o ideas futuribles su sentido sobre la moral, la política, el espíritu, el entendimiento, el alma, la materia, la sociedad... se ajustan a parámetros lógicos de lógica formal, socrática o aritmética, que excluyen otros por aberrantes, contradictorios o arcaicos pero quizá presentes en otras culturas actuales, próximas o recónditas o de otras épocas. Y si no se ajustan a esos parámetros, serán consideradas por la mayoría utopías desdeñables o puros desatinos. Al final todo es cuestión de oportunidad (kairós) y de evolución. Lo que hoy es disparatado, mañana quizá despierte entusiasmo y será emblemático. Pero que era o es disparatado, provechoso o simplemente interesante lo dicen otros... Lo dicen los mismos que en cada momento de la Historia permanecen al acecho. Esos que siempre y al menor descuido de sus semejantes estarán juzgándolos, sometiéndolos y explotándolos o apartándolos. Y, pasado el tiempo, cuando nos encontramos en un presente que ayer fue futuro, en que aquellas ideas quedaron atrás pero se ha alcanzado un pensamiento más abierto a la novedad por el hastío que nos producen las modas, nadie se acordará ya de los precursores; precursores que quizá tuvieron que pagar un alto precio, antes a menudo con su vida, hoy, ignorados por editoriales, Certámenes, Academias, críticos o grupos de opinión...
Además, el filósofo estará más atrapado en su tiempo, cuanto menos filósofo aunque él se lo crea...
11. EL PENSAMIENTO ÚNICO ¿ES PROGRESO? I
El pensamiento único lo abarca todo, o aspira a ello. Pero sobre todo y por definición es dogmático. Y cuando el sustrato de una idea-madre lo es, no hay que buscar en ella capacidad para corregirse ni esperar que por su propia iniciativa rectifique. Habrán de forzarle a ello otras ideas u otras fuerzas. Sea como fuere y a pesar de que en lo científico y en lo tecnológico se sitúe el motor del progreso —así al menos lo entiende el pensamiento único—, llegará un día en que, ya que muchos no podemos hacer otra cosa que lamentarnos de ello en privado, las sociedades se preguntarán institucionalmente: ¿qué sentido tiene avanzar en los saberes si, entendido cada individuo como una célula de Humanidad y el planeta como hogar, lo que hacemos con el saber insaciable hacia ninguna parte y sus aplicaciones es precipitar el fin de la Historia? Se lo preguntan o se lo preguntarán, pero desde luego nunca en un marco institucional porque sabemos positivamente que el instinto más poderoso de la fuerza de un Estado es la ceguera...
No voy a desarrollar aquí la constatación, tan inútil como conocida por quienes sufrimos de sensibilidad, de que:
a) el provecho de esta clase de progreso sólo llega a una tercera parte de la humanidad, con tendencia a ahondar cada vez más la brecha entre los “beneficiarios” y el resto que involuntariamente les sufraga.
b) el cataclismo silencioso y progresivo, el cambio climático, está estrechamente relacionado con el progreso y la destrucción general de la biosfera.
c) las ilusionadas expectativas en la curación de enfermedades al desentrañar el genoma humano, van acompañadas de unas estadísticas espeluznantes —que oficialmente no existen fiables— sobre los fracasos de la Ciencia Médica y su causa directa o indirecta de agravamientos, de nuevas enfermedades, de dolor y de muertes prematuras.
d) al lado de esos avances orientados a compensar y curar muchas patologías nacidas de la vida artificial actual, y gracias a los que unos cuantos pueden prorrogarla un tiempo pero a menudo a costa de arrastrarse, millones apenas pueden alimentarse y otros mueren de hambre. (1)
e) el progreso en Medicina ha hecho olvidar sus fundamentos, y en lugar de gravitar en torno a la Dietética, como prescribe el Corpus Hipocrático, el Arte médico y la sanación recaen en la cirugía con el alto riesgo que conlleva.
f) cuando creíase que las guerras y la violencia de los Estados no era cosa ya de sociedades civilizadas, dos guerras con desigualdad notable de fuerzas se han desencadenado precisamente por quienes se suponía eran los más obligados a saber evitarlas y más capaces de lograrlo...
El caso es que el progreso camina hacia no sabe dónde, llega a porciones de humanidad cada vez más reducidas, y además cumpliendo un fatum devastador. Y todo, porque no se asienta en ninguna Filosofía moral, sino exclusivamente en un pragmatismo exacerbado sólo en provecho de unos cuantos; un progreso que camina con miras fijas pero dispersas y desconectadas entre sí, que es lo mismo que caminar a ciegas.
(1) Las estadísticas a menudo son insensibles y difíciles de entender para la mayoría de los que vivimos una vida privilegiada en los mundos desarrollados del Norte. Consideremos, por ejemplo, el hecho de que las 356 personas más ricas del mundo disfrutan de una riqueza colectiva que excede a la renta anual del 40% de la humanidad. Mientras hablamos con entusiasmo de la globalización, del comercio electrónico y de la revolución de las telecomunicaciones, el 60% de las personas del mundo no ha hecho nunca una sola llamada telefónica y una tercera parte de la humanidad no tiene electricidad. En esta nueva era, en la que hay más y más conexiones económicas globales, cerca de 1.000 millones de personas permanecen sin empleo o subempleadas, 850 millones de personas están desnutridas y cientos de millones de personas carecen de agua potable adecuada, o de combustible suficiente para calentar sus hogares. La mitad de la población del mundo está completamente excluida de la economía formal, obligada a trabajar en la economía extraoficial del trueque y la subsistencia. Otros consiguen llegar a fin de mes en el mercado negro o con el crimen organizado. (Jeremy Rifkin)
12. EL PENSAMIENTO ÚNICO ¿ES PROGRESO? II
Lo que llamamos progreso, al fin y al cabo no es más que una más de las interpretaciones dadas al desarrollo del pensamiento y a su aplicación a lo largo de su historia. (Véase R. A. Nisbet, Cambio Social e Historia). Pero aun en el sentido directo del concepto entre nosotros, hay que tener en cuenta que para que una parte de la humanidad lo celebre y disfrute de la comodidad e instrumentalidad que comporta cada avance, el resto paga el precio. De todos modos si el progreso atrae, ya no fascina. Se le va viendo el plumero... Se empieza a sospechar que, a cambio de haber conseguido acortarnos la distancia, ahorrarnos energía personal y más comodidad, prorrogarnos físicamente un poco más la vida media... quizá no valía la pena tanto sacrificio.
Vuelan a la luna media decena de seres humanos, con el pretexto añadido a la simple curiosidad de que los descubrimientos logrados en el experimento beneficiarán un día a la Humanidad. Bueno, pues cuarenta años después de la gesta, por ejemplo, reciben a cambio cuidados paliativos en Comunidades como la de Madrid sólo unos cuantos enfermos terminales, y un 80% agoniza lentamente sin morfina, mucho más terriblemente que cuando la Medicina y el médico no podían hacer otra cosa que acompañar al moribundo y certificar su muerte... En cualquier caso, la doble consecuencia del progreso, acelerado para unos países donde de paso causa una irreparable atrofia del instinto, y peso muerto para el resto, se nos antoja como signo del cercano ocaso de la civilización occidental, si es que no estamos ya en él.
Lo que a mi juicio distingue, en este aspecto, los tiempos actuales del pasado es que las masas cuya existencia era casi sobrecogedora para nuestra visión actual, han elevado su calidad material de vida casi al nivel del antiguo rico. Pero, por un lado, ello ha sido a costa de perder buena parte de calidad moral y nerviosa, y por otro, además de empobrecer cada día más al Tercer Mundo, la ensoñación, la belleza, la vida dulcemente entrelazada a la Naturaleza, la familia, la percepción de uno mismo como opuesta a la alienación y otros casi absolutos “naturales”, no sólo no han enriquecido o elevado el espíritu de nuestras sociedades en su conjunto; es que la falta de todo aquello las está debilitando o enfermando.
Que vivimos semivaciados de sentimiento a cambio de buscar sensaciones, es un hecho que se puede constatar en muchos ámbitos de la vida actual. Se han hecho prácticamente irrecuperables la serenidad, la quietud y la armonía cuyo cultivo y aspiración tenían por norte de educación las clases medias. No creo que las generaciones actuales entiendan bien el significado de esas tres palabras. El disfrute de todo lo que nos rodeamos, incluida la misma sexualidad, proviene más del cerebro y de los nervios que de la carne y de la sangre. Y si se piensa un poco, ¡cuántos no preferiríamos renunciar a tanta oferta vacua con tal de poder dar un tranquilo paseo a orillas de un río limpio o internarnos por un bosque a salvo de incendios, no amenazado o no ya moribundo por causa de la lluvia ácida!. Lo terrible es descubrir que la suerte está echada, pues todo parece indicar que no puede darse marcha atrás. El invento del “desarrollo sostenible” viene a ser una trampa para asegurarse el camino inexorable hacia el ocaso. Y sin embargo, las sociedades avanzadas deberían intentar otros caminos...
13. LIBRE CONCURRENCIA... PARA DEPREDAR
Se habla a menudo de justicia social y son frecuentes las advertencias sobre los desastrosos efectos irreversibles de los abusos que Occidente comete con la Naturaleza. Sin embargo es palpable que ni siquiera entre los progresistas bien arrellenados dentro del sistema hay voluntad alguna de cambiar a fondo las cosas. Toda medida reparadora o innovadora va dirigida a retocar siempre los efectos, pero dejando deliberadamente intactas las causas.
Lo que no se explica es la filosofía de fondo que justifique el empeño en mantener el statu quo del sistema todo. Lo que no se justifica, en una era de la historia de la humanidad en que la libertad —ficticia para la mayoría— amenaza por los cuatro costados su futuro y al planeta, es por qué son más indeseables los colectivismos o el estatalismo que las falsas democracias contemporáneas. Habría que explicar por qué el colectivismo, que subordina la iniciativa particular y egoísta al beneficio del rebaño, es menos provechoso para todos que las decisiones de esos puñados de voluntades individuales que en cada país constituyen la aristocracia moderna; una aristocracia-plutocracia puesta al servicio prioritario y excluyente de sí misma. Antes era la idea del Estado, el Leviathan hobbiano, lo que aterraba porque —se decía— todo lo sofoca y devora. Pero ahora son esas voluntades disgregadoras el poder real de cada país occidental, y no parece inquietarnos. Incluso en el país campeón de la libertad hace mucho que se confabuló a sangre y fuego contra todo ensayo cooperativista...
Ahora son esas voluntades las que tienen la misión sin precedentes en la Historia de empobrecer a los más pobres y de debilitar espiritual y anímicamente al resto. En realidad, su propósito pasa por el desdén hacia el agotamiento cierto de los recursos del planeta; siéndoles indiferente la suerte que corran las generaciones venideras y que el mundo se convierta en un estercolero descomunal. Aunque cada vez es más frecuente en las sociedades occidentales, no conviene publicar las cada día más altas tasas de suicidio, ni tampoco insistir en las de enfermedades nerviosas. Nada de alarmar acerca de los peligros adicionales que encierra el sistema en sí mismo, nada de ponerlo certeramente en evidencia...
Pero convendría que nos ilustrasen, que nos convencieran del por qué la ley del hormiguero no es digna de imitación, y sí en cambio la ley de la selva que impera tan en detrimento de la racionalidad más elemental.
Y es que no son tan temibles los hombres como las estructuras organizadas por ellos para destruir y las mentalidades que las reverencian para vergüenza del individuo racional. Porque son éstas precisamente las que refuerzan esa odiosa ley salvaje que prospera sin otros frenos y controles que los que ejercen policías, ejércitos y códigos penales que por su lado las potencian. Porque al final quien posee un arma, poder económico o político se impone a todo otro razonamiento. El mundo está en sus manos...
La especie humana no se divide ya en inteligentes y obtusos, en laboriosos y holgazanes. La sociedad humana está compuesta, de gentes con escrúpulos -que a pesar de todo todavía siguen siendo mayoría-, y de minorías sin escrúpulos que se apropian fácilmente del Poder real con artificios abusando de la ingenuidad de los primeros. En todo caso y por este motivo es aborrecible la antropolatría asociada: esa suerte de pleitesía que se profesa el hombre -sin escrúpulos, dominante- a sí mismo como supremo hacedor y deshacedor, creyendo que puede resolverlo todo y que es capaz de sacar a la humanidad de todo atolladero gravísimo incluido el Apocalipsis; pensando que puede seguir ad infinitum desafiando a la colmena y a la Naturaleza. Pero yo, personalmente, tengo la impresión —la del sexagenario— de que la Naturaleza será quien diga la última palabra...
14. EL FILOSOFAR A LA LUZ DE HOY
La recomendación kantiana es que no se debe enseñar Filosofía pero sí a filosofar. Lo distintivo del filósofo no es arengar a las masas, ni siquiera adoctrinar a grupos de estudio, sino comunicar lo pensado individualmente a un interlocutor también único e irrepetible. Y eso es lo que hago.
Así pues, lo dicho hasta aquí vale para la Filosofía y el filosofar anterior a la luz de hoy, según lo que hoy aquélla representa en mi consideración. Pero en la actualidad, cada vez me resulta más claro que hacer Filosofía, es decir, “inventarse” una explicación de la razón de ser de las cosas (fin de la Filosofía) en términos concluyentes, darse uno a sí mismo respuestas categóricas, es sencillamente fabular.
En unos tiempos en que se perfilan tremendos trastornos para la supervivencia de las próximas generaciones, filosofar, publicarlo y hacer magisterio de ello, no sólo es contravenir la recomendación de Kant, es prestarse también al ridículo, una sesuda e ilustrada insensatez. Lo único que, a mi juicio, cabe ya, después de haber agotado mi lectura de Nietzsche, no es hacerse preguntas sobre el ser de las cosas y responderlas ad libitum, sino observar hasta dónde será capaz de llegar en su estulticia, el ser humano que decide por nosotros la suerte del planeta entero; de cómo una civilización prefiere hundirse en la ciénaga antes que desprenderse del fardo de oropel que la empuja al fondo; de cómo una civilización crepuscular puede optar por destruirse a sí misma arrasando todo lo que encuentra al paso, con tal de no renunciar a una sola brizna del bienestar artificial que ella misma se fabrica...
Hoy, todo lo que no sea pensar en cómo prepararnos, en tanto que especie viviente, para sobrevivir en un planeta que le queda poco para la extenuación, y para recuperar algo de la virginidad perdida, se me antoja de una irresponsabilidad de párvulo, y la fe optimista en el futuro, una actitud presidida por la comodidad mental y además egoísta. La particular visión del que filosofa acerca de ese “ser de las cosas”, no puede ni debe, a mi juicio, perder de vista la existencia de los seis mil millones de habitantes que habitan la Tierra, ni la de todo lo que existe bajo la biosfera sometido a la amenaza de decisiones tomadas por un puñado de voluntades que se encuentra entre el tercio de la población del planeta que vive opíparamente a costa de los otros dos tercios. Desconectar todo pensar, filosófico o no, obviando esta realidad equivale a automutilarse el pensamiento el pensador para cobrar indemnización...
15. DE LA FILOSOFÍA A LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Pero lo que sí es preciso reconocer a la Filosofía es su preterida utilidad. Útil fue, en cuanto nos entretuvo el pensamiento y la imaginación, que no es poco. Util fue también, cuando conocimos a ciertos filósofos que pudieron servirnos de guía buena parte de nuestra vida, o, como dice Julián Marías, que "nos ayudaron a que nuestra vida fuera nuestra y no el resultado de las presiones sociales o de la manipulación"...
En unas ocasiones prestábamos -y prestamos- atención a unos aspectos de la realidad visible o invisible, y en otras a otros aspectos. El estado de ánimo es decisivo en esto, además de las circunstancias y los acontecimientos. Pero la vertiente más decepcionante de la Filosofía aparece cuando nos damos cuenta de que no es posible que unos filósofos estén en lo cierto y otros no, o que todos estén en lo cierto. Lo más probable es que todos estén equivocados en los aspectos más determinantes de lo que constituye el objeto de la Filosofía. (En la Filosofía no sólo hay lienzos, estilos pictóricos aplicados a un tema e interpretados por cada pintor a su manera; en Filosofía concebimos esperanzas de “verdad”). Y al cabo de los años de seguirles, acabamos extenuados descubriendo que realidad y verdad no existen como algo unitario más que en función de nuestra credulidad, de nuestra capacidad para “creer” intelectualmente a otro más que en uno mismo. Y si, para facilitarnos el entendimiento propio y en su relación con el ajeno, aceptamos a regañadientes que existen, será desde luego en forma poliédrica.
Y, sin embargo, raro es el que hace la capital advertencia, de que la suya constituye una visión estrictamente personal del mundo. Algo que deberían hacer todos antes de introducirnos en sus elucubraciones, para disipar la sospecha de que detrás de todo filósofo no hay un iluso o un gran ególatra en lugar de un humilde esclavo al servicio de la sabiduría. Una excepción —que yo sepa—, Descartes, al anunciarnos en su Discurso del método que lo escribe para darse a sí mismo las reglas del recto pensar.
Y es que no debe olvidarse nunca que la Filosofía no fue más que un compendio de sugerencias, de proposiciones mentales. Mi circunstancia, mis genes, mi armazón cultural, mis necesidades anímicas me hacen preferir esto, y los tuyos, aquello. Por eso cuando los filósofos forcejean entre sí disputándose las claves del pensamiento objetivo, se ponen en ridícula evidencia... Sólo se puede llegar a donde llegó Cioran: “No tengo las claves del pensamiento, pero sí las del mío”
Sea como fuere, no comprendo cómo después de Shakespeare alguien pudo atreverse a escribir tragedias; después de Beethoven, a componer sinfonías, y después de Nietzsche, a regurgitar Filosofía...
Pero por eso, para evitarme tanto recelo, tanta suspicacia, he abandonado la Filosofía. Por eso, hace años pensé era hora de pasar a otra dimensión: la antropológica. La antropología filosófica y la sociobiología dan cumplida cuenta de la naturaleza humana centrando su atención en la óntica de barro del ser humano. Sitúan al racional más apropiadamente, a mi juicio, en sus hechuras zoológicas e irracionales que en su racionalidad inconsistente e intermitente. Esta manera de estudiarnos, de ahondarnos, de examinarnos, me ofrece mayores garantías que la idea platónica, la hegeliana o la especulación abstracta en general construidas desde claves dadas e inventadas que se constituyen en interpretaciones libres de la realidad observable y de la inobservable. Además, en términos generales y después de Rousseau, considero a todos los filósofos que se han ido sucediendo culpables de haber ido alejando al ser humano de la Naturaleza, de haberle aproximado al artificio, a la vida urbana y al regusto exagerado por el sofisma. La metafísica, hace mucho ya, que enlazó con la física a la que la mayor parte de su historia se la pasó esquivando.
16. EL TÉRMINO MEDIO. RACIONALIDAD DE LA DE-CADENCIA
No obstante, hay una cuestión fundamental a mitad de camino entre la Etica y la Filosofía de siempre, que jamás perderá vigencia mientras el hombre no enloquezca: la noción de término medio. No creo que sea exagerado decir que la historia de Occidente se ha levantado sobre las ideas de areté, virtus y término medio. Por un lado, unas inmensas mayorías esforzándose en ser virtuosas, y por otro, una minorías, las que hacen a la fuerza la historia, aprovechándose del esfuerzo de aquéllas por serlo, para imponer sobre ellas su voluntad de poder...
Pero fijémonos qué comprometedor es dar por conclusa una idea por incontestable que parezca, como ésta del termino medio. Pues sucede, paradójicamente, que cuanto más se aleja el ser humano de la armonía, del compás, de la uniformidad, de la sistemática, del orden, de la cadencia... más se aproximaría a su específica naturaleza racional. Sólo los animales, a diferencia del hombre, se atienen —aparentemente desde luego— en su comportamiento a lo que llamamos leyes inmutables del instinto siempre uniformes e inexorables. Por consiguiente, ya que la idea de libertad humana incluye no sólo la renuncia a ejercerla sino también la elección de lo pésimo, en la perversión (lo orgiástico de la nomenclatura nietzscheana) residiría la racionalidad extrema. A condición, eso sí, de elegir la perversión con plena voluntad y plena consciencia. En la de-cadencia, pues, residiría el climax de lo más propiamente humano. Pues si “sólo” fuésemos racionales y no cupiera la posibilidad de dejar de serlo, la racionalidad constante en el ser humano equivaldría a las leyes inmutables del animal...
Dicho de otro modo y prescindiendo de todo sentido moral, con arreglo a esas malas pasadas que de vez en cuando el intelecto juega al sentido común, en el comportamiento desordenado sin sujeción a normas, fueran heterónomas o autónomas, residiría paradójicamente “el mayor grado de racionalidad”. Voluntad más caos y autodestrucción sería la fórmula que ninguna otra especie viviente es capaz de decidir. Del mismo modo, ya que no se nos pidió permiso para venir al mundo, decidir lúcidamente el suicidio es el acto de libertad propia por antonomasia. Pero de aquí proviene también, que no exista en la Naturaleza otro ser viviente más bestial que el ser humano...
El apunte queda ahí, hecho por alguien quizá debilitado por el afán de alejarse siempre de los excesos, y por eso mismo el último que recurriría a ensayos dionisíacos para comprobar o probar su teoría como el brujo que experimenta en sí la pócima que acaba de descubrir.
Lo acabo de decir. El hecho de constatar esta no por extravagante menos irrebatible teoría, no me impide abrazar, personalmente, la otra racionalidad. Esa kantiana que nos exhorta a una vida plenamente consciente, orientada a metas nobles y normas propias que puedan en su caso servir de modelo universal...
17. LOS SERVICIOS PRESTADOS
Pero por otro lado, es justo reconocer que la Filosofía ha aportado a la sociedad un valor innegable. Pues aunque el filósofo sabía (o debiera saber) de antemano que su tesis no pasaba de una hipo-tesis más que rivalizaba con el resto, el núcleo de ese pensamiento fue capaz de ir tallando la conciencia colectiva e individual elevando poco a poco su nivel de cohesión e integridad. En una u otra medida el progresivo alejamiento de la barbarie en la historia de la Humanidad se debe al efecto doble de la Filosofía que encierran las religiones y de las concepciones filosóficas no religiosas. El hecho de que el equilibrio basado en la acumulación a lo largo de la historia de sucesivas ideas-fuerza filosóficas y religiosas se derrumbe estrepitosa y repentinamente en un momento dado haciendo regresar de nuevo a la sociedad a la caverna a través de las guerras, por ejemplo, se explica por el dato constatable de que todo lo-que-se-hace pasa por un proceso complejo y todo lo-que-se-deshace se produce en un instante o todo lo más en un breve período de tiempo. Así es que la Filosofía ha contribuido a la cohesión de las sociedades sacándolas de la horda informe; esto es, de la tiniebla. Este es su mérito. La misma utilidad que tiene (ha tenido) la religión. A ambas, a religión y Filosofía, es de nobles agradecerles los servicios prestados. Así es que hagámoslo así... y a otra cosa.
18. MEDITAR, EN EL NAUFRAGIO
Porque hoy, con la dilatada perspectiva que tenemos ante nosotros del pasado; es decir (de nuevo el examen de la Filosofía, desde hoy), pasada la acumulación de experiencia filosófica ¿qué sentido tendría la meditación, la especulación para el que en el transcurso de la travesía ve próximo el naufragio? En estos tiempos que nos corresponde vivir, cuando los polos y los glaciares se están derritiendo, cuando el fuego, año tras año, devora extensiones de manto vegetal equivalentes a naciones enteras y se agotan los mares, cuando se intensifican los movimientos migratorios huyendo de la sequía universal, cuando una gran parte de la humanidad vaga sedienta y hambrienta, cuando la tierra se desertiza con velocidad exponencial; en estos tiempos, sobre los que planean incontrolables epidemias y nuevas enfermedades consecuencia del mismo progreso; guerras disputándose el agua..., digo que hace falta tener la epidermis de un mastodonte para dedicarse a juegos mentales sobre todo eso que fue la preocupación clásica de los sabios de la Historia del pensamiento que constituye la Filosofía. Preocupaciones que estuvieron estimuladas hasta ayer por una armonía global en la Naturaleza, con independencia de los cataclismos “naturales” que formaban parte de esa misma armonía...
Pero ahora el cataclismo silencioso —el desastre climático y la degradación extrema de la biosfera— responde a un proceso global no “natural”, pues es la especie humana, empeñada en violarla una y otra vez, quien lo provoca. Frente a esta situación, carece de todo sentido tanto la lógica formal como el silogismo, el discurso y el símbolo. Refugiarnos en el pensamiento especulativo para resistir mejor al desastre, es una manera de hacerse cómplice del desastre provocado. Y esto es lo que reprocho al pensamiento filosófico tradicional: que se empeñe en explicarnos y explicarse, cuando al final es el instinto depravado, el que piensa más en sí mismo que en sí revivido en otras generaciones, lo que prevalece.
Pues bien, esta pregunta me la hago cada día: ¿qué sentido tiene hoy filosofar, responsablemente? me la hago cada día en un mundo en el que yo, a menos que me transforme en un mutante pero considerándome en todo caso unas veces el centro del universo y otras una ameba que palpita con la Naturaleza tal como ella llega a mis sentidos, ya no volveré a disfrutar de ese flujo de vida que inspiró a los poetas y a nuestros dioses de la música? Esa pregunta me la hago cuando, vistos los descubrimientos galopantes de la Ciencia y el giro brusco que de su mano se está dando al sentido de la realidad y de la materia, asumido el presentimiento razonable de la existencia de otros mundos como el nuestro que nos da derecho a imaginar que estamos próximos a entrar en relación con ellos, la metafísica me resulta harto ridícula y la Filosofía un rancio recurso que ha cumplido ya su cometido indagatorio: ya no se puede pasar de ahí... Todo está dicho y pensado... o lo parece.
Aunque me parece saludable para su fisiología y para aliviar sus quebraderos de cabeza con un necio optimismo capaz de bloquear o desechar lo que no conviene a su sistema nervioso y, por tanto, sin la sensibilidad indispensable para pensar seriamente en el absoluto, veo en ese filósofo, en ése que piensa hoy prescindiendo del futuro y del hoy agónico, a un necio. Con mucho mayor motivo si le oímos convertido en un activista político con consecuencias graves para la estabilidad social...
Porque aún no lo había dicho. El silogismo y la lógica formal excluyen el absurdo y lo repudian. Sin embargo, si es cierto que silogismo y lógica sirven al pensamiento para comunicarse los seres humanos entre sí, no hacen más que perturbar al pensamiento puro, pues el silogismo formalmente verdadero y el sofisma formalmente falso son las dos caras de Jano frente a las que sigue ajeno en su curso el proceso impertérrito de la Naturaleza. Y la verdad que nos interesa, es inefable. Nada tiene que ver con la palabra y el lenguaje.
19. SOLIPSISMO COMO MÉTODO
En este examen pendular de la Filosofía, considerada bien en el ayer bien en el ahora y volviendo otra vez a su marco tradicional, seguiré expresándome con una talante solipsista; al fin y al cabo filosofar es pura introspección. Porque difícilmente el filósofo puede otear la vida para explicársela a sí mismo si no ha explorado antes hondamente su propia fisiología, sus “debilidades”, sus inclinaciones y en definitiva su propia naturaleza; si no la ha "pensado" y no se ha situado en el mundo, siquiera intemporalmente, como el único ser viviente capaz de pensar acerca de lo que se le ofrece a su vista y, sobre todo, de lo que pre-siente esté oculto tras ella.
Los grandes, como los desconocidos, filósofos han tenido que ser, quizá humildes pero también sumamente egocéntricos e incluso grandes autistas. Desde su torre de marfil, el filósofo estruja su pensar partiendo tanto de lo que le llega de fuera como de lo que fluye naturalmente del soplo interno; se vuelve sobre sí mismo, bucea en los pliegues de su interior, remonta el vuelo y coteja su infrecuente personalidad pero repleta de las mismas miserias que cualquier mortal, con la del resto de los seres humanos medios, distinguidos o vulgares. Luego aparta para su análisis posterior en su lecho o en su despacho, en el paseo o bajo un árbol... todo lo que se le va mostrando como dato constante de la condición humana, de la naturaleza de las cosas y de la reiteración de los fenómenos. Pero no obstante, lo que le distingue del estudioso de cualquier otra disciplina que se basa precisamente en la experiencia como ciencia, es que el filósofo ha de pensarlo todo ex novo, todo desde el principio y aun antes del principio rechazando todo dato, todo lo aprendido y todo lo que no fluya libremente de su inspiración intelectiva y espiritual genuina. Aunque es indispensable el esfuerzo en pos de la objetividad —entendida la objetividad como una actitud mental que nos sitúa a la máxima distancia posible de lo que sea objeto de examen—, todo empieza en "mi yo" y procede de la visión solipsista, es decir, de una percepción y valoración subjetiva extrema. La fórmula para el “conocimiento” posible, podría ser: de la extrema subjetividad... a la máxima objetividad.
20. EL SER HUMANO SÓLO ES IMPERFECTO... EN SOCIEDAD
...Y entonces, pensando ex novo y a condición de apartar de uno todo pre-juicio, todo lastre cultural y todo egoísmo personal se puede llegar a las mismas conclusiones —graves o sencillas— a las que llegaron los grandes pensadores de la historia, sin haber leído una sola línea de su obra.
Pero también así es cómo, sumada la experiencia, tarde o temprano acaba uno dándose cuenta de que la trama de la vida es siempre la misma, sea en lo individual, en lo social, en el cielo o en la tierra. Lo único que cambia es el ropaje, la apariencia, el brillo o la opacidad que envuelvan el trasunto. Pues detrás de todo lo humano lo que bulle es la pugna entre el escrúpulo y el respeto al otro, y la inclinación a abusar de él y a destruirle. Y esto, en las relaciones interpersonales, en las colectivas, entre comunidades, entre naciones, entre pueblos, o entre culturas pero también en la relación con uno mismo; en las relaciones de mercado y en las de pura competencia... Y todo ello está tan exacerbado en el sistema capitalista, que repercute patológicamente en la valoración del ego y en la técnica del filosofar... La miopía mental es una amenaza permanente.
Porque ciertamente el ser humano, en relación a sí mismo, no ha elevado su condición ni acrecentado su nobleza personal ni un solo dedo desde que tomó conciencia de sí. El ser humano es el mismo tanto en los albores de la humanidad como en estos tiempos que parecen precursores de una inminente fase crepuscular para la especie humana y la naturaleza toda... Pero esto es así “en sociedad”. Pues creo que cada ser humano aisladamente considerado, es perfecto en su mismidad. Es en cuanto entra en relación con la sociedad cuando, por decirlo de alguna manera, se corrompe. Pues entonces, es la sociedad quien dicta cuáles son sus imperfecciones. Es en relación con los demás, cuando en cada ser humano afloran sus temibles debilidades y miserias. Luego sus imperfecciones son exclusivamente sociales. El ser humano aislado carece de ellas. O en último término, sólo cada uno tiene derecho a rendirse cuenta a sí mismo de las que considere como tales, que al final sólo podrá ser todo lo que le debilite...
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Y esto me lleva a otro relativo motivo de asombro: la circunstancia de que cuando el filósofo piensa filosóficamente al humán, lo hace mirándose al espejo, es decir, a su imagen y semejanza, es decir, prestando atención al hombre medio y, entre nosotros, al hombre medio de clase media occidental. Además, piensa a un ser de una edad y un estado de salud normales, pues le sería imposible abstraerlo ónticamente para definirlo sin hacer el ridículo, viéndole en la decrepitud, moribundo, padeciendo una simple jaqueca o en un ataque de soberbia. No es posible que pueda ser de otro modo. Lo que no impide observar que las conclusiones han de ser necesariamente parciales e incompletas...
En suma, todo funciona mientras la normalidad física y fisiológica estén presentes y sean referencia. Los asuntos y trasuntos objeto de la Filosofía de siempre están íntimamente asociados a la visión de seres acomodados, como lo somos quienes nos zambullimos en la meditación porque no necesitamos sobrevivir. Aquí, en este descubrimiento simple se encuentra otra de las razones para renunciar a la Filosofía... ajena como vehículo que pueda conducirme a verdades reconfortantes y sobre todo concluyentes. Por tanto la parcialidad del filósofo y su visión sesgada, ineluctables, que le impiden abarcarlo todo, no puede satisfacer el absoluto, “mi” sentido de absoluto. He encontrado siempre graves reparos en todos los filósofos debido a esto. Por eso creo que únicamente yo mismo puede ser quien se resuelva el problema, la curiosidad y en definitiva la verdad posible, sin esperar ni confiar en que me los resuelvan los demás...
21. OSCILACIONES BIOLÓGICAS DEL PENSAR. EL FILOSOFAR IN EXTREMIS
La dualidad bien y mal, por ejemplo, carece de sentido aplicada a seres humanos que, por la razón que fuere, no pueden hacer otra cosa que luchar para sobrevivir, materialmente o psíquicamente, tanto en su condición de observados como en la de observadores. ¿Qué sentido tiene la elucubración filosófica para un condenado a muerte por un tribunal o por un tumor, que no sea meditar sobre la cercanía de su fin? Sería interesante conocer a un filósofo de peso, condenado o incluso drogodependiente, que tuviera el humor de construir un sistema filosófico basado en la belleza... Si existe, difícilmente no se le consideraría un “caso clínico”, pues es imposible en tales circunstancias que pudiera concebir ideas no relacionadas con el absurdo, lo efímero de la vida o la injusticia radical de la sociedad que condicionó “su” destino. Y si a eso lo llamamos también Filosofía... Quien filosofa está fuertemente condicionado por su circunstancia, su experiencia, su ciencia, sus genes, su sistema endocrino, su tiempo... Mientras que yo, lector, lo estoy por otros datos completamente diferentes. A mi juicio la abstracción no puede ser nunca completa, entre otras razones por la misma formulación de Gödel a propósito de los sistemas señalada al principio.
Algo de aquello hubo en Cioran, y se le tiene más por un orate que por pensador excepcional. En todo caso observemos que no hay, ni ha habido, mujer que haya buceado en Filosofía hasta los extremos que han llegado los prohombres de la Historia del pensamiento. Y no creo que sea en absoluto por incapacidad congénita, pero tampoco por haber permanecido en buena medida al margen de la cultura. Pienso que la mujer sencillamente no ha tenido interés hacia todo lo que escapa a la físiología de la vida. En cualquier caso, es un síntoma bien elocuente de economía vital acerca de lo que invito a reflexionar...
Por otro lado, el pensamiento sólo puede fructificar en condiciones medioambientales específicas, como sólo podemos recoger el fruto en la estación oportuna. Desde luego es imposible imaginar a alguien molturando pensamientos o no haciendo otra cosa que tratar de respirar, con 50 grados a la sombra o en medio de un estercolero...
Por todo esto dije también que cada sistema filosófico es un error, porque error y acierto son las dos caras de la misma moneda; que viene a ser lo mismo que todo sistema, toda religión o toda idea, son sólo verdaderos en cuanto a lo que en ellos hay de mágico. Es quizá una razón última en cuya virtud digo que, siendo las condiciones climáticas presentes y las que se avecinan en el planeta, de todo punto desfavorables para dedicarse al deporte de la Filosofía, es preferible dedicar el tiempo al ajedrez...
Otra cuestión: el pensamiento es discontinuo y los sistemas que el pensador hubiere construido caducan para él mismo, si es sincero, en función de su edad y su experiencia. Poco tiene que ver lo que se piensa en los primeros tiempos de la consciencia, y lo pensado en los últimos tramos de la vida. Acepto el reduccionismo para filosofar y para estudiar pautas generales en sociobiología, pero como proposición, no como sentencia firme. Esto es lo que no hay que olvidar. Entonces todos coincidiremos en que la Filosofía ha supuesto una búsqueda inútil de la verdad, y en que la verdadera sabiduría, como más arriba dije, reside fundamentalmente en el silencio. Siempre podrá salvarse la razón práctica, es decir, la función social que, al igual que las religiones o la prostitución, están ahí para embridar a las muchedumbres. Pero veamos cuánta disparidad: la fuerza de la Filosofía hindú reside en que busca la liberación negando el yo; la miseria de la Filosofía griega (a excepción de Epicuro, Pirrón y algún otro inclasificable) y de las que se fundan en ella rebatiéndola o intentando rescatarla, es que siempre buscan verdades sabiendo que no existen...
22. EL FIN DE LA FILOSOFÍA
Cuando hablo de la Filosofía, con mayúscula, es evidente que me he referido a las cataratas de pensamiento filosófico independiente del pensamiento ya fraguado en este humilde pensador. Y en tal sentido pues, no hay, no hubo, a lo largo de mi vida, en Filosofía, más que diversiones conceptuales o semánticas que estuvieron bien para, en colaboración con la religión y durante una etapa, ayudarme a desenvolverme y navegar con las miras puestas en un rumbo —y en mi caso fue, proponerme un día no ser nada; resolución, por cierto, que ahora en estoy en condiciones de asegurar he conseguido.
Pero entiendo en el último tramo de mi existencia que todos esos conceptos a borbotones carecen de fundamento universal, pues es de todo punto imposible integrar todo lo que han podido los filósofos suponer, imaginar y enalbardar con sus ideas. Y como he asimilado sin producirse en mí la indigestión veo que también pero por razones bien distintas, por ese mismo camino se ha ido abriendo paso, con el refuerzo del dogma y de la Biblia, el pensamiento único.
Así es que, a mi juicio, la Filosofía ha cubierto aguas y retejado el edificio que ha venido construyéndose desde que el ser humano toma conciencia de sí y sale de sí para distinguirse de lo que no es él mismo. Pero el futuro, con los bruscos cambios en el devenir del planeta donde rebulle la vida nerviosa, no se presta ya a especulaciones, sino a soluciones concretas en las que los seres humanos con los instintos menos inficionados por las aprensiones que proceden de su Historia, abran paso a la salvación de la especie... o a la preparación ritual para el suicidio colectivo. Este es el pronóstico de la mayoría de sociobiólogos...
No hace ni tres años, en Göttingen, los filósofos, reunidos, se dedicaban a sus cosas mientras el mismo día se publicaba la noticia de que 11.000 especies de animales y plantas se están extinguiendo. Hace unas fechas ya eran 22.000. ¡Que sufran ellos!, debieron clamar a coro solazándose en sus deliquios intelectuales. Así, con esa culposa inconsciencia impropia de la consciencia universal de los tiempos que vivimos, debieron comenzar y concluir las sesudísimas sesiones en Göttingen.
Pero mientras los unos filosofan, y los otros, los políticos y científicos, con los pies en el suelo, prácticos donde los halla, discuten en las Cumbres del Clima sobre medidas que ellos saben nunca van a llevarse a cabo, y sin posibilidades de avenencia, el enfermo se desangra. A esto me refiero cuando menosprecio al filósofo tradicional, por definición optimista, y a eso me refiero cuando me avergüenzo de pertenecer a la especie humana...
CONCLUSIÓN
Mi experiencia siempre se nutrió más de una bulliciosa y emotiva vida interior que del apetito de vivencias exteriores estridentes. Y desde ella he comprobado que esta vida es lo suficientemente reiterativa y cíclica, como para dar con las claves de su orden secuencial en torno a los cincuenta. Por eso también he postergado a la Filosofía como fuente de conocimiento.
En cuanto a las lumbreras de la Filosofía y de la moral, si bien dieron lecciones de vida al mundo, fueron incapaces en muchos casos de gobernar la suya con el decoro y el valor que, en relación a sí mismos y a su progenie, se espera de un hombre cabal. Por otro lado, como antes dije, nunca ha habido un ser del sexo femenino que se haya interesado en ahondar en verdades que, como tales, no existen. Por eso, aunque no me extrañaría que quien lea estas reflexiones ponga en tela de juicio el mío cuando censuro implícitamente a los grandes del pensamiento filosófico, y a pesar de las lagunas y anfractuosidades que pueda encontrar en este discurso, hago protesta de que todo aquel que ronde mi edad, hallándose en los últimos tramos de la vida, tiene derecho a pensar que es de todo punto imposible que pueda encontrar más certidumbres y más sabia duda en otros que uno en sí mismo. A fin de cuentas, del rebelarse frente a las verdades de granito y del creer en uno mismo y no tanto en los demás, han nacido los grandes pensamientos, las ideas más notables y excelsas...
En resumen, las religiones, después de haber arrojado cierta luz sobre el ser humano y de haberle abierto el sendero, debieron disolverse. Pero sólo la filosofía con minúsculas que nace en nuestra alma, rotura nuestro cerebro y no intenta aleccionar a los demás, puede proporcionarnos la ataraxia que en el fondo busca con ansiedad el ser humano que no ha sido todavía corrompido... Nietzsche dice que un animal, una especie o un hombre están corrompidos cuando eligen lo que no les es favorable para ellos. La Filosofía ajena, en fin, aunque en ocasiones pueda entretenernos y hasta estimularnos, en lugar de ayudarnos en la recta final de la vida puede llegar a perturbarnos.
Pero ¿cómo hacer Filosofía "exclusivamente nuestra”? Vuelvo al comienzo de mi discurso: esforzándonos en el pensamiento virginal; olvidando en lo posible los pre-juicios; horadando las capas de la "cultura" y las del saber a medias; pensando cada objeto de nuestra preocupación desde el principio; apartando, separando toda esa barahúnda de ideas que, en otros seres humanos y por estas mismas sendas florecieron pero no han germinado en nuestro espíritu; escuchando, en fin, los latidos vasculares, los "reales", de nuestro corazón. Ya dije antes que pasé de la consolación de la Filosofía a la de la antropología filosófica. Pero quien siga confiando en la filosofía deberá poner más énfasis en el sentimiento que en el logos, prácticamente agotado. Y precisamente porque el sentimiento, desplazado por la “sensación”, está pasando a un plano secundario o al estorbo en las edades intermedias, a los efectos de la consolación que tarde o temprano todo el mundo precisa, sólo en esa forma subjetiva casi incompatible con la árida tarea de la razón, puede seguir la filosofía manteniendo su misión consoladora. Pero si el logos ha dejado de ser rey, tampoco tendrá interés alguno la filosofía-sin-sentir.
Mayo 2003
01 enero 2006
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