Cualquier "entendido" me acusará de que este es un tema a tratar técnicamente sólo desde la psicología y especialmente desde la psicología social. Pero creo que al igual que sucede con otras muchas materias la especialidad, con demasiada frecuencia, no deja ver el bosque en toda su magnitud y sobre todo la auténtica "naturaleza" que hay en él. Así, por ejemplo, el Derecho enturbia la justicia, la Medicina nuestra salud personal, la Ciencia, la meteorología... difuminan obviedades al alcance de todos. Una sociedad tan sofisticada como la que vivimos, a través de unos cuantos basa numerosas manipulaciones y abusos en trabajos de "campo" y en redes "profesionales". Y no sólo en eso, también justamente en la solemnidad de la que se reviste a legiones de chamanes con títulos rimbombantes, masters y galardones aunque en numerosos casos sean necios astutos sus titulares.
La especialidad, propugnada a finales de siglo por varios autores siendo el principal en Europa Herbert Spencer, ha dado solución a muchas cosas pero complicado y enrevesado muchas otras. Sobre todo ha reducido al individuo a un ignorante absoluto en las cosas más simples en cuanto se sale de la suya o de lo suyo. Ahora, hasta si queremos hacer el amor o comernos un plátano deberemos consultar antes al "superentendido" o “superentendida” de turno.
La última consecuencia de la hiperespecialidad está relacionada con la dimensión informática y todo el complejo mundo que la rodea, me temo que deliberadamente acomplejado también a nivel de usuario. Porque lo cierto es que el manejo y soluciones a esta escala son bien sencillas si no mediaran tantas trabas deliberadas para obtener, como en todo, la correspondiente rentabilidad comercial y profesional.
La machacona promoción de los antivirus informáticos es un ejemplo. Pero el caso es que está muy claro que los virus que hacen estragos son sorpresivos, y nunca un antivirus estará preparado para la defensa de nuestro ordenador frente a un nuevo ataque. Pues, como en la guerrilla, la eficacia de los virus (antiprogramas) radica en la sorpresa. No es inteligente, pues, gastar el dinero en antivirus porque el programa comprado no está, por definición, preparado para combatir al próximo gusano que a su vez está ideado para poner a prueba la vulnerabilidad del sistema. Tampoco es seguro que no sean las propias casas promocionales quienes los ponen en marcha. Hoy todo es posible y resultado de una conspiraciòn que ha vencido a otra conspiración...
Todo, siguiendo la estela de la "especialización", incita a la dependencia, no a la autosuficiencia. El secreto de la eficacia, de muchas eficacias, consiste en hacer ver al individuo que no tiene ni idea, que es un "incompetente" en la materia, aunque a menudo salte a la vista de qué va un asunto que por motivos "técnicos" nosotros no podemos resolver, bien porque sería una insensatez intentarlo a solas (justicia) o porque no tenemos a nuestro alcance la herramienta (informe, programa) o el remedio (medicina) que los expertos han de prescribir, noticiar, gestionar o recetar. El caso es garantizar la indefensión o el fracaso a todo el que pretenda campar por su respeto a solas.
Pero no era mi propósito abordar esta cuestión que requiere mucho más espacio, como destacar lo limitada que está la inteligencia humana individual cuando está sometida a la presión de la suma de varias inteligencias. Es cierto que de la convergencia de distintas inteligencias salen grandes logros. Pero aparte de que siempre será precisa una sola que dé el pistoletazo de salida y eso requiere sinergia y oportunidad, también de la convergencia de muchas inteligencias presuntas salen grandes bloqueos y tremendas estupideces. Sobre todo en ciertos pueblos donde son muchos más los que quieren sobresalir y mandar que simplemente escuchar.
En el año 1993 viví unos tensos días rodeado de científicos, técnicos y expertos con motivo del proyecto de Plan Hidrológico. Ya he hablado de este asunto largo y tendido -ver Jornadas sobre el Agua en Madrid. Lo que quiero resaltar ahora, una vez más, cuando tenemos a la vista un futuro inmediato dramático por falta de lluvias, es que la principal objeción que se me opuso entonces por tantos sabios reunidos ante mi advertencia de que no estábamos ante un ciclo más, sino ante un cambio -más bien trastorno- climático que podría acarrear el efecto patético de embalses destinados a estar vacíos, fue escueta: "el Plan Hidrológico no computa el cambio climático".
En esto sucede como con la mentira. La mentira se distingue de la verdad por su simplicidad, porque su exposición es sentenciosa. La "verdad" siempre requiere explicación prolija frente al mendaz. La sentencia se explicaba por sí sola.
Bien, el Plan Hidrológico sólo computa obras que mueven ingentes cantidades de dinero, magras comisiones y fulminan ecosistemas, les faltó decir. Hablo del año 93.
Pues bien, nos encontramos a 13 años de aquellas fechas. Ahora se trata de insuflar en la población una concienciación, en régimen intensivo, del uso del agua ante la escasez inminente. Agua que no sólo es precisa para el uso doméstico y la agricultura. Las obras públicas y privadas –motor de la actual economía española- la consumen en gran proporción aunque se silencie por razones asimismo "técnicas". Veremos qué ocurre cuando deban paralizarse...
El caso es que ante un peligro, un riesgo, una eventualidad de que el cambio climático trajese la realidad que vamos a vivir dentro de muy poco tiempo, los sucesivos gobiernos hubieran debido hacer hace mucho tiempo lo que ahora con carácter de urgencia se van a ver obligados a hacer. Pero ahora, como la mentalización hay que improvisarla, no será difícil que desencadene alarma colectiva, si no histeria, ante lo que que se avecina y es "razonablemente" de temer, que es que no volverá a llover para superllenar embalses y menos habida cuenta el disparatado consumo que viene haciéndose en un país seco por definición con muchas zonas deficitarias de agua potable.
Pero no sólo los gobiernos que han hecho caso omiso al asunto dando lugar a que vivamos placidamente como si aquí no pasase nada. Los dirigentes industriales, los empresarios y todo lo que tira de la economía hace mucho que tendría que haber pasado a hacer correcciones y tomar medidas de austeridad. Si esas tontas "alertas" a que periódicamente se somete a la población civil se hubieran activado seriamente en este asunto, se hubiese podido encarar en mejores condiciones psicológicas y de todo tipo la escasez inminente.
No es lo mismo estar preparados ante la erupción de un volcán que tenemos al borde del pueblo, que encontrarnos de la noche a la mañana con un volcán en erupción que no existía ayer. Esto es lo que deseo destacar en relación a esa inteligencia tosca, primaria, débil, comprometida, sumisa... ante el interés de unos pocos que ni siquiera suelen estar presentes cuando se protege su causa.
El ser humano, "reunido", en las cuestiones más graves que le afectan es el más necio y torpe de los seres vivientes. Y esto es, a mi juicio así, gradualmente en relación a las distintas idiosincrasias. En Europa hay pruebas abundantes de tener más desarrollada la inteligencia colectiva los pueblos francos y sajones, que los latinos. Entre éstos brillan quizá más innúmeras inteligencias individuales, que ordinariamente han de emigrar por cierto. Pero en inteligencia colectiva, quizá por esto mismo, el latino deja mucho que desear. Y por esto mismo siempre estamos dando bandazos, hay tanta injusticia y están nuestros escolares a la cola por arriba del fracaso escolar. Eso de vivir al día y el dios proveerá está muy bien en tiempos de vacas gordas, pero en las crisis, nadie como el carpetovetónico "nacional" para cometer majaderías y vivir el ¡viva la virgen! Veremos qué dice cuando pase de ver las orejas del lobo a ver que tiene abiertas sus fauces...
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