02 diciembre 2006

"Genocidios inducidos" y genocidios a secas

Siempre he tenido unas dudas que aún no he resuelto a pe­sar de mi edad, sobre ciertos asuntos capitales y que abarcan mucho. Por ejemplo, habida cuenta el mal uso de la libertad que hacen grupos humanos concretos, dominantes de una u otra manera en las sociedades democráticas mientras para las mayorías la libertad está casi de adorno (pues la libertad em­pieza por la autonomía económica que sólo disfruta una parte de las poblaciones de esas democracias), a veces pienso si no será preferible un régimen po­lítico totali­tario (o en último tér­mino muy inter­ven­cionista para no darle tintes leninistas, stali­nistas o maoístas) a estas democracias del demonio al servicio prioritario de minorías. Pero también dudo de si, en materia mediá­tica, es preferible llamar a las co­sas por su nombre no secun­dando el lenguaje hipó­crita y eufe­místico de los políticos, o con­viene envolverlas en indi­rectas y en figuras retóricas (si­nécdo­ques, metonimias, metáforas, etc) para suavizar los califi­ca­tivos de los hechos y los avatares del día a día y no en­co­narlos más. En el primer caso, es de­cir, si se emplea el len­guaje directo ¿se desen­cadenaría más inestabilidad psi­cológica de la que existe? En el se­gundo caso, es decir, empleando el lenguaje diplo­má­tico y cuasilite­rario ¿se con­sigue avanzar algo en tér­minos ci­vili­zatorios y de moral uni­versal?

Llamar al pan, pan y al vino, vino es agreste y encierra vio­len­cia moral. Y la violencia moral percute la violencia fí­sica. La re­acción furiosa o violenta de las clases oprimidas y de las clases trabajadoras maltratadas y de los terrorismos mun­dia­les siem­pre provinieron de ese tipo de violencia, la moral, la del despre­cio y el abuso más o menos latentes, antes de de­cla­rarse re­voluciones, guerras o la actual confrontación entre el llamado “terrorismo internacional” y el “te­rrorismo de Estado”.

Eso de emplear el lenguaje directo y provocador lo hacen además mucho las derechas y los fascismos. Pero lo del estilo directo en su caso no es lo malo. Lo perverso es el no decir “la verdad”, el tergiver­sarla, el manipu­lar los motivos por los que reaccionan aira­damente con apa­rien­cias de razón. Aquí radica principal­mente su detestable pro­ceder. No el que hipotética­mente llamen a las cosas por su nombre. Pero tampoco los eufe­mismos, las indi­rectas y las figuras retóricas empleados por el pen­samiento de izquier­das en asuntos cansinos o muy gra­ves consiguen mucho para avanzar. En cierto modo no hacen más que deco­rar la demo­cracia e hinchar artificialmente la li­bertad que, como decía antes, disfrutan a manos llenas unos cuantos. Con ello contri­bu­yen a que las cosas sigan por donde van, sin espe­ranza de que la con­cien­cias que lo precisan sien­tan la sa­cudida que merecen...

Hoy día tenemos un ejemplo muy claro de la "necesidad" que tiene el mundo occidental y libre de ese al pan, pan y al vino, vino. Cuando Chávez arenga y llama de todo al geno­cida por antonomasia, no hay populismo que valga para quienes somos per­sonas rectas y nos movemos por una mo­ral correcta y no por una doble mo­ral. Él, como nosotros, sa­bemos bien que ni el destinatario principal de sus acusaciones y las nuestras, ni el mundo van a dar un vuelco por dirigirles los improperios mere­cidos y co­rrectos que además les resbalan. Pero en el mundo nace una brisa benefactora que alivia los efectos del sofoco; una brisa que permite res­pirar hondo a mu­chos porque el mundo no puede ni debe seguir en las abyectas manos de es­tos monstruos: los neo­cons y sus cómplices de cada país...

Todo lo anterior viene a cuento de un artículo de Vidal-Be­neyto, un personaje periodístico nada sospechoso. Lo mismo que el otro día me refería a otro artículo de Mayor Zaragoza, tan poco sos­pechoso como éste.

Hoy Vidal-Beneyto escribe un artículo muy directo que ti­tula Genocidas inducidos. Pero en ese lenguaje entre polí­tico y re­tó­rico que huye del decir las verdades del barquero, parece afir­mar que si los norteamericanos, después de haber cau­sado 350.000 muertos -dice él- (otros asegu­ran que 650.000), se van de Irak, dejarán una estela geno­cida. Con lo que el genoci­dio hipotético se lo atribuye Vidal al que co­meterían entre sí las et­nias secularmente enfrentadas: su­níes, chiítas y kur­dos, a las que Sadam Hussein concilió y obtuvo un país moderno, avan­zado, socializado y laico oficialmente.

Dice textualmente Vidal-Beneyto: "La vesania tribal y saña re­ligiosa campan hoy a sus anchas en Irak, y sólo un poder do­tado de gran legitimidad y fortaleza podrán ponerles fin". Y si­gue "Bush y Blair dijeron que invadían Irak para liberarlo de la tiranía de un dictador y establecer la democracia, tie­nen que cumplir la misión que, según ellos, se asignaron: Y no desapa­recer ahora dejándolo sumido en un mar de odio y muerte". Pues daría la razón a quienes afirman que esa gue­rra fue des­encadenada por pura codicia y voluntad de domi­nación y que ellos son los responsables principales del geno­cidio inducido que han causado. Por el que deben ser juzga­dos"

En relación a mi introducción he de decir que Vidal-Be­neyto es uno de los autores que se expresa más paladina­mente, más valientemente y más razonablemente de cuan­tos colabo­ran en El País. Al que le publican artículos más docu­mentados, mejor dotados de oratoria que equivale a persua­sión. Uno de los que se las arregla para llamar a las cosas por su nombre, como de­cía al principio.

Sin embargo está claro que o no puede decir con más ri­gor las cosas como son y se autocensura él mismo, o sufre de es­trabismo en estos asuntos espinosos que tienen que ver con el caos generado en Oriente Medio por la Ad­ministra­ción Bush/Blair.

Los americanos no inducirán genocidio alguno en Irak y Af­ga­nistán, sencilla­mente porque ya lo han cometido. ¿Hay que es­perar otros treinta años para verlo así, como se ve ahora pal­mariamente el que cometieron en Vietnam? Su propósito, ade­más, ha sido come­terlo. El mismo autor re­coge el artículo II del Convenio para la Prevención y la Re­presión del genoci­dio de 1948: "todo acto cometido con la intención de destruir en todo o en parte un grupo nacional, étnico, racial o reli­gioso". "Un ge­nocidio no es la voluntad de eliminar un ene­migo ni de con­quistar un territorio sino que busca destruir creencias, unos modos de vivir, una concep­ción del mundo", añade Vidal Be­neyto.

¿Cree realmente el escritor:

1º- que si se van "inducirán" el genocidio entre los que que­dan, los propios iraquíes y sus etnias respec­tivas, y que no lo han cometido ya los invasores.

2º- que no es genocidio, como tampoco lo es el cometido en Vietnam por el mismo pueblo norteamericano.

3º- que para evitarlo "sólo un poder dotado de gran legiti­mi­dad y fortaleza podrá ponerles fin (la vesania tribal y la saña reli­giosa)"

4º- que ese poder legítimo y fuerte no era el que existía an­tes de la ocupación en la figura de Hussein.

5º- que un “poder dotado de legitimidad y fortaleza” así como así y no con una dictadura, que ya existió y que teóricamente es lo que fueron precisamente a eliminar los guerreros nortea­meri­canos.

6º- que no es genocidio en sentido estricto y según la defi­ni­ción de 1948 cuando desde el principio de la invasión se vio que iban a destruir los pilares de su cultura: el museo de Bag­dag, Sa­ma­rra, la cuna de la civilización, otras ciudades y tem­plos emblemáticos, y todo con matanzas selecti­vas y no se­lec­tivas?

Todo indica lo que digo al principio: paños calientes para de­fi­nir hechos criminales y ominosos que no los merecen, y que el periodismo -como decía yo el otro día sobre el otro artí­culo de Mayor Zaragoza- sólo así, con ellos, autoriza tratar estos asuntos en el límite del enfrentamiento directo dialéc­tico a los estadounidenses.

Dígase de una vez, y ya: los norteamericanos, como pue­blo, y sus mandatarios como tales, unas veces con unos pretextos y otras veces con otros, son los ge­nocidas oficiales del planeta después de la segunda guerra mundial. De acuerdo con la de­finición de 1948, de acuerdo con las defini­ciones "naturales" y de acuerdo con hechos a la vista de todos y no ofrecen dudas. A la vista de todos, aun­que se encarguen de impedir la presen­cia de periodistas que no sean los que a ellos inter­esa para contar las cosas como les conviene, y el ge­noci­dio sólo pa­sa­dos los años salga a relucir, como es el caso de Vietnam.

Pues a lo largo de 10 años, entre 1961 y 1971, el Ejército de EE UU arrojó alrededor de 80 millones de litros de herbicidas so­bre las junglas y plantaciones de Vietnam. Entre ellos, el más empleado debido a su terrible efectividad fue el cono­cido como agente naranja. Un total de 24.000 kilómetros cuadra­dos fueron rociados con el veneno, lo que dejó una cicatriz que aún se puede ver en los cuerpos de muchos vietnamitas.

¿Esto no es genocidio? ¿Por qué tantos miramientos por parte de Vidal Beneyto para calificar los hechos que vienen ocurriendo desde el año 2001 a cargo de Estados Unidos en el Oriente Medio diciendo que si se van de allí se “puede” consu­mar un genocidio que ya se ha producido? ¿No se da cuenta? ¿No le dejan publicar de otra manera? ¿El estilo “comprensivo” y conciliador con auténticos asesinos en se­rie, está por encima de todo sólo para poder publicar? ¿Hemos de esperar otros 40 años para calificarlo así?

A veces pienso si Internet no nos habrá sido enviado por Dios (de los monote­ístas), en ese su es­cribir recto con renglones torcidos, para decir no­so­tros lo que no pueden o no se atreven a conde­nar ni autores ni medios con la rotundidad que hechos tan graves exigen. La retórica, las medias tintas, y la literatura está reñida con la moral universal, con la moral ecuménica, con el bien común y con el sufrimiento de la humanidad.

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