Siempre he tenido unas dudas que aún no he resuelto a pesar de mi edad, sobre ciertos asuntos capitales y que abarcan mucho. Por ejemplo, habida cuenta el mal uso de la libertad que hacen grupos humanos concretos, dominantes de una u otra manera en las sociedades democráticas mientras para las mayorías la libertad está casi de adorno (pues la libertad empieza por la autonomía económica que sólo disfruta una parte de las poblaciones de esas democracias), a veces pienso si no será preferible un régimen político totalitario (o en último término muy intervencionista para no darle tintes leninistas, stalinistas o maoístas) a estas democracias del demonio al servicio prioritario de minorías. Pero también dudo de si, en materia mediática, es preferible llamar a las cosas por su nombre no secundando el lenguaje hipócrita y eufemístico de los políticos, o conviene envolverlas en indirectas y en figuras retóricas (sinécdoques, metonimias, metáforas, etc) para suavizar los calificativos de los hechos y los avatares del día a día y no enconarlos más. En el primer caso, es decir, si se emplea el lenguaje directo ¿se desencadenaría más inestabilidad psicológica de la que existe? En el segundo caso, es decir, empleando el lenguaje diplomático y cuasiliterario ¿se consigue avanzar algo en términos civilizatorios y de moral universal?
Llamar al pan, pan y al vino, vino es agreste y encierra violencia moral. Y la violencia moral percute la violencia física. La reacción furiosa o violenta de las clases oprimidas y de las clases trabajadoras maltratadas y de los terrorismos mundiales siempre provinieron de ese tipo de violencia, la moral, la del desprecio y el abuso más o menos latentes, antes de declararse revoluciones, guerras o la actual confrontación entre el llamado “terrorismo internacional” y el “terrorismo de Estado”.
Eso de emplear el lenguaje directo y provocador lo hacen además mucho las derechas y los fascismos. Pero lo del estilo directo en su caso no es lo malo. Lo perverso es el no decir “la verdad”, el tergiversarla, el manipular los motivos por los que reaccionan airadamente con apariencias de razón. Aquí radica principalmente su detestable proceder. No el que hipotéticamente llamen a las cosas por su nombre. Pero tampoco los eufemismos, las indirectas y las figuras retóricas empleados por el pensamiento de izquierdas en asuntos cansinos o muy graves consiguen mucho para avanzar. En cierto modo no hacen más que decorar la democracia e hinchar artificialmente la libertad que, como decía antes, disfrutan a manos llenas unos cuantos. Con ello contribuyen a que las cosas sigan por donde van, sin esperanza de que la conciencias que lo precisan sientan la sacudida que merecen...
Hoy día tenemos un ejemplo muy claro de la "necesidad" que tiene el mundo occidental y libre de ese al pan, pan y al vino, vino. Cuando Chávez arenga y llama de todo al genocida por antonomasia, no hay populismo que valga para quienes somos personas rectas y nos movemos por una moral correcta y no por una doble moral. Él, como nosotros, sabemos bien que ni el destinatario principal de sus acusaciones y las nuestras, ni el mundo van a dar un vuelco por dirigirles los improperios merecidos y correctos que además les resbalan. Pero en el mundo nace una brisa benefactora que alivia los efectos del sofoco; una brisa que permite respirar hondo a muchos porque el mundo no puede ni debe seguir en las abyectas manos de estos monstruos: los neocons y sus cómplices de cada país...
Todo lo anterior viene a cuento de un artículo de Vidal-Beneyto, un personaje periodístico nada sospechoso. Lo mismo que el otro día me refería a otro artículo de Mayor Zaragoza, tan poco sospechoso como éste.
Hoy Vidal-Beneyto escribe un artículo muy directo que titula Genocidas inducidos. Pero en ese lenguaje entre político y retórico que huye del decir las verdades del barquero, parece afirmar que si los norteamericanos, después de haber causado 350.000 muertos -dice él- (otros aseguran que 650.000), se van de Irak, dejarán una estela genocida. Con lo que el genocidio hipotético se lo atribuye Vidal al que cometerían entre sí las etnias secularmente enfrentadas: suníes, chiítas y kurdos, a las que Sadam Hussein concilió y obtuvo un país moderno, avanzado, socializado y laico oficialmente.
Dice textualmente Vidal-Beneyto: "La vesania tribal y saña religiosa campan hoy a sus anchas en Irak, y sólo un poder dotado de gran legitimidad y fortaleza podrán ponerles fin". Y sigue "Bush y Blair dijeron que invadían Irak para liberarlo de la tiranía de un dictador y establecer la democracia, tienen que cumplir la misión que, según ellos, se asignaron: Y no desaparecer ahora dejándolo sumido en un mar de odio y muerte". Pues daría la razón a quienes afirman que esa guerra fue desencadenada por pura codicia y voluntad de dominación y que ellos son los responsables principales del genocidio inducido que han causado. Por el que deben ser juzgados"
En relación a mi introducción he de decir que Vidal-Beneyto es uno de los autores que se expresa más paladinamente, más valientemente y más razonablemente de cuantos colaboran en El País. Al que le publican artículos más documentados, mejor dotados de oratoria que equivale a persuasión. Uno de los que se las arregla para llamar a las cosas por su nombre, como decía al principio.
Sin embargo está claro que o no puede decir con más rigor las cosas como son y se autocensura él mismo, o sufre de estrabismo en estos asuntos espinosos que tienen que ver con el caos generado en Oriente Medio por la Administración Bush/Blair.
Los americanos no inducirán genocidio alguno en Irak y Afganistán, sencillamente porque ya lo han cometido. ¿Hay que esperar otros treinta años para verlo así, como se ve ahora palmariamente el que cometieron en Vietnam? Su propósito, además, ha sido cometerlo. El mismo autor recoge el artículo II del Convenio para la Prevención y la Represión del genocidio de 1948: "todo acto cometido con la intención de destruir en todo o en parte un grupo nacional, étnico, racial o religioso". "Un genocidio no es la voluntad de eliminar un enemigo ni de conquistar un territorio sino que busca destruir creencias, unos modos de vivir, una concepción del mundo", añade Vidal Beneyto.
¿Cree realmente el escritor:
1º- que si se van "inducirán" el genocidio entre los que quedan, los propios iraquíes y sus etnias respectivas, y que no lo han cometido ya los invasores.
2º- que no es genocidio, como tampoco lo es el cometido en Vietnam por el mismo pueblo norteamericano.
3º- que para evitarlo "sólo un poder dotado de gran legitimidad y fortaleza podrá ponerles fin (la vesania tribal y la saña religiosa)"
4º- que ese poder legítimo y fuerte no era el que existía antes de la ocupación en la figura de Hussein.
5º- que un “poder dotado de legitimidad y fortaleza” así como así y no con una dictadura, que ya existió y que teóricamente es lo que fueron precisamente a eliminar los guerreros norteamericanos.
6º- que no es genocidio en sentido estricto y según la definición de 1948 cuando desde el principio de la invasión se vio que iban a destruir los pilares de su cultura: el museo de Bagdag, Samarra, la cuna de la civilización, otras ciudades y templos emblemáticos, y todo con matanzas selectivas y no selectivas?
Todo indica lo que digo al principio: paños calientes para definir hechos criminales y ominosos que no los merecen, y que el periodismo -como decía yo el otro día sobre el otro artículo de Mayor Zaragoza- sólo así, con ellos, autoriza tratar estos asuntos en el límite del enfrentamiento directo dialéctico a los estadounidenses.
Dígase de una vez, y ya: los norteamericanos, como pueblo, y sus mandatarios como tales, unas veces con unos pretextos y otras veces con otros, son los genocidas oficiales del planeta después de la segunda guerra mundial. De acuerdo con la definición de 1948, de acuerdo con las definiciones "naturales" y de acuerdo con hechos a la vista de todos y no ofrecen dudas. A la vista de todos, aunque se encarguen de impedir la presencia de periodistas que no sean los que a ellos interesa para contar las cosas como les conviene, y el genocidio sólo pasados los años salga a relucir, como es el caso de Vietnam.
Pues a lo largo de 10 años, entre 1961 y 1971, el Ejército de EE UU arrojó alrededor de 80 millones de litros de herbicidas sobre las junglas y plantaciones de Vietnam. Entre ellos, el más empleado debido a su terrible efectividad fue el conocido como agente naranja. Un total de 24.000 kilómetros cuadrados fueron rociados con el veneno, lo que dejó una cicatriz que aún se puede ver en los cuerpos de muchos vietnamitas.
¿Esto no es genocidio? ¿Por qué tantos miramientos por parte de Vidal Beneyto para calificar los hechos que vienen ocurriendo desde el año 2001 a cargo de Estados Unidos en el Oriente Medio diciendo que si se van de allí se “puede” consumar un genocidio que ya se ha producido? ¿No se da cuenta? ¿No le dejan publicar de otra manera? ¿El estilo “comprensivo” y conciliador con auténticos asesinos en serie, está por encima de todo sólo para poder publicar? ¿Hemos de esperar otros 40 años para calificarlo así?
A veces pienso si Internet no nos habrá sido enviado por Dios (de los monoteístas), en ese su escribir recto con renglones torcidos, para decir nosotros lo que no pueden o no se atreven a condenar ni autores ni medios con la rotundidad que hechos tan graves exigen. La retórica, las medias tintas, y la literatura está reñida con la moral universal, con la moral ecuménica, con el bien común y con el sufrimiento de la humanidad.
Llamar al pan, pan y al vino, vino es agreste y encierra violencia moral. Y la violencia moral percute la violencia física. La reacción furiosa o violenta de las clases oprimidas y de las clases trabajadoras maltratadas y de los terrorismos mundiales siempre provinieron de ese tipo de violencia, la moral, la del desprecio y el abuso más o menos latentes, antes de declararse revoluciones, guerras o la actual confrontación entre el llamado “terrorismo internacional” y el “terrorismo de Estado”.
Eso de emplear el lenguaje directo y provocador lo hacen además mucho las derechas y los fascismos. Pero lo del estilo directo en su caso no es lo malo. Lo perverso es el no decir “la verdad”, el tergiversarla, el manipular los motivos por los que reaccionan airadamente con apariencias de razón. Aquí radica principalmente su detestable proceder. No el que hipotéticamente llamen a las cosas por su nombre. Pero tampoco los eufemismos, las indirectas y las figuras retóricas empleados por el pensamiento de izquierdas en asuntos cansinos o muy graves consiguen mucho para avanzar. En cierto modo no hacen más que decorar la democracia e hinchar artificialmente la libertad que, como decía antes, disfrutan a manos llenas unos cuantos. Con ello contribuyen a que las cosas sigan por donde van, sin esperanza de que la conciencias que lo precisan sientan la sacudida que merecen...
Hoy día tenemos un ejemplo muy claro de la "necesidad" que tiene el mundo occidental y libre de ese al pan, pan y al vino, vino. Cuando Chávez arenga y llama de todo al genocida por antonomasia, no hay populismo que valga para quienes somos personas rectas y nos movemos por una moral correcta y no por una doble moral. Él, como nosotros, sabemos bien que ni el destinatario principal de sus acusaciones y las nuestras, ni el mundo van a dar un vuelco por dirigirles los improperios merecidos y correctos que además les resbalan. Pero en el mundo nace una brisa benefactora que alivia los efectos del sofoco; una brisa que permite respirar hondo a muchos porque el mundo no puede ni debe seguir en las abyectas manos de estos monstruos: los neocons y sus cómplices de cada país...
Todo lo anterior viene a cuento de un artículo de Vidal-Beneyto, un personaje periodístico nada sospechoso. Lo mismo que el otro día me refería a otro artículo de Mayor Zaragoza, tan poco sospechoso como éste.
Hoy Vidal-Beneyto escribe un artículo muy directo que titula Genocidas inducidos. Pero en ese lenguaje entre político y retórico que huye del decir las verdades del barquero, parece afirmar que si los norteamericanos, después de haber causado 350.000 muertos -dice él- (otros aseguran que 650.000), se van de Irak, dejarán una estela genocida. Con lo que el genocidio hipotético se lo atribuye Vidal al que cometerían entre sí las etnias secularmente enfrentadas: suníes, chiítas y kurdos, a las que Sadam Hussein concilió y obtuvo un país moderno, avanzado, socializado y laico oficialmente.
Dice textualmente Vidal-Beneyto: "La vesania tribal y saña religiosa campan hoy a sus anchas en Irak, y sólo un poder dotado de gran legitimidad y fortaleza podrán ponerles fin". Y sigue "Bush y Blair dijeron que invadían Irak para liberarlo de la tiranía de un dictador y establecer la democracia, tienen que cumplir la misión que, según ellos, se asignaron: Y no desaparecer ahora dejándolo sumido en un mar de odio y muerte". Pues daría la razón a quienes afirman que esa guerra fue desencadenada por pura codicia y voluntad de dominación y que ellos son los responsables principales del genocidio inducido que han causado. Por el que deben ser juzgados"
En relación a mi introducción he de decir que Vidal-Beneyto es uno de los autores que se expresa más paladinamente, más valientemente y más razonablemente de cuantos colaboran en El País. Al que le publican artículos más documentados, mejor dotados de oratoria que equivale a persuasión. Uno de los que se las arregla para llamar a las cosas por su nombre, como decía al principio.
Sin embargo está claro que o no puede decir con más rigor las cosas como son y se autocensura él mismo, o sufre de estrabismo en estos asuntos espinosos que tienen que ver con el caos generado en Oriente Medio por la Administración Bush/Blair.
Los americanos no inducirán genocidio alguno en Irak y Afganistán, sencillamente porque ya lo han cometido. ¿Hay que esperar otros treinta años para verlo así, como se ve ahora palmariamente el que cometieron en Vietnam? Su propósito, además, ha sido cometerlo. El mismo autor recoge el artículo II del Convenio para la Prevención y la Represión del genocidio de 1948: "todo acto cometido con la intención de destruir en todo o en parte un grupo nacional, étnico, racial o religioso". "Un genocidio no es la voluntad de eliminar un enemigo ni de conquistar un territorio sino que busca destruir creencias, unos modos de vivir, una concepción del mundo", añade Vidal Beneyto.
¿Cree realmente el escritor:
1º- que si se van "inducirán" el genocidio entre los que quedan, los propios iraquíes y sus etnias respectivas, y que no lo han cometido ya los invasores.
2º- que no es genocidio, como tampoco lo es el cometido en Vietnam por el mismo pueblo norteamericano.
3º- que para evitarlo "sólo un poder dotado de gran legitimidad y fortaleza podrá ponerles fin (la vesania tribal y la saña religiosa)"
4º- que ese poder legítimo y fuerte no era el que existía antes de la ocupación en la figura de Hussein.
5º- que un “poder dotado de legitimidad y fortaleza” así como así y no con una dictadura, que ya existió y que teóricamente es lo que fueron precisamente a eliminar los guerreros norteamericanos.
6º- que no es genocidio en sentido estricto y según la definición de 1948 cuando desde el principio de la invasión se vio que iban a destruir los pilares de su cultura: el museo de Bagdag, Samarra, la cuna de la civilización, otras ciudades y templos emblemáticos, y todo con matanzas selectivas y no selectivas?
Todo indica lo que digo al principio: paños calientes para definir hechos criminales y ominosos que no los merecen, y que el periodismo -como decía yo el otro día sobre el otro artículo de Mayor Zaragoza- sólo así, con ellos, autoriza tratar estos asuntos en el límite del enfrentamiento directo dialéctico a los estadounidenses.
Dígase de una vez, y ya: los norteamericanos, como pueblo, y sus mandatarios como tales, unas veces con unos pretextos y otras veces con otros, son los genocidas oficiales del planeta después de la segunda guerra mundial. De acuerdo con la definición de 1948, de acuerdo con las definiciones "naturales" y de acuerdo con hechos a la vista de todos y no ofrecen dudas. A la vista de todos, aunque se encarguen de impedir la presencia de periodistas que no sean los que a ellos interesa para contar las cosas como les conviene, y el genocidio sólo pasados los años salga a relucir, como es el caso de Vietnam.
Pues a lo largo de 10 años, entre 1961 y 1971, el Ejército de EE UU arrojó alrededor de 80 millones de litros de herbicidas sobre las junglas y plantaciones de Vietnam. Entre ellos, el más empleado debido a su terrible efectividad fue el conocido como agente naranja. Un total de 24.000 kilómetros cuadrados fueron rociados con el veneno, lo que dejó una cicatriz que aún se puede ver en los cuerpos de muchos vietnamitas.
¿Esto no es genocidio? ¿Por qué tantos miramientos por parte de Vidal Beneyto para calificar los hechos que vienen ocurriendo desde el año 2001 a cargo de Estados Unidos en el Oriente Medio diciendo que si se van de allí se “puede” consumar un genocidio que ya se ha producido? ¿No se da cuenta? ¿No le dejan publicar de otra manera? ¿El estilo “comprensivo” y conciliador con auténticos asesinos en serie, está por encima de todo sólo para poder publicar? ¿Hemos de esperar otros 40 años para calificarlo así?
A veces pienso si Internet no nos habrá sido enviado por Dios (de los monoteístas), en ese su escribir recto con renglones torcidos, para decir nosotros lo que no pueden o no se atreven a condenar ni autores ni medios con la rotundidad que hechos tan graves exigen. La retórica, las medias tintas, y la literatura está reñida con la moral universal, con la moral ecuménica, con el bien común y con el sufrimiento de la humanidad.
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