Aunque arremeto con frecuencia y sañudamente contra la democracia como los blasfemos contra Dios, ni Dios ni la democracia en sí mismos tienen nada que ver con mi náusea permanente, ni con las razones que me llevan a odiar a ambos conceptos. Creo, además, que esto nos sucede a muchos, más o menos por las mismas razones que voy a exponer...
Dios, aunque no existiera, originariamente y por definición es omnipotente y omnicomprensivo, y la democracia es el gobierno más racional que cabe por medio de mayorías que eligen a los mejores de cada comunidad. ¡Cómo no vitorear a ambas ideas!
Pero ¿por qué esa repugnacia y aversión hacia la democracia y hacia Dios como conceptos? Pues porque cuando el cuchillo ideado para cortar el pan es utilizado por quienes lo poseen mil veces más para matar que para comerse el pan, cualquiera en su sano juicio acaba viendo en el cuchillo un instrumento criminal y no un útil culinario. Pues Dios y democracia son dos instrumentos, dos escudos tras los que se parapetan los mayores criminales para hacer la historia y configurarla a su favor. De aquél, de Dios, desde que se pierde la memoria; de ésta, de la democracia, desde que acabó la segunda guerra mundial.
¿Quiénes se apropiaron de ambas nociones? De la de Dios, los que se dicen representantes de Cristo sobre la Tierra arrastrando a todos sus epígonos detrás. De la segunda, los inventores de la democracia moderna, que han acabado haciendo de ella una bayeta de fregar. Pero no son la democracia ni Dios el objeto directo de mi, nuestra, aversión. En absoluto. Cuando sueño con el modelo intervencionista, el de “socialismo real”, y cuando imagino una vida ulterior sin "ese" Dios, es porque en nombre de la Humanidad me siento gravemente engañado, vapuleado y amenazado en unas sociedades que, sin ambas ideas nefastas y habitadas todas por el buen salvaje, hubiesen florecido sobre la paz y la felicidad sin límites. O así lo imagino yo.
Son tantos los que trafican con la noción de Dios y de democracia, que hacen ridiculos nuestros esfuerzos por poner a cada uno en el noble sitio que sus padres intelectuales imaginaron para ellos. Son tantos los que trafican, digo, que se han multiplicado como las esporas. Pero no naturalmente por convencimiento, sino por los réditos que procuran. Hoy día, en muchos países que intentan mantenerse a flote sobre la democracia (incluida España que la “disfruta” apenas desde hace 30 años), se ha incorporado una especie "nueva" de manipuladores. La mayoría de los muchachos de la Prensa prostituyen -de muchos modos dignos de ser analizados aparte-, la democracia en lugar de tratar de ennoblecerla.
Los “muchachos” de los Medios han arrojado a la hoguera a gran parte de sus competidores, aquéllos que envilecían la noción de Dios; han dado un puntapié a aquellos predicadores que lanzaban anatemas contra nosotros en su santo nombre desde los púlpitos, pero para ponerse ellos y hacer lo mismo que aquéllos hacían, con la palabra democracia: sugestionarnos, mentirnos e instrumentalizarnos. Ellos fueron, y son, los maquinadores de la democracia actual. Principalmente en Estados Unidos y en España. Tanto o más que los políticos. Todos viven de lo mismo. De la logomaquia, de las frases rebuscadas y de la maquinación de los hechos, muchos de los cuales no existirían, no hubieran sido incitados, no se hubieran agravado o no hubieran sido fabulados trágicamente para vender y hablar, si no estuvieran ellos...
Porque democracia, como justicia y Dios son conceptos puros, nociones que llenan los vacíos y aplacan a muchos en sucesivas y diarias sesiones de ilusionismo en todos los países que unos cuantos los estrujan...
En Occidente rara vez no se ha hecho correr la sangre por los intereses mezquinos de un puñado de comerciantes escudadados en su amor por la democracia y por su amor a Dios.
Voy a referir un lejano ejemplo que acaba de llegar a mi conocimiento a través de la lectura de Chateaubriand y de sus "Memorias de ultratumba", que a pequeña escala podría ilustrar en flash lo que en parte quiero aquí decir al confluir religión, libre mercantilismo, libertad desnuda y democracia incipiente, en el Nuevo Mundo...
"En 1811, la compañía de la Bahía de Hudson vendió a Lord Selkirk un terreno a orillas del Río Rojo; el establecimiento fue construido en 1812. La compañía del Noroeste se resintió por ello. Las dos compañías aliadas con distintas tribus indias llegaron a las manos. Este conflicto doméstico, horrible en sus detalles, se producía en la Bahía del Hudson. La colonia de Lord Selkirk fue destruida en junio de 1815, justo en la época de la batalla de Waterloo. En ambos teatros tan diferentes por lo brillante de uno y lo oscuro de otro, las desgracias del género humano eran las mismas".
Lord Sirlk y los dueños de la compañía Bahía del Hudson eran creyentes, parientes de los puritanos que emigraron en el Mayflower en 1620. Y la Guerra de la Independencia Americana era la primera piedra de la democracia levantada sobre la estatua de la Libertad y el Ciudadano Kane, modelo de empresario y periodismo. ¿Qué queda de las ideas y la praxis de Dios y de democracia en las rutilantes democracias?: sólo detritus.
Dios, aunque no existiera, originariamente y por definición es omnipotente y omnicomprensivo, y la democracia es el gobierno más racional que cabe por medio de mayorías que eligen a los mejores de cada comunidad. ¡Cómo no vitorear a ambas ideas!
Pero ¿por qué esa repugnacia y aversión hacia la democracia y hacia Dios como conceptos? Pues porque cuando el cuchillo ideado para cortar el pan es utilizado por quienes lo poseen mil veces más para matar que para comerse el pan, cualquiera en su sano juicio acaba viendo en el cuchillo un instrumento criminal y no un útil culinario. Pues Dios y democracia son dos instrumentos, dos escudos tras los que se parapetan los mayores criminales para hacer la historia y configurarla a su favor. De aquél, de Dios, desde que se pierde la memoria; de ésta, de la democracia, desde que acabó la segunda guerra mundial.
¿Quiénes se apropiaron de ambas nociones? De la de Dios, los que se dicen representantes de Cristo sobre la Tierra arrastrando a todos sus epígonos detrás. De la segunda, los inventores de la democracia moderna, que han acabado haciendo de ella una bayeta de fregar. Pero no son la democracia ni Dios el objeto directo de mi, nuestra, aversión. En absoluto. Cuando sueño con el modelo intervencionista, el de “socialismo real”, y cuando imagino una vida ulterior sin "ese" Dios, es porque en nombre de la Humanidad me siento gravemente engañado, vapuleado y amenazado en unas sociedades que, sin ambas ideas nefastas y habitadas todas por el buen salvaje, hubiesen florecido sobre la paz y la felicidad sin límites. O así lo imagino yo.
Son tantos los que trafican con la noción de Dios y de democracia, que hacen ridiculos nuestros esfuerzos por poner a cada uno en el noble sitio que sus padres intelectuales imaginaron para ellos. Son tantos los que trafican, digo, que se han multiplicado como las esporas. Pero no naturalmente por convencimiento, sino por los réditos que procuran. Hoy día, en muchos países que intentan mantenerse a flote sobre la democracia (incluida España que la “disfruta” apenas desde hace 30 años), se ha incorporado una especie "nueva" de manipuladores. La mayoría de los muchachos de la Prensa prostituyen -de muchos modos dignos de ser analizados aparte-, la democracia en lugar de tratar de ennoblecerla.
Los “muchachos” de los Medios han arrojado a la hoguera a gran parte de sus competidores, aquéllos que envilecían la noción de Dios; han dado un puntapié a aquellos predicadores que lanzaban anatemas contra nosotros en su santo nombre desde los púlpitos, pero para ponerse ellos y hacer lo mismo que aquéllos hacían, con la palabra democracia: sugestionarnos, mentirnos e instrumentalizarnos. Ellos fueron, y son, los maquinadores de la democracia actual. Principalmente en Estados Unidos y en España. Tanto o más que los políticos. Todos viven de lo mismo. De la logomaquia, de las frases rebuscadas y de la maquinación de los hechos, muchos de los cuales no existirían, no hubieran sido incitados, no se hubieran agravado o no hubieran sido fabulados trágicamente para vender y hablar, si no estuvieran ellos...
Porque democracia, como justicia y Dios son conceptos puros, nociones que llenan los vacíos y aplacan a muchos en sucesivas y diarias sesiones de ilusionismo en todos los países que unos cuantos los estrujan...
En Occidente rara vez no se ha hecho correr la sangre por los intereses mezquinos de un puñado de comerciantes escudadados en su amor por la democracia y por su amor a Dios.
Voy a referir un lejano ejemplo que acaba de llegar a mi conocimiento a través de la lectura de Chateaubriand y de sus "Memorias de ultratumba", que a pequeña escala podría ilustrar en flash lo que en parte quiero aquí decir al confluir religión, libre mercantilismo, libertad desnuda y democracia incipiente, en el Nuevo Mundo...
"En 1811, la compañía de la Bahía de Hudson vendió a Lord Selkirk un terreno a orillas del Río Rojo; el establecimiento fue construido en 1812. La compañía del Noroeste se resintió por ello. Las dos compañías aliadas con distintas tribus indias llegaron a las manos. Este conflicto doméstico, horrible en sus detalles, se producía en la Bahía del Hudson. La colonia de Lord Selkirk fue destruida en junio de 1815, justo en la época de la batalla de Waterloo. En ambos teatros tan diferentes por lo brillante de uno y lo oscuro de otro, las desgracias del género humano eran las mismas".
Lord Sirlk y los dueños de la compañía Bahía del Hudson eran creyentes, parientes de los puritanos que emigraron en el Mayflower en 1620. Y la Guerra de la Independencia Americana era la primera piedra de la democracia levantada sobre la estatua de la Libertad y el Ciudadano Kane, modelo de empresario y periodismo. ¿Qué queda de las ideas y la praxis de Dios y de democracia en las rutilantes democracias?: sólo detritus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario