29 octubre 2006

Un periodismo sin periodistas

Tal como van las cosas graves del mundo y en cada país, en las que el periodismo viene a ser unas veces cómplice de lo que debiera perseguir y otras convi­dado de piedra, es en Inter­net donde está la oportu­nidad de hacer los máximos es­fuerzos para potenciar un pe­riodismo sin pe­riodistas.

En el firmamento mediático, lo que sabemos de los asun­tos de toda laya es lo que en rueda de prensa propalan los porta­voces de los gobiernos, de los partidos, de las institu­ciones, de las policías... Hay muchos más periodistas al servicio de quie­nes generan información, que periodistas buscando in­forma­ción. Las agencias de noticias a su vez hacen lo mismo: repro­ducir la facilitada por los poderes ofi­ciales. Así es que ¿cómo no afirmar que el pe­riodismo, su­puesto cuarto poder que acaba siéndolo pero aliado a otros, no opera como caja de re­sonancia de lo que a los po­deres del mundo inter­esa? ¿Cuántos watergates se investi­gan desde el periodismo obli­gado a funciones poli­ciaco-po­líticas que ni asume ni ejerce?

Lo cierto es que últimamente en España, algunos periodis­tas y rotati­vos parecen estar animándose a la persecución de asuntos espi­nosos, como la corrupción urbanística, por ejem­plo; después de tres años de dedicarse otros colegas a la lo­cali­zación de mochilas y pol­vos de talco en este mismo país, aunque en este caso dirigido el esfuerzo a reponer en el po­der central al partido de la oposi­ción. Parece que a la sos­pe­chosa­mente ética misión del pa­parazzi y del periodismo de las coma­dres, empieza a su­marse tí­mida­mente el periodismo investiga­dor. Y ése es el camino.

Si la prensa y los medios empiezan a des­marcarse de los po­deres de hecho y de derecho que bas­tante tienen con sus propios recursos, el periodismo empe­zaría a recobrar la cre­dibilidad grave y paulatinamente per­dida a lo largo de su his­toria. ¿Cómo? Ope­rando con absoluta autonomía; de­jando a un lado el contubernio con parti­dos y poderes a menudo ma­fiosos aunque lleven la vitola de solemnidad; satisfaciendo las expectativas del pueblo siempre halagado en sus debili­dades como habitante de un cutre patio de vecinos, pero me­nospre­ciado a la hora de darle co­nocimiento veraz de los hechos más graves.

Lo que hizo el periodismo estadounidense respecto a las barbaridades cantadas y antes de cometerlas Bush, y lo que hizo y hace el periodismo español, tanto con ocasión del 11-M transmitiendo El País como “noticia” en primera plana la auto­ría de ETA del atentado de Atocha por una llamada tele­fónica al periódico del presidente Aznar, como luego por­fiando El Mundo hasta la náusea a favor de ese partido ma­fioso en el asunto de las elecciones generales perdidas, está empa­pado de una indecencia difícil de superar. Y, por otro lado y para colmo, aparte de ser los periódicos simples re­productores de las notas que les pasan, cada vez son más frecuentes las conferencias de prensa sin pregun­tas con el fin de no verse en aprie­tos quien las convoca.

Mientras los periódicos y los medios no en­cuentran su sitio y no cumplan con el cometido que se les su­pone, Internet debe ser el lugar donde debe hacerse pe­rio­dismo sin perio­distas. Y si quieren ellos participar, a la hora de competir em­piecen por olvidarse del título colgado de la pared de su casa, que empieza a desacreditarles aun­que personal­mente no tengan la culpa del nausea­bundo y pan­zista perio­dismo que vienen haciendo gran parte de sus cole­gas y algu­nos de sus antiguos profesores; todos hábiles en hacerse pasar por im­parciales, pero imprescindi­bles auxi­liares de los poderes fác­ticos e institucio­nales.

Sólo sé de un país donde los medios oficialistas están co­ntra el poder constituído: Venezuela. En los de­más, los me­dios son el mismísimo Poder, enemigo del pue­blo.


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