Tal como van las cosas graves del mundo y en cada país, en las que el periodismo viene a ser unas veces cómplice de lo que debiera perseguir y otras convidado de piedra, es en Internet donde está la oportunidad de hacer los máximos esfuerzos para potenciar un periodismo sin periodistas.
En el firmamento mediático, lo que sabemos de los asuntos de toda laya es lo que en rueda de prensa propalan los portavoces de los gobiernos, de los partidos, de las instituciones, de las policías... Hay muchos más periodistas al servicio de quienes generan información, que periodistas buscando información. Las agencias de noticias a su vez hacen lo mismo: reproducir la facilitada por los poderes oficiales. Así es que ¿cómo no afirmar que el periodismo, supuesto cuarto poder que acaba siéndolo pero aliado a otros, no opera como caja de resonancia de lo que a los poderes del mundo interesa? ¿Cuántos watergates se investigan desde el periodismo obligado a funciones policiaco-políticas que ni asume ni ejerce?
Lo cierto es que últimamente en España, algunos periodistas y rotativos parecen estar animándose a la persecución de asuntos espinosos, como la corrupción urbanística, por ejemplo; después de tres años de dedicarse otros colegas a la localización de mochilas y polvos de talco en este mismo país, aunque en este caso dirigido el esfuerzo a reponer en el poder central al partido de la oposición. Parece que a la sospechosamente ética misión del paparazzi y del periodismo de las comadres, empieza a sumarse tímidamente el periodismo investigador. Y ése es el camino.
Si la prensa y los medios empiezan a desmarcarse de los poderes de hecho y de derecho que bastante tienen con sus propios recursos, el periodismo empezaría a recobrar la credibilidad grave y paulatinamente perdida a lo largo de su historia. ¿Cómo? Operando con absoluta autonomía; dejando a un lado el contubernio con partidos y poderes a menudo mafiosos aunque lleven la vitola de solemnidad; satisfaciendo las expectativas del pueblo siempre halagado en sus debilidades como habitante de un cutre patio de vecinos, pero menospreciado a la hora de darle conocimiento veraz de los hechos más graves.
Lo que hizo el periodismo estadounidense respecto a las barbaridades cantadas y antes de cometerlas Bush, y lo que hizo y hace el periodismo español, tanto con ocasión del 11-M transmitiendo El País como “noticia” en primera plana la autoría de ETA del atentado de Atocha por una llamada telefónica al periódico del presidente Aznar, como luego porfiando El Mundo hasta la náusea a favor de ese partido mafioso en el asunto de las elecciones generales perdidas, está empapado de una indecencia difícil de superar. Y, por otro lado y para colmo, aparte de ser los periódicos simples reproductores de las notas que les pasan, cada vez son más frecuentes las conferencias de prensa sin preguntas con el fin de no verse en aprietos quien las convoca.
Mientras los periódicos y los medios no encuentran su sitio y no cumplan con el cometido que se les supone, Internet debe ser el lugar donde debe hacerse periodismo sin periodistas. Y si quieren ellos participar, a la hora de competir empiecen por olvidarse del título colgado de la pared de su casa, que empieza a desacreditarles aunque personalmente no tengan la culpa del nauseabundo y panzista periodismo que vienen haciendo gran parte de sus colegas y algunos de sus antiguos profesores; todos hábiles en hacerse pasar por imparciales, pero imprescindibles auxiliares de los poderes fácticos e institucionales.
Sólo sé de un país donde los medios oficialistas están contra el poder constituído: Venezuela. En los demás, los medios son el mismísimo Poder, enemigo del pueblo.
En el firmamento mediático, lo que sabemos de los asuntos de toda laya es lo que en rueda de prensa propalan los portavoces de los gobiernos, de los partidos, de las instituciones, de las policías... Hay muchos más periodistas al servicio de quienes generan información, que periodistas buscando información. Las agencias de noticias a su vez hacen lo mismo: reproducir la facilitada por los poderes oficiales. Así es que ¿cómo no afirmar que el periodismo, supuesto cuarto poder que acaba siéndolo pero aliado a otros, no opera como caja de resonancia de lo que a los poderes del mundo interesa? ¿Cuántos watergates se investigan desde el periodismo obligado a funciones policiaco-políticas que ni asume ni ejerce?
Lo cierto es que últimamente en España, algunos periodistas y rotativos parecen estar animándose a la persecución de asuntos espinosos, como la corrupción urbanística, por ejemplo; después de tres años de dedicarse otros colegas a la localización de mochilas y polvos de talco en este mismo país, aunque en este caso dirigido el esfuerzo a reponer en el poder central al partido de la oposición. Parece que a la sospechosamente ética misión del paparazzi y del periodismo de las comadres, empieza a sumarse tímidamente el periodismo investigador. Y ése es el camino.
Si la prensa y los medios empiezan a desmarcarse de los poderes de hecho y de derecho que bastante tienen con sus propios recursos, el periodismo empezaría a recobrar la credibilidad grave y paulatinamente perdida a lo largo de su historia. ¿Cómo? Operando con absoluta autonomía; dejando a un lado el contubernio con partidos y poderes a menudo mafiosos aunque lleven la vitola de solemnidad; satisfaciendo las expectativas del pueblo siempre halagado en sus debilidades como habitante de un cutre patio de vecinos, pero menospreciado a la hora de darle conocimiento veraz de los hechos más graves.
Lo que hizo el periodismo estadounidense respecto a las barbaridades cantadas y antes de cometerlas Bush, y lo que hizo y hace el periodismo español, tanto con ocasión del 11-M transmitiendo El País como “noticia” en primera plana la autoría de ETA del atentado de Atocha por una llamada telefónica al periódico del presidente Aznar, como luego porfiando El Mundo hasta la náusea a favor de ese partido mafioso en el asunto de las elecciones generales perdidas, está empapado de una indecencia difícil de superar. Y, por otro lado y para colmo, aparte de ser los periódicos simples reproductores de las notas que les pasan, cada vez son más frecuentes las conferencias de prensa sin preguntas con el fin de no verse en aprietos quien las convoca.
Mientras los periódicos y los medios no encuentran su sitio y no cumplan con el cometido que se les supone, Internet debe ser el lugar donde debe hacerse periodismo sin periodistas. Y si quieren ellos participar, a la hora de competir empiecen por olvidarse del título colgado de la pared de su casa, que empieza a desacreditarles aunque personalmente no tengan la culpa del nauseabundo y panzista periodismo que vienen haciendo gran parte de sus colegas y algunos de sus antiguos profesores; todos hábiles en hacerse pasar por imparciales, pero imprescindibles auxiliares de los poderes fácticos e institucionales.
Sólo sé de un país donde los medios oficialistas están contra el poder constituído: Venezuela. En los demás, los medios son el mismísimo Poder, enemigo del pueblo.
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