¿Por qué cánones se mide el grado de felicidad o bienestar prolongado de un pueblo o de un país? Esta pregunta me la vengo haciendo casi desde que empecé a pensar.
Es un asunto de psicología social pero también de filosofía pura para desembocar directamente en el mar de la política.
Cualquiera puede ser feliz y disfrutar de bienestar en cualquier trance. Incluso siendo pobre de solemnidad. De la misma manera que cualquiera puede respirar libertad interior pese a estar recluido en prisión. Esto es tan discutible como se quiera, pero es posible aunque que un pobre o un recluso puedan ser felices no es algo que esté en efecto al alcance de cualquiera, ni tampoco puede ser comprendido por cualquiera: hay que concentrarse...
El problema está en que a ambos seres, esta sociedad de vocación opulenta y libertaria, les tiene por ilusos o por pobres de espíritu cuando sería todo lo contrario. O por idiotas, cuando serían los más inteligentes. O cosa de héroes, cuando sería una heroicidad al alcance del individuo normal sin costo alguno; a condición, eso sí, de no padecer -algo bien difícil- ansiedad de manera permanente. En cuanto a mí, estas sugerencias, seguro, bastan para tenerme por loco...
El problema de la felicidad que me refiero no es, ya lo he dicho, en el ámbito individual sino a escala colectiva. Al final, un asunto de números. Millones no pueden ser felices siendo pobres -dicen los hedonistas-, y de ahí que los denostadores de los sistemas colectivistas hablen continuamente de que en un régimen de esos sólo se reparte la pobreza... Por cierto que ya nos gustaría que en las democracias occidentales se repartiese la riqueza. Lo malo es que la riqueza sólo se la reparten unos cuantos. Pero si el reparto de la pobreza es equitativo y uniforme, aunque esos entusiastas del sistema liberal no lo comprendan por su pensamiento degradado, quizá sí lo entendieran si se situasen en el plano individual en el que, como decía antes, un preso o un pobre pueden ser más felices que un rico o que un individuo en libertad...
¿Más, o mejor? ¿Calidad, o cantidad? ¿Materia, o espíritu? Este sistema, el nuestro, pone su acento en el más, en la cantidad y en la materia. Pero no otros. Otros lo ponen en “el mejor”, en la calidad y en el espíritu que no tiene que significar necesariamente religioso. Aquí estriba la diferencia entre ambas concepciones de la vida social que, vista la historia de los últimos cien años, son irreconciliables y sin posibilidad de acuerdo.
Filosofía, espiritualidad, amor, generosidad, sueños, sensibilidad... es lo que necesita la sociedad para ser feliz en la medida que es posible siguiendo las sendas naturales; no materialismo, deseo, ansia, desesperación por poseer y dominar; no sensaciones, convulsiones, voluptuosidad que es lo que ofrece, vende e inficiona el sistema que reparte la riqueza de manera tan tristemente desigual.
El mundo está en crisis permanente. La Naturaleza lo está a impulsos de lo que la especie humana le obliga. Y la sociedad mundial va de tumbo en tumbo, por la psicopatía generalizada de una parte de ella que no deja vivir al resto pero sin vivir tampoco ella feliz. Quizá crea el individuo aislado, ido, que lo es durante unos cuantos años de su vida, y eso podrá considerarse suficiente para defender el sistema. Pero globalmente y después del primer tramo de la existencia individual, es cuando viene la perplejidad.
La Organización Mundial de la Salud puede ser un referente para medir indirectamente la felicidad/infelicidad social a que me refiero: por la pavorosa tasa de suicidios en Occidente, por la pavorosa morbilidad pese a la Medicina que da una de cal y otra de arena, por la pavorosa tasa de enfermedades nerviosas, por la asombrosa edad a que cada vez más tempranamente empiezan a manifestarse éstas y el suicidio... Si, como digo, tomamos estas cifras como referencia, la sociedad occidental está irremisiblemente enferma, contagia su enfermedad al resto de la Humanidad, y de paso es ella -y no el "ser humano" genéricamente considerado- quien se está cargando no ya su propias posibilidades de felicidad universal, sino la vida en el planeta. Pues ¿hay modelo, sistema y pensamiento que aporten más degradación, más violencia material, más desintegración moral al mundo y a la vida, a cambio de menos beneficio global?
Dejemos aparte las tasas de morbilidad y veamos qué dice la OMS sobre el asunto en materia de suicidio, el índice más elocuente. Comparemos nuestro sistema “modélico” con el del mundo musulmán...
Los musulmanes se suicidan mucho menos que los cristianos. Así lo registran las estadísticas de la OMS. En Francia, el índice es de 19 suicidas por cada cien mil habitantes. En Alemania, de 15; en Canadá de 13; en Estados Unidos de 12. España de 8. Por contra, en Irán el porcentaje desciende a un inaprensible 0,2. En Egipto y Siria el suicidio es casi inexistente, el 0,1. Los dos países musulmanes con mayor índice de suicidios, Kuwait y Bahrein, emiratos del Golfo corrompidos por el petróleo, se sitúan muy por delante de los otros, con un 2,2 y un 3 respectivamente, pero muy lejos, en cualquier caso, de nuestros registros occidentales. Incluso los judíos de Israel se suicidan tanto como los cristianos: 7 de cada 100.000.
Los musulmanes se matan mucho menos que los cristianos. Todos los años, por ejemplo, mueren en USA 30.000 personas por arma de fuego, balance superior al de un año de guerra en los Balcanes. En Suecia, el número de homicidios alcanza un 10,3 por cada 100.000 habitantes. En Canadá, Francia, Alemania, las cifras oscilan entre un 10 y un 7. En América Latina, se elevan hasta un 30,7. ¿Y los musulmanes? Jordania, con los porcentajes más altos, el 1,053. Marruecos, por ejemplo, registra 0,877 homicidios al año por cada 100.000 habitantes; Turquía 0,520; Irak, el 0,149 (hasta que irrumpió lo que sabemos); Egipto 0,037; Siria 0,017. Los judíos de Israel (hasta los conflictos recientes), por su parte, asesinan al mismo nivel que los cristianos, 6,278, muy por encima, por cierto, de los buenos cristianos españoles -sólo un 2,2". (Santiago Alba Rico)
La vida es así... No, la vida no es así. La vida la hace extremadamente tensa el abominable modelo occidental. Es así, porque el catolicismo, que impera desde que se pierde la memoria, se cargó hace mucho al cristianismo. Es así, porque el protestantismo weberiano se cargó el luteranismo; porque el sionismo se cargó el judaísmo. Otras religiones no nos afectan a los occidentales si no allanamos sus países, la morada en que se profesan.
La vida es así, porque el sensualismo, el pragmatismo feroz anglosajón, el egoísmo potenciado, el "mediatismo" y últimamente el capitalismo más salvaje que pueda la historia conocer... es decir, todos esos envilecimientos que pudren a la sociedad occidental, están haciendo al mundo "así" de inhabitable o de invivible. Pues hacen de todo punto imposible volver a soñar con una Edad de Oro y porque por otro lado es imposible disociar la filosofía personal de cada cual con un entorno sociopolítico tan sumamente impuro en medio de una Naturaleza que se nos va...
Es un asunto de psicología social pero también de filosofía pura para desembocar directamente en el mar de la política.
Cualquiera puede ser feliz y disfrutar de bienestar en cualquier trance. Incluso siendo pobre de solemnidad. De la misma manera que cualquiera puede respirar libertad interior pese a estar recluido en prisión. Esto es tan discutible como se quiera, pero es posible aunque que un pobre o un recluso puedan ser felices no es algo que esté en efecto al alcance de cualquiera, ni tampoco puede ser comprendido por cualquiera: hay que concentrarse...
El problema está en que a ambos seres, esta sociedad de vocación opulenta y libertaria, les tiene por ilusos o por pobres de espíritu cuando sería todo lo contrario. O por idiotas, cuando serían los más inteligentes. O cosa de héroes, cuando sería una heroicidad al alcance del individuo normal sin costo alguno; a condición, eso sí, de no padecer -algo bien difícil- ansiedad de manera permanente. En cuanto a mí, estas sugerencias, seguro, bastan para tenerme por loco...
El problema de la felicidad que me refiero no es, ya lo he dicho, en el ámbito individual sino a escala colectiva. Al final, un asunto de números. Millones no pueden ser felices siendo pobres -dicen los hedonistas-, y de ahí que los denostadores de los sistemas colectivistas hablen continuamente de que en un régimen de esos sólo se reparte la pobreza... Por cierto que ya nos gustaría que en las democracias occidentales se repartiese la riqueza. Lo malo es que la riqueza sólo se la reparten unos cuantos. Pero si el reparto de la pobreza es equitativo y uniforme, aunque esos entusiastas del sistema liberal no lo comprendan por su pensamiento degradado, quizá sí lo entendieran si se situasen en el plano individual en el que, como decía antes, un preso o un pobre pueden ser más felices que un rico o que un individuo en libertad...
¿Más, o mejor? ¿Calidad, o cantidad? ¿Materia, o espíritu? Este sistema, el nuestro, pone su acento en el más, en la cantidad y en la materia. Pero no otros. Otros lo ponen en “el mejor”, en la calidad y en el espíritu que no tiene que significar necesariamente religioso. Aquí estriba la diferencia entre ambas concepciones de la vida social que, vista la historia de los últimos cien años, son irreconciliables y sin posibilidad de acuerdo.
Filosofía, espiritualidad, amor, generosidad, sueños, sensibilidad... es lo que necesita la sociedad para ser feliz en la medida que es posible siguiendo las sendas naturales; no materialismo, deseo, ansia, desesperación por poseer y dominar; no sensaciones, convulsiones, voluptuosidad que es lo que ofrece, vende e inficiona el sistema que reparte la riqueza de manera tan tristemente desigual.
El mundo está en crisis permanente. La Naturaleza lo está a impulsos de lo que la especie humana le obliga. Y la sociedad mundial va de tumbo en tumbo, por la psicopatía generalizada de una parte de ella que no deja vivir al resto pero sin vivir tampoco ella feliz. Quizá crea el individuo aislado, ido, que lo es durante unos cuantos años de su vida, y eso podrá considerarse suficiente para defender el sistema. Pero globalmente y después del primer tramo de la existencia individual, es cuando viene la perplejidad.
La Organización Mundial de la Salud puede ser un referente para medir indirectamente la felicidad/infelicidad social a que me refiero: por la pavorosa tasa de suicidios en Occidente, por la pavorosa morbilidad pese a la Medicina que da una de cal y otra de arena, por la pavorosa tasa de enfermedades nerviosas, por la asombrosa edad a que cada vez más tempranamente empiezan a manifestarse éstas y el suicidio... Si, como digo, tomamos estas cifras como referencia, la sociedad occidental está irremisiblemente enferma, contagia su enfermedad al resto de la Humanidad, y de paso es ella -y no el "ser humano" genéricamente considerado- quien se está cargando no ya su propias posibilidades de felicidad universal, sino la vida en el planeta. Pues ¿hay modelo, sistema y pensamiento que aporten más degradación, más violencia material, más desintegración moral al mundo y a la vida, a cambio de menos beneficio global?
Dejemos aparte las tasas de morbilidad y veamos qué dice la OMS sobre el asunto en materia de suicidio, el índice más elocuente. Comparemos nuestro sistema “modélico” con el del mundo musulmán...
Los musulmanes se suicidan mucho menos que los cristianos. Así lo registran las estadísticas de la OMS. En Francia, el índice es de 19 suicidas por cada cien mil habitantes. En Alemania, de 15; en Canadá de 13; en Estados Unidos de 12. España de 8. Por contra, en Irán el porcentaje desciende a un inaprensible 0,2. En Egipto y Siria el suicidio es casi inexistente, el 0,1. Los dos países musulmanes con mayor índice de suicidios, Kuwait y Bahrein, emiratos del Golfo corrompidos por el petróleo, se sitúan muy por delante de los otros, con un 2,2 y un 3 respectivamente, pero muy lejos, en cualquier caso, de nuestros registros occidentales. Incluso los judíos de Israel se suicidan tanto como los cristianos: 7 de cada 100.000.
Los musulmanes se matan mucho menos que los cristianos. Todos los años, por ejemplo, mueren en USA 30.000 personas por arma de fuego, balance superior al de un año de guerra en los Balcanes. En Suecia, el número de homicidios alcanza un 10,3 por cada 100.000 habitantes. En Canadá, Francia, Alemania, las cifras oscilan entre un 10 y un 7. En América Latina, se elevan hasta un 30,7. ¿Y los musulmanes? Jordania, con los porcentajes más altos, el 1,053. Marruecos, por ejemplo, registra 0,877 homicidios al año por cada 100.000 habitantes; Turquía 0,520; Irak, el 0,149 (hasta que irrumpió lo que sabemos); Egipto 0,037; Siria 0,017. Los judíos de Israel (hasta los conflictos recientes), por su parte, asesinan al mismo nivel que los cristianos, 6,278, muy por encima, por cierto, de los buenos cristianos españoles -sólo un 2,2". (Santiago Alba Rico)
La vida es así... No, la vida no es así. La vida la hace extremadamente tensa el abominable modelo occidental. Es así, porque el catolicismo, que impera desde que se pierde la memoria, se cargó hace mucho al cristianismo. Es así, porque el protestantismo weberiano se cargó el luteranismo; porque el sionismo se cargó el judaísmo. Otras religiones no nos afectan a los occidentales si no allanamos sus países, la morada en que se profesan.
La vida es así, porque el sensualismo, el pragmatismo feroz anglosajón, el egoísmo potenciado, el "mediatismo" y últimamente el capitalismo más salvaje que pueda la historia conocer... es decir, todos esos envilecimientos que pudren a la sociedad occidental, están haciendo al mundo "así" de inhabitable o de invivible. Pues hacen de todo punto imposible volver a soñar con una Edad de Oro y porque por otro lado es imposible disociar la filosofía personal de cada cual con un entorno sociopolítico tan sumamente impuro en medio de una Naturaleza que se nos va...
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