O por qué el mundo está clamando por un totalitarismo "inteligente". Dos ejemplos de escasa repercusión mediática:
Uno. Par un día de estos está convocada una manifestación bajo el lema "Rebélate contra la pobreza". ¿No vemos que, bajo la apariencia de una exquisita sensibilidad por parte de los convocantes, sigue perteneciendo a la insufrible farsa de siempre? Siempre contra los efectos, no contra las causas. La manifestación debiera mantenerse, pero el lema debiera ser bien otro: "Rebélate contra los ricos". Pero no sé por qué me sospecho que mientras la obra del pésimo teatrillo democrático siga representándose, la manifestación con este último lema nunca se convocará.
Otro. El caso del oso que en la provincia rusa de Vologda le prepararon para su fácil caza al rey Juan Carlos el pasado mes de agosto. Un oso que era mantenido en un centro turístico del pueblo de Novlens, fue convertido en diversión para el hijodalgo español...
Sirva lo anterior de introducción para la siguiente reflexión:
Ya sé que todo esto que voy a exponer y proponer es impopular aun dentro del pensamiento más comprensivo y libertario, pues el totalitarismo parece negar la libertad cuando no es así.
Porque la libertad totalitaria implica un alto grado de responsabilidad del ciudadano. Las leyes son irrelevantes o referentes. Mínimamente represivas en aspectos que no sirvan al motor y fundamento del sistema. Como en el sistema libre en el que son absolutamente permisivas en todo cuanto se refiere a Economía y represoras en todo lo demás...
Aunque hay varias, voy a exponer la principal razón en favor del sistema totalitario. El sistema totalitario niega, sí, la libertad -como la niega y persigue todo lo que le estorba el sistema de mercado-, pero en todos los asuntos que perjudican gravemente a la colectividad y hoy día en que la biosfera tanto peligra, los que atentan contra ella.
El sistema totalitario invierte los valores respecto al llamado “libre”. Pues el planeta se está jugando el futuro inmediato en el que estamos nosotros, y el lejano al que se dirigen nuestros nietos. La libertad, mentirosa y manipulada, tal como la interpreta el modelo democrático al uso, no puede ser ya el fundamento de la vida en el planeta, de la "buena vida" que en su mayor parte se sostiene sobre la miseria ajena de inmensas mayorías repartidas por el mundo y del perjuicio irreparable que ello causa sobre la biosfera, la estratosfera y el agujero de ozono cada vez más reducido y menos profundo.
Hay demasiadas cosas en juego como para permitirnos mirar a otro lado como si no pasase nada. Me refiero al mundo entero. Pero veamos ahora lo que ocurre por "aquí" y hágase luego extensivo a lo que sucede en los demás países "libres" y en especial los libres pero intervenidos y explotados por los libres convertidos en potencias...
Por ejemplo, 12.800 construcciones ilegales en España en sólo 18 meses. Multiplíquese por los 30 años de democracia que llevamos -a lo largo de los que nada se ha denunciado públicamente porque sólo se enciende la alarma cuando ya no hay remedio: cuando hacen acto de presencia datos, casos y cifras escandalosas-, y tendremos ese 40% de suelo peninsular irremisiblemente enladrillado. Además innecesariamente, pues la carencia de viviendas al alcance del ciudadano medio es cada vez más insultante. Todos esos centenares de miles de construcciones ilegales son de lujo, una parte, y el resto destinado a especuladores cómplices de constructores, arquitectos, alcaldes, ediles y urbanistas.
Pero multiplíquense también esas cifras de la construcción salvaje -que no palía siquiera el problema de la vivienda- por las que causan los estragos de industrias contaminantes de ríos, lagos, lagunas. Multiplíquense luego por las partículas de CO² de la automoción, por el saqueo pesquero de los mares, por el expolio maderero de selvas y bosques, y tendremos la resultante de un planeta agónico. Todo bajo la complacencia de los dirigentes occidentales que cada cuatro u ocho años se van sucediendo en sus respectivos países, sin responsabilidad ni remordimientos....
¿De dónde proviene esta patética situación, este drama? Pues de la libertad de mercado que al individuo medio le sobra en la insignificancia y le falta para rebelarse frente a los abusos sociales pues su eventual rebelión topará con las cargas policiales, torturado en cuartelillos, acabará en la cárcel o con misteriosos ajustes de cuentas. La libertad tan exageradamente exaltada en este medio social no la necesitan en realidad los ciudadanos del montón que también son los ciudadanos "de bien". Pero a cambio es en ella donde se amparan los grupos empresariales y financieros para enriquecerse escudándose en que dan empleo (fugaz y salarios miserables) y arruinar ecosistemas. Y todo ¿en nombre de qué?: en el de la libertad democrática y de mercado.
Las leyes protectoras del medio ambiente y del interés social, en estas repulsivas democracias demoliberales no sirven para nada. Eso de que "el que hace la ley hace la trampa" es de siempre. Pero en la última década las leyes que simulan proteger la Naturaleza son además decorativas. La paradoja de la tortuga y Aquiles... Las leyes y su en la práctica inane aplicación, van muy por detrás de las constantes burlas, fraudes y transgresiones. Hay que esperar a que algún juez y fiscal aislados -de aquí o de la Corte Suprema ultraconservadora estadounidense- se decidan a dar algunos escarmientos que tampoco llevan la sangre al río. La libertad, burda farsa salvo para quienes se lucran a costa de ella, es incluso para los jueces que también velan por el sistema más valiosa que cualquier argumento de protección a las clases sociales menos favorecidas y a la Naturaleza. Si esas leyes fueran aplicadas con rigor, no habría cárceles bastantes para encerrar a tanto facineroso con cartera de ejecutivo o cartapacio de concejal, propietarios de chalets de superlujo y cuatro mercedes a la puerta...
Pero esto no es sólo cosa de aquí, de este maravilloso trozo del continente europeo que están calcinando parte de sus habitantes -los que se dicen precisamente patriotas-, además de la erosión del suelo y las sequías. Esto sucede a mayor o menor escala en otros continentes: en Norteamérica, en las selvas brasileñas, colombianas, ecuatorianas, peruanas, indonésicas... Y todo en nombre de la libertad de mercado y de la libertad, para destrozar la juguetería de un mundo creado por Dios o de milagro. Y todo bajo el avispado lema: "los que vengan después, que apenquen con las consecuencias de nuestros dislates..."
¿Esto es inteligencia? ¿A esto le podemos llamar inteligencia humana? ¿Es inteligencia remediar una enfermedad al tiempo que se provoca otra incurable? ¿Es inteligencia inventar el coche, el cine, el avión, la lavadora, la televisión; esto es, procurarse el ser humano, para disfrute de una parte, comodidad, diversión fácil y aturdimiento sin fondo pero también sin retener la más mínima sensibilidad ni saber administrar el huerto de la humanidad?
Semejante comportamiento necio estaría justificado si fuéramos nosotros -esta generación- la última de la historia. Pero vienen nuestros descendientes detrás, y no hay derecho a despilfarrar su vida antes de disfrutarla y de que ellos lleguen. Y es norma que haya que buscar entre los más miserables depredadores los que están en contra del aborto y de la eutanasia...
En resumidas cuentas, si el mundo quiere conservarse, aun maltrecho ya, sólo un régimen que cercene drásticamente la libertad de los miserables proxenetas que la prostituyen -y además dentro de un sistema férreo contra los ricos y la riqueza individual- podría salvarlo.
Porque téngase muy en cuenta esto: los que amamos verdaderamente la libertad propia y ajena, los que nos tenemos por libertarios, anarquistas, comunistas, colectivistas o marxistas... la amamos tanto, que jamás abusamos de ella. Y menos en perjuicio de la colectividad.
Desde luego lo que está muy claro es que con buenos propósitos para atender a las clases desfavorecidas y para respetar el medio ambiente, no se consigue nada. Y además ya es tarde.
Hasta que esa libertad en un régimen totalitario no reine, digamos que en España -lo que son las cosas- la Guardia Civil -pese a los excesos en coyunturas puntuales que tenemos en la cabeza- con sus miles de denuncias por construcciones ilegales, puede ser la institución que salve a este país de la sangría medioambiental. Sólo necesita la colaboración resuelta de jueces -como el de Marbella- y de fiscales que persigan sañudamente esos delitos que no cesan.
El mundo en cualquier caso no puede seguir así. No puede seguir en manos de unos cuantos que en nombre de la libertad no hacen más que cometer barbaridades, mientras al resto nos dejan las migajas de libertad que sólo podemos digerir en Internet.
El mundo precisa cuanto antes de una dictadura universal anunciada por Oswald Spengler, que persiga justamente a los que ahora nos persiguen. Una dictadura asociada a la Inteligencia con mayúsculas. El sistema que rige no está compuesto más que de infinitas y cansinas paparruchas...
Otro ejemplo cercano: véase cómo, después de tres años, siguen todos los medios y los periodistas el juego de la impugnación de las elecciones generales españolas de 2004. Unos deslegitimándolas, pretendiendo anular millones de investigaciones oficiales, con la supuesta y ridícula aparición de una mochila o de un no menos ridículo bote de ácido bórico. Pero los otros, prestándoles una atención que sólo se explica si, casi pasado un lustro, todos están a gusto jugando al juego de los disparates y no afrontando debates democráticos e inteligentes. Y ¿por qué sucede eso?, pues porque sotto voce y en el fondo, están todos de acuerdo...
Soledad Gallego-Díaz pone el dedo en la llaga aunque ella sea otro/a periodista más, a gusto con este sistema de falsa libertad. Habla de simulacro de debates políticos que en España, a diferencia de Francia donde incluso Sarkozy se ha enfrentado a Le Pen pese a que ni siquiera el líder de la extrema derecha no tenía siquiera representación parlamentaria (compárese con lo que ocurre a propósito de Batasuna aquí), no existen y están reemplazados por "frases cortas, ideas simples, machaconamente repetidas". Y sobre todo por el debate de una docena de periodistas que exponen lo que ellos piensan que piensan los políticos.
No hay en esto sólo el simulacro. El simulacro, ya que lo obvia la articulista, está en toda la democracia y en todo el sistema. Lo que ocurre es que en unos países se domina mejor la escenificación y el teatro político y en otros como el nuestro es todo chapucero y tosco. Pero el simulacro es lo que está exigiendo -que es la tesis de este escrito- la sustitución de la democracia simulada por una democracia totalitaria y dirigida. ¿Cómo se come esto? La solución práctica exige otra reflexión que va mucho más allá del propósito de este artículo. De momento sólo decir que sobre el papel ya se sabe que no es fácil, pero si se quiere detener el rodar del mundo hacia el abismo, no hay otro remedio.
Bien. Pues quien no esté conforme, que haga su propuesta alternativa. Pero que no sea el placebo consabido y fatigante de arremeter contra los efectos perniciosos de este estado de cosas, dejando incólumes las causas. Pues esa infame "solución", porque no lo es, es justamente la triquiñuela sobre la que descansa confortablemente este sistema abominable.
20 octubre 2006
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