Es repulsivo tener, entre tanta gentuza como la que vive en este país, la vitola de español. Que son unos cuantos ya lo sabemos. Pero basta un solo dictador para convertir a una sociedad en una prisión, y media docena de energúmenos para hacer de ella una porqueriza. Porque no queda ya país del mundo con tan nula sensibilidad que se atreva a silbar la interpretación de la Marsellesa o de cualquier otro himno nacional en un campo de fútbol. Pues eso es lo que hicieron anoche "sólo" unos cuantos... españoles en Hannover en el encuentro de fútbol entre Francia y España.
Siempre la misma cantinela... Para defender la causa general de "lo español" se dice que son “sólo unos cuantos...". Unos cuantos en las gradas de un estadio, unos cuantos en la política, unos cuantos en los escaños de un Congreso, unos cuantos en los cuartelillos policiales... Cierto. Unos cuantos representan siempre a un país a lo largo de toda su historia, unos cuantos la escriben, unos cuantos la hacen y el resto la sufrimos y les sufrimos.
Es una vergüenza, por muy niñatos que sean los que se comportan en este caso futbolero de este modo. Pero por muy niñatos que sean los que silban a un himno y alteran el orden, y por muy necio que sea un seleccionador, el español, que, para excusarse de no racista después de haber dado claras pruebas de que lo es, dice en público que tiene un amigo japonés que es sexador de pollos... la quintaesencia de la españolidad sigue estando asociada a un asno medieval después de treinta años de un sucedáneo de democracia.
Esto de silbar al himno y alterar el orden por haber perdido un partido puede ser una simple anécdota. Pero es que los hechos graves, las tergiversaciones indecentes, los gritos de ¡asesino! antes de juzgar a una persona, el desencajar las cosas del centro de su sitio, el tratarlas con absoluta desmesura, el despreciar a las comunidades periféricas, ese grito de guerra "¡a por ellos!" de niñatos pero también de periodistas de postín encarnadas en las "prego" etc., siempre son cosa de “unos cuantos”. Son cosa de unos cuantos señoritos, políticos o no, que desencadenan tal escándalo en la atmósfera social, que impiden al resto del mundo escuchar sosegadamente la balada o la sinfonía que interpretan los demás españoles inteligentes, creativos y “señores”.
Todos asociamos a un país con un tópico por culpa de... “unos cuantos”. Y en este caso, el caso español, la que llega al exterior unas veces y otras se expande por todos los rincones interiores que no son capitalinos es tan odiosa, que la gente reflexiva no puede estar a toda hora pensando que son "sólo unos cuantos” los que aullan desde la caverna cada día ante la más mínima discrepancia y el más irrelevante contratiempo.
Pues lo que llega siempre y en general desde la capital hasta los hogares de la gente de bien, hasta los confines de las comunidades autónomas y al resto de las naciones-provincias de Europa, es la intolerancia inquisitorial, la tergiversación, la agresividad, la cerrazón y la epilepsia social, todas elevadas al cubo, de “sólo unos cuantos”.
Siempre la misma cantinela... Para defender la causa general de "lo español" se dice que son “sólo unos cuantos...". Unos cuantos en las gradas de un estadio, unos cuantos en la política, unos cuantos en los escaños de un Congreso, unos cuantos en los cuartelillos policiales... Cierto. Unos cuantos representan siempre a un país a lo largo de toda su historia, unos cuantos la escriben, unos cuantos la hacen y el resto la sufrimos y les sufrimos.
Es una vergüenza, por muy niñatos que sean los que se comportan en este caso futbolero de este modo. Pero por muy niñatos que sean los que silban a un himno y alteran el orden, y por muy necio que sea un seleccionador, el español, que, para excusarse de no racista después de haber dado claras pruebas de que lo es, dice en público que tiene un amigo japonés que es sexador de pollos... la quintaesencia de la españolidad sigue estando asociada a un asno medieval después de treinta años de un sucedáneo de democracia.
Esto de silbar al himno y alterar el orden por haber perdido un partido puede ser una simple anécdota. Pero es que los hechos graves, las tergiversaciones indecentes, los gritos de ¡asesino! antes de juzgar a una persona, el desencajar las cosas del centro de su sitio, el tratarlas con absoluta desmesura, el despreciar a las comunidades periféricas, ese grito de guerra "¡a por ellos!" de niñatos pero también de periodistas de postín encarnadas en las "prego" etc., siempre son cosa de “unos cuantos”. Son cosa de unos cuantos señoritos, políticos o no, que desencadenan tal escándalo en la atmósfera social, que impiden al resto del mundo escuchar sosegadamente la balada o la sinfonía que interpretan los demás españoles inteligentes, creativos y “señores”.
Todos asociamos a un país con un tópico por culpa de... “unos cuantos”. Y en este caso, el caso español, la que llega al exterior unas veces y otras se expande por todos los rincones interiores que no son capitalinos es tan odiosa, que la gente reflexiva no puede estar a toda hora pensando que son "sólo unos cuantos” los que aullan desde la caverna cada día ante la más mínima discrepancia y el más irrelevante contratiempo.
Pues lo que llega siempre y en general desde la capital hasta los hogares de la gente de bien, hasta los confines de las comunidades autónomas y al resto de las naciones-provincias de Europa, es la intolerancia inquisitorial, la tergiversación, la agresividad, la cerrazón y la epilepsia social, todas elevadas al cubo, de “sólo unos cuantos”.