15 diciembre 2005

Los Nobel, los Medios y el mundo

Creo llegado el momento de evitar la perí­frasis y los eufe­mismos, esto es, lo que vulgarmente se llama paños ca­lientes, sobre La Gran Mentira anglosajona relacionada con dos países asiáticos masacrados...

Nadie, y menos si tiene responsabilidades públicas, debi­era dejarse vencer por la abulia de pasar página. Ahora que el mundo entero ya sabe por pruebas fehacientes y no cir­cunstanciales lo que sucedió y por qué sucedió, lo que su­cede y por qué sucede, tiene sobre el tapete la Comuni­dad Internacional el deber de tomar cartas en el asunto y aco­rralar a un grupo de hombres y mujeres sanguinarios, res­ponsables directos de los crímenes que se vienen come­tiendo directa­mente y a las claras desde hace cuatro años en dos países que estaban desarmados...

Aunque desde el primer momento no pudo haber quien -la prensa local e internacional, cada en uno en su casa frente al televisor y con su fuero interno- no "supiese" que la inva­sión primera había contado con el visto bueno de una ONU bajo presión, y que la segunda de Irak estaba basada en la burda men­tira de un mentiroso compulsivo... Aunque el mismo Solana, Mr. Pesc, refrendaba con estúpido e hipnóp­tico en­tusiasmo la estúpida interpretación de un Colin Po­well que por efecto narcotizante del deseo obsceno y per­ver­tido confundía, en unas presuntas fotogra­fías aéreas, instalaciones de armas de destruc­ción masiva con unas cuantas manchas... Dando lugar ambas invasio­nes a pen­sar, a quien no hubiese perdido la vista, el entendimiento o el juicio que la muerte atroz de inconta­bles mujeres, ancia­nos y niños que estábamos presenciando en nuestras pan­tallas eran producto del mercado negro político, del cri­men organizado de dos Estados anglosajones y de un precoci­nado insoportable de motivos inventados, todos los paí­ses occidentales consintieron o celebraron la ignominia. Y los periódicos, en lugar de atronar al mundo con editoriales enér­gicamente con­denatorios, se frotaron las manos dán­donos relatos novelescos y noti­cia de otro holocausto histó­rico como si se tratase de un ci­clón o de un te­rremoto con los que la Naturaleza nos obsequiaba de repente; es decir, como algo irremediable.

Los Premios Nobel de Literatura, Pinter, y de la Paz, Mo­hamed El Baradei, han señalado con el índice acusador, sin ambajes, quiénes son los responsables de esos genocidios. Si tienen algún sentido esos premios y no son condecora­ciones al buen tun tun; si los laureados tienen méritos e in­teligencia bastante para prestárseles atención, el mundo entero debiera sentir la obligación de destronar inmediata­mente a los imposto­res y sus compinches. Pero no lo hará. Por eso a cierta edad y con la sensibilidad justa, se llega a altí­simas dosis de escepticismo pero también de rabia...

Que las cosas a efectos informativos y comunicativos no han cambiado sustancialmente lo prueban, además de otros muchos gestos, ciertas expresiones mediáti­cas. Por ejem­plo, cuando se trata de un país "del montón" que no acepta ciertas condiciones más o menos consen­suadas por las potencias, la prensa y los medios en general siguen ape­lando a la expresión: "... tal país, "desa­fiando a la Comuni­dad Internacional", hace o dice esto o lo otro. Mientras que en tantas cuestiones gravísimas en las que Estados Unidos sigue ejerciendo su política belicista y amenazante a su an­tojo y al margen de la Comunidad Inter­nacional -tenencia masiva de armas de destrucción masiva y nucleares, el no re­conocimiento de la Corte Penal Internacional ni de la Con­vención de Ginebra sobre prisioneros de guerra, la imposi­ción unilateral de la inmunidad para sus soldados, el des­precio de los Protocolos sobre el clima, etc-, los medios despachan la redacción de la noticia si fueran travesuras de simpáticos desalmados con un "Estados Unidos se opone"... Ello, en sí mismo, parece una cobarde vileza. Y más teniendo en cuenta que quienes en redacciones y agencias dan forma a los giros y titulares, son periodistas anónimos que cumplen órdenes también anónimas.

A los medios les trae sin cuidado que estas actitudes le­vanten ronchas de indignación en media ciudadanía, que pi­soteen sus propios libros de estilo que acaban siendo papel mojado decorativo, que el mundo acreciente su odio hacia el país canalla, pero también su desconfianza y rechazo de la prensa y de los medios.

Prensa y medios tienen una parte sustancial de culpa de las barbaridades y transgresiones cometidas en el mundo a escala tanto local como planetaria por el imperio anglosajón. Es más, hay quien puede hasta pensar que es sólo suya. Pues de haber dado el alto a su tiempo a los impostores que recurrieron a burdísimas excusas, quizá el curso de la his­to­ria hubiese sido otro. Sin embargo no sólo no fue así, sino que la administración facinerosa y hitleriana hubo de contar desde el principio con un estado de opinión muy favorable. Y los estados de opinión los generan los medios. Que nadie se llame a engaño. Sin embargo, su parcialidad en contra del sentido común, del pacifismo y de la ética tradicional hizo y sigue haciendo estragos. Bien por colaboracionismo en toda regla bien por esa omisión indigna e indignante de mirar a otra parte. Puesto que vivimos tiempos desde la se­gunda guerra mundial en que quien domina la propaganda y los medios domina el mundo, a la Prensa global hacemos cul­pable por ser causa de la causa del mal causado.

Esto no es un asunto de derechas e izquierdas, de anar­cos y demócratas, de libertarios y autoritaristas. Esto es una cuestión que distingue y separa a la gente de bien de a los canallas, a los pusilánimes panzistas de los humanistas...

Este suelto de la Réseau Voltaire que reproduzco a conti­nuación refrenda lo que vengo denunciando desde el día si­guiente a la puesta en escena de La Gran Mentira. El ejem­plar de anteayer dice así:

"La Prensa estadounidense trabaja en gran parte para el poder. Por Mark Crispin Miller*

Los grandes medios de comunicación en EEUU, sean prensa escrita, radial o audiovisual se han alineado con el poder político. Este fenómeno nuevo en este siglo por su dimensión, se debe sobre todo a que la gran prensa -que al final son empresas comerciales trabajando con la informa­ción-, hayan dado prioridad a su interés económico, donde tienen más que ganar financieramente que defendiendo la libertad de expresión e informando a la ciudadanía. En esta alianza pervertida, con el capital multinacional y el poder político que abona el terreno, los grandes medios han esco­gido su campo. La historia de un escritor norteamericano fa­llecido nos revela cómo funciona este sistema". Y pasa luego a referir la muerte de ese escritor, el periodista esta­dounidense James Hatfield, que comenzó a redactar su libro “El Nerón del Siglo XXI, George W. Bush presidente, y apa­reció muerto en un hotel por una dosis de barbitúricos. (Ver Red Voltaire 12 dic.). Fin del escritor, que evoca al instante una de esas órdenes históricas como las que en la anti­gua Roma reci­bían los enemigos del imperio "distinguidos" por el empera­dor, o los militares que por el mismo motivo las reci­bía del Führer para que se diesen un pistoletazo en la sien. Así es­tán las cosas.

Así es que al igual que Azaña decía que apoderándose de una conciencia la Iglesia católica se apoderaba de la for­tuna que la albergaba, apoderándose el poder polí­tico de los medios se puede hacer, y de hecho se esta haciendo, dueño del mundo. Sólo con el titánico desafío de dar la es­palda a los medios ordinarios, tendremos alguna esperan­za de cambiar el mundo. En ellos se aloja el autético Mal aun­que sea volátil y exista enrare­cido.

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