Estamos en unas fechas de paz y tradicionalmente familiares aunque la familia se va reduciendo cada vez más, dividida por la fuerza centrífuga que la libertad ejerce sobre las parejas cambiantes. Todo se detiene a lo largo de un par de semanas. Todas las broncas nacionales se aparcan y las pendencias quedan bloqueadas. Parece que se congelasen las animosidades y las ganas de reyerta. Luego es posible vivir sin animosidad, sin animadversión y sin reyertas... Estas treguas lo demuestran. Pero descuidemos, luego volverá la pelea callejera, que no el debate.
Como no conviene apartarse demasiado de las profundidades que puede haber en el interior de las ideas sociales que son las más intercambiables, diré, con Andrés Ortega, que es más fácil dar que comprar, pero también, que es más fácil dar que compartir.
Y es que el gesto de “dar” poco tiene que ver con el de compartir. Dar, es un reacción de autoprotección o de remordimiento. Un movimiento desde el despojo directo que antes practicábamos, para devolver al despojado una ínfima parte de lo que le despojamos. La filantropía, como la caridad, son esto mismo y además hijas de la arrogancia y de la presunta superioridad de unos humanos sobre otros. Aun la inteligencia y su eventual desarrollo hasta preponderar en la sociedad, son la consecuencia de golpes de brutalidad descargada en tiempo remoto sobre otros seres humanos por ancestros.
El mercado libre que, como vemos por los mecanismos de la macroeconomía, de los aranceles, del dumping y de otras martingalas legales e ilegales que forman parte del decorado general en los países llamados libres en absoluto es libre, como tampoco lo son los ciudadanos de éstos aunque todos los días el muhecín insista en ello: son, ese Mercado y los países que gravitan en torno a él, el concepto de "injusto" por definición. Esto se verá así -si el mundo sigue adelante, que lo dudo- dentro de otro medio siglo. La libre concurrencia es un resorte primitivo, una ley de la selva, por más correcciones que se quieran (o se finja que se quieren) introducirse en él para compensar el injusto. Todo lo que no sea planificación económica para ajustarla a la población, es perder el tiempo simulando que se pretende justicia social.
Las materias primas hace mucho que dejaron de estar en manos de los países del primer mundo. Se están agotando. Lo único que pone de su parte la sociedad civil anglosajona pujante a que se refiere Tocqueville en su obra capital, La democracia en América”, y que en nuestra actualidad sólo vive pendiente del índice bursátil Down Jones, es "ingenio", despachos, artificios, hipocresía y buena educación de superficie para escurrir el bulto de los trabajos penosos a cargo de los que reciben de los que en el mejor de los casos "dan". Todo eso, cuando no recurren a guerras asimétricas de ocupación a lo bestia...
No se comparte dando, sino sentando a la mesa a quien se le considera tan acreedor al derecho a comer como el que nos arrogamos nosotros. Compartir no es es dar. Es un sentimiento compensador; es un sentimiento que implica que, por efecto del azar más que por el de nuestro verdadero esfuerzo, nos percatamos de que nos hemos adueñado de algo que el otro no puede poseer porque es más débil que nosotros. Si antes le desposeímos de su comida y luego le hacemos sentar a nuestra mesa, ni siquiera la compartimos exactamente con él: administramos también su comida porque nos suponemos más "inteligentes" cuando sólo somos más “listos” al habernos adelantado a él con argucias que están en el tejido social de un sistema injusto per se, para conseguirla.
La posesión y el dominio son dos figuras jurídicas muy definidas. Tenemos el dominio de una cosa erga omnes, frente al mundo. Pero la posesión implica exclusivamente uso y administración de esa cosa. Enseñanza ésta que imparten incluso los Padres de una Iglesia que los olvida deliberadamente, como olvida tantas otras ópticas juiciosas porque la Iglesia Católica se ha propuesto desbarrar hasta extingurise. La filosofía que imparte la Navidad a través de la Iglesia, de los medios y de la propaganda, es la del “dar”, o la de “compartir” a lo sumo por el tiempo de la tregua. Lo que pide ya el mundo no son gestos de caridad, ni de compasión, ni transferencias bancarias. Lo que exige la humanidad es justicia social e igualdad, una resuelta voluntad igualitarista entre todos los seres humanos. Sobre esta única idea, la de la globalización de la justicia social, debieran gravitar todas las políticas del Primer Mundo, el expoliador...
27 Diciembre 2005
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