Convengamos en aceptar como premisa estos tres datos: 1º que hay un tope en la vida humana, por ejemplo 80 años, 2º que el individuo es libre, dueño de su vida, plenamente consciente y soberano sobre sus decisiones, 3º que viene al mundo con una fuerza interior que le empuja a persistir en el "ser" a través del instinto de conservación.
A la vista de estas tres condiciones, el individuo a su vez tiene cuatro opciones vitales al mismo tiempo que vive la vida ordinaria, el trabajo, etc.
Primera opción
Reforzar su instinto natural de conservación con la decisión de reducir, con la moderación que hay en las "buenas costumbres", el proceso de oxidación biológico. Partirá de la idea de que si no cae en el exceso y lleva una vida activa, etc., podrá alcanzar la edad límite aun sabiendo también que el esfuerzo no se lo garantiza...
Segunda opción
Vivir "intensamente", vivir "a tope", favoreciendo con ello la oxidación orgánica, precipitando el proceso metabólico y disminuyendo las probabilidades de llegar a la edad límite. Ese individuo o confía en último término en su buena estrella, o le será indiferente el tiempo de vida que pueda vivir pues incluye en su plan prescindir de la tensión de administrarla. Habrá puesto en marcha un proceso de suicidio de mayor o menor recorrido, más o menos progresivo.
Tercera opción
Por una quiebra del sentido de superviviencia y una combinación de factores genéticos y exógenos en la constitución de su personalidad estudiados por los expertos, optará por quitarse la vida en una decisión premeditada y repentina. Es decir, optará por el suicidio propiamente dicho tal como lo entendemos. Esta última podrá ser asimismo la culminación de las otras dos.
Cuarta opción
El individuo no se quita la vida, no se ayuda a prolongarla, pero tampoco la despilfarra: es la del que ambiciona el poder y no desea otra cosa que el poder, hasta que se ve en el trance de renunciar al propósito por causas que le superan. El poder lo concita todo, lo absorbe todo, lo es todo para él... Es el perfil del dictador tanto vitalicio, que lo ha logrado, como el ocasional en trámite constante de convertirse en vitalicio.
Entre humanos esto es así. Pero también entre individuos y sus colectividades en las sociedades animales. Los lemmings son unos ratoncillos que aparecen a millones repentina e inopinadamente en las tundras árticas. Periódicamente grandes poblaciones de ellos se dirigen masivamente al mar donde mueren; quizá determinados por la memoria genética que les conduce a un lugar distante de tiempos prehistóricos ya inexistente puesto que se interpone el océano. Pero no se sabe a ciencia cierta cuál es la causa. Es proverbial el suicidio colectivo de los cetáceos y, hurgando en la vida animal, encontramos casos semejantes en otras especies.
Dicho esto, no sólo los individuos aislados, también hay sociedades humanas que, en relación a las cuatro opciones señaladas, responden a parámetros similares en su comportamiento. Las sociedades guerreras son una prueba antropológica del alto riesgo que asumen en sus expectativas vitales, muy susceptibles de dejarse arrastrar a su vez por individuos aislados. Y del mismo modo que unos individuos que amasan su fortuna para entregársela a sus descendientes y en ese afán agotan su interés por la riqueza, otros se niegan a tener descendencia o, teniéndola, transfieren a ella la responsabilidad de resolver su propia existencia desentendiéndose de hacerle legado alguno.
Hitler quería la guerra y asumía su probable destrucción arriesgándose a ello. Bush, hace otro tanto cuando se corona como "presidente de la guerra". Aunque en este caso su autoprotección es mil veces mayor. No en cambio la de todo su pueblo. Bush y su pueblo oscilan entre los tipos de individuo y sociedad de la segunda y la cuarta opción vitales de las citadas.
El "pensamiento" neoliberal norteamericano actual lo tiene planteado así. Y corporativamente, como tantos seres humanos en el mundo lo asumen y actúan sólo por su cuenta, ese pensamiento huero, vacío de pensamiento y repleto de depredación, da muestras claras de haber planteado el asunto "pensando" endogámicamente o todo lo más en su propia generación y la siguiente. Los miembros de la administración yanqui pertenecen a esa clase de especímenes y arrastran a su pueblo a esa fatalidad y a todos los demás con ellos.
La actitud decidida y necia de Estados Unidos de dar la espalda a las razonables medidas propuestas por el resto de las naciones para disminuir el efecto invernadero, es una prueba irrefutable de que estamos ante un individuo suicida (el presidente) y una sociedad suicida de la segunda opción. Ante un jefe de la tribu pero también la tribu que le ha votado, que sólo piensan (sin cuestionárselo) en la existencia efímera de sí mismos y un poco más, en la de sus hijos. Pero no ya en la de sus nietos a los que han cegado las puertas del futuro y las de una supervivencia razonablemente feliz...
En cualquier caso gran parte de los sociobiólogos sostienen que el suicidio colectivo será el último avatar de la humanidad. “América”, que contribuyó a salvar al mundo del nazismo, reencarna el nazismo y contribuirá a ser la causa de la causa de un final infausto...
A la vista de estas tres condiciones, el individuo a su vez tiene cuatro opciones vitales al mismo tiempo que vive la vida ordinaria, el trabajo, etc.
Primera opción
Reforzar su instinto natural de conservación con la decisión de reducir, con la moderación que hay en las "buenas costumbres", el proceso de oxidación biológico. Partirá de la idea de que si no cae en el exceso y lleva una vida activa, etc., podrá alcanzar la edad límite aun sabiendo también que el esfuerzo no se lo garantiza...
Segunda opción
Vivir "intensamente", vivir "a tope", favoreciendo con ello la oxidación orgánica, precipitando el proceso metabólico y disminuyendo las probabilidades de llegar a la edad límite. Ese individuo o confía en último término en su buena estrella, o le será indiferente el tiempo de vida que pueda vivir pues incluye en su plan prescindir de la tensión de administrarla. Habrá puesto en marcha un proceso de suicidio de mayor o menor recorrido, más o menos progresivo.
Tercera opción
Por una quiebra del sentido de superviviencia y una combinación de factores genéticos y exógenos en la constitución de su personalidad estudiados por los expertos, optará por quitarse la vida en una decisión premeditada y repentina. Es decir, optará por el suicidio propiamente dicho tal como lo entendemos. Esta última podrá ser asimismo la culminación de las otras dos.
Cuarta opción
El individuo no se quita la vida, no se ayuda a prolongarla, pero tampoco la despilfarra: es la del que ambiciona el poder y no desea otra cosa que el poder, hasta que se ve en el trance de renunciar al propósito por causas que le superan. El poder lo concita todo, lo absorbe todo, lo es todo para él... Es el perfil del dictador tanto vitalicio, que lo ha logrado, como el ocasional en trámite constante de convertirse en vitalicio.
Entre humanos esto es así. Pero también entre individuos y sus colectividades en las sociedades animales. Los lemmings son unos ratoncillos que aparecen a millones repentina e inopinadamente en las tundras árticas. Periódicamente grandes poblaciones de ellos se dirigen masivamente al mar donde mueren; quizá determinados por la memoria genética que les conduce a un lugar distante de tiempos prehistóricos ya inexistente puesto que se interpone el océano. Pero no se sabe a ciencia cierta cuál es la causa. Es proverbial el suicidio colectivo de los cetáceos y, hurgando en la vida animal, encontramos casos semejantes en otras especies.
Dicho esto, no sólo los individuos aislados, también hay sociedades humanas que, en relación a las cuatro opciones señaladas, responden a parámetros similares en su comportamiento. Las sociedades guerreras son una prueba antropológica del alto riesgo que asumen en sus expectativas vitales, muy susceptibles de dejarse arrastrar a su vez por individuos aislados. Y del mismo modo que unos individuos que amasan su fortuna para entregársela a sus descendientes y en ese afán agotan su interés por la riqueza, otros se niegan a tener descendencia o, teniéndola, transfieren a ella la responsabilidad de resolver su propia existencia desentendiéndose de hacerle legado alguno.
Hitler quería la guerra y asumía su probable destrucción arriesgándose a ello. Bush, hace otro tanto cuando se corona como "presidente de la guerra". Aunque en este caso su autoprotección es mil veces mayor. No en cambio la de todo su pueblo. Bush y su pueblo oscilan entre los tipos de individuo y sociedad de la segunda y la cuarta opción vitales de las citadas.
El "pensamiento" neoliberal norteamericano actual lo tiene planteado así. Y corporativamente, como tantos seres humanos en el mundo lo asumen y actúan sólo por su cuenta, ese pensamiento huero, vacío de pensamiento y repleto de depredación, da muestras claras de haber planteado el asunto "pensando" endogámicamente o todo lo más en su propia generación y la siguiente. Los miembros de la administración yanqui pertenecen a esa clase de especímenes y arrastran a su pueblo a esa fatalidad y a todos los demás con ellos.
La actitud decidida y necia de Estados Unidos de dar la espalda a las razonables medidas propuestas por el resto de las naciones para disminuir el efecto invernadero, es una prueba irrefutable de que estamos ante un individuo suicida (el presidente) y una sociedad suicida de la segunda opción. Ante un jefe de la tribu pero también la tribu que le ha votado, que sólo piensan (sin cuestionárselo) en la existencia efímera de sí mismos y un poco más, en la de sus hijos. Pero no ya en la de sus nietos a los que han cegado las puertas del futuro y las de una supervivencia razonablemente feliz...
En cualquier caso gran parte de los sociobiólogos sostienen que el suicidio colectivo será el último avatar de la humanidad. “América”, que contribuyó a salvar al mundo del nazismo, reencarna el nazismo y contribuirá a ser la causa de la causa de un final infausto...
25 Diciembre 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario