El otro día insinuaba la desconfianza que en materia de longevidad me inspiran los tiempos actuales. Pero estamos todos de acuerdo en que lo importante no es vivir mucho sino vivir bien. Lo de “calidad de vida” lo oímos hasta en la sopa. Y sin embargo luego, cuando se trata de defender un modelo de sociedad o de salud en un país, pocos admiten que las occidentales levantadas sobre el progreso sin fin y siempre inacabado, son un foco de infelicidad y de desasosiego. Son colectividades que sólo propician y potencian cúmulos de sensaciones fugaces que no dejan nunca satisfechos. No sólo no dejan satisfechos, es que por el tipo de vida que la tecnología invasora y la avidez de ganancias procura, unos viven aturdidos, otros alelados, y otros sobrecogidos por la depresión, por la ansiedad, por la soledad, por la indigencia o por las deudas. En suma, vivimos sin vivir en nosotros y sin percibirnos de los segundos implacables de que se compone cada minuto. Admito que quizá se trate de eso, de vivir sin consciencia plena en el sentido existencialista heideggeriano o sartriano. Pero eso de vivir casi permanentementen atropellados me parece muy grave, pues la Naturaleza no va por ahí, a ese compás y con esa urgencia. Porque vivir alejados de la Naturaleza es una temeridad, por mucho que la tecnología médica porfíe en el cuerpo artificial, en el amor artificial, en la vida artificial. No sé si las consecuencias las pagaremos nosotros ya en vida, pero seguro que sí las legamos a través de los genes a nuestra descendencia... La salud y la preocupación por ella incitada por la propia clase médica y los medios, son una prueba y buena medida de la ligereza existencial al lado estrecho de la vivencia superficial generalizada que caracterizan a estos tiempos. Se nota en todo. Hasta en los libros y en los artículos de los periódicos salvo excepciones. Eso, sin contar que, según los expertos ¡siempre los expertos!, se está produciendo entre los españoles "una evolución terrorífica de la obesidad" y que la mitad de los españoles la padece. Según los patrones de comportamiento aconsejado en cualquier instancia y circunstancia, tendríamos que pasarnos la vida en revisiones médicas de toda clase el año entero. Eso, los que tienen una sociedad médica o pueden pagar cada revisión, porque los que no tienen sociedad médica ni recursos suficientes, enferman sólo por el hecho de darse cuenta de que se les cierra el paso al presuntivo bien que como tal tiene la sociedad "oficial" a la Medicina preventiva. La cuestión es que si hacemos caso de las consejas y propaganda que sobre nuestra salud nos hacen el urólogo, el ginecólogo, el proctólogo, el cardiólogo, el dermatólogo y todos los especialistas habidos y por haber, nos tendrían todo el año pendientes de sus conjeturas acerca de nuestras vísceras, de nuestra circulación sanguínea o de nuestros tejidos. Sí, porque no basta con la revisión inicial en sí. Luego vienen las dudas sobre los resultados que obligan a repetir las pruebas hasta no se sabe dónde. Es decir, que para vivir más que "antes" no basta con hacer vida sana y activa. Hay que poner en nuestra vida a un médico a partir de los cincuenta. Hay que vivir esa vida atentos a los resultados de cada prueba para estar luego quince días satisfechos porque los resultados son buenos o "de libro", aunque nos muramos horas después de repente con un análisis clínico y una radiografía "de libro" en la mano. Yo creo en cambio que la regla de oro para vivir soportando el vértigo y la basura de estos tiempos, es prestar la mínima atención a las noticias sobre los avatares cotidianos en el mundo, tan raras veces gratas, leer libros consagrados por el tiempo para no perderlo leyendo verdades prendidas con alfileres o improvisaciones, escuchar música y relacionarse con el arte, hacer ejercicio físico y mental, y ver deporte “deportivamente”, esto es, sin vivir para padecerlo... Pero sobre todo vivir despreocupados de nuestra salud. Tener sólo al dolor prolongado como referente de disturbios graves en nuestro organismo, y evitar lo más posible todo contacto con la Medicina, principalmente la preventiva. No sea que, como un día sí y otro también nos recuerden las constantes contraindicaciones que tiene cada tratamiento presuntamente aconsejado. Ahora, por ejemplo, nos revelan que la radioterapia en la próstata incuba un tumor maligno en el recto. Ejemplo que se podría multiplicar por mil... No creo que hoy se viva más en Occidente gracias a la Medicina. Creo que es gracias a la nutrición, a la higiene y en último término a los antibióticos, todo al alcance de "todos". Pero sobre todo, como dije anteriormente en relación al mismo tema, lo que ocurre, y no es poco, es que se ha socializado la esperanza de vida al alcanzar el tope muchísima más gente. Pero tampoco creo que fuera una boutade la frase de Napoleón cuando dijo que los médicos causaban más muertes que todos sus generales juntos. Hoy, pienso que el instrumental médico masivo e industrial redoblaría el resultado. La mejor prevención de nuestra salud y frente a la propia Medicina, consiste en no ir al médico jamás si no es en ambulancia. Y si hemos de ir presionados o porque estamos en horas bajas, no hacerles puñetero caso. Quedémonos, en fin, con la filosofía de que de algo hay que morir, y además meternos en la cabeza que la muerte, con Medicina o sin ella, es inevitable. Seguro que no hay mejor método para relajarnos mogollón... 25 Noviembre 2005 |
24 noviembre 2005
Vivir sin Medicina
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