21 noviembre 2005

La impaciencia, mal de este tiempo

A propósito del artículo El botón más gastado de Andrés Ortega Klein hoy en El País, parece ser que “en Eu­ropa, Asia y EE UU, el botón más gastado de los ascenso­res suele ser el de cerrar puertas. Como relató James Gleick en su libro Faster "sobre la acele­ración de casi todo", los as­censores automáticos están pro­gramados para ce­rrarse en­tre dos a cuatro segundos des­pués de marcar el piso, una espera insoportable para mu­chos que no aguan­tan y aprie­tan ese botón. No digamos ya quien espera a que llegue el ascensor. El enfado empieza a los 15 segundos, y a los 40 la gente realmente pierde los nervios”.

¡Qué inmensa diferencia con los tiempos en que alguien que no creo necesario señalar porque o se sabe o se adi­vina, dijo "La principal virtud del revolucionario es la pacien­cia"!
¡Qué contraste!, añadiría. Pues hoy, la destrucción del es­píritu contrario que encierra el tí­tulo del opús­culo de Jardiel Poncela Para leer mientras su­bimos en el ascensor, viene a ser el objetivo del espíritu que tiraniza a ese manojo de ner­vios que a los 40 segundos se deses­pera esperando al as­cen­sor. Pero es que a su vez es el mismo que agita y está pul­verizando a la postmo­dernidad occidental.

La desmesura y los excesos inmanentes al individuo ac­tual provienen casi siempre de su impaciencia patológica. Y el hombre que maneja el timón de la superpotencia, con un equipo de hombres y mujeres tan impacientes como él, es un icono de esa patología con independencia de sus objeti­vos principales economicistas y de dominio.

Desme­sura, precipitación e impaciencia acaban siendo la causa de la causa de terribles e irreparables daños a ter­ce­ros y a la cuna de la civilización. Aparte las notorias motiva­ciones mediatas de invasiones y ocupaciones ¿de dónde procede si no, la doctrina antici­patoria que destruye en los 40 se­gundos del que enferma de impacien­cia esperando el as­censor las nociones de vir­tus latina y areté griega, es de­cir, paciencia y morigeración?

¿Qué "filosofía" última de la impaciencia extrema impulsó si no, la urgente orden de salir de Irak dada a los inspecto­res de la ONU buscadores de las fa­mosas armas? ¿Qué otra cosa distinta a la ansiedad enfermiza ha fracturado sólo en días la filosofía milenaria del saber esperar, sólo ya pa­trimonio del espíritu de Oriente, como principal valor indivi­dual y so­cial?

Si esa Biblia en cien minutos, editada en Estados Unidos para los que creen no disponer de tiempo suficiente para leerla entera, comen­zase por las Bienaventuranzas, sobra­ría todo lo demás. La man­sedumbre es paciencia y los mansos son pacientes. Pero a Bush y a sus predicadores, para sus ansias de dominio y de petróleo, no les conviene en absoluto las enseñanzas del Nuevo Testamento. Por eso, cuando el trasunto religioso se estaba en­friando, llegó, disfrazado de político, el Angel Ex­terminador. Y es que con ninguna otra cosa se tra­fica más que con ese texto sagrado en la práctica tan vili­pendiado y sodomizado por los mismos que lo predican...

Por cierto y ya que hablamos de hermenéutica, ¿no habrá empezado todo el desaguisado en este mundo actual des­estructurado, cuando asoman las postrimerías, con la apari­ción del co­che sobre la Tierra?
21 Noviembre 2005

No hay comentarios: