Estos son tiempos de la inoportunidad que se añade a la desmesura, a la precipitación y al exceso. Pero también a todo lo contrario por contraste: a la escasez, a la indolencia, a la deficiencia y a la falta de rigor.
Kairós, "el momento justo", es en la filosofía de la antigua Grecia la experiencia del momento oportuno. Los pitagóricos le llamaban Oportunidad. Kairós es el tiempo en potencia, tiempo atemporal o eterno, y el tiempo, chronos, es la duración de un movimiento, una creación. Para Proclo (filosofo griego) y para ciertos pitagóricos kairós es el primer dios y la primera causa. Kairós también es la risa, la risa oportuna que produce bien. San Pablo denomina Kairós a Jesucristo. Otros afirman que kairós es el dios del tiempo y las estaciones. Para los mayas era el Zubuya. Kairós, para los sicólogos, es un "insight". En general, y para terminar, kairós es un "momento de claridad".
Dicho lo anterior, es evidente que la paciencia y la impaciencia tienen mucho que ver con “ese” momento oportuno. En el sentido aristotélico, estoico y cristiano kairós debería tener mucho que ver con la virtus. El término medio, que no otra cosa es la virtus, y kairós se pertenecerían. Ser oportunos es un atributo excelente y excepcional. Sobre todo en una sociedad atropellada y desmedida, en ocasiones, y otras indolente cual ninguna. Atropellamiento, desmesura e indolencia: tres rasgos que hacen añicos el sentido de kairós.
No obstante, es cuando menos curioso que siendo el patriarca bíblico Job el paradigma de la paciencia, la doctrina cristiana recoja como virtudes cardinales a la prudencia, a la justicia, a la fortaleza y a la templanza pero no a la paciencia en sí misma que queda subsumida en último término en las otras. Pero aún lo es más que tampoco haya recogido en su pensamiento moral la importancia de la virtud de la “oportunidad”.
En un ejercicio del pensamiento ex novo mío personal -al que en los últimos años dedico gran parte de mis energías mentales-, tengo al kairós, la oportunidad, y a la paciencia asociada a ella por una actitud psicomental próxima también a la tolerancia frente a los agentes externos que no depende de nosotros eludir.
Por eso, en ese mismo ejercicio y dentro de kairós, distingo la paciencia como tolerancia frente a los efectos de trastorno que subjetiva y objetivamente hemos de soportar por la fuerza de las cosas (fuerza mayor), unas veces, y otras la tolerancia que depende de nuestra elección en soportarlas o no, pues en este otro trance cabe la posibilidad de evitarlas.
Los hechos y situaciones ligados al kairós y a la paciencia en la espera del oportuno momento, pueden dividirse en tres áreas en las que aquélla se pone a prueba: el área natural, el área social y el área neutra.
En el área natural podemos distinguir:
a) los procesos de las enfermedades sufridas por uno mismo o que sufren personas a las que se está uno ligado por lazos de afecto; y todo daño que viene del “cielo”.
b) los comportamientos eventualmente perturbadores de los irracionales y de los niños: de los "irresponsables".
c) las adversidades que devienen de acontecimientos naturales en general irrefragables.
En el área social, todo trato interpersonal; hay relaciones que unas veces son eludibles (relaciones sociales puras), pero en otras no (relaciones laborales y profesionales).
En el área neutra se encontrarían situaciones a mitad de camino entre las otras dos: esperar o desesperarse atrapados en un atasco circulatorio, o ante el cese del suministro de un servicio cotidiano (agua, energía, televisión, averías, etc), en la sala de espera de una consulta o en la cola de un supermercado...
Cuando se pone de ejemplo de hombre paciente al patriarca Job a quien Dios le privó de todos sus bienes, de la vida de sus 7 hijos y 3 hijas y le llenó de llagas su cuerpo y seguía amando a Dios y bendiciéndole, no se dice ni mucho menos todo lo que tiene que ver con la paciencia. Los contratiempos, las adversidades, lo que llamamos infortunio están relacionados con esas tres circunstancias de distinta naturaleza apuntadas.
Hay quien tiene una paciencia infinita en las relaciones interpersonales, pero muy poca o ninguna frente a los contratiempos naturales, y ello le depara desesperación; hay quien tiene una paciencia considerable frente a la adversidad natural, inevitable, incontrolable, y poca o ninguna frente a los contratiempos sociales de carácter general o frente a los que provienen del trato interpersonal; y hay quien, porque no tiene paciencia para el trato social indiscriminado, hace todo lo posible por evitarlo (mi caso, acostumbrado a desplegar una paciencia indecible frente a todo cuanto no tiene que ver con la sociedad, a la que soporto con notable impaciencia).
Creo que es el propio individuo quien tiene que rendirse a sí mismo cuenta del grado de paciencia en las distintas situaciones que la ponen a prueba y le ponen a prueba. No son los demás quienes, a menos que sea a sus expensas, deban arrogarse el derecho de calificar de impaciente o de paciente a otro. Del mismo modo que cada cual es quien debe rendirse cuenta de sus eventuales imperfecciones ontológicas o conductuales, y no los demás. Pues todos somos perfectos en nuestra mismidad. Los defectos sociales irrumpen “sólo”, en cuanto el individuo entra en contacto con “el otro”. No en vano decía Bergson: "Para el poeta y el sabio todas las cosas son sagradas, todos los días son santos, todas las vivencias son útiles, todos los humanos son divinos".
La paciencia frente a lo inevitable y la oportunidad o kairós para hablar, para actuar, para hacer y para decidir en el momento oportuno son las cualidades -si no queremos llamarlas virtudes- que siendo eterna y considerablemente valiosas, en estos tiempos caóticos y descoyuntados alcanzan el valor de todo lo excelso a punto de extinción.
Kairós, "el momento justo", es en la filosofía de la antigua Grecia la experiencia del momento oportuno. Los pitagóricos le llamaban Oportunidad. Kairós es el tiempo en potencia, tiempo atemporal o eterno, y el tiempo, chronos, es la duración de un movimiento, una creación. Para Proclo (filosofo griego) y para ciertos pitagóricos kairós es el primer dios y la primera causa. Kairós también es la risa, la risa oportuna que produce bien. San Pablo denomina Kairós a Jesucristo. Otros afirman que kairós es el dios del tiempo y las estaciones. Para los mayas era el Zubuya. Kairós, para los sicólogos, es un "insight". En general, y para terminar, kairós es un "momento de claridad".
Dicho lo anterior, es evidente que la paciencia y la impaciencia tienen mucho que ver con “ese” momento oportuno. En el sentido aristotélico, estoico y cristiano kairós debería tener mucho que ver con la virtus. El término medio, que no otra cosa es la virtus, y kairós se pertenecerían. Ser oportunos es un atributo excelente y excepcional. Sobre todo en una sociedad atropellada y desmedida, en ocasiones, y otras indolente cual ninguna. Atropellamiento, desmesura e indolencia: tres rasgos que hacen añicos el sentido de kairós.
No obstante, es cuando menos curioso que siendo el patriarca bíblico Job el paradigma de la paciencia, la doctrina cristiana recoja como virtudes cardinales a la prudencia, a la justicia, a la fortaleza y a la templanza pero no a la paciencia en sí misma que queda subsumida en último término en las otras. Pero aún lo es más que tampoco haya recogido en su pensamiento moral la importancia de la virtud de la “oportunidad”.
En un ejercicio del pensamiento ex novo mío personal -al que en los últimos años dedico gran parte de mis energías mentales-, tengo al kairós, la oportunidad, y a la paciencia asociada a ella por una actitud psicomental próxima también a la tolerancia frente a los agentes externos que no depende de nosotros eludir.
Por eso, en ese mismo ejercicio y dentro de kairós, distingo la paciencia como tolerancia frente a los efectos de trastorno que subjetiva y objetivamente hemos de soportar por la fuerza de las cosas (fuerza mayor), unas veces, y otras la tolerancia que depende de nuestra elección en soportarlas o no, pues en este otro trance cabe la posibilidad de evitarlas.
Los hechos y situaciones ligados al kairós y a la paciencia en la espera del oportuno momento, pueden dividirse en tres áreas en las que aquélla se pone a prueba: el área natural, el área social y el área neutra.
En el área natural podemos distinguir:
a) los procesos de las enfermedades sufridas por uno mismo o que sufren personas a las que se está uno ligado por lazos de afecto; y todo daño que viene del “cielo”.
b) los comportamientos eventualmente perturbadores de los irracionales y de los niños: de los "irresponsables".
c) las adversidades que devienen de acontecimientos naturales en general irrefragables.
En el área social, todo trato interpersonal; hay relaciones que unas veces son eludibles (relaciones sociales puras), pero en otras no (relaciones laborales y profesionales).
En el área neutra se encontrarían situaciones a mitad de camino entre las otras dos: esperar o desesperarse atrapados en un atasco circulatorio, o ante el cese del suministro de un servicio cotidiano (agua, energía, televisión, averías, etc), en la sala de espera de una consulta o en la cola de un supermercado...
Cuando se pone de ejemplo de hombre paciente al patriarca Job a quien Dios le privó de todos sus bienes, de la vida de sus 7 hijos y 3 hijas y le llenó de llagas su cuerpo y seguía amando a Dios y bendiciéndole, no se dice ni mucho menos todo lo que tiene que ver con la paciencia. Los contratiempos, las adversidades, lo que llamamos infortunio están relacionados con esas tres circunstancias de distinta naturaleza apuntadas.
Hay quien tiene una paciencia infinita en las relaciones interpersonales, pero muy poca o ninguna frente a los contratiempos naturales, y ello le depara desesperación; hay quien tiene una paciencia considerable frente a la adversidad natural, inevitable, incontrolable, y poca o ninguna frente a los contratiempos sociales de carácter general o frente a los que provienen del trato interpersonal; y hay quien, porque no tiene paciencia para el trato social indiscriminado, hace todo lo posible por evitarlo (mi caso, acostumbrado a desplegar una paciencia indecible frente a todo cuanto no tiene que ver con la sociedad, a la que soporto con notable impaciencia).
Creo que es el propio individuo quien tiene que rendirse a sí mismo cuenta del grado de paciencia en las distintas situaciones que la ponen a prueba y le ponen a prueba. No son los demás quienes, a menos que sea a sus expensas, deban arrogarse el derecho de calificar de impaciente o de paciente a otro. Del mismo modo que cada cual es quien debe rendirse cuenta de sus eventuales imperfecciones ontológicas o conductuales, y no los demás. Pues todos somos perfectos en nuestra mismidad. Los defectos sociales irrumpen “sólo”, en cuanto el individuo entra en contacto con “el otro”. No en vano decía Bergson: "Para el poeta y el sabio todas las cosas son sagradas, todos los días son santos, todas las vivencias son útiles, todos los humanos son divinos".
La paciencia frente a lo inevitable y la oportunidad o kairós para hablar, para actuar, para hacer y para decidir en el momento oportuno son las cualidades -si no queremos llamarlas virtudes- que siendo eterna y considerablemente valiosas, en estos tiempos caóticos y descoyuntados alcanzan el valor de todo lo excelso a punto de extinción.
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